1 |
Pero no he podido yo contravenir al orden de naturaleza; que en ella cada cosa engendra su semejante. |
2 |
Y más, que no habrá quien se ponga a averiguar si los seguistes o no los seguistes, no yéndole nada en ello. |
3 |
Que así envidiada fuera, y no envidiara, y fuera alegre el tiempo que fue triste, y gozara los gustos sin escote. |
4 |
Envidio a tu jumento y a tu nombre, y a tus alforjas igualmente invidio, que mostraron tu cuerda providencia. |
5 |
No puedo ser tu igual; que este decoro se debe a tus proezas y a tu fama, puesto que, como yo, perdiste el seso. |
6 |
Mas serlo has mío, si al soberbio moro y cita fiero domas, que hoy nos llama iguales en amor con mal suceso. |
7 |
Améla por milagro único y raro, y, ausente en su desgracia, el propio infierno temió mi brazo, que domó su rabia. |
8 |
Pero esto importa poco a nuestro cuento; basta que en la narración dél no se salga un punto de la verdad. |
9 |
Diera él, por dar una mano de coces al traidor de Galalón, al ama que tenía, y aun a su sobrina de añadidura. |
10 |
Plégaos, señora, de membraros deste vuestro sujeto corazón, que tantas cuitas por vuestro amor padece. |
11 |
Preguntáronle si por ventura comería su merced truchuela, que no había otro pescado que dalle a comer. |
12 |
Pagadle luego sin más réplica; si no, por el Dios que nos rige, que os concluya y aniquile en este punto. |
13 |
Y, asiéndole del brazo, le tornó a atar a la encina, donde le dio tantos azotes, que le dejó por muerto. |
14 |
Pero, al fin, le desató y le dio licencia que fuese a buscar su juez, para que ejecutase la pronunciada sentencia. |
15 |
Eran seis, y venían con sus quitasoles, con otros cuatro criados a caballo y tres mozos de mulas a pie. |
16 |
Pero vosotros pagaréis la grande blasfemia que habéis dicho contra tamaña beldad como es la de mi señora. |
17 |
Cansóse el mozo, y los mercaderes siguieron su camino, llevando qué contar en todo él del pobre apaleado. |
18 |
Procuró levantarle del suelo, y no con poco trabajo le subió sobre su jumento, por parecer caballería más sosegada. |
19 |
Llévenme a mi lecho y llámese, si fuere posible, a la sabia Urganda, que cure y cate de mis feridas. |
20 |
Hízose así, y el cura se informó muy a la larga del labrador del modo que había hallado a don Quijote. |
21 |
Dádmele acá, compadre; que hago cuenta que he hallado en él un tesoro de contento y una mina de pasatiempos. |
22 |
Dádmele acá, compadre, que precio más haberle hallado que si me dieran una sotana de raja de Florencia. |
23 |
Guárdese, porque su autor es amigo mío, y por respeto de otras más heroicas y levantadas obras que ha escrito. |
24 |
Detrás dellos venía un coche, con cuatro o cinco de a caballo que le acompañaban y dos mozos de mulas a pie. |
25 |
Mire, señor, que aquéllos son frailes de San Benito, y el coche debe de ser de alguna gente pasajera. |
26 |
Tened paciencia, que aventuras se ofrecerán donde no solamente os pueda hacer gobernador, sino más adelante. |
27 |
Pero, deseosos de buscar donde alojar aquella noche, acabaron con mucha brevedad su pobre y seca comida. |
28 |
Las claras fuentes y corrientes ríos, en magnífica abundancia, sabrosas y transparentes aguas les ofrecían. |
29 |
Porque sé que eres sabida, en que me quieres me afirmo; que nunca fue desdichado amor que fue conocido. |
30 |
Bien es verdad que tal vez, Olalla, me has dado indicio que tienes de bronce el alma y el blanco pecho de risco. |
31 |
Mas allá entre tus reproches y honestísimos desvíos, tal vez la esperanza muestra la orilla de su vestido. |
32 |
Abalánzase al señuelo mi fe, que nunca ha podido, ni menguar por no llamado, ni crecer por escogido. |
33 |
Si el amor es cortesía, de la que tienes colijo que el fin de mis esperanzas ha de ser cual imagino. |
34 |
Y si son servicios parte de hacer un pecho benigno, algunos de los que he hecho fortalecen mi partido. |
35 |
Dejo el bailar por tu causa, ni las músicas te pinto que has escuchado a deshoras y al canto del gallo primo. |
36 |
No cuento las alabanzas que de tu belleza he dicho; que, aunque verdaderas, hacen ser yo de algunas malquisto. |
37 |
No te quiero yo a montón, ni te pretendo y te sirvo por lo de barraganía; que más bueno es mi designio. |
38 |
Coyundas tiene la Iglesia que son lazadas de sirgo; pon tú el cuello en la gamella; verás como pongo el mío. |
39 |
Donde no, desde aquí juro, por el santo más bendito, de no salir destas sierras sino para capuchino. |
40 |
Porque decía él, y decía muy bien, que no habían de dar los padres a sus hijos estado contra su voluntad. |
41 |
Uno de los cuales, como ya está dicho, fue nuestro difunto, del cual decían que la dejaba de querer, y la adoraba. |
42 |
Aquí sospira un pastor, allí se queja otro; acullá se oyen amorosas canciones, acá desesperadas endechas. |
43 |
A lo cual respondió don Quijote: -La profesión de mi ejercicio no consiente ni permite que yo ande de otra manera. |
44 |
Y no sé yo cómo el muerto tuvo lugar para encomendarse a Dios en el discurso de esta tan acelerada obra. |
45 |
Y aquí, en memoria de tantas desdichas, quiso él que le depositasen en las entrañas del eterno olvido. |
46 |
Dame, desdén, una torcida soga. Mas, ¡ay de mí!, que, con cruel vitoria, vuestra memoria el sufrimiento ahoga. |
47 |
Yo muero, en fin; y, porque nunca espere buen suceso en la muerte ni en la vida, pertinaz estaré en mi fantasía. |
48 |
Diré que va acertado el que bien quiere, y que es más libre el alma más rendida a la de amor antigua tiranía. |
49 |
La honra y las virtudes son adornos del alma, sin las cuales el cuerpo, aunque lo sea, no debe de parecer hermoso. |
50 |
Fuego soy apartado y espada puesta lejos. A los que he enamorado con la vista he desengañado con las palabras. |
51 |
Si yo le entretuviera, fuera falsa; si le contentara, hiciera contra mi mejor intención y prosupuesto. |
52 |
Murió a manos del rigor de una esquiva hermosa ingrata, con quien su imperio dilata la tiranía de su amor. |
53 |
El cual determinó de ir a buscar a la pastora Marcela y ofrecerle todo lo que él podía en su servicio. |
54 |
A lo cual respondió don Quijote: -Las feridas que se reciben en las batallas, antes dan honra que la quitan. |
55 |
Pero dejemos ya esto, Sancho, y acaba, antes que suceda otra desgracia al jumento, como a Rocinante. |
56 |
En la cual también alojaba un arriero, que tenía su cama hecha un poco más allá de la de nuestro don Quijote. |
57 |
Pues sabed, hermana mía, que caballero aventurero es una cosa que en dos palabras se ve apaleado y emperador. |
58 |
Tentóle luego la camisa, y, aunque ella era de harpillera, a él le pareció ser de finísimo y delgado cendal. |
59 |
Traía en las muñecas unas cuentas de vidro, pero a él le dieron vislumbres de preciosas perlas orientales. |
60 |
Mas, esto que ahora quiero decirte hasme de jurar que lo tendrás secreto hasta después de mi muerte. |
61 |
Bien es verdad que aún don Quijote se estaba boca arriba, sin poderse menear, de puro molido y emplastado. |
62 |
Amohinóse mucho desto el ventero, y amenazóle que si no le pagaba, que lo cobraría de modo que le pesase. |
63 |
Calla y ten paciencia, que día vendrá donde veas por vista de ojos cuán honrosa cosa es andar en este ejercicio. |
64 |
Pues toda es cuajada de un copiosísimo ejército que de diversas e innumerables gentes por allí viene marchando. |
65 |
Llegó en esto una peladilla de arroyo, y, dándole en un lado, le sepultó dos costillas en el cuerpo. |
66 |
Tal fue el golpe primero, y tal el segundo, que le fue forzoso al pobre caballero dar consigo del caballo abajo. |
67 |
Así que, no debes congojarte por las desgracias que a mí me suceden, pues a ti no te cabe parte dellas. |
68 |
Entró el pescador en el barco, y pasó una cabra; volvió, y pasó otra; tornó a volver, y tornó a pasar otra. |
69 |
Tras esto, alzó la camisa lo mejor que pudo y echó al aire entrambas posaderas, que no eran muy pequeñas. |
70 |
Mas, viendo Sancho que a más andar se venía la mañana, con mucho tiento desligó a Rocinante y se ató los calzones. |
71 |
A lo menos, el que yo tuve; que de vuestra merced ya yo sé que no le conoce, ni sabe qué es temor ni espanto. |
72 |
Darásela el rey de muy buen talante, y el caballero le besará cortésmente las manos por la merced que le face. |
73 |
En efecto, quiero decir que este caballero va por alcahuete, y por tener asimesmo sus puntas y collar de hechicero. |
74 |
Éste iba en hábito de estudiante, y dijo una de las guardas que era muy grande hablador y muy gentil latino. |
75 |
Lo que está escrito es desde mi nacimiento hasta el punto que esta última vez me han echado en galeras. |
76 |
Cuanto más, señores guardas -añadió don Quijote-, que estos pobres no han cometido nada contra vosotros. |
77 |
Si digo que sois vos, Fili, no acierto; que tanto mal en tanto bien no cabe, ni me viene del cielo esta rüina. |
78 |
En llegando el mancebo a ellos, les saludó con una voz desentonada y bronca, pero con mucha cortesía. |
79 |
En resolución, el primero que habló después del abrazamiento fue el Roto, y dijo lo que se dirá adelante. |
80 |
Y yo se lo daré a entender, a pie o a caballo, armado o desarmado, de noche o de día, o como más gusto le diere. |
81 |
Y, porque veas que Cardenio no supo lo que dijo, has de advertir que cuando lo dijo ya estaba sin juicio. |
82 |
Así que, Sancho amigo, no gastes tiempo en aconsejarme que deje tan rara, tan felice y tan no vista imitación. |
83 |
Así que, Sancho, por lo que yo quiero a Dulcinea del Toboso, tanto vale como la más alta princesa de la tierra. |
84 |
Pero, con todo eso, dígamela vuestra merced, que me holgaré mucho de oílla, que debe de ir como de molde. |
85 |
No me lo haga decir la señora, porque por Dios que despotrique y lo eche todo a doce, aunque nunca se venda. |
86 |
Y, cortando algunos, pidió la bendición a su señor, y, no sin muchas lágrimas de entrambos, se despidió dél. |
87 |
Ni tengo para qué enturbiar el agua clara destos arroyos, los cuales me han de dar de beber cuando tenga gana. |
88 |
Ea, pues, manos a la obra: venid a mi memoria, cosas de Amadís, y enseñadme por dónde tengo de comenzar a imitaros. |
89 |
Y lo que le fatigaba mucho era no hallar por allí otro ermitaño que le confesase y con quien consolarse. |
90 |
Otros muchos escribió, pero, como se ha dicho, no se pudieron sacar en limpio, ni enteros, más destas tres coplas. |
91 |
Visto lo cual por el cura y el barbero, le dijeron que qué le había sucedido, que tan mal se paraba. |
92 |
El barbero hizo una gran barba de una cola rucia o roja de buey, donde el ventero tenía colgado el peine. |
93 |
De ese modo, en mi dolencia ningún remedio se alcanza, pues me matan la esperanza desdenes, celos y ausencia. |
94 |
El cielo De ese modo, yo recelo morir deste mal estraño, pues se aumentan en mi daño, amor, fortuna y el cielo. |
95 |
Locura. De ese modo, no es cordura querer curar la pasión cuando los remedios son muerte, mudanza y locura. |
96 |
No, por cierto; antes, con grandísimo gusto, me ofrecí a partir luego, contento de la buena compra hecha. |
97 |
Y todo fue invención del falso don Fernando, pues no le faltaban a su hermano dineros para despacharme luego. |
98 |
Preguntéle al hombre, antes de leerla, quién se la había dado y el tiempo que había tardado en el camino. |
99 |
No creo que pudo oír todas estas razones, porque sentí que la llamaban apriesa, porque el desposado aguardaba. |
100 |
Basta que sepáis que el desposado entró en la sala sin otro adorno que los mesmos vestidos ordinarios que solía. |
101 |
Yo quedé a pie, rendido de la naturaleza, traspasado de hambre, sin tener, ni pensar buscar, quien me socorriese. |
102 |
Tenía las polainas levantadas hasta la mitad de la pierna, que, sin duda alguna, de blanco alabastro parecía. |
103 |
Los días eran todos de fiesta y de regocijo en mi calle; las noches no dejaban dormir a nadie las músicas. |
104 |
Todo esto he dicho porque no es pensar que de mí alcance cosa alguna el que no fuere mi ligítimo esposo''. |
105 |
Pasa adelante, que tiempo vendrá en que te diga cosas que te espanten en el mesmo grado que te lastimen. |
106 |
Díjose que se llamaba Luscinda, con otras cosas que en sus desposorios sucedieron dignas de admiración. |
107 |
Porque yo, hasta ahora, si mal no me acuerdo, en todo el discurso del cuento de mi desdicha no le he nombrado. |
108 |
No, por cierto, ni aun con la mitad, y aun estoy por decir que no llega a su zapato de la que está delante. |
109 |
Así, noramala alcanzaré yo el condado que espero, si vuestra merced se anda a pedir cotufas en el golfo. |
110 |
Pues no lo penséis, bellaco descomulgado, que sin duda lo estás, pues has puesto lengua en la sin par Dulcinea. |
111 |
Pues míreme bien, que yo soy aquel mozo Andrés que quitó vuestra merced de la encina donde estaba atado. |
112 |
El amo replicó no sé qué arengas y disculpas, las cuales, aunque de mí fueron oídas, no fueron admitidas. |
113 |
Íbase a levantar don Quijote para castigalle, mas él se puso a correr de modo que ninguno se atrevió a seguille. |
114 |
Espantáronse todos los de la venta de la hermosura de Dorotea, y aun del buen talle del zagal Cardenio. |
115 |
Yo no sé para qué es tanto melindre: si lo hacen de honradas, cásense con ellos, que ellos no desean otra cosa. |
116 |
Y es más fácil el quebrarse, y no es cordura ponerse a peligro de romperse lo que no puede soldarse. |
117 |
Y en esta opinión estén todos, y en razón la fundo: que si hay Dánaes en el mundo, hay pluvias de oro también. |
118 |
Y entonces fue instituido el divino sacramento del matrimonio, con tales lazos que sola la muerte puede desatarlos. |
119 |
Mira, pues, ¡oh Anselmo!, al peligro que te pones en querer turbar el sosiego en que tu buena esposa vive. |
120 |
Camila le respondió que mejor reposaría en el estrado que en la silla, y así, le rogó se entrase a dormir en él. |
121 |
Anselmo le replicó que aquél era su gusto, y que no tenía más que hacer que bajar la cabeza y obedecelle. |
122 |
Hacíase fuerza y peleaba consigo mismo por desechar y no sentir el contento que le llevaba a mirar a Camila. |
123 |
Y cuando el sol, de su estrellado asiento, derechos rayos a la tierra envía, el llanto crece y doblo los gemidos. |
124 |
Que esta reliquia guardo para el duro trance que me amenaza mi porfía, que en tu mismo rigor se fortalece. |
125 |
Mejor es que disimules tu agravio, y no des lugar a que este mal hombre entre ahora en esta casa y nos halle solas. |
126 |
Lotario alabó su buena determinación y dijo que él, por su parte, ayudaría a levantar tan ilustre edificio. |
127 |
Y estaba peor Sancho despierto que su amo durmiendo: tal le tenían las promesas que su amo le había hecho. |
128 |
Y, por fin y remate de todo, romperme mis cueros y derramarme mi vino; que derramada le vea yo su sangre. |
129 |
Estas y otras razones tales decía la ventera con grande enojo, y ayudábala su buena criada Maritornes. |
130 |
Dorotea dijo que así lo creía, y que no tuviese pena, que todo se haría bien y sucedería a pedir de boca. |
131 |
Y, desta manera, por mil maneras era Anselmo el fabricador de su deshonra, creyendo que lo era de su gusto. |
132 |
Volvió luego muy triste a decírselo a Camila, y, no hallándola en la cama ni en toda la casa, quedó asombrado. |
133 |
Notad cómo el cielo, por desusados y a nosotros encubiertos caminos, me ha puesto a mi verdadero esposo delante. |
134 |
Y bien sabéis por mil costosas experiencias que sola la muerte fuera bastante para borrarle de mi memoria. |
135 |
Estraño espectáculo fue éste para don Fernando y para todos los circunstantes, admirándose de tan no visto suceso. |
136 |
Ofrecióse Cardenio de proseguir lo comenzado, y que Luscinda haría y representaría la persona de Dorotea. |
137 |
Por su silencio imaginaron que, sin duda alguna, debía de ser mora, y que no sabía hablar cristiano. |
138 |
Halléme el segundo año, que fue el de setenta y dos, en Navarino, bogando en la capitana de los tres fanales. |
139 |
Y en verdad que los tengo de decir, porque los sé de memoria y creo que antes causarán gusto que pesadumbre. |
140 |
Y éste es el suelo que continuo ha sido de mil memorias lamentables lleno en los pasados siglos y presentes. |
141 |
Mas no más justas de su duro seno habrán al claro cielo almas subido, ni aun él sostuvo cuerpos tan valientes. |
142 |
De allí a poco sacaron por la mesma ventana una pequeña cruz hecha de cañas, y luego la volvieron a entrar. |
143 |
Otros hay que usan destos papeles, y los procuran, con buen intento, y se quedan en tierra de cristianos. |
144 |
No sé yo cómo vaya: muchos cristianos he visto por esta ventana, y ninguno me ha parecido caballero sino tú. |
145 |
Inclinóse a mí la caña y el lienzo, hallé en él otro papel y cien escudos de oro, sin otra moneda alguna. |
146 |
Procura saber el jardín, y cuando te pasees por ahí sabré que está solo el baño, y te daré mucho dinero. |
147 |
Finalmente, mi amo era tan caviloso que en ninguna manera me atreví a que luego se desembolsase el dinero. |
148 |
Esto era ya a tiempo que la ciudad estaba ya cerrada, y por toda aquella campaña ninguna persona parecía. |
149 |
El renegado le dijo en lengua morisca si estaba su padre en el jardín. Ella respondió que sí y que dormía. |
150 |
Saliónos a recebir todo el pueblo, que ya de alguno que se había adelantado sabían la nueva de nuestra venida. |
151 |
Todo lo agradeció cortesísimamente el cautivo, pero no quiso acetar ninguno de sus liberales ofrecimientos. |
152 |
En esto, llegaba ya la noche, y, al cerrar della, llegó a la venta un coche, con algunos hombres de a caballo. |
153 |
Habíale dicho también el criado como iba proveído por oidor a las Indias, en la Audiencia de Méjico. |
154 |
Yo la perdí en la Goleta, y después, por diferentes sucesos, nos hallamos camaradas en Costantinopla. |
155 |
Desde allí vino a Argel, donde sé que le sucedió uno de los más estraños casos que en el mundo han sucedido. |
156 |
Yo seguí el de las letras, en las cuales Dios y mi diligencia me han puesto en el grado que me veis. |
157 |
Siguiendo voy a una estrella que desde lejos descubro, más bella y resplandeciente que cuantas vio Palinuro. |
158 |
Recatos impertinentes, honestidad contra el uso, son nubes que me la encubren cuando más verla procuro. |
159 |
Todo lo cual encendía el deseo de Dorotea, que deseaba saber la causa de tan suave canto y de tan triste lloro. |
160 |
Llegóse en esto el tiempo de la partida de mi padre, la cual él supo, y no de mí, pues nunca pude decírselo. |
161 |
En mi vida le he hablado palabra, y, con todo eso, le quiero de manera que no he de poder vivir sin él. |
162 |
El ventero respondió que había tanta gente en la venta, que no había echado de ver en el que preguntaban. |
163 |
Cardenio dijo a Dorotea que se volviesen al aposento, que él procuraría poner remedio en todo, y ellas lo hicieron. |
164 |
Basta: si es que esta bacía es yelmo, también debe de ser esta albarda jaez de caballo, como este señor ha dicho. |
165 |
Así que, ponerme yo agora en cosa de tanta confusión a dar mi parecer, será caer en juicio temerario. |
166 |
Hecho esto, con grandísimo silencio se entraron adonde él estaba durmiendo y descansando de las pasadas refriegas. |
167 |
Porque si lo son, comunicaré con ellos mis desgracias, y si no, no hay para qué me canse en decillas. |
168 |
En mal punto os empreñastes de sus promesas, y en mal hora se os entró en los cascos la ínsula que tanto deseáis. |
169 |
Vuestra merced mire cómo habla, señor barbero; que no es todo hacer barbas, y algo va de Pedro a Pedro. |
170 |
Así que no está la falta en el vulgo, que pide disparates, sino en aquellos que no saben representar otra cosa. |
171 |
Y es lo malo que hay ignorantes que digan que esto es lo perfecto, y que lo demás es buscar gullurías. |
172 |
Y, en lo que toca a querer preguntarme algo, di, que yo te responderé, aunque me preguntes de aquí a mañana. |
173 |
Acaba ya de preguntar, que en verdad que me cansas con tantas salvas, plegarias y prevenciones, Sancho. |
174 |
La fugitiva cabra, temerosa y despavorida, se vino a la gente, como a favorecerse della, y allí se detuvo. |
175 |
Siendo niña fue hermosa, y siempre fue creciendo en belleza, y en la edad de diez y seis años fue hermosísima. |
176 |
Nunca sus glorias el olvido mancha, pues hasta Rocinante, en ser gallardo, excede a Brilladoro y a Bayardo. |
177 |
Olvídaseme de decirte que esperes el Persiles, que ya estoy acabando, y la segunda parte de Galatea. |
178 |
Esfuércese, esfuércese, que el descaecimiento en los infortunios apoca la salud y acarrea la muerte''. |
179 |
Y, sin duda, que esto fue como profecía; que los poetas también se llaman vates, que quiere decir adivinos. |
180 |
Y si lo dices, no lo digas, ni lo pienses; pues más dolor sentía yo entonces en mi espíritu que tú en tu cuerpo. |
181 |
El daño está en que la dicha ínsula se entretiene, no sé dónde, y no en faltarme a mí el caletre para gobernarla. |
182 |
Pero mirad, Sancho: si por ventura os viéredes con algún gobierno, no os olvidéis de mí y de vuestros hijos. |
183 |
Si Dios me guarda mis siete, o mis cinco sentidos, o los que tengo, no pienso dar ocasión de verme en tal aprieto. |
184 |
Sancho la consoló diciéndole que, ya que la hubiese de hacer condesa, la haría todo lo más tarde que ser pudiese. |
185 |
Hallóle paseándose por el patio de su casa, y, viéndole, se dejó caer ante sus pies, trasudando y congojosa. |
186 |
Hablo de esta manera, Sancho, por daros a entender que también como vos sé yo arrojar refranes como llovidos. |
187 |
Prometióselo don Quijote, dio Sansón la vuelta a su lugar, y los dos tomaron la de la gran ciudad del Toboso. |
188 |
No debían de ser sino galerías o corredores, o lonjas, o como las llaman, de ricos y reales palacios. |
189 |
Hízolo así el poeta, y púsola cual no digan dueñas, y ella quedó satisfecha, por verse con fama, aunque infame. |
190 |
Ves aquí, Sancho, los medios por donde se alcanzan los estremos de alabanzas que consigo trae la buena fama. |
191 |
Venía el labrador cantando aquel romance que dicen: Mala la hubistes, franceses, en esa de Roncesvalles. |
192 |
Así pudiera cantar el romance de Calaínos, que todo fuera uno para sucedernos bien o mal en nuestro negocio. |
193 |
Y tuvo razón, porque la verdad adelgaza y no quiebra, y siempre anda sobre la mentira como el aceite sobre el agua. |
194 |
Encargóse Sancho de hacerlo así como se le mandaba, y de traerle tan buena respuesta como le trujo la vez primera. |
195 |
Y ¿sabéis su casa, Sancho? ''Mi amo dice que han de ser unos reales palacios o unos soberbios alcázares''. |
196 |
Pique, señor, y venga, y verá venir a la princesa, nuestra ama, vestida y adornada, en fin, como quien ella es. |
197 |
El arzón trasero de la silla pasó de un salto, y sin espuelas hace correr la hacanea como una cebra. |
198 |
Yo no puedo ni debo sacar la espada, como otras veces muchas te he dicho, contra quien no fuere armado caballero. |
199 |
A prueba de contrarios estoy hecho, de blanda cera y de diamante duro, y a las leyes de amor el ama ajusto. |
200 |
Don Quijote, que se vio responder tan tierna y comedidamente, se llegó a él, y Sancho ni más ni menos. |
201 |
Mejor repuesto traigo yo en las ancas de mi caballo que lleva consigo cuando va de camino un general. |
202 |
Allá se lo hayan con sus opiniones y leyes caballerescas nuestros amos, y coman lo que ellos mandaren. |
203 |
Llámola sin par porque no le tiene, así en la grandeza del cuerpo como en el estremo del estado y de la hermosura. |
204 |
Calló Sancho y diole un paño, y dio con él gracias a Dios de que su señor no hubiese caído en el caso. |
205 |
Vuestras mercedes, señores, se pongan en cobro antes que abra, que yo seguro estoy que no me han de hacer daño. |
206 |
Otra vez le persuadió el hidalgo que no hiciese locura semejante, que era tentar a Dios acometer tal disparate. |
207 |
Viendo lo cual don Quijote, mandó al leonero que le diese de palos y le irritase para echarle fuera. |
208 |
Que el nombre, la figura, y el decir que es caballero andante, a mí y a mi madre nos tiene suspensos. |
209 |
En efecto, no parecía sino que por todo aquel prado andaba corriendo la alegría y saltando el contento. |
210 |
Duerme el criado, y está velando el señor, pensando cómo le ha de sustentar, mejorar y hacer mercedes. |
211 |
Sobre un buen tiro de barra o sobre una gentil treta de espada no dan un cuartillo de vino en la taberna. |
212 |
Sobre un buen cimiento se puede levantar un buen edificio, y el mejor cimiento y zanja del mundo es el dinero. |
213 |
Finalmente, el aparato de la boda era rústico, pero tan abundante que podía sustentar a un ejército. |
214 |
Guiábalas un venerable viejo y una anciana matrona, pero más ligeros y sueltos que sus años prometían. |
215 |
En la frontera del castillo y en todas cuatro partes de sus cuadros traía escrito: castillo del buen recato. |
216 |
Respondióle que un beneficiado de aquel pueblo, que tenía gentil caletre para semejantes invenciones. |
217 |
Venía coronado -como se vio luego- con una corona de funesto ciprés; en las manos traía un bastón grande. |
218 |
Finalmente, el cura y Camacho, con todos los más circunstantes, se tuvieron por burlados y escarnidos. |
219 |
Finalmente, tres días estuvieron con los novios, donde fueron regalados y servidos como cuerpos de rey. |
220 |
Finalmente, el primo vino con una pollina preñada, cuya albarda cubría un gayado tapete o arpillera. |
221 |
Sí, que para preguntar necedades y responder disparates no he menester yo andar buscando ayuda de vecinos. |
222 |
Sí, que a vuestra merced no le toca ni atañe ser el escudriñador desta que debe de ser peor que mazmorra. |
223 |
Di voces, pidiéndoos que no descolgásedes más soga hasta que yo os lo dijese, pero no debistes de oírme. |
224 |
La cuarta es haber sabido con certidumbre el nacimiento del río Guadiana, hasta ahora ignorado de las gentes. |
225 |
Y más quiero tener por amo y por señor al rey, y servirle en la guerra, que no a un pelón en la corte. |
226 |
Si queréis que volvamos los dos a buscarle, dejadme poner esta borrica en mi casa, que luego vuelvo''. |
227 |
Mas no por esto dejaba de menudear don Quijote cuchilladas, mandobles, tajos y reveses como llovidos. |
228 |
Ayude Dios con lo suyo a cada uno, señor maese Pedro, y caminemos todos con pie llano y con intención sana. |
229 |
Santiguarnos y levar ferro; quiero decir, embarcarnos y cortar la amarra con que este barco está atado. |
230 |
Dios lo remedie, que todo este mundo es máquinas y trazas, contrarias unas de otras. Yo no puedo más. |
231 |
Volvieron a sus bestias, y a ser bestias, don Quijote y Sancho, y este fin tuvo la aventura del encantado barco. |
232 |
Luego llegaron doce pajes con el maestresala, para llevarle a comer, que ya los señores le aguardaban. |
233 |
Hízolo así, y quedó don Quijote con la más estraña figura y más para hacer reír que se pudiera imaginar. |
234 |
Lo que yo le encargo es que mire cómo gobierna sus vasallos, advirtiendo que todos son leales y bien nacidos. |
235 |
Lo mesmo hizo el duque con su venablo; pero a todos se adelantara la duquesa, si el duque no se lo estorbara. |
236 |
Mía fe, señor, la caza y los pasatiempos más han de ser para los holgazanes que para los gobernadores. |
237 |
De mí sé decir que me dan más gusto que otros, aunque sean mejor traídos y con más sazón acomodados. |
238 |
Y, en diciendo esto, tocó el desaforado cuerno, y volvió las espaldas y fuese, sin esperar respuesta de ninguno. |
239 |
Hízose así, y él volvió en su acuerdo, a tiempo que ya un carro de las rechinantes ruedas llegaba a aquel puesto. |
240 |
Y en esto se resuelven todos cuantos de su desgracia han sido los autores, y a esto es mi venida, mis señores. |
241 |
Muévate, socarrón y malintencionado monstro, que la edad tan florida mía, que aún se está todavía en el diez y. |
242 |
En resolución, Sancho, o vos habéis de ser azotado, o os han de azotar, o no habéis de ser gobernador. |
243 |
Si os debe algo, o tenéis alguna cosa que negociar con él, yo os lo traeré y pondré donde vos más quisiéredes. |
244 |
Finalmente, con intervención de sus señores, ordenó otra del más gracioso y estraño artificio que puede imaginarse. |
245 |
Dijo que sí, y que aquella noche se había dado cinco azotes. Preguntóle la duquesa que con qué se los había dado. |
246 |
No dirás desto nada a nadie, porque pon lo tuyo en concejo, y unos dirán que es blanco y otros que es negro. |
247 |
El rucio está bueno, y se te encomienda mucho; y no le pienso dejar, aunque me llevaran a ser Gran Turco. |
248 |
Dios te la dé, como puede, y a mí me guarde para servirte. Deste castillo, a veinte de julio de 1614. |
249 |
Ella queda a la puerta desta fortaleza o casa de campo, y no aguarda para entrar sino vuestro beneplácito. |
250 |
Aquí es donde ellos alargan más la pluma, como les cuesta poco prometer lo que jamás piensan ni pueden cumplir. |
251 |
Todos juntos y cada uno de por sí viváis siglos infinitos, para gusto y general pasatiempo de los vivientes. |
252 |
Suba vuesa merced y tápese primero, que si yo tengo de ir a las ancas, claro está que primero sube el de la silla. |
253 |
Cúbrete, cúbrete, animal descorazonado, y no te salga a la boca el temor que tienes, a lo menos en presencia mía. |
254 |
La aventura es ya acabada sin daño de barras, como lo muestra claro el escrito que en aquel padrón está puesto. |
255 |
De mí sé decir que ni me descubrí por alto ni por bajo, ni vi el cielo ni la tierra, ni la mar ni las arenas. |
256 |
Nunca te guíes por la ley del encaje, que suele tener mucha cabida con los ignorantes que presumen de agudos. |
257 |
Hallen en ti más compasión las lágrimas del pobre, pero no más justicia, que las informaciones del rico. |
258 |
Si acaso doblares la vara de la justicia, no sea con el peso de la dádiva, sino con el de la misericordia. |
259 |
Oye a una triste doncella, bien crecida y mal lograda, que en la luz de tus dos soles se siente abrasar el alma. |
260 |
Tú buscas tus aventuras, y ajenas desdichas hallas; das las feridas, y niegas el remedio de sanarlas. |
261 |
Muy bien puede Dulcinea, doncella rolliza y sana, preciarse de que ha rendido a una tigre y fiera brava. |
262 |
Trocáreme yo por ella, y diera encima una saya de las más gayadas mías, que de oro le adornan franjas. |
263 |
Mucho pido, y no soy digna de merced tan señalada: los pies quisiera traerte, que a una humilde esto le basta. |
264 |
No mires de tu Tarpeya este incendio que me abrasa, Nerón manchego del mundo, ni le avives con tu saña. |
265 |
Niña soy, pulcela tierna, mi edad de quince no pasa: catorce tengo y tres meses, te juro en Dios y en mi ánima. |
266 |
No soy renca, ni soy coja, ni tengo nada de manca; los cabellos, como lirios, que, en pie, por el suelo arrastran. |
267 |
Y, aunque es mi boca aguileña y la nariz algo chata, ser mis dientes de topacios mi belleza al cielo ensalza. |
268 |
Mi voz, ya ves, si me escuchas, que a la que es más dulce iguala, y soy de disposición algo menos que mediana. |
269 |
Estas y otras gracias mías, son despojos de tu aljaba; desta casa soy doncella, y Altisidora me llaman. |
270 |
Dice que la forcé, y miente, para el juramento que hago o pienso hacer; y ésta es toda la verdad, sin faltar meaja. |
271 |
Todo lo cual, notado de su coronista, fue luego escrito al duque, que con gran deseo lo estaba esperando. |
272 |
Y quédese aquí el buen Sancho, que es mucha la priesa que nos da su amo, alborozado con la música de Altisidora. |
273 |
Suele el coser y el labrar, y el estar siempre ocupada, ser antídoto al veneno de las amorosas ansias. |
274 |
Los andantes caballeros, y los que en la corte andan, requiébranse con las libres, con las honestas se casan. |
275 |
Hay amores de levante, que entre huéspedes se tratan, que llegan presto al poniente, porque en el partirse acaban. |
276 |
La firmeza en los amantes es la parte más preciada, por quien hace amor milagros, y asimesmo los levanta. |
277 |
Púsose a su lado en pie un personaje, que después mostró ser médico, con una varilla de ballena en la mano. |
278 |
Vaya lejos de nosotros tan mal pensamiento: no hay cosa en el mundo de peor mantenimiento que una olla podrida. |
279 |
Y denme de comer, o si no, tómense su gobierno, que oficio que no da de comer a su dueño no vale dos habas. |
280 |
Hízolo así el recién nacido secretario, y, habiendo leído lo que decía, dijo que era negocio para tratarle a solas. |
281 |
Agora decid a ese buen hombre que entre; pero adviértase primero no sea alguno de los espías, o matador mío. |
282 |
Decid, hermano, que lo que yo os sé decir es que sé muy bien a Miguel Turra, y que no está muy lejos de mi pueblo. |
283 |
Tú no debes de ser de Miguel Turra, sino algún socarrón que, para tentarme, te ha enviado aquí el infierno. |
284 |
Que yo he oído decir muchas veces y a muchos discretos que, si él puede, antes os la dará roma que aguileña. |
285 |
Y, diciendo esto, besó su derecha mano, y le asió de la suya, que ella le dio con las mesmas ceremonias. |
286 |
Esto, a lo menos, no puedo dejar de contarlo, porque se note la crianza y puntualidad de mi buen marido. |
287 |
Quedé yo viuda y desamparada, y con hija a cuestas, que iba creciendo en hermosura como la espuma de la mar. |
288 |
No lo creyera si me lo dijeran frailes descalzos; pero, pues la señora doña Rodríguez lo dice, debe de ser así. |
289 |
Verdaderamente que ahora acabo de creer que esto de hacerse fuentes debe de ser cosa importante para salud. |
290 |
Pero ello se dirá a su tiempo, que Sancho Panza nos llama, y el buen concierto de la historia lo pide. |
291 |
Cada día se veen cosas nuevas en el mundo: las burlas se vuelven en veras y los burladores se hallan burlados. |
292 |
Discreto sois, mancebo; pero haced cuenta que yo soy el aire, y que os soplo en popa, y os encamino a la cárcel. |
293 |
Mandólo así el gobernador; apartáronse todos, si no fueron el mayordomo, maestresala y el secretario. |
294 |
Agora bien, vamos a ver al portador deste pliego, que dél nos informaremos de las dificultades que se nos ofrecen. |
295 |
Y acábese con esto la audiencia desta mañana, y yo daré orden como el señor gobernador coma muy a su gusto. |
296 |
El duque dijo que él se la daba, y que departiese con el señor don Quijote cuanto le viniese en deseo. |
297 |
Y, en tanto que estas razones iba diciendo, iba asimesmo enalbardando el asno, sin que nadie nada le dijese. |
298 |
Yo no nací para ser gobernador, ni para defender ínsulas ni ciudades de los enemigos que quisieren acometerlas. |
299 |
Salí, como digo, de nuestro pueblo, entré en Francia, y, aunque allí nos hacían buen acogimiento, quise verlo todo. |
300 |
Y déjame partir de aquí, Ricote amigo, que quiero llegar esta noche adonde está mi señor don Quijote. |
301 |
Y luego se abrazaron los dos, y Sancho subió en su rucio, y Ricote se arrimó a su bordón, y se apartaron. |
302 |
En esto, descubrió a un lado de la sima un agujero, capaz de caber por él una persona, si se agobiaba y encogía. |
303 |
Abrazóle la duquesa asimismo, y mandó que le regalasen, porque daba señales de venir mal molido y peor parado. |
304 |
El caballo mostraba ser frisón, ancho y de color tordillo; de cada mano y pie le pendía una arroba de lana. |
305 |
Paseó la plaza, y, llegando donde las dueñas estaban, se puso algún tanto a mirar a la que por esposo le pedía. |
306 |
Ellas dijeron que sí, y que todo lo que en aquel caso hiciese lo daban por bien hecho, por firme y por valedero. |
307 |
Partióles el maestro de las ceremonias el sol, y puso a los dos cada uno en el puesto donde habían de estar. |
308 |
Mira, falso, que no huyas de alguna serpiente fiera, sino de una corderilla que está muy lejos de oveja. |
309 |
Tú llevas, ¡llevar impío!, en las garras de tus cerras las entrañas de una humilde, como enamorada, tierna. |
310 |
Llévaste tres tocadores, y unas ligas, de unas piernas que al mármol puro se igualan en lisas, blancas y negras. |
311 |
Llévaste dos mil suspiros, que, a ser de fuego, pudieran abrasar a dos mil Troyas, si dos mil Troyas hubiera. |
312 |
De ese Sancho, tu escudero, las entrañas sean tan tercas y tan duras, que no salga de su encanto Dulcinea. |
313 |
De la culpa que tú tienes lleve la triste la pena; que justos por pecadores tal vez pagan en mi tierra. |
314 |
Tus más finas aventuras en desventuras se vuelvan, en sueños tus pasatiempos, en olvidos tus firmezas. |
315 |
Si te cortares los callos, sangre las heridas viertan, y quédente los raigones si te sacares las muelas. |
316 |
Yo, señor duque, jamás he sido ladrón, ni lo pienso ser en toda mi vida, como Dios no me deje de su mano. |
317 |
Digo que era venta porque don Quijote la llamó así, fuera del uso que tenía de llamar a todas las ventas castillos. |
318 |
Yo pondré que se vienen a resumirse todas estas faltas en las sobras que debe de haber de tocino y huevos. |
319 |
Dejárame en mi rincón, sin acordarse de mí, porque quien las sabe las tañe, y bien se está San Pedro en Roma. |
320 |
Respondió que a Zaragoza, a hallarse en las justas del arnés, que en aquella ciudad suelen hacerse todos los años. |
321 |
Tembló de miedo; acudió a otro árbol, y sucedióle lo mesmo. Dio voces llamando a don Quijote que le favoreciese. |
322 |
Al parecer alzaron los ojos, y vieron los racimos de aquellos árboles, que eran cuerpos de bandoleros. |
323 |
Éste, pues, por abreviar el cuento de mi desventura, te diré en breves palabras la que me ha causado. |
324 |
Acudieron los criados a buscar agua que echarles en los rostros, y trujéronla, con que se los bañaron. |
325 |
Don Quijote, corrido y afrentado, acudió a quitar el plumaje de la cola de su matalote, y Sancho, el de su rucio. |
326 |
Contó don Quijote por menudo todo el suceso del gobierno de Sancho, con que dio gran gusto a los oyentes. |
327 |
En este tiempo les había contado Sancho muchas de las aventuras y sucesos que a su amo habían acontecido. |
328 |
Éstas dieron tanta priesa en sacar a danzar a don Quijote, que le molieron, no sólo el cuerpo, pero el ánima. |
329 |
Y, diciendo esto, se sentó en mitad de la sala, en el suelo, molido y quebrantado de tan bailador ejercicio. |
330 |
Con otras no menos corteses razones le respondió don Quijote, alegre sobremanera de verse tratar tan a lo señor. |
331 |
Quedó el pobre molido, y jadeando, y trasudando, sin poder imaginar qué fue lo que sucedido le había. |
332 |
No las tuvo todas consigo don Quijote; que también se estremeció y encogió de hombros y perdió la color del rostro. |
333 |
El general le dijo que dijese lo que quisiese, pero que no esperase alcanzar perdón de su conocida culpa. |
334 |
Mandóme que no tocase al tesoro que dejaba en ninguna manera, si acaso antes que él volviese nos desterraban. |
335 |
Tuvo noticia el rey de mi hermosura, y la fama se la dio de mis riquezas, que, en parte, fue ventura mía. |
336 |
Y luego calló, preñados los ojos de tiernas lágrimas, a quien acompañaron muchas de los que presentes estaban. |
337 |
Ana Félix se llama, con el sobrenombre de Ricote, famosa tanto por su hermosura como por mi riqueza. |
338 |
Hizo el general lo que el virrey le pedía, porque no se ejecutan bien las venganzas a sangre helada. |
339 |
Temía si quedaría o no contrecho Rocinante, o deslocado su amo; que no fuera poca ventura si deslocado quedara. |
340 |
El cual respondió que ya una por una estaba en buen punto aquel negocio, de quien esperaba feliz suceso. |
341 |
Finalmente, Ricote pagó y satisfizo liberalmente así al renegado como a los que habían bogado al remo. |
342 |
Pero a buen seguro que no ha de querer quitarse el gordo una onza de sus carnes, cuanto más seis arrobas. |
343 |
Bien puede ser que un caballero sea desamorado, pero no puede ser, hablando en todo rigor, que sea desagradecido. |
344 |
De buenos criados es conllevar las penas de sus señores y sentir sus sentimientos, por el bien parecer siquiera. |
345 |
En esto estaban, cuando sintieron un sordo estruendo y un áspero ruido, que por todos aquellos valles se estendía. |
346 |
Ahora bien: tornémonos a acomodar y durmamos lo poco que queda de la noche, y amanecerá Dios y medraremos. |
347 |
Mandó Radamanto a Sancho que depusiese la ira, pues ya se había alcanzado el intento que se procuraba. |
348 |
Ahora, digo, que es el tiempo donde tienes sazonada la virtud, y con eficacia de obrar el bien que de ti se espera. |
349 |
Pidióle el duque que si le hallase, y le venciese o no, se volviese por allí a darle cuenta del suceso. |
350 |
Con esto, se despidió del duque, y se volvió a su lugar, esperando en él a don Quijote, que tras él venía. |
351 |
Y Sancho le respondió que era largo de contar, pero que él se lo contaría si acaso iban un mesmo camino. |
352 |
Los dos mochachos de la pendencia se llegaron a ver la liebre, y al uno dellos preguntó Sancho que por qué reñían. |
353 |
Fueron luego conocidos los dos del cura y del bachiller, que se vinieron a ellos con los brazos abiertos. |
354 |
No parece borracho todavía y Santiago se sienta, indica al lustrabotas que también le lustre los zapatos a él. |
355 |
Vengo temprano, me da mi tema, me tapo la nariz y en dos o tres horas, listo, jalo la cadena y ya está. |
356 |
Estás lejos de la noticia y el periodismo es noticia, Zavalita, Convéncete. Me moriré en policiales, nomás. |
357 |
Bah, eso me fastidia menos que escribir sobre Cuba o Vietnam. Bueno, ya no hay cola, voy a tomar el colectivo. |
358 |
No por lo que tú creías, hermano. Norwin se empeña en pagar la cerveza, la lustrada, y se dan la mano. |
359 |
Ni siquiera eso, una sensación más furtiva y desganada todavía. Hasta la lluvia andaba jodida en este país. |
360 |
La puerta del departamento está abierta, pero no aparece el Batuque, chusco, brincando, ruidoso y efusivo. |
361 |
El chupe se ha enfriado, una película de grasa tiñe los bordes del plato, los camarones parecen de lata. |
362 |
Apagados, remotos gruñidos. Hay una escuálida construcción junto a la entrada, una plaquita dice Administración. |
363 |
Su voz es desganada, soñolienta como sus ojos, amarga como los pliegues de su boca: jodido, también. |
364 |
A los recogedores se les pagaba por animal, a veces abusaban, qué se le iba a hacer, era la lucha por los frejoles. |
365 |
Después nos ataca su periódico, qué injusticia. La Municipalidad afloja miserias, tenemos que hacer milagros. |
366 |
El sambo abre la jaula, aparta a los animales, atrapa al Batuque del pescuezo, se lo alcanza a Santiago. |
367 |
Cuéntaselo tú, el señor es periodista, que proteste en su periódico. Es más alto, más joven que Pancras. |
368 |
Está más flaco, más sucio, muchísimo más viejo, pero ése es su andar rumboso y demorado, ésas sus piernas de araña. |
369 |
Están al pie de la escalera que sube a Alfonso Ugarte; el Batuque se revuelca en la tierra y ladra al cielo ceniza. |
370 |
Adentro, bajo el techo de calamina, se apiña en bancas y mesas toscas una rumorosa muchedumbre voraz. |
371 |
No debiste venir, no debiste hablarle, Zavalita, no estás jodido sino loco. Piensa: la pesadilla va a volver. |
372 |
Ambrosio acepta el cigarrillo que Santiago le ofrece, fuma, arroja el pucho al suelo y lo entierra con el pie. |
373 |
Hablan y a ratos oye tímidamente, respetuosamente a Ambrosio que se atreve a protestar: tenía que irse, niño. |
374 |
Un remolino interior, una efervescencia en el corazón del corazón, una sensación de tiempo suspendido y tufo. |
375 |
Gentes que entran, comen, ríen, rugen, gentes que se van, y el eterno perfil pálido de los chinos del mostrador. |
376 |
En fin, se lo agradezco. Las cervecitas, el almuerzo, la conversación. Ojalá pueda corresponderle alguna vez, niño. |
377 |
No hay nadie cerca, los lejanos transeúntes son siluetas sin cara que se deslizan entre velos humosos. |
378 |
Yo haré que te tomen sin papeles. Estarías mucho mejor. Pero, por favor, deja un ratito de hacerte el cojudo. |
379 |
Paga la carrera y el Batuque comienza a ladrar. Lo suelta, lo ve cruzar la entrada de la Quinta como un bólido. |
380 |
Sale y Ana está sentada en la salita, el Batuque en sus brazos. Se sienta a su lado, la besa en la sien. |
381 |
Si quieres, me prestó plata de la alemana. Está contenta, Zavalita, te perdona todo porque le trajiste al Batuque. |
382 |
Llegó a su casa con los pelos rojizos todavía húmedos, ardiendo de insolación la cara llena de pecas. |
383 |
Se encerraron en el escritorio y el senador siempre quería estudiar arquitectura? Sí papá, claro que quería. |
384 |
Sonó el teléfono y el mayordomo vino corriendo: su amigo Santiago, niño. Tenía que verlo urgente, pecoso. |
385 |
El flaco se había sacado el primer puesto en los exámenes finales, protestó Popeye, que más querían sus viejos. |
386 |
Y Fermín cree que es el talento de la familia. No debe ser tanto, cuando admira al calzonazos de Bustamante. |
387 |
Y en eso entró Santiago, la cara larga, los ojos como afiebrados: sus viejos la habían botado a la Amalia, pecoso. |
388 |
Hacía sol, los Expresos pasaban repletos, hombres y mujeres se disputaban los colectivos en la esquina de Shell. |
389 |
Por último qué tanto, lo animó Popeye, ya encontraría otro trabajo, en todas partes necesitaban sirvientas. |
390 |
Aunque sea para ver si es cierto, pecoso. Se calló, atacado por una risita nerviosa y Popeye se rió también. |
391 |
A una de catorce ya puedes, pero poquito. Aunque a esa edad no te lo va a aflojar, le sacarás un plan bestial. |
392 |
En la calle había aumentado la gente que trataba de subir a los atestados colectivos, a los Expresos. |
393 |
De pronto, entre los cuerpos, dos menudas siluetas idénticas, dos melenitas morenas: las mellizas Vallerriestra. |
394 |
Me invencionas, no va a pasar nada, no seas rosquete, y a la hora de la hora el que se chupa eres tú. |
395 |
Se sentó en la cama, encendió la radio del velador, un vals de Felipe Pinglo, pasos, el flaco: ya estaba, pecoso. |
396 |
Santiago la escuchaba con la cara incómoda. Ella no quería irse de la casa, niño, ella le había rogado a la señora. |
397 |
Amalia se volvió a reír, decía eso ahora pero a la primera que se enojara la acusaría y la señora la resongaría. |
398 |
Amalia miró a Santiago, miró a Popeye, se sentó en una esquina de la cama y ahora tenía la cara seria. |
399 |
A lo mejor hasta sabía bailar y les había mentido que no, a ver confiesa: bueno, niño, se los aceptaba. |
400 |
Disculparán la pobreza. No les dio tiempo a negarse, entró a la casa corriendo y ellos la siguieron. |
401 |
Santiago y Popeye se miraron asustados, encantados, era otra persona, flaco, se había puesto loquita. |
402 |
Su voz era resuelta, urgente, la tenía al palo, flaco, ¿y tú no?, angustiada, espesa: él también, pecoso. |
403 |
La puerta de calle estaba abierta, afuera comenzaba a oscurecer y se oía a veces y a los lejos el paso del tranvía. |
404 |
Rápido, rápido, Santiago estiraba el cubrecama y Popeye corrió a desenchufar el tocadiscos, sal del cuarto idiota. |
405 |
La revolución ni se notaba aquí: las calles estaban alborotadas de escolares, no se veía tropa en las esquinas. |
406 |
Mejor, la política era para los vagos, no para la gente de trabajo, el Teniente lo buscaba por un asunto personal. |
407 |
La puerta se abrió gruñendo y se adelantó una mujer: una indiota con la cara negruzca y llena de lunares, don. |
408 |
La mujer abrió una ventana, entró una lengua de sol. Todo estaba gastado, sobraban cosas en el cuarto. |
409 |
La familia, es decir el Buitre, la beata doña Catalina y el hijo, don Cayo, que por entonces estaría gateando. |
410 |
En las actuaciones del José Pardo don Cayo recitaba, leía su discursito, en los desfiles llevaba el gallardete. |
411 |
No, don, mirándola con ojos de loco. Se hacía el disimulado, el que aguaitaba los chanchos, el que esperaba. |
412 |
Pasable, ni bien ni mal, una de ésas a las que un blanco les hace un favor una vez y si te vi me olvidé. |
413 |
Las tetitas a medio salir, un cuerpo jovencito y nada más, pero tan sucia que ni para misa se arreglaba. |
414 |
Se la veía por Chincha arreando el burro con las tinajas, don, vendiendo poronguitos de casa en casa. |
415 |
Y el hijo dándole vueltas a la hija de la lechera, a quién le iba a caber en la cabeza. Pero fue así, don. |
416 |
Le llamaría la atención su manerita de caminar o algo, hay quien prefiere los animalitos chuscos a los finos dicen. |
417 |
Pero el hombre no se inmutó. Su cara no sonrió, sus ojos no se sorprendieron ni alarmaron ni alegraron. |
418 |
Le patea el hígado, pensó el Teniente, un amargado de la vida, con la mujer que se ha echado encima se comprende. |
419 |
Una sabida de película la hija de la Túmula, don, y su madre ni se diga, cualquiera se daba cuenta pero él no. |
420 |
Aguantaba, esperaba, volvía a la ranchería, la cholita caería un día, negro, él fue el que cayó, don. |
421 |
A él qué mierda, él hacía lo que le mandaba el estómago, y el estómago le mandaba tirarse a la muchacha, claro. |
422 |
Partamos, quiero regresar a Chincha hoy mismo. La mujer miraba al sargento, que medía el aceite del jeep. |
423 |
Se había sacado el mandil, el apretado vestido dibujaba su vientre combado, las caderas que se derramaban. |
424 |
Ahora, con el Ejército arriba, todo el mundo en vereda. Ya verá que con Odría las cosas van a ir mejor. |
425 |
Ya comenzó la limpieza. Apristas, pillos, comunistas, todos en chirona. No va a quedar un pericote suelto en plaza. |
426 |
El jeep atravesaba un valle, el aire olía a mariscos y a lo lejos se divisaban colinas terrosas, arenales. |
427 |
No se iba a enterar, negro, se iba a Lima por tres días y cuando volviera la Rosa estaría en la ranchería de nuevo. |
428 |
Claro que vino, qué no iba a venir. Se apareció, don Cayo se le adelantó y ellos se quedaron en la camioneta. |
429 |
No lo habían obligado, nadie le había puesto un revólver en el pecho diciéndole a la iglesia o a la tumba. |
430 |
Las paredes del recinto universitario transpiraban un rumor que crecía y decrecía entre salvas de aplausos. |
431 |
Un alférez de Policía se acercó al jeep, saludó, examinó el salvoconducto que le alcanzó el Teniente. |
432 |
Consultarían, el cura les diría no hay nada que hacer, la religión es la religión y hasta que la muerte los separe. |
433 |
O sea que hasta la religión sacó su lonja de este asunto, don. A la parejita el Buitre no la vio más. |
434 |
Está bien, me callo, don, ya sé que no está hablando conmigo. No he dicho nada, don, no se ponga así, don. |
435 |
Techos, cornisas, azoteas, basurales aéreos se recortaban sobre nubes obesas, por las ventanas, detrás de Espina. |
436 |
El jeep, un pasaje en colectivo, lo que sea. Por este paseíto a Lima puedo perder un negocito interesante. |
437 |
Estábamos barajando nombres para la Dirección de Gobierno y el tuyo se me vino a la boca y lo solté. |
438 |
Ya ves, te hablo francamente. ¿Hice una estupidez? Bermúdez había sacado otro cigarrillo, lo había encendido. |
439 |
Haber elegido a este provinciano frustrado y sin experiencia para ser tu brazo derecho, es todo un honor, Serrano. |
440 |
Cuando Ambrosio era chofer de don Cayo subió al auto mil veces, don, mil veces lo había llevado a su casa. |
441 |
Cuando don Cayo se vino a Lima ella se quedó en la casita amarilla, a lo mejor todavía sigue ahí ahuesándose. |
442 |
Le pasaba su pensión, a Ambrosio le dijo muchas veces hazme recuerdo que tengo que mandarle plata a Rosa, negro. |
443 |
Se lo prohibiría don Cayo, seguro. Y la Túmula se las pasaba maldiciendo a su hija porque no la recibía en su casa. |
444 |
La negra, Ambrosio no quería, decía dicen que a todos los chinchanos que van a pedirle algo los larga. |
445 |
Anda allá, negro, el oro y el moro. Puro cuento, niño, la ensartada más grande del siglo. Ah, si yo le contara. |
446 |
Le alcanzaron una ficha y tuvo la pluma levantada unos segundos donde decía profesión, escribió al fin funcionario. |
447 |
Manoseó Los Misterios de Lesbos, dejando que sus ojos corrieran ciegos sobre las figuritas negras apretadas. |
448 |
La vio entrar: el mismo vestido recto color ladrillo, los mismos zapatos sin taco del examen escrito. |
449 |
Sus labios se plegaron, su boca masculina se abrió y la vio sonreír: el tosco rostro se suavizó, iluminó. |
450 |
Yo había estado enamorado de chicas de Miraflores, pero en Padre Jerónimo me enamoré por primera vez de verdad. |
451 |
Pero ¿cuál era la diferencia? No podía preguntárselo, creerá que soy idiota, tenía que sonsacárselo. |
452 |
No sólo para tirársela, no sólo para corrérsela pensando en ella, no sólo para enamorarse. Piensa: para algo más. |
453 |
Versitos de amor, y también sobre los Incas. No te avergüences, supersabio. Míralo cómo se ha puesto, papá. |
454 |
No les hagas caso, papá. Ahí estaba el jurado, eran tres, en el local se había instalado un temeroso silencio. |
455 |
Brotó de nuevo el zumbido, más espeso y rumoroso que antes, Aída y Santiago volvieron al patio del fondo. |
456 |
Otro puro de ésos, piensa, en rebelión contra su piel, contra su clase, contra sí mismo, contra el Perú. |
457 |
Ven, flaco, dame un abrazo. No dormiste, piensa, estoy seguro que Aída tampoco durmió, que Jacobo tampoco durmió. |
458 |
Sobre todo porque ya no tendré que juntarme con gente decente nunca más. No te imaginas qué contento estoy. |
459 |
Comenzaban a caer las pastillas y ellas tenían que acomodarlas en los frascos y poner encima pedacitos de algodón. |
460 |
A Amalia le chocaban los disparates que decía Trinidad, pero le gustaba su boca y que no tratara de aprovecharse. |
461 |
Pero que había estado preso por aprista sólo se lo dijo después, un día que pasaban por la avenida Arequipa. |
462 |
Había estado preso por primera vez en Trujillo, porque la policía lo pescó pintando en las calles Viva el Apra. |
463 |
Tú y los deportes son mi vicio, le decía a Amalia, y ella ha de ser cierto, toma poco y no parecía mujeriego. |
464 |
Trinidad comenzó a insultarla y a insultarse por haberla respetado, y de un manotazo la aventó al suelo. |
465 |
Los hombres tienen su orgullo, le dijo Gertrudis, quién te mandó contarle, debiste negarle, tonta, negarle. |
466 |
Subió con ella, y Amalia no lo miraba pero sentía calor oyéndolo hablar. Bruta, pensaba, lo quieres. |
467 |
Porque Amalia había ido a la casa dos veces a pedirle al viejo que sacara al aprista de la cárcel, Ambrosio. |
468 |
Amalia se hizo amiga de la señora Rosario, una lavandera con muchos hijos que vivía en el callejón y era buenísima. |
469 |
Trinidad volvía a Mirones a eso de las siete, ella le tenía la comida lista, un día creo que ando encinta, amor. |
470 |
Cara de asombro, de felicidad, y al verla encinta, de furia. Ajá, ajá, le señalaba la barriga, ajá, ajá. |
471 |
Si me quejo al sindicato ya sé dónde me mandarán, decía Trinidad, y si al Ministerio ya sé dónde me mandarán. |
472 |
Y él: lo tenían fichado, los amarillos han pasado el dato, lo miraban como apestado, nunca encontraré trabajo. |
473 |
Mentira, sólo a la hora de comer o cuando se tocaba el tema del trabajo se chiflaba, después era como antes nomás. |
474 |
Pero no le pasaba y más bien le dio por salir a la puerta del callejón a gritar amarillos a los transeúntes. |
475 |
Pero después se arrepentía, perdón amorcito, me he vuelto malo, aguántame un poquito más que me voy a morir. |
476 |
Y, además Ambrosio se había metido en un lío y salido pitando de Pucallpa. Sólo los vómitos no se le iban nunca. |
477 |
Un día, al volver del laboratorio, encontró a Trinidad dando brincos: se acabaron nuestros males, tenía trabajo. |
478 |
La abrazaba, la pellizcaba, se lo veía feliz. Pero y tu enfermedad, decía Amalia atontada, y él se fue, me curé. |
479 |
Una noche que había salido a una reunión, vino don Atanasio y le dijo a Amalia ven y la llevó hasta la esquina. |
480 |
Amalia lo estuvo espiando y cuando Trinidad regresó al callejón ¿cómo te fue? y él bien, discutimos mucho. |
481 |
La señora Rosario se echó a llorar por el perfumito y le dijo a Trinidad no sabías lo que hacías, abrázame. |
482 |
Fueron a Limoncillo y Trinidad entró primero y después salió la tía con los brazos abiertos a llamar a Amalia. |
483 |
Se sentía muy pesada ya, Gertrudis Lama y otras compañeras del laboratorio le habían hecho ropitas para el hijo. |
484 |
En la Prefectura no está, dijo don Fermín después de telefonear, que volviera mañana, iba a averiguar. |
485 |
Ella le contestaba sí, bueno, no. La señora Rosario y su tía venían a verla a diario y le traían de comer. |
486 |
Un lío terrible, había tenido que esconderse por un asunto de un camión, niño, no quería ni acordarse. |
487 |
Los progresistas siempre te parecen malos y los decadentes siempre buenos. Eso es lo que te critico. |
488 |
Porque Jacobo y Aída bastaban, piensa, porque ellos eran la amistad que excluía, enriquecía y compensaba todo. |
489 |
Desde entonces está tratando de encontrar a ese hijo. No quiere morirse sin saber si salió tan feo como él. |
490 |
Si es del Partido está obligado a cuidarse. No hables tan fuerte de Odría delante de él, lo puedes comprometer. |
491 |
Santiago también lo prefería, Aída, él quería convencerse que era cierto lo que decía Politzer, Jacobo. |
492 |
Ibas a misa, te confesabas y comulgabas los primeros viernes; rezabas y ya entonces mentira, no creo. |
493 |
En el círculo había unión, complicidad, incluso solidaridad, piensa. Piensa: sólo entre nosotros tres amistad. |
494 |
Se había dedicado furiosamente a leer, a trabajar en el círculo, a creer en el marxismo, a enflaquecer. |
495 |
Había sacado las manos de los bolsillos, se las había llevado a la boca y soplado y tratado de sonreír. |
496 |
Había visto a Aída descruzar los brazos, detenerse, vacilar, buscar la banca más próxima, la había visto sentarse. |
497 |
Y que eso no iba a cambiar nada y que aunque tuviéramos círculos separados seguiría todo como antes entre los tres. |
498 |
Él era algo chiquito y maltratado, algo que se encogía bajo esa voz, algo que se escabullía y corría y huía. |
499 |
No era orgullo, ni despecho, ni humillación, piensa, no eran ni siquiera celos. Piensa: era timidez. |
500 |
Ojalá se muera preso decía la negra. Pero lo soltaron y ahí lo conocí. Lo vi sólo una vez en mi vida, don. |
501 |
También pusimos una sección en Medicina. Pero no ha habido ningún intento de manifestación ni nada, don Cayo. |
502 |
Hasta esa noche. Yo no le tenía cólera, don, aunque tampoco cariño. Y esa noche me dio pena, más bien. |
503 |
Aquí tienes las fichas políticas de quince detenidos. Limpiaremos San Marcos y podrán reanudarse las clases. |
504 |
Sin zapatos, unas uñotas de este tamaño, unas costras en los brazos y en la cara que no eran costras, sino mugre. |
505 |
Tomo la decisión, asumo la responsabilidad. Si hay consecuencias, renuncio, y el Serrano queda inmaculado. |
506 |
Aquí tienes el informe detallado, las fichas, las armas para las fotografías. Los cité pensando en ti, Serrano. |
507 |
Pero conste que yo quería liquidar lo de San Marcos una vez que estuviera resuelto el problema de los sindicatos. |
508 |
Indiferentes o interesados o aliviados, los otros miraban el barril y a Trifulcio o se miraban burlones. |
509 |
No han chistado hasta ahora, pero el Apra es fuerte entre los obreros, y una chispita puede provocar una explosión. |
510 |
El desconocido se arrimó a la baranda, metió una mano al bolsillo, sacó y mostró a Trifulcio algo que brillaba. |
511 |
Que había violado a una menor, robado, matado a un tipo en una pelea. Tantas barbaridades no serían ciertas. |
512 |
Los líderes están viejos y corrompidos, ya no quieren hacerse matar. No habrá explosión, no habrá revolución. |
513 |
Pegando carteles, repartiendo volantes. Por la candidatura de don Emilio Arévalo, el amigo de su papá, niño. |
514 |
Doce prefectos y quince subprefectos mandaron telegramas de felicitación al General por haber tomado el poder. |
515 |
Pero no nos dormimos, don Cayo. Noches enteras sin pegar los ojos. Acabaremos con esos pasquines, le juro. |
516 |
Cruzó casi corriendo entre chozas y siluetas humanas que lo miraban con sorpresa o indiferencia o temor. |
517 |
Sé que se jugó a fondo en la revolución comprometiendo oficiales, que ha puesto sobre ruedas la seguridad militar. |
518 |
Pero Trifulcio no se fue, se echó a reír, se dejó caer alegremente al suelo y comenzó a rascarse las axilas. |
519 |
Estamos organizando todo de nuevo y de eso quería hablarle, capitán. La seguridad militar nos podría ayudar mucho. |
520 |
Tampoco está en el escalafón y seguro que nunca estará. Yo espero estar algún día, con un poquito de suerte. |
521 |
El asunto debe quedar sólo entre los responsables de la seguridad. No, no se trata de resentir al coronel Molina. |
522 |
No hace seis meses que lo conoce y ya tiene más confianza en usted que en mí. Bueno, sí, estoy bromeando, Cayo. |
523 |
Eres un maricón, compadre, ni te hemos tocado y ya estás mintiendo. Harás así, noches así, Ambrosio. |
524 |
Pero claro que si la negra no se hubiera enamorado de él, yo no habría nacido. Así que para mí fue un bien. |
525 |
Eran casi de la misma altura, iban callados, el cielo estaba despejado, hacía calor, no corría viento. |
526 |
Primera, mantener la unidad del equipo que ha tomado el poder. Segunda, proseguir con mano dura la limpieza. |
527 |
Los Estados Unidos están dispuestos a ayudar a un gobierno de orden, por eso apoyaron la revolución. |
528 |
Espina lo está explotando, don Cayo. El show está bastante bien, ya verá. No crea que yo hago mucha vida nocturna. |
529 |
Por lo menos, comparada con los esqueletos que salieron a bailar antes. Pero no la ayuda mucho la voz. |
530 |
Ninguno. Pero el Chispas se empeñó y yo moví influencias y lo hice ingresar. Y ahora ya ve, lo botan. |
531 |
No necesitaba. Mire, venga a la casa y le daré más. Pero guarde eso, le daré cinco libras más. Pero no me amenace. |
532 |
No me ha asustado. No necesitaba sacar la chaveta, se lo juro. Usted es mi padre, yo se la daba si me la pedía. |
533 |
Primero de su clase, todos los premios a fin de año: Hay que estarlo frenando para que no estudie tanto. |
534 |
No es que sea mi preferido, yo los quiero igual a los tres. Pero Santiago me hace sentir orgulloso de él. |
535 |
Llevaba el terno café que ahora se cambiaba rara vez, la camisa arrugada, la corbata con el nudo flojo. |
536 |
Pero si la izquierda no ha pasado de una masonería no ha sido por el Apra, sino por falta de gente capaz. |
537 |
Turnarse, desarrollar cada uno un argumento distinto, no dejar sin rebatir ninguna opinión contraria. |
538 |
Pero consuélate, a ves que todos los apristas están en contra. Y sin esos, la Federación rechazará nuestra moción. |
539 |
Pero qué bonito que habla, gritó Trifulcio. Había ralos aplausos en la Plaza, una maquinita, algunos vivas. |
540 |
Desde la escalerilla de la tribuna, Trifulcio veía a la muchedumbre rizándose como el mar bajo la lluvia. |
541 |
Miró a la multitud: caras quietas, ojos enrojecidos de alcohol, aburrimiento o calor, bocas fumando o bostezando. |
542 |
Sonreía, su voz era suave, movía la mano, parecía que arrastrara una muleta y el toro pasara besándole el cuerpo. |
543 |
Además, yo no fui partidario de que se lo encarcelara en fin, ahora hay que tratar de componer las cosas. |
544 |
Como quien no quiere la cosa, ese empleadito se está convirtiendo en hombre de confianza del General. |
545 |
Bermúdez lo convenció. Si voy en estas condiciones, pierdo. En fin, así fue, por eso lo metieron preso. |
546 |
Hoy le han puesto la banda presidencial y hay que dejarlo que se pase el día mirándose al espejo y gozando. |
547 |
Los enemigos del régimen se estaban aprovechando de este pretexto para decir que las elecciones fueron una farsa. |
548 |
Cruzó el patio, se paró frente a ellos, apuntó con el dedo a Trifulcio: la cartera de don Emilio, hijo de puta. |
549 |
El Presidente tenía la esperanza de que usted fuera el vocero de la mayoría en el Parlamento, don Fermín. |
550 |
Yo encantado de servir al Presidente. Pero una senaduría es entregarse de lleno a la política y yo no puedo. |
551 |
El General está tan agradecido por toda la colaboración que usted le ha prestado y quiere demostrárselo. |
552 |
Y se fue a la casa-hacienda con el que daba las órdenes, y Urondo y el capataz también se fueron, al poco rato. |
553 |
Por sobre las cabezas de Téllez y Urondo se veía una lengua de playa, un mar con manchones de algas brillando. |
554 |
Me parece magnífico que haya hecho una conquista así. Encantado de ir a comer con ustedes, cuantas veces quieran. |
555 |
Atravesó la placita entre perros que ladraban, frenó ante la chingana, bajó el que daba las órdenes. |
556 |
Tenía botas, pantalón de montar, una camisa sin botones: no quería verlos borrachos, que no tomaran más. |
557 |
Trifulcio, Téllez y Urondo salieron de la chingana, se pusieron al frente de los hombres de la camioneta. |
558 |
Avanzaron en pelotón por la placita y los que estaban en la puerta del rancho comenzaron a codearse y a apartarse. |
559 |
El hombrecito miraba aterrado a Trifulcio: era un delito, iban a ir a la cárcel, y se le deshacía la voz. |
560 |
Vio por la ventanilla que en la puerta del rancho el hombrecito y el muchacho de overol discutían con los guardias. |
561 |
Está bien, me tienes respeto, lo hiciste por mí. Para que yo no sufriera, bueno. No eres un infeliz, está bien. |
562 |
No había nadie en el nicho que hacía de recepción, el corredorcito y la escalera se hallaban a oscuras. |
563 |
En el segundo piso, cuatro varillas doradas enmarcaban la puerta del cuarto, más pequeña que su vano. |
564 |
La primera venía del Cuzco, una letra fibrosa y erecta de mujer la firma era un garabato con rombos. |
565 |
Dieron tres golpecitos en la puerta, pasa dijo Washington, y entró Héctor, transpirando, vestido de gris. |
566 |
Imposible localizar a ningún tranviario. La policía ocupó el local del sindicato. Fuimos con dos apristas. |
567 |
Además, la Federación se reúne dentro de hora y media y apenas tenemos tiempo para tomar un acuerdo entre nosotros. |
568 |
Tendrías que buscar una botica y esas idas y venidas no convienen. Sólo tienen media hora de atraso, ya vendrán. |
569 |
Héctor: los contactos con el Comité de huelga tranviario se habían roto desde la ocupación policial del sindicato. |
570 |
El cuarto se había encogido, el aire espesado. La miraban inmóviles, tragaban saliva, Héctor sudaba. |
571 |
Ojos que giraban hacia la puerta, los pasos lentos de Jacobo, la silueta de Jacobo junto a la de Aída. |
572 |
Estaba ofuscado, fue una debilidad de un momento de crisis. Quizá todos estos días sin dormir camaradas. |
573 |
Quiero superar esta crisis, ayúdenme a superarme, camaradas. Lo que la camarada, lo que Aída es cierto. |
574 |
Calló retrocedió hacia la puerta y Santiago dejó de verlo. Aída sola de nuevo su mano amoratada de puro tensa. |
575 |
La bacinica ya estaba ardiendo. Afuera no se oía ningún ruido; todos tenían las orejas aplastadas contra la puerta. |
576 |
Washington lo tomó de la cintura, lo izó, y al abrirse el tragaluz entró una bocanada de aire fresco al cuarto. |
577 |
No somos políticos, no hacemos política. Cahuide no existe, la Fracción no existe. No saben nada de nada. |
578 |
Estaban muy apretados en el asiento, olía a sobaco, el que manejaba estaba hablando por un pequeño micrófono. |
579 |
Paró ante las rejas de la Prefectura, un soplón cuchicheó con los centinelas, y les ordenaron bajar. |
580 |
Estuvieron callados, observando las paredes cuarteadas, el suelo brilloso, el foco de luz fluorescente. |
581 |
Sacó cigarrillos, alcanzó para los tres. Fumaron sin hablar, chupando y botando el humo al mismo tiempo. |
582 |
El retaco tomaba impulso y, al salir de la habitación, vio los ojos de Solórzano que se abrían, enrojecidos. |
583 |
El tipo caminaba con las manos en los bolsillos, a su lado; placas de metal que no alcanzaba a leer. |
584 |
Retrocedió, miró su reloj, las doce y media, tomaba impulso y, las piernas blandas, ganas de orinar. |
585 |
Aspiraba con avidez y tosía, contento de hacer algo que disimulara su malestar, Carlitos, su terrible incomodidad. |
586 |
Que le explique todos esos nombrecitos. Arrojó una bocanada de humo, contempló las volutas melancólicamente. |
587 |
Lo he llamado para arreglar esto entre nosotros, yo sé mejor que nadie que usted es un buen amigo del régimen. |
588 |
No se preocupe por Santiago, yo me encargo de ponerlo en el buen camino. Ahora, si no le importa, preferiría irme. |
589 |
El patio, la fachada de la Prefectura, las rejas, aire puro, la avenida. El auto estaba al pie de las gradas. |
590 |
Me estaba siguiendo los pasos a mí. Aprovechó esta ocasión para hacérmelo saber sin decírmelo de frente. |
591 |
Comunista, anarquista, bombas, allá tú. Mientras tanto a estudiar, a obedecer. Piensa: lo que no te perdoné, papá. |
592 |
Lo sentaron en la sala, lo rodearon, la señora Zoila le alborotaba el pelo y lo besaba en la frente. |
593 |
Unos huevos fritos, le decía la señora Zoila a la cocinera, una leche con cocoa y si queda ese pastel de limón. |
594 |
Eran las dos cuando se fueron a acostar. Santiago se desnudó, se puso el piyama, apagó la lamparilla. |
595 |
Te odio papá, te odio Jacobo, te odio Aída. Sentía unas terribles ganas de fumar y no tenía cigarrillos. |
596 |
Se sentó en la cama, hurgó en los bolsillos del saco, se levantó y revisó todos los ternos del ropero. |
597 |
La cajetilla y los fósforos estaban en la mesa de noche, el Chispas dormía boca bajo sobre las sábanas. |
598 |
Regresó a su cuarto. Sentado junto a la ventana ansiosamente, deliciosamente fumó, arrojando la ceniza al jardín. |
599 |
Sólo había encendido la lámpara de pie, como en las noches que se quedaba en casa y leía los periódicos, piensa. |
600 |
Hay mucha humedad, flaco. Lo cogió del brazo, lo hizo entrar, volvió al sillón, Santiago se sentó frente a él. |
601 |
Pero no puedo seguir viviendo de una manera y pensando de otra. Por favor, trata de entenderme, papá. |
602 |
Te voy a explicar por qué me puse tan furioso. Hay algo que estaba a punto de concretarse en estos días. |
603 |
Algo se filtraría, el cholito de Bermúdez se aprovechó de ti para darme a entender que sospechaba algo, que sabía. |
604 |
Ahora hay que parar todo, empezar desde el principio. Ya ves, tu padre no es un lacayo de Odría ni mucho menos. |
605 |
Y ahora vámonos a la cama, son las cuatro ya. Bebió su último trago, apagó la luz, subieron juntos la escalera. |
606 |
Entró al dormitorio y se tumbó en la cama. Estuvo mirando el pedazo de cielo de la ventana hasta que amaneció. |
607 |
Era más chica que la de la señora Zoila, también de dos pisos, elegante, y el jardín qué cuidado, eso sí. |
608 |
Qué chistosas las latas, miles, con sus tapas coloradas y sus patodonalds, supermanes y ratonesmickey. |
609 |
El sol desapareció a la altura de Vitarte, la atmósfera gris se fue enfriando a medida que se acercaban a Lima. |
610 |
Pero el doctor Alcibíades estaba ya en su mesa, revisando los diarios con un lápiz rojo entre los dedos. |
611 |
Dos muertos, cinco millones de pérdidas, los bomberos trabajaron toda la noche para apagar el siniestro. |
612 |
No más de un par de carillas. En la redacción hay muchas máquinas, escoja cualquiera. Santiago asintió. |
613 |
Se puso de pie, pasó a la redacción y cuando se sentó en el primer escritorio las manos le comenzaron a sudar. |
614 |
En cambio con su hija Carlota, larguirucha, sin senos, pelo pasa, simpatiquísima, ahí mismo se hicieron amigas. |
615 |
No tiene tres porque necesite, le dijo Carlota, sino para gastar en algo la plata que le da el señor. |
616 |
Debía tener mucha para ponerle una casa así y haberle comprado esa cantidad de ropa y joyas y zapatos. |
617 |
Nunca decía buenos días ni hasta luego, cuando ellas lo saludaban respondía con un mugido y sin mirar. |
618 |
Vaya, por fin -la voz de Espina era ásperamente jovial-. Te estoy llamando desde anteayer y no hay forma. |
619 |
Eres tú el que no debe tener mucho tiempo ¿no? Desde que salí del Ministerio no me has buscado ni una vez. |
620 |
Y ahora no hacemos más que acordarnos de él y todos lo adoramos y quisiéramos resucitarlo. Es absurdo. |
621 |
En cambio a mí Becerrita me ladró escribe usted con las patas, se queda sólo porque ya me cansé de tomar exámenes. |
622 |
Qué distinta, en cambio, la señora Hortensia. él tan feo y ella tan bonita, él tan seriote y ella tan alegre. |
623 |
Mi único vicio son los traguitos y las pastillitas dijo una vez, pero Amalia pensaba su vicio es la limpieza. |
624 |
Se bañaba al levantarse y al acostarse, y lo peor, quería que ellas también se pasaran la vida en el agua. |
625 |
Amalia sintió fuego en el cuerpo, cerró la llave, no se atrevía a coger el vestido, permaneció cabizbaja, fruncida. |
626 |
No, pásamelo aquí. Entró y la señora estaba en la tina, la cabeza apoyada en un almohadón, los ojos cerrados. |
627 |
Señora, yo, murmuró Amalia, retrocediendo, y la señora una carcajada: anda, recogerás la bandeja después. |
628 |
Firmaré las cartas luego. Eso es todo, doctorcito. Alcibíades salió y él abrió el primer cajón del escritorio. |
629 |
Cogió un frasquito y lo contempló un momento, disgustado. Sacó una pastilla, la humedeció con saliva y la tragó. |
630 |
Siempre me asombró que un tipo como Vallejo fuera periodista. Era muy manso, muy cándido, muy correcto. |
631 |
No te van a pedir que vuelvas a la casa si no quieres, ya te he dicho. Pero no los dejes así, sin noticias. |
632 |
Que las elecciones se llevaron a cabo en la forma más pacífica, que la lista apolítica se impuso democráticamente. |
633 |
Al oscurecer subieron a la camioneta, manejó Ambrosio y cuadraron lejos de la barriada porque había un lodazal. |
634 |
Siguieron a patita, espantando las moscas, embarrándose, y preguntando encontraron la casa del tipo. |
635 |
Pero Odría podría morirse y subir un enemigo y decir ésos de 27 de Octubre iban a sus manifestaciones. |
636 |
Los ómnibus los volverán a traer. Después podrás organizar una jarana, si quieres. Habrá trago gratis. |
637 |
A veces la señora y la señorita Queta salían en el carrito blanco de la señorita y volvían a la noche. |
638 |
Cuando se quedaban en la casa, se pasaban la tarde hablando por teléfono y eran siempre los mismos chismes y rajes. |
639 |
Pero seguramente era cierto, qué le faltaba a la señora para haber sido artista, hasta tenía linda voz. |
640 |
El sindicato es de plena confianza. Pereira, el secretario general, usted lo conoce, ha cooperado siempre. |
641 |
Una medida política, no para asustar a los empleadores, sino para que el sindicato recupere prestigio ante la base. |
642 |
El Ministerio ha conseguido algunas concesiones de los empleadores, ahora el sindicato debe aceptar la mediación. |
643 |
Por ejemplo estaban bailando y le daban su besito en el cuello o le sobaban la espalda y cómo la apretaban. |
644 |
Limpiaban, recogían, ordenaban para que la señora al bajar no empezara ay qué suciedad, ay qué porquería. |
645 |
Símula le tenía lista una fuente de conchitas con salsa de cebolla y mucho ají y un vaso de cerveza helada. |
646 |
Los grupitos se reúnen, los apristas más desorganizados que nunca, los rabanitos un poquito más activos. |
647 |
Reuniones, conversaciones, nada. La semana próxima hay elecciones en Medicina. La lista aprista puede ganar. |
648 |
Le abrió la puerta, le dio una palmadita en el hombro, hasta mañana Lozano, y regresó al escritorio. |
649 |
Recogió los papeles que había dejado Lozano, los guardó en su maletín. Un momento después sonó él teléfono. |
650 |
Desde lejos vieron a la gente de la barriada amontonada, esperando, tantos que tapaban las chozas, don. |
651 |
Cerró la puerta, respirando de prisa. En la escalera se echó a reír, llegó a la cocina tapándose la boca, sofocada. |
652 |
Un momento después se abrió la puerta: reconoció sus rizos rubios, su cara lampiña y sonrosada, su andar elástico. |
653 |
Sonrió y vio que Tallio asentía y abría la boca pero no le dio tiempo a hablar: le alcanzó el puñado de recortes. |
654 |
Sólo sugerimos, de manera amistosa, y muy rara vez, que no se propaguen noticias ingratas para el país. |
655 |
Se les acercaba por la espalda, los despeinaba, les jalaba la oreja, se les sentaba en las rodillas, una descocada. |
656 |
La que roba corazones, la que destruye a los hombres, se reía la señorita Queta, Amalia la malquerida. |
657 |
Loquísima pero qué simpática. Cuando no estaba haciendo pasadas por teléfono con la señora, contaba chistes. |
658 |
Los enemigos se aprovechan cuando aparece una noticia así en la prensa. Ellos ya nos dan bastantes problemas. |
659 |
Oye, ¿cómo hacen ustedes para emborracharse e ir a bulines con lo que ganan? Es algo que no entiendo. |
660 |
Permaneció con la cabeza echada atrás la boca entreabierta, con una expresión de tranquila de embriaguez. |
661 |
Borrachín, pichicatero, ya lo sabía, toda la redacción me lo había dicho. Yo no juzgo a la gente por eso. |
662 |
Hablaba despacio y en su cara había un sosiego creciente y sus gestos eran cada vez más ceremoniosos y lentos. |
663 |
Amalia no sabía si enojarse o reírse. A veces sí, pues, tartamudeó y fue como si hubiera hecho un chiste. |
664 |
Precisamente iba a hablar con usted sobre la renovación del contrato. Y ahora, con esta absurda confusión. |
665 |
Trataré de sacar pronto la firma del Ministro. Estiró una mano hacia la manija de la puerta, pero no abrió. |
666 |
Ni una palabra más, olvídese del asunto. Ahora le voy a rogar que me disculpe, tengo muchas cosas que hacer. |
667 |
Abrió la puerta, tableteo de máquinas de escribir, la silueta de Alcibíades al fondo, en su escritorio. |
668 |
Tenía horario corrido, a las dos estaba libre y podía pasarme las tardes leyendo y las noches escribiendo. |
669 |
Salieron y Santiago tuvo que tomarlo del brazo porque se daba encontrones contra las mesitas y las paredes. |
670 |
El Portal estaba vacío, una franja celeste se insinuaba débilmente sobre los techos de la plaza San Martín. |
671 |
Ojalá te mueras, pensó. SE ajustó la corbata, se puso el saco, cogió su maletín y salió del despacho. |
672 |
Demoraron quince minutos en cruzar el centro. Bajó antes que Ambrosio le abriera la puerta, espérame aquí. |
673 |
Al Serrano cualquiera le mete el dedo a la boca. El mayor Paredes encogió los hombros, hizo una mueca escéptica. |
674 |
Abrió un armario, sacó un sobre y se lo alcanzó. El hojeó distraídamente los papeles, las fotografías. |
675 |
Se habían puesto a hablar de otra cosa, pero Hipólito callado, mirando el suelo, el mostrador, pensando. |
676 |
Qué plantón se iría a dar el domingo, venirse desde Miraflores hasta aquí de balde, cómo te requintaría. |
677 |
Ese domingo estrenó los zapatos de taco que se había comprado recién, y la pulserita que se sacó en una tómbola. |
678 |
Recogió la mesa rapidito, casi no almorzó, subió al cuarto de la señora a mirarse de cuerpo entero en el espejo. |
679 |
Se había puesto un terno marrón, camisa blanca, corbata roja, y un pañuelito en el bolsillo del saco. |
680 |
Ludovico y Ambrosio se miraban como diciendo cccomiquísimo, don, pero Hipólito seguía con cara de velorio. |
681 |
Se había levantado un ruido de estómagos, de gargantas, de pies, todos protestaban pero sin abrir la boca, don. |
682 |
Que levante la mano el que tiene miedo. -Nadie. Y él-. Menos mal, porque hubiera tenido que devolver el trago. |
683 |
Regresaron al patio, se mezclaron con los otros, algunos estaban tan jalados que apenas podían hablar. |
684 |
Ambrosio les metía conversación, de dónde eran, si los habían sorteado. No, don, todos eran voluntarios. |
685 |
En la plaza del Porvenir la mitad se habían quedado con Ludovico y Ambrosio, en el centro, entre los columpios. |
686 |
Llevaban ya media hora ahí y ni sombra de nada. EN el tranvía, se sentaron juntos y Ambrosio le pagó el pasaje. |
687 |
Ella estaba tan furiosa por haber venido que ni lo miraba. Cómo puedes ser tan rencorosa, decía Ambrosio. |
688 |
Tendrían miedo a los dos hombrones que estaban con ella, porque Ludovico era tan alto y tan fuerte como Ambrosio. |
689 |
Se sentaron en Sombra, arriba, pero como había poca gente, en el segundo toro se bajaron hasta la cuarta fila. |
690 |
Toreaban tres, pero la estrella era Santa Cruz, llamaba la atención ver a un negro en traje de luces. |
691 |
Se le ocurrió que hacía más de tres años ya, casi cuatro, que no salía con Ambrosio, y de pronto se sintió apenada. |
692 |
Fueron a uno del Rímac a ver una de piratas, y en la oscuridad ella sintió que se le llenaban los ojos de lágrimas. |
693 |
Ni tampoco eres lo que tú crees, dijo Queta, tú eres lo que haces, esa pobre Amalia me da compasión. |
694 |
Y un poco después, ya llegando a la esquina de la casa, con la voz resentida: me has hecho sufrir mucho, Amalia. |
695 |
Esas se crecen en la Procesión, había dicho Ludovico: eran tres que tenían las manos como rezando, don. |
696 |
Habían ido reuniendo a la gente, la habían ido palabreando, y, con disimulo, se pegaron a la manifestación. |
697 |
Ambrosio y Ludovico estaban juntos, uno se resbalaba y el otro lo sostenía, uno se caía y el otro lo levantaba. |
698 |
Las gallinas resultaron gallos, había dicho Ludovico, el cojudo de Hipólito tuvo razón. Porque se defendían, don. |
699 |
Las tumbaban y ahí se quedaban, como muertas, pero desde el suelo se prendían de los pies y los traían abajo. |
700 |
No era de ahí, sino de atrás. La cola había estado enterita y coleteando, don. Fueron a ayudar y la desbandaron. |
701 |
Quedaron en verse el domingo próximo. Regresó a San Miguel todavía con luz y fue a tenderse a su cama. |
702 |
La sonrisa se le esfumó de la cara, hizo un gesto desanimado y se la quedó mirando sin saber qué hacer. |
703 |
Lo que pasó había pasado ya, Amalia, se había borrado. Que hiciera como si recién se conocieran, Amalia. |
704 |
El no le dio tiempo a retroceder, ya la había cojido de la muñeca y la miraba a los ojos, pestañeando. |
705 |
No trató de abrazarla, no se acercó siquiera. La tuvo sujeta un momento, hizo un gesto raro y la soltó. |
706 |
Afuera no había ningún ruido, las cortinas estaban corridas, una resolana verdosa entraba desde el jardín. |
707 |
Había fumado un cigarrillo y su copa estaba a la mitad cuando lo divisó por la ventana, cruzando la Colmena. |
708 |
Estaba jugando una mano y Landa, ya lo conoce al senador, cuando agarra los dados es de nunca acabar. |
709 |
No, ha sentado cabeza y se porta bien en la oficina. El que me tiene preocupado ahora es el segundo. |
710 |
Le ha dado por hablar mal de los curas, de los militares, de todo, para hacernos rabiar a mí y a su madre. |
711 |
Que quieras vivir solo ya es una locura, pero, en fin. Que no quieras ver a tus padres, eso no, flaco. |
712 |
A Zoila la tienes deshecha. Y Fermín cada vez que viene a preguntarme cómo está, qué hace, lo veo más abatido. |
713 |
No quieren que te pases la vida de empleadito, como yo. Sonrió sin amargura y llenó de nuevo las copas. |
714 |
Qué frescura, qué sinvergüenzura, decía Gertrudis Lama, ¿volver a buscarte después de lo que te hizo?, qué horror. |
715 |
Sería fresco, pero también sabido, o mejor dicho cobarde: les tenía más miedo a los señores que yo, Gertrudis. |
716 |
Conversaron en plena calle, tomándose unas raspadillas, y la semana próxima, el día de salida, fueron a un cine. |
717 |
Que se las den al Ministro de Fomento, que es hombre de negocios. Sólo acepto lo que suena y se cuenta. |
718 |
Aunque sea por interés, me buscan todo el tiempo para que les dé noticias de ti. No sólo Fermín, también Zoilita. |
719 |
Bueno, lo ha conseguido y eso no se le puede reprochar a nadie. A ti te debería enorgullecer, más bien. |
720 |
La familia de Zoilita lo ayudaría después, pero cuando se casaron él tenía ya una magnífica posición. |
721 |
Ese horror de tu padre por lo que ha sido mi vida, antes me parecía injusto, pero ahora lo comprendo. |
722 |
Porque, a veces, me pongo a pensar, y no tengo ni un recuerdo importante. La oficina, la casa, la casa, la oficina. |
723 |
Bueno, no nos pongamos tristes. La vieja Inocencia entró a la salita: ya estaba servido, podían pasar. |
724 |
Sus zapatillas, su chalina, Zavalita, su delantal tan grande para su cuerpecillo raquítico, su voz cascada. |
725 |
Había un plato de chupe humeando en su asiento, pero en el de su tío sólo un café con leche y un sandwich. |
726 |
Bueno, cometí el error de pasarme quince años en provincias, creyendo que así haría carrera más rápido en el Banco. |
727 |
Después de la patada que me dio el Banco, tuve que comenzar en el Ministerio con un sueldito miserable. |
728 |
No hay forma, le dan unas pataletas terribles, dice que me quiero librar de ella. Es terca como una mula. |
729 |
Señalándome, Gertrudis, sabiendo que lo estaba oyendo. Amalia imaginó que soltaba la ropa, corría y lo rasguñaba. |
730 |
Esa noche fue a su cuarto sólo para decirle te he oído, qué te has creído, creyendo que Ambrosio le pediría perdón. |
731 |
No se iba a ir, por qué me tratas así, qué te he hecho, hasta que él se levantó de la cama y cerró la puerta. |
732 |
Nunca más. Claro, él había tratado de amistarse, te voy a explicar, sigamos juntos pero viéndonos sólo en la calle. |
733 |
Absurdo que se contente con sumas miserables, absurdo que tenga su capital inmovilizado en un Banco. |
734 |
Como si echándome el barro a mí quedaran limpios. Tendría que ser idiota para invertir un medio en este país. |
735 |
No tengo ambiciones, por lo demás. Cuando esto termine, me iré a vivir afuera tranquilo, a morirme en paz. |
736 |
Masticaba con disgusto, bebiendo sorbos de agua mineral, y por fin indicó al mozo que se llevara el plato. |
737 |
Don Fermín pidió café para ambos, encendió un cigarrillo. Sacó de su bolsillo un sobre y lo puso en la mesa. |
738 |
Son unos ingenieros jóvenes, dinámicos, con muchas ganas de trabajar. Quieren traer ganado vacuno, ya verá. |
739 |
Bebieron el café, callados. Cuando el mozo trajo la cuenta, los dos sacaron la cartera, pero don Fermín pagó. |
740 |
Al principio me salían muy largas, muy cortas. Ya me acostumbré a trabajar de noche y dormir de día, también. |
741 |
Otras, me doy cuenta que no es eso. No me gusta la abogacía, me parece una estupidez, no creo en eso, tío. |
742 |
Sé lo que no quiero ser, pero no lo que me gustaría ser. Y no quiero ser abogado, ni rico, ni importante, tío. |
743 |
Iré a verlos pronto, de veras. Fueron a la cocina y encontraron a Inocencia dormida sobre su mecedora. |
744 |
No había llegado aún, y después de esperarlo un momento, salió a su encuentro por el Jirón de la Unión. |
745 |
Me quitaron todos los redactores y he tenido que llenar la página yo solo. Hay una revolución, no sé qué cojudez. |
746 |
Quedaron en salir juntos el domingo. Cómo has cambiado, le dijo él al despedirse, cómo te has puesto. |
747 |
Cuándo la iba a tratar así la señora Zoila, cuándo a preocuparse así. Nadie era como la señora Hortensia. |
748 |
Estaban tomándose un traguito en la sala. La señora Ivonne no era tan vieja ni tan fea, qué injustas. |
749 |
Los preparativos de la seguridad están todavía en estudio, doctor, no valía la pena que lo molestara con eso. |
750 |
El fondo de seguridad es sagrado. No puedo aceptar que me quite esos millones. Créame que lo lamento. |
751 |
Hay mil cosas paralizadas y los prefectos y sub-prefectos me vuelven loco con sus telefonazos y telegramas. |
752 |
Él asintió, muy serio. El doctor Arbeláez se pasaba los anteojos de una mano a otra, parado frente a él. |
753 |
Yo no puedo cumplir con mi trabajo si me reducen en un centavo el fondo de seguridad. Lo siento muchísimo, doctor. |
754 |
Y el primer lunes de cada mes, acompañaban al señor Lozano a cobrar la mensualidad, don, dicen que así le decía él. |
755 |
Está afuera, pero apuradísimo, dijo Ludovico, por eso no entró. Tengo que hablarle, dijo Pereda, es importantísimo. |
756 |
El ingeniero había estado muy recargado de gastos, señor Lozano, pagos, letras, estaban sin efectivo este mes. |
757 |
Y Ludovico e Hipólito decían que hasta para renovarles los carnets a las polillas les pedía sus tajadas, don. |
758 |
Veinticuatro horas, Pereda, ni un minuto más, dijo al llegar. Y después: estas tacañerías me hinchan los huevos. |
759 |
Por eso don Cayo diría si algún día Lozano sale de la policía, se hará cafiche, don: ésa es su verdadera vocación. |
760 |
EL sábado sonó el teléfono dos veces en la mañana, la señora se acercaba a contestar y no era nadie. |
761 |
Qué importa, dijo Amalia, otro día pues. Pero sí le importó, la noche del sábado estuvo desvelada, pensando. |
762 |
Lo vio cogerse las manos, quedar absolutamente inmóvil, mirándolo con un odio minucioso y devastador. |
763 |
La tranquilidad no sólo es cuestión de palo, doctor, también de soles. Usted pone mala cara y tiene razón. |
764 |
De qué mujer le metía cuernos a su marido y con quién, de qué marido a su mujer y con quién. Me figuro que de eso. |
765 |
Hasta la Panamericana no paró de hablar, como siempre, y de lo mismo que siempre: sus quince años en el cuerpo. |
766 |
Extraño el cuerpo. Sacrificado, sí, pero eso era vivir. Ya sabes, hermano, cuando necesites ésta es tu casa. |
767 |
Bueno, don, por una parte claro que sí ¿no? Pero esas cosas de la policía, de la política, nunca son muy limpias. |
768 |
No, no me olvidé de cómo se manejaba el aparato, el tipo que usted mandó hizo la instalación perfecta. |
769 |
Los trajo el jefe, unos hambrientos, se comen lo que encuentran, hasta a uno se lo pueden comer si se descuida. |
770 |
Los perros, carajo, se las comieron los perros. Chau, cojo. Sal, no te disculpes y bájate de una vez. |
771 |
Ese par decían que en el cuerpo todos los del escalafón mordían de alguna manera, desde el primero hasta el último. |
772 |
Fue a abrir y la cara de don Fermín. Le temblaron las rodillas, apenas alcanzó a balbucear buenos días. |
773 |
Don Fermín miraba su reloj, tenía los ojos impacientes y la cara molesta, la señora le alcanzó un vaso de whisky. |
774 |
Simplemente, no puedo. Lo va a comprobar usted mismo -El doctor Arbeláez cogió el expediente y se lo alcanzó. |
775 |
Ambrosio estaba ya en el paradero cuando ella llegó y le apretó la mano tan fuerte que Amalia dio un gritito. |
776 |
El tranvía vino semivacío y, antes de que ella se sentara, Ambrosio sacó su pañuelo y sacudió el asiento. |
777 |
Lo asustaste, dijo Amalia, y él sí, esta vez no se le iba a cruzar nadie, ni un conductor, ni un textil. |
778 |
Portarse mal era cuando uno dejaba a su mujer por otra, Amalia, nos peleamos porque no comprendiste lo que te pedí. |
779 |
Rata será él, dijo Ambrosio, después de ser tan amigos ahora está queriendo hundirlo en sus negocios. |
780 |
Era aquí, Amalia, en la calle Chiclayo. Lo siguió hasta el fondo de un pasillo, lo vio sacar una llave. |
781 |
Sólo quiero advertirle que Cajamarca va a echar la casa por la ventana para recibir al General Odría. |
782 |
La huelga durará un par de días y se acabará y los señores de la Coalición volverán a Lima y todo seguirá lo mismo. |
783 |
La Coalición estaba haciendo un mitin y los odriístas se metieron y hubo una pelea y la policía tiró bombas. |
784 |
Son cuatro millonarios que eran amigos de Odría y ahora se han peleado con él. Es una pelea entre primos hermanos. |
785 |
Perdóneme por haberlo despertado, pensé que como periodista usted tendría más noticias. El almuerzo estará ahorita. |
786 |
Piensa: pobre señora Lucía, si hubieras sabido que para mi mamá tú ni siquiera serías persona decente. |
787 |
Dos veces me confundí con otro que se bajaba del colectivo antes que tú. Pero ayer te pesqué y te vi entrar. |
788 |
Así estaban, correteándose, empujándose, jaloneándose, cuando la puerta se abrió y la cara de Ludovico, tristísima. |
789 |
Y lo van a sacar, carajo. Figúrate que el viejo iba a ir al mitin ése, Arévalo lo desanimó a última hora. |
790 |
Mejor que tú, supersabio. Ni por todo lo mal que lo ha estado pasando el viejo este tiempo has ido a verlo. |
791 |
El hijo de puta de Bermúdez creyó que estuvo metido en la conspiración de Espina y se dedicó a joderlo. |
792 |
No han vuelto a darnos un medio, pararon todos los libramientos, y nosotros tenemos que seguir pagando las letras. |
793 |
Y nos exigen que las obras avancen al mismo ritmo y nos amenazan con demandarnos por incumplimiento de contrato. |
794 |
Sí, está con el pecoso, ya no la tienen tan amarrada, incluso la dejan salir a comer con él, los sábados. |
795 |
Llévame a Chorrillos, tengo que recoger a un compañero de trabajo, vamos a hacer un reportaje juntos. |
796 |
Está bien, supersabio, te llevo. Encendió el auto y la radio: estaban dando noticias de la huelga de Arequipa. |
797 |
Los de la Coalición van a hacer allá una manifestación contra el gobierno y parece que va a haber líos. |
798 |
Ah, negro, qué buena vida cuando trabajábamos con don Cayo, hasta que me muera me pesará que me cambiaran. |
799 |
Un sobrinito, perdonaría que en estos momentos, la madre estaba como una loca y había insistido tanto que. |
800 |
Hay un baile por ahí cerca, dijo Ambrosio, vamos a ver. Era una carpa de circo levantada detrás del ferrocarril. |
801 |
Con el calorcito que aumentaba se sentía mejor, más libre, y de repente ella misma jaló a Ambrosio a la pista. |
802 |
Sintió que él se reía, que la arrastraba y de repente la calle. El friecito en la cara la despertó a medias. |
803 |
Sintió que ya no reía ni lloraba y vio la cara de Trinidad, cruzando a lo lejos. De pronto, la remecían. |
804 |
Abrió los ojos: la luz del cuartito estaba encendida, apúrate decía Ambrosio, abotonándose la camisa. |
805 |
Ambrosio le iba pasando la blusa, sus medias, sus zapatos y ella se vestía a la carrera, sin mirarlo a los ojos. |
806 |
La calle estaba desierta, ahora el vientecito le hizo mal. Se dejó ir contra Ambrosio y él la abrazó. |
807 |
Tu tía se sintió enferma y tuviste que acompañarla, pensaba, o te sentiste enferma y tu tía no te dejó salir. |
808 |
Le hizo adiós desde la ventanilla y lo estuvo mirando, viéndolo achicarse a medida que el tranvía lo dejaba atrás. |
809 |
Al ver el auto, los guardias de la esquina saludaron. Entró a la casa y la muchacha estaba poniendo la mesa. |
810 |
Fue mejor porque con Ludovico conversaban, en cambio Hinostroza se encogía como una momia en el carro y se dormía. |
811 |
A eso de la medianoche comenzaba el aburrimiento, la desesperación porque el tiempo no pasaba más rápido. |
812 |
EN la puerta se encontró con Carlota, que salía a comprar pan: qué te ha pasado, dónde estuviste, qué hiciste. |
813 |
Compren el doble para guardar, les dijo el chino de la panadería, si se viene la revolución mañana no abro. |
814 |
Vuela a comprarlos. Sí, ahoritita, salió corriendo del cuarto, contenta no se había dado cuenta siquiera. |
815 |
Él arrugó la cara y abrió la boca: si fueran mudas, si se pudiera entender uno con las mujeres sólo por gestos. |
816 |
Hortensia se paró a cambiar los discos, Queta a llenar los vasos de nuevo, la vida era una calcomanía tan monótona. |
817 |
No quiso almorzar, sólo tomó un café cargado y se fue en un taxi. Poco después salieron Carlota y Símula. |
818 |
Se estaba lavando la cara cuando la puerta del baño se abrió de golpe: Amalia, Amalia, había revolución. |
819 |
La radio no decía nada, cambiaban de estación y anuncios, música, preguntas y respuestas, pedidos telefónicos. |
820 |
A eso de las once vieron bajar a la señora del autito blanco de la señorita Queta, que partió ahí mismo. |
821 |
Qué revolución ni ocho cuartos, Amalia se dio cuenta que estaba tomadita, ya se había arreglado todo. |
822 |
Hijita, te quiero mucho, pero quiero conservar mi libertad de parranda, que en el fondo es la que más importa. |
823 |
Y ella entendió. Treinta años de casados y nunca me ha pedido cuentas. Ni una sola escena de celos, don Cayo. |
824 |
Besó la mano de Hortensia, quiso besar a Queta en la boca pero ella ladeó la cara y le ofreció la mejilla. |
825 |
La agarró del brazo, no quería que lo vieran, la hacía caminar muy rápido, estaba nervioso por ti, Amalia. |
826 |
No, no sabría todavía, estaría durmiendo, la pobre se acostó creyendo que todo se estaba arreglando. |
827 |
Se sentó, recobró su vaso de whisky y bebió, despacio, mirando a Hortensia que ahora bailaba en el sitio. |
828 |
Subió al dormitorio y, en la escalera, sintió que Hortensia dejaba de cantar y venía tras él. Queta se rió. |
829 |
Para el diario, dijo él, poniendo unos billetes sobre el tocador: no podía, tenía que hacer desde temprano. |
830 |
De pronto, con un gesto de derrota, se dejó caer en el sillón, y soltó el maletín que resbaló al suelo. |
831 |
Él no les quitaba la vista, la cara fruncida, los ojos entrecerrados pero alertas. Sintió la boca reseca. |
832 |
Con el estómago limpio y la paloma al día no hay angustia que resista. Una receta infalible, Zavalita. |
833 |
Estaba enojadísima, Símula acababa de subirle los periódicos y había dicho unas lisuras que se oyeron hasta aquí. |
834 |
Sí, sería aprovecharse de una desgracia. La señora volvió tarde, con la señorita Queta y la señorita Lucy. |
835 |
Y oyó a Hortensia: no quería nada con ella; te llamaba a ti Quetita, a ella la basureaba y sólo pregunta por ti. |
836 |
Adelante, señora Heredia, murmuró, sintiendo una invencible decepción, una ira que le turbaba la voz. |
837 |
Sintió que su furia disminuía, las manos mojadas de sudor, la presencia amarga de la saliva en la boca. |
838 |
Bermúdez nos dejó casi en la quiebra. Las cosas recién empiezan a componerse; y no puedo dejarlo solo al viejo. |
839 |
Ni siquiera le he contado que la Teté y yo te vemos a escondidas, porque de repente se le escapa en la casa. |
840 |
Tiene un amigo en Chorrillos que parece salido del Frontón. Una cara de forajido y un tufo que marea. |
841 |
El muchacho del quiosco la estuvo fastidiando y en vez de responderle una malacrianza se bromeó un rato con él. |
842 |
En la semioscuridad una de las dos formas de la cama se enderezó, se encendió la lamparita del velador. |
843 |
SE enjuagó la boca, limpió su cuerpo con minucia, se friccionó el cerebro con una toalla empapada en colonia. |
844 |
Vendré mañana, quizás. Bajó la escalera de prisa, recogió el maletín de la alfombra, salió a la calle. |
845 |
Tómense algo contra el frío. Entrevió apenas sus sonrisas, oyó sus gracias y entró al auto: a Chaclacayo. |
846 |
Apoyó la cabeza en el respaldo, se subió las solapas, ordenó que cerraran las ventanillas de adelante. |
847 |
Estuvo sentado en el escritorio unos minutos, tratando de anotar en su libreta los asuntos del día siguiente. |
848 |
Tomó dos, con un largo trago de agua. A oscuras dio cuerda al reloj y puso el despertador a las ocho y media. |
849 |
La sirvienta había olvidado cerrar las cortinas y el cielo era un cuadrado negro salpicado de brillos diminutos. |
850 |
Gracias, Inspector, dijo Periquito, ahora en cuclillas junto a la cama, y el chorrito de luz blanca brotó otra vez. |
851 |
Diez años soñándote con ella, Zavalita, si Anita supiera creería que te enamoraste de la Musa y tendría celos. |
852 |
Oyó gritos, vino y encontró la puerta abierta. Hubo que llevarla a la Asistencia Pública, mal de los nervios. |
853 |
Salieron y en el rellano Periquito se detuvo a fotografiar la puerta de la vecina que había descubierto el cadáver. |
854 |
Las luces de la redacción estaban encendidas los escritorios ocupados, pero no se detuvo a conversar con nadie. |
855 |
Luego, charlando con Carlitos, esperó, impaciente y orgulloso de ti mismo Zavalita, que llegara Becerrita. |
856 |
Sáquele datos, fotos. Sus amigas, sus amigos, direcciones, qué vida llevaba. Que Periquito fotografíe el local. |
857 |
Los lleva a bulines, les convida trago, les consigue mujeres. No sé cómo te puedes quejar de él, Periquito. |
858 |
Al mal tiempo buena cara. Si hay que trabajar con él, en vez de amargarnos tratemos de explotar su punto débil. |
859 |
Más, ocho meses. Estaba casi sin voz, la contraté por compasión, cantaba tres o cuatro canciones y se iba. |
860 |
Que hace muchos años fue bastante conocida, que cantó en el "Embassy", que después fue amiga de ya saben quien. |
861 |
Usted se acordará, cuando los líos de la Coalición en Arequipa. Ella volvió a cantar, pero ya no era la de antes. |
862 |
Cerró los ojos como para mirar adentro y localizar entre los recuerdos ese episodio extraviado: ah sí, ah eso. |
863 |
Habían sido unos días agitados y laboriosos, Zavalita, te sentías interesado, desasosegado, piensa: vivo otra vez. |
864 |
Hasta que hubo una montaña de mierda. Y ahora a comértela hasta la última gota. Eso es lo que me pasó, Carlitos. |
865 |
Robertito abanicó sus rizadas pestañas, asintió con una risita inamistosa, salió dando un saltito de bailarín. |
866 |
Estaban a orillas de un lago o de un río y a lo lejos desfilaba una cuadrilla de cisnes de largos pescuezos. |
867 |
Madura, experimentada, sonriente, besó a Becerrita en la mejilla, tendió una mano mundana a Periquito y a Santiago. |
868 |
Si hubiera trabajado aquí, te lo diría. Sacó un pañuelo de su manga, se limpió los ojos, dejó de sonreír. |
869 |
La conocía, por supuesto, algunas veces había venido aquí cuando era amiga de, bueno, Becerrita sabía de quién. |
870 |
Él la había traído algunas veces, en plan de diversión, para que espiara desde esa ventanita que daba al bar. |
871 |
Pero, que Ivonne supiera, ella nunca había trabajado en ninguna casa. Volvió a reírse, con elegancia. |
872 |
Sus arruguitas en los ojos, en el cuello, piensa, su odio: la pobre trabajaba en la calle, como las perritas. |
873 |
Hasta a mí me prohibió que fuera a su casa. Por eso nadie la ayudó cuando perdió todo. Y lo perdió por su culpa. |
874 |
Pero se va a enterar tarde o temprano y vendrán a interrogarlas a ti y a la tal Queta. Prepárate, Madama. |
875 |
Si no le da la gana de hablar conmigo, publicaré su nombre en primera página y tendrá que hablar con los soplones. |
876 |
Se puso de pie, se acercó a la mesa, con un gesto resuelto cogió el vaso de Santiago y lo vació de un trago. |
877 |
No se trata de ti, sino de la Musa. Nos cuentas lo que sabes de ella y nos vamos y nos olvidamos de ti. |
878 |
Éramos amigas, a veces me quedaba a dormir en su casa. Ella se mudó a Jesús María hará poco más de un año. |
879 |
Santiago y Periquito no habían tocado sus cervezas: seguían el diálogo desde la orilla de sus asientos, mudos. |
880 |
Tenía sus aventuras pero ya no conseguía un amante, alguien que le pasara una mensualidad y le pagara la casa. |
881 |
Y de repente se había puesto a llorar, Carlitos, no por las preguntas de Becerrita sino por la Musa. |
882 |
Que fue una cantante famosa, que la eligieron Reina de la Farándula, que era una de las mujeres más guapas de Lima. |
883 |
Usted sabe que el matón de Cayo Mierda la mató. Todos los poros a sudar, piensa, todos los huesos a crujir. |
884 |
No publicaré nada, Madama, sólo lo que Queta quiera que diga. Si ella no se atreve, por supuesto que tampoco yo. |
885 |
De lo mal que se portó el perro de Bermúdez, de lo mal que se portaron todos cuando la vieron caída. |
886 |
Y aunque tuviera, quién le iba a hacer caso, quién le iba a creer. Fermín Zavala, con todos sus millones. |
887 |
Para algo sirvió toda esa mugre. Al menos para descubrir que Becerrita también es humano, que podía portarse bien. |
888 |
Lo único que me preocupaba es que se hubieran dado cuenta las putas y que no pudieras ir más a ese bulín. |
889 |
Ahí las carátulas brillantes, sardónicas y multicolores, el rumor de las conversaciones de la gente invisible. |
890 |
Aquí nos confesamos que éramos un poeta y un comunista fracasados. Ahora somos sólo dos periodistas. |
891 |
Soltó esa historia para bajarle los humos a Becerrita, para taparle la boca por el mal rato que le hizo pasar. |
892 |
Si es mentira, por haberle clavado eso, y si es verdad, porque su vida debe ser bastante jodida. No pienses más. |
893 |
En fin, tú sabrás lo que haces. De todos modos, esa historia quedará enterrada de una manera o de otra. |
894 |
Carlitos seguía durmiendo de barriga, la cabeza colgando fuera de la cama, en calzoncillos y medias. |
895 |
Voces que se superponían a la del Chispas y la apagaban y ahí la oleada de calor en la cara, Zavalita. |
896 |
Don Fermín dio unas palmadas y al rato apareció un mozo, apresurado, abotonándose el saco. Pidieron cafés. |
897 |
Creo que ya ni tus hermanos vienen. Un día de éstos voy a vender mi acción. Ahora valen treinta mil soles. |
898 |
Hay alguien que quiere fregarme la paciencia. No es la primera vez, no será la última. La gente es así. |
899 |
Estarás completamente independiente ahí, tanto como ahora. Pero así tu madre se sentirá más tranquila. |
900 |
Voy a ir a la casa todas las semanas, se lo he dicho al Chispas ya, pregúntale. Te lo prometo, papá. |
901 |
Los contratos que recuperamos cuando salió Bermúdez nos los volvieron a quitar para dárselos a pradistas. |
902 |
Y más bien te amistaste con tu padre y te vas a amistar con tu madre. Cómo te irán a recibir el domingo, Zavalita. |
903 |
Eso es lo que tú quisieras, masoquista. Tienen muchos problemas para perder su tiempo compadeciéndote. |
904 |
Puede que cuando yo no estaba, ellos saben que somos amigos. Tal vez hablarían unos días, unas semanas. |
905 |
Nosotros ya no. No da para más, convéncete. Reconoce que hasta aquí llegamos tablas en las primicias, Zavalita. |
906 |
Me lo confesó Pantoja, esta tarde. Estamos pataleando en el mismo sitio, hay que esperar alguna casualidad. |
907 |
No, compadre, vengo a conversar. Cuéntame cómo se porta contigo la China, después yo te cuento y comparamos. |
908 |
Los primeros días de mes, Norwin, Rojas, Milton aparecían en esas cuevas humosas y se iban a los bulines. |
909 |
Si usted le manda un telegrama cruzará la frontera. Si la policía se presenta en su casa la recibirá a balazos. |
910 |
No se negocia con conspiradores, y menos cuando la conspiración está sofocada. Esto es un disparate, Bermúdez. |
911 |
El Presidente quiere que esto se arregle sin líos. Déjeme proceder a mi manera, le aseguro que es lo mejor. |
912 |
Pero si yo soy del régimen, si yo soy el régimen. Qué tontería es ésta, Bermúdez, qué se figura usted. |
913 |
Tiene pruebas, dice. Por eso lo necesitamos aquí, senador. Hablaremos mañana y espero que todo se aclare. |
914 |
Que lo hagan entrar y que me espere. Que no lo dejen salir hasta que yo llegue. Hasta luego, Lozano. |
915 |
Todos los civiles comprometidos en la conspiración, desde el senador Landa hasta Fermín Zavala, están detenidos. |
916 |
Sabemos que usted prometió apoyar al general Espina, pero el Presidente está dispuesto a olvidarlo, General. |
917 |
Sólo quiero confirmarte lo que has oído. También debes saber que se te da esta oportunidad gracias al Presidente. |
918 |
El Presidente lo aprecia y lo considera un patriota. No quiere tomar ninguna medida contra usted, General. |
919 |
El Presidente espera que usted actúe con el mismo patriotismo que ellos. Eso es todo lo que queríamos decirle. |
920 |
Acaba de llegar un telegrama de Tumbes. En clave, lo están descifrando. Pero ya nos damos cuenta del sentido. |
921 |
Eso es lo que se llama un hombre de acción. Hasta luego, Tijero, iré allá dentro de un par de horas. |
922 |
Querían mi apoyo y me pareció prudente no desengañarlos, contestar con evasivas, asistir a algunas reuniones. |
923 |
No es fácil, la verdad es que está siendo cada vez más difícil. Conspiraciones de universitarios son bromas. |
924 |
Cuando los generales se ponen a conspirar ya es más serio. Y mucho más si conspiran con socios del Club Nacional. |
925 |
Haría daño al régimen, no conviene que se sepa que hay divisiones. Estamos dispuestos a no tomar represalias. |
926 |
No vale la pena pensar en ellos. Los únicos civiles que cuentan son usted y Landa, por razones obvias. |
927 |
Espero que el Presidente tenga con ustedes las mismas consideraciones que con Espina. Ésa es mi opinión personal. |
928 |
Haré todo lo posible para que se muestre comprensivo y esto se arregle de la mejor manera, al menos en su caso. |
929 |
El Presidente no es rencoroso, y espero que dentro de un tiempo acepte una reconciliación con usted. |
930 |
Sin ruido, sin derramar una gota de sangre, sin que nadie lo ayudara ni lo aconsejara. Todo un éxito, don Cayo. |
931 |
Esta vez el Presidente ha aceptado mi renuncia y, créame, estoy muy contento. Ya no tendremos más inconvenientes. |
932 |
Trató mil veces, por supuesto. Quería hacerme su socio, clavarme acciones, mil cosas. Pero no le resultó. |
933 |
Se acabaron los suministros. Su empresa constructora, gracias a las carreteras y a las Unidades Escolares. |
934 |
El Ministro está expuesto y es vulnerable. Los enemigos del régimen se frotarían las manos si me ven de ministro. |
935 |
El Presidente se ha ganado al pueblo. Les ha construido hospitales, colegios, dio la ley del seguro obrero. |
936 |
Con la masa del Apra, el aparato del Estado y los grupos dirigentes leales, Odría sí podría hacerse reelegir. |
937 |
Y tú y yo nos iremos a descansar de todos estos trajines. Bueno, a mí no me molesta la idea; por lo demás. |
938 |
No sé para qué hablamos de esto. Las cuestiones políticas no nos incumben. Tu tío tiene sus consejeros. |
939 |
Perdóneme que vaya tan despacio, pero es que yo también estoy hecho polvo de sueño y no quiero chocar. |
940 |
Traje dos patrulleros y algunos hombres. Como viene en un avión de pasajeros, no sabía en qué forma. |
941 |
Además, ahí está el avión. Despiérteme a ese par, más bien, y que acerquen el auto. Yo voy a adelantarme. |
942 |
De haber reunido, en esta casa y en "Olave" a la veintena de conspiradores civiles que ahora están detenidos. |
943 |
Tenemos declaraciones firmadas, cintas grabadas. Todas las pruebas que usted quiera. Pero ya no se trata de eso. |
944 |
Esta mañana conversé con él y está ansioso por reconciliarse con el régimen. Debe estar en su casa ahora. |
945 |
Usted ha visto qué falta de coordinación ha habido a veces por la poca experiencia de los Ministros. |
946 |
No se pase en el semáforo, hombre, tengo mucha prisa. El Ministro me está esperando, le hice avisar que venía. |
947 |
Deje bien claro que no está perseguido, asegúrele que Landa puede salir del país con su pasaporte cuando quiera. |
948 |
Ya ve, Bermúdez, tantas contemplaciones con los pícaros para guardar el secreto, y no sirvió de nada. |
949 |
Suspenda el control del teléfono del senador. Voy a hablar con él y esta conversación no debe ser grabada. |
950 |
Espero que esto disipe sus dudas y que cambie de actitud. Nosotros seguimos considerándolo un amigo. |
951 |
Pero como usted ya es prácticamente mi sucesor, debería irse entrenando a redactar comunicados, don Cayo. |
952 |
Tiene que soltarlo esta misma noche. Ya sé que usted no acepta cheques. Es todo lo que he podido reunir. |
953 |
No es un favor, señor Bermúdez, es un negocio. Cuáles son sus condiciones, qué otra cosa debemos hacer. |
954 |
Ya veo está metido en algo mucho peor. No es el contrabando tampoco, eso se arregló, yo lo ayudé a tapar la cosa. |
955 |
Y Ferrito se iba a ir, también, dejando colgados a los cientos de tipos que compraron esas casas que no existen. |
956 |
No he podido reunir más. Acepte esto como un adelanto, entonces. Le firmaremos un documento, lo que usted diga. |
957 |
Además, usted vale mucho más que todo ese dinero. Está bien, es un negocio. No grite, no llore, dígame sí o no. |
958 |
Puedo garantizarle la más absoluta discreción, desde luego. No es una conquista, es un negocio, tómelo así. |
959 |
Váyanse a dormir, vengan a buscarme a las siete. Por aquí, señora. Se va a helar si sigue en el jardín. |
960 |
Hortensia no es una chola grosera, como yo. No es tan refinada y decente como usted, pero es bastante presentable. |
961 |
Te presento a la dama sin nombre. Esta es Hortensia, señora. Un poco borrachita, pero ya ve, bastante presentable. |
962 |
Hice que Queta me trajera porque ya estaban todos locos. La loca de Lucy hizo un strip tease completito, te juro. |
963 |
Quiero que a las siete de la mañana me ponga en libertad al doctor Ferro. Sí, ocúpese usted mismo, Lozano. |
964 |
No se preocupe por el chofer, señora. La haré acompañar por el policía de la esquina. La deuda está pagada ya. |
965 |
Y a propósito ¿qué sería de Ludovico? Ojalá no le hubiera pasado nada, el pobre que tenía tanta mala gana de ir. |
966 |
Pronto llegaría el día en que podrían casarse y tener hijos, Amalia, estaba juntando plata para eso. |
967 |
Un día Amalia oyó que le daba sus quejas a la señorita: ni siquiera para el alquiler, el gordo era un tacaño. |
968 |
Escogió a uno que venía cuando el señor, uno que Amalia creía tenía sus cosas con la señorita Queta. |
969 |
Por su cara rosada y sus pelos blancos no provocaba decirle señor Urioste sino abuelito, papá, se reía Carlota. |
970 |
Muy educado, pero se le subían las copas y se le saltaban los ojos y se abalanzaba sobre las mujeres. |
971 |
El ancianito te dejó por mí, decía riéndose la señora, y la señorita Queta riéndose: a éste exprímelo, cholita. |
972 |
Una mañana, al subir el desayuno a la señora, encontró en el pasillo una cara que la hizo perder la respiración. |
973 |
La señora y él bajaron tarde, Amalia y Carlota lo miraban aleladas, sofocadas, tenía una pinta que mareaba. |
974 |
Nos conocimos y nos quisimos, le confesó la señora a Amalia, bajando los ojos. Lo quería, lo quiere. |
975 |
Pedía platos rarísimos, qué carajo será gazpacho oyó gruñir Amalia a Símula, era la primera lisura que le oía. |
976 |
Disponía de la plata de la señora a sus anchas, mandaba a comprar algo y decía pídele a Hortensia, es mi banco. |
977 |
Estaba enamoradísima, le aguantaba todo, una palabrita de cariño de él y se le iba el malhumor, rejuvenecía. |
978 |
La vida es corta cariño, se reía, hay que vivirla cariño, y abría los brazos. Eres un bebe, amor, decía ella. |
979 |
Corrió al repostero; la señora escuchaba, encogida en el sillón, y de repente alzó la cara y estaba llorando. |
980 |
Una mañana, al volver de la bodega, encontró a la señora y a la señorita que salían, en pantalones, con bolsas. |
981 |
Le entregas esta cartita a Hortensia, Amalia, y ahora llámame un taxi. Amalia lo miraba boquiabierta. |
982 |
Entra, chola, dijo la señora, tómate un cafecito, y entraron y tiraron al sofá las bolsas. Qué pasaba, Amalia. |
983 |
El señor se había ido de viaje, señora, y el corazón le latió fuerte, le había dejado una cartita arriba. |
984 |
No cambió de color, no se movió. La miraba muy quieta, muy seria, por fin le tembló un poquito la boca. |
985 |
Sí señorita, y no se atrevía a mirar a la señora, el lunes volvía y se daba cuenta que tartamudeaba. |
986 |
Eso sí que no, llamarían a la policía, no te iba a robar chola, lo harían meter preso, las devolvería. |
987 |
La señora estuvo toda la tarde en su cuarto, conversando con la señorita, y al anochecer vino la señora Ivonne. |
988 |
Al día siguiente se presentaron dos tipos de la policía y uno era Ludovico. Se hizo el que no conocía a Amalia. |
989 |
Fueron unos días tristes. Antes las cosas iban mal pero desde entonces todo fue peor, pensaría Amalia después. |
990 |
La señora estaba en cama, pálida, despeinada y sólo tomaba sopitas. Al tercer día la señorita Queta se fue. |
991 |
No, Amalia, duerme en el tuyo nomás. Pero Amalia se quedó en el sofá de la sala, envuelta en su frazada. |
992 |
Corrió a la calle, gritando. Se había matado, y tocaba el timbre del lado, se había matado, y pateaba la puerta. |
993 |
No había vuelto a hablar de la casita ni de casarse, pero se llevaban bien ella y él, nunca peleaban. |
994 |
Hacían siempre lo mismo: el tranvía, el cuartito de Ludovico, el cine, alguna vez uno de esos bailes. |
995 |
Habían vuelto los apristas, en los periódicos salían fotos de Haya de la Torre y ella se acordaba de Trinidad. |
996 |
No, lo lloraría pero no le parecería que se acabó el mundo, Gertrudis. Será porque no hemos vivido juntos, pensaba. |
997 |
La señora se rió sin ganas, nunca las encontrarían, y los ojos se le aguaron, Lucas era más vivo que la policía. |
998 |
Todavía lo quería, pobre. La verdad que no quedaban muchas, Amalia, las había ido vendiendo por él, para él. |
999 |
Qué tontos eran los hombres, él no necesitaba robárselas, Amalia, a él le hubiera bastado pedírmelas. |
1000 |
Y unos días después, a la señorita Queta, las deudas me van a ahogar. No parecía asustada ni que le importara. |
1001 |
Antes, el señor Poncio era puro piropo y amabilidad; ahora, una hiena: enrojecía, tosía, se atoraba. |
1002 |
Usted no paga y el coronel Paredes me requinta a mí, ladró el señor Poncio, la vamos a sacar de aquí judicialmente. |
1003 |
El día de la mudanza vino el señor Poncio y se encerró con la señora en el cuartito que era de don Cayo. |
1004 |
Con los préstamos y lo que vendió, la señora estuvo viviendo mal que bien, mientras buscaba trabajo. |
1005 |
Quiñoncito está loco por ti chola, y ella no quería verlo ni en pintura, Quetita, no tiene un cobre. |
1006 |
Le da vergüenza que vean cómo vive ahora, pensaba Amalia. Se levantaba y se servía su pisco con ginger-ale. |
1007 |
Vea cómo está enflaqueciéndose, le dijo Amalia a la señorita Queta, dígale que coma, se va a enfermar. |
1008 |
Todo el tiempo andaba llevando su ropa a una costurera de la avenida Brasil para que se la angostara. |
1009 |
Cuando la señora comenzó a trabajar en el "Monmartre", no habló más de dejar de fumar ni de corrientes de aire. |
1010 |
Además, ahora la limpieza le costaba mucho más esfuerzo. La señora me contagió su flojera, le contaba a Ambrosio. |
1011 |
Una madrugada oyó voces, fue a espiar y vio a la señora en la salita con un hombre, riéndose y tomando. |
1012 |
Una mañana después ocurrió el lío. Amalia volvía de la tienda y vio un patrullero en la puerta del edificio. |
1013 |
Déjenme telefonear, decía la señora, pero la agarraron de los brazos, la subieron al carro y partieron. |
1014 |
Por fin le agarró la cara y le examinó los ojos: mientes, te botó porque descubrió que estás encinta. |
1015 |
Algo sucio haría, algo malo haría, y cambió de tema: Ludovico le había prestado el cuartito por toda la noche. |
1016 |
Fueron a un restaurancito del Rímac y él le preguntó por qué no comes. No tenía hambre, había almorzado mucho. |
1017 |
Apenas entraron al cuartito se atrevió: mi tía dice que estoy encinta. Él se sentó de un brinco en la cama. |
1018 |
Qué mierda lo que creía tu tía, la sacudió de un brazo, ¿estaba o no estaba? Sí, creía que sí, y se echó a llorar. |
1019 |
Habían querido embarrarla en algo que no había hecho, la gente era así, la mierda de la Paqueta así, todos así. |
1020 |
Los días, las semanas volvieron a ser los de siempre, cada día un poquito peor por los apuros de plata. |
1021 |
A Amalia le cayó simpático. Fue el primero en entrar al departamento, el primero en quedarse a dormir. |
1022 |
La señora estaba encerrada a oscuras, con su chilcanito en el velador. El señor Richard se asustó y llamó a Amalia. |
1023 |
Entonces no pudo aguantarse, atinó a levantar el mandil pero fue por gusto, todo el vómito cayó al suelo. |
1024 |
No había de qué asustarse, sonsa, hacía rato tenía ganas de largar a este idiota, y Amalia muerta de vergüenza. |
1025 |
Pero la señora la agarró del brazo: pedazo de boba, claro que estás. No enojada sino asombrada, riéndose. |
1026 |
Mosquita muerta, decía la señora con cariño. Le trajo un vasito de agua, la hizo sentar, quién iba a pensar. |
1027 |
Lloraba y la señora le trajo otro vasito de agua y la abrazó: no va a saber que me contaste, no la iba a dejar. |
1028 |
Al día siguiente ella misma la llevó donde un doctor que la examinó y dijo el embarazo está muy bien. |
1029 |
Esa noche llegó la señorita Queta y la señora, delante de Amalia, esta mujer está encinta, figúrate. |
1030 |
La señora la había llevado al médico y quería que se cuidara, no te agaches, no enceres, no levantes eso. |
1031 |
No habían vuelto al cuartito, iban a pasear o al cine y en la noche él la traía hasta el Hospital Militar. |
1032 |
Porque dentro de un tiempito se iría de este país. Si quieres te llevo al extranjero conmigo, Amalia, y se reía. |
1033 |
En el cuarto de servicio, tan angosto, sólo cabía el colchón. Apenas tenía muebles y tan arruinados. |
1034 |
Amalia iba a darle el encuentro a la avenida Arenales, con mil cosas para contarle, y qué baño de agua fría. |
1035 |
No me estás oyendo, sí te estoy, en qué estás pensando, en nada. No importa, pensaba Amalia, ya no lo quiero. |
1036 |
No sabía exactamente cuándo pero pronto, Amalia. Una noche la oyó discutiendo a gritos con la señorita Queta. |
1037 |
Ella se fue a sentar a la placita de la esquina: nunca cambiaría, toda la vida seguiría con sus cobardías. |
1038 |
Nunca me habías insultado, pensaba. Se quedó dormida. Cuando salió a la salita, la señora no estaba. |
1039 |
La habían subido a una camilla y una vieja con pelos en el cuello le estaba quitando la ropa y riñéndola. |
1040 |
No tenía fuerzas para gritar, pensaba ya me morí. Unas pelotas tibias le cerraban la garganta y no podía vomitar. |
1041 |
Poco a poco fue reconociendo la sala llena de camas, las caras de las mujeres, el techo altísimo y sucio. |
1042 |
Has estado durmiendo tres días, le dijo su vecina de la derecha, y la de la izquierda: te daban de comer con tubos. |
1043 |
El doctor que hizo la visita: cuidadito con tener más hijos, hago milagros una sola vez por paciente. |
1044 |
Después una Madre buenísima le trajo un bultito que se movía: pequeñita, peludita, no había abierto aún los ojos. |
1045 |
Cuídate, había quedado muy débil con la operación, descansa por lo menos un mes. Y nunca más hijos, ya sabía. |
1046 |
Tampoco, tía. Cuando estés sana iremos a la policía, dijo la tía, harán que la reconozca y te dé plata. |
1047 |
La casita tenía tres cuartos, en uno dormía la tía y en los otros sus pensionistas, que eran cuatro. |
1048 |
Le sonrió y pensó qué tengo, qué tiene ésta: hola, Rita. La miraba con la boca abierta, como lista para correr. |
1049 |
De malas maneras; con lisuras, amenazando, confiesa o vas adentro. Como si nosotras supiéramos algo, dijo Rita. |
1050 |
Rita cargó a Amalita, qué pasa, qué tenía, qué te hicieron. La hizo entrar a la cocina del primer piso. |
1051 |
Ella tomaba su café a sorbitos, decía sí, muchas gracias Rita, y mecía a Amalita que estaba llorando. |
1052 |
Sí, claro que volvería a cobrarle; por supuesto que no se dejaría robar, tía. Y pensaba: tengo que llamar. |
1053 |
Se apoyó contra un árbol, para recuperar el aliento. Se sentía tan asustada, pensaba el mundo se ha vuelto loco. |
1054 |
Por eso no había ido a la Maternidad, ése era el crimen de que hablaban en la radio, y a ella la estaban buscando. |
1055 |
Estuvo así, tragándose las lágrimas y los mocos, la cara en el pecho de él, y Ambrosio la consolaba. |
1056 |
Se sentaron en una mesita del fondo. Él le había pasado el brazo, la dejaba llorar dándole palmaditas. |
1057 |
La policía me anda buscando, como si ella supiera algo, Ambrosio. Y porque creía que él la había abandonado. |
1058 |
Había venido, preguntado por todas partes; todos los días, pensando va a salir a la calle, la voy a encontrar. |
1059 |
Le había preguntado a Ludovico y creía que te tendrían encerrada lo menos un mes, preguntándole, averiguando. |
1060 |
Mejor que ni le vean la cara, mejor que se vaya un tiempito de Lima hasta que nos olvidemos de ella. |
1061 |
Era lo de menos, trabajaría por su cuenta, se irían. Ella no le quitaba la vista, tratando de creer, pero no podía. |
1062 |
A la montaña, dijo Ambrosio, y le acercó la cara: por un tiempo, volverían cuando ya no se acuerden de ti. |
1063 |
Claro, tonta, por qué crees. En la montaña había un pariente de Ludovico, trabajaría con él, los ayudaría. |
1064 |
No le digas nada a tu tía, no se lo diría, que nadie supiera, nadie sabría. No fuera que, ella no, claro, sí. |
1065 |
La acompañó hasta la esquina, le dio plata para el taxi, te sales con cualquier pretexto y se venía calladita. |
1066 |
Era de madrugada todavía cuando el que daba las órdenes pateó la puerta del galpón y gritó ya nos fuimos. |
1067 |
Trifulcio se enderezó en la tarima, gritó estoy listo y mentalmente le requintó la madre al que daba las órdenes. |
1068 |
Volvió al galpón y Téllez, Urondo y el capataz Martínez ya estaban levantados, protestando por el madrugón. |
1069 |
Las cholas de la cocina les alcanzaron unos tazones de café caliente que bebieron rodeados de perros gruñones. |
1070 |
Cuando hace la visita, el doctor me da una clase de medicina, Ambrosio. Qué días tan conchesumadre estoy pasando. |
1071 |
Porque Urondo, acuñado entre Trifulcio y el capataz Martínez que le amortiguaban los barquinazos, roncaba. |
1072 |
Tuvo que esconderse unos días, creía que lo iban a detener. La camioneta entró a Camaná a eso de las siete. |
1073 |
Comenzaba a oscurecer y había poca gente en la calle. El que daba las órdenes los llevó de frente a un restaurant. |
1074 |
Él no tenía hambre, sólo sed. Se tomó un vaso de cerveza sin respirar y se acordó de Tomasa, de Chincha. |
1075 |
Habían salido de Camaná todavía oscuro, sin desayunar, y el que daba las órdenes no hacía más que requintar. |
1076 |
El que daba las órdenes los llevó a una casa donde había un cartel con letras rojas: Partido Restaurador. |
1077 |
En la angosta callecita la gente entraba a las tiendas, el sol no calentaba, unos canillitas voceaban periódicos. |
1078 |
El aire era muy limpio, el cielo se veía muy hondo. Por fin vino a abrir un muchachito sin zapatos, bostezando. |
1079 |
El que daba las órdenes corrió al teléfono: qué pasó, dónde estaba la gente, por qué no había nadie esperándolos. |
1080 |
Vuelvan dentro de cinco minutos, dijo el que daba las órdenes. Les dio una libra y partió en la camioneta. |
1081 |
Estás soñando. Nadie me ha dicho nada, y aunque quisiera no podría. Mi gente anda tapada de trabajo. |
1082 |
Cincuenta, parece, y muy fogueados. Con ellos, ustedes y la gente del cuerpo haremos lo que se pueda. |
1083 |
Por las ventanas del auto tiraban volantes que la gente recogía, hojeaba y botaba. La altura, pensaba Trifulcio. |
1084 |
Se sentía como si hubiera corrido o peleado: el pulso rápido, las sienes desbocadas, las venas duras. |
1085 |
O a lo mejor la vejez, pensaba Trifulcio. No se acordaban del camino de regreso y tuvieron que preguntar. |
1086 |
Llegaron y el que daba las órdenes los riñó ¿se creían que habían venido a hacer turismo? Había dos tipos con él. |
1087 |
Yo no sé, yo entiendo menos que usted. El señor Lozano le dijo a don Emilio cinco y aquí estamos, doctor. |
1088 |
Pero ellos están en el escalafón y así nomás no van a aceptar. Querrán prima de riesgo, gratificaciones. |
1089 |
Mójenlos con chicha de jora, y vuelvan a eso de las cuatro para llevarlos al local del Partido Restaurador. |
1090 |
Y, además, cuenta con el agradecimiento de la Coalición. Esos caballeros creen que es un servicio a ellos. |
1091 |
Las vaciaremos a las puertas del Municipal. Y hemos convocado otra manifestación en el Mercado, a las cinco. |
1092 |
Enfermedad rara, pensó Trifulcio, se viene y se va. Sentía que moría, que resucitaba, que moría otra vez. |
1093 |
Empecemos aquí mismo, dijo Ruperto, y saltó sobre una silla: arequipeños, hermanos, escuchen un momentito. |
1094 |
Todos al Municipal a demostrarles a esos limeños quiénes eran los arequipeños, rugía Ruperto, tambaleándose. |
1095 |
Salud por ustedes y por Odría, dijo Ruperto, alzando una copa, los esperamos en la puerta del Municipal. |
1096 |
Trifulcio salió apretando los dientes y los puños. No se movía, hervía. Pararon un taxi, al Mercado. |
1097 |
Pero la mayoría de hombres y mujeres seguían vendiendo y comprando en los puestos de verduras, de frutas y de ropa. |
1098 |
Y cuando salieran se iban a dar de bruces con la contra-manifestación. Como idea estaba bien, sólo que no resultó. |
1099 |
No se moría, no parecía que los huesos se fueran a quebrar de frío, ya no sentía que el corazón se iba a parar. |
1100 |
Mil personas, tal vez. La cosa se presenta bien. Los que van a entrar ya están en el local del partido. |
1101 |
Los dos limeños estaban achispados, los arequipeños borrachos a morir. No moverse, respirar hondo, aguantar. |
1102 |
He visto a su gente, en los autos, haciendo propaganda. Maleantes conocidos, Inspector. Argüelles, por ejemplo. |
1103 |
Repartieron más trago y cigarros, y después periódicos para envolver las cadenas, las manoplas, las cachiporras. |
1104 |
Sí, dijo Trifulcio, ya estoy, y pensó concha de tu madre. Cuidado con disparar a las locas, dijo Molina. |
1105 |
Un tipo bajito, con corbata michi y anteojos hacía gritar Libertad al público y anunciaba a los oradores. |
1106 |
Trifulcio se volvía a mirar a las otras parejas, pero con tanta gente parada, muchos ni se veían ya. |
1107 |
Yo se lo advertí al doctor Lama, pero usted lo conoce. Se emborracharían, se quedarían en el Mercado. |
1108 |
La gente está adentro, dudo que les llegue la contraorden a tiempo. Corto y lo llamo después, don Cayo. |
1109 |
El negro sacó su cadena y se lanzó al escenario dando empujones. Saqué la pistola y me fui detrás de él. |
1110 |
Se formó una pared de matones entre ellos y yo. Se estaban fajando como con diez y había lo menos cinco rodeándome. |
1111 |
El griterío creció, ruido de cuerpos que rodaban, de sillas que se rompían, toses, y Trifulcio dejó de pelear. |
1112 |
Empecé a disparar a la loca. No me daba cuenta que eran granadas, creí que me habían quemado por atrás. |
1113 |
No podía abrir los ojos. Sentí que me partían la cabeza y caí soñado. Cuántos me caerían encima, Ambrosio. |
1114 |
Todo roto, sangre salpicada, mi pareja en medio de un charco. Ni recuerdo de cara le dejaron al viejo. |
1115 |
Me daba noticias de lo que iba pasando en Arequipa y me malograba los nervios. Tenía un miedo, hermano. |
1116 |
Si se antojan de lincharnos, pueden entrar aquí como a su casa. Ni siquiera hay un guardia en el hospital. |
1117 |
Se darán cuenta que vinimos de afuera. Esta noche me voy donde Urquiza. Puedo caminar, a pesar del yeso. |
1118 |
Tu jefe te ha dejado plata en la Prefectura para que regreses a Ica en ómnibus, apenas puedas caminar. |
1119 |
Sí, ya sé que se portó mal en el teatro, Ludovico. Pero voy a pasar un parte a Lozano y lo voy a joder. |
1120 |
Hay barricadas, gente armada, y los huelguistas son toda la ciudad. Le advierto que correría mucha sangre. |
1121 |
El pueblo es amo y señor de la calle. Han formado un Comité donde hay abogados, obreros, médicos, estudiantes. |
1122 |
El Prefecto insiste en que saque la tropa desde anoche, pero yo quiero que la decisión la tome usted. |
1123 |
Cada minuto que pasa da más fuerza a los agitadores y el gobierno se desprestigia. Dé la orden de una vez. |
1124 |
Es una buena ocasión para librar al régimen de un individuo que nos está perjudicando a todos, General. |
1125 |
Explícale al Presidente que hay una conspiración de alto nivel, que a estas alturas todo depende de él. |
1126 |
Lo siento mucho pero no te pude apoyar. En cuestiones políticas, la amistad a veces hay que ponerla de lado. |
1127 |
Al contrario, estoy admirado de lo hábil que ha sido. Llévese bien con mi sucesor, el comandante Paredes. |
1128 |
Lo va a nombrar a usted Director de Gobierno. Me preguntó mi opinión y le dije tiene pasta para el cargo. |
1129 |
Aquí tiene sus pasajes, su pasaporte. Todo en orden. Y por si no lo veo, que tenga buen viaje, don Cayo. |
1130 |
Él le iba a dar la plata para que se largara a México, él se iba a dejar sangrar toda la vida por esa mujer. |
1131 |
Para demostrarle mi agradecimiento, sí. Ahora quiere que me vaya. No, no es ingratitud, no es maldad. |
1132 |
Y te lo debo a ti también, Ambrosio. Si no hubiera pasado a trabajar con don Cayo, seguiría de cachuelero. |
1133 |
Tú lo que vas a hacer ahora es recuperarte, Téllez. Unas semanitas con tu familia, ganando jornal completo. |
1134 |
Tú nunca has sido matón, tú has hecho siempre operaciones de categoría. Eso es lo que dice tu hoja de servicios. |
1135 |
Nunca salí de Ica, me rompí la pierna montando una mula. No sabe qué bien me cae esa gratificación, don Emilio. |
1136 |
Ahí está el peor puesto de policía del Perú. Y, segundo, porque ahí tengo un pariente que puede darte trabajo. |
1137 |
Pero un tipógrafo acertó un domingo nueve de los diez caballos ganadores y obtuvo los cien mil soles de la Polla. |
1138 |
Piensa: si no hubiera sido por la Polla no habría habido ningún accidente y a lo mejor seguirías soltero, Zavalita. |
1139 |
Hasta entonces sólo había estado enamorado, piensa, pero desde entonces infectado, intoxicado de la China. |
1140 |
Desde el Bar, observaban a los experimentados piratas de la noche limeña tomar al abordaje a las mamberas. |
1141 |
En el Negro-Negro le cancelaron el crédito, piensa, a ti te estaría debiendo lo menos mil soles, Zavalita. |
1142 |
Queta sólo entendía pedazos confusos de la historia que el gringo le venía contando con risotadas y mímica. |
1143 |
Ivonne la esperaba en el pasadizo, con la cara de las grandes ocasiones: uno importantísimo, Quetita. |
1144 |
La puerta del saloncito estaba abierta y al entrar vio a Malvina arrojando su fustán sobre la alfombra. |
1145 |
Ahora estaban muy apretados, el sillón se mecía como un péndulo, y Queta sintió asco: la mano de él sudaba. |
1146 |
Báilense algo. Nos va a tener toda la noche así, pensó Queta, mandarlo a la mierda, volver donde el gringo. |
1147 |
Pero no hubo choque, sólo un portazo después de la frenada seca y silbante, y por fin el timbre de la casa. |
1148 |
Clavado en el umbral, una manaza adherida al picaporte, sus ojos blancos y enormes, deslumbrados, la miraban. |
1149 |
Ni siquiera cuando el hombre saltó del sillón y cruzó la alfombra de dos trancos, dejaron de mirarla. |
1150 |
Por sobre el hombrecillo de espaldas, encontró un segundo los ojos del sambo: atemorizados, deslumbrados. |
1151 |
En sus ojillos había un brillo rancio y frustrado. Sacó unos billetes de su cartera y los puso sobre un sillón. |
1152 |
Don Fermín había regresado a la casa más temprano que de costumbre; no se sentía bien, temía una gripe. |
1153 |
A pesar de la barbaridad que hicieron ustedes moviéndolo ha resistido muy bien el infarto, había dicho el médico. |
1154 |
Su madre le alcanzó la mejilla para que la besara, pero no dijo palabra y miró a Santiago como reprochándole algo. |
1155 |
Ahí, la palidez de su cara, sus cabellos grises alborotados en las sienes, el relente de terror animal en sus ojos. |
1156 |
La señora Zoila se limpió los ojos con el pañuelo y el tío Clodomiro se inclinó hacia ella, compungido y solícito. |
1157 |
Ya no eras como ellos, Zavalita, ya eras un cholo. Piensa: ya sé por qué te venía esa furia apenas me veías, mamá. |
1158 |
Ahí Popeye, Zavalita: pecoso, colorado, los pelos rubios erizados, la misma mirada amistosa y sana de antes. |
1159 |
Sí, me cuenta todo. Me llevo muy bien con tu viejo, flaco. Nos hemos hecho patas. Es buenísima gente. |
1160 |
Los ingenieros, los abogados, los gerentes. Algunos se habrían casado ya piensa, tendrían queridas ya. |
1161 |
La oveja negra, el que se fue de la casa, el que amargaba a Zoilita, el que tenía un puestecito en un periódico. |
1162 |
Casi no los habías visto tres meses, Zavalita, pero hablabas con el viejo por teléfono todas las semanas. |
1163 |
A fines de marzo volvieron a Miraflores y don Fermín se había repuesto y tenía un rostro tostado y saludable. |
1164 |
El primer domingo que almorzó de nuevo en la casa, vio que Popeye besaba a la señora Zoila y a don Fermín. |
1165 |
Despertaba aterrada, se apretaba al cuerpo dormido de Ambrosio, permanecía desvelada hasta el amanecer. |
1166 |
Te prohíbo. Además, había sentido desconfianza desde el principio contra esta ciudad calurosa y decepcionante. |
1167 |
Habían estado una semana en el hotel. Luego habían alquilado una cabaña con techo de paja, cerca del hospital. |
1168 |
Pueden sembrar algo, les había dicho Alandro Pozo, el dueño, el día que se mudaron, hacerse una huertita. |
1169 |
Esas primeras semanas en Pucallpa se las había pasado muy serio, casi sin hablar, la cara apenadísima. |
1170 |
Ambrosio había comprado pintura y blanqueado la fachada y las paredes, y ella raspado las inmundicias del suelo. |
1171 |
Por su tristeza, su cara reconcentrada y sus miradas que de repente se apagaban y desviaban como las de un animal. |
1172 |
Una mañana, Ambrosio había entrado con un paraguas: ahí estaba, para que Amalia no requintara más contra el sol. |
1173 |
Claro que la ayudaría en lo que fuera. Había sido la primera y la mejor amiga que tuvieron en Pucallpa, niño. |
1174 |
Un accidente de auto. Norwin fue el primero en desaparecer, con una mambera cuarentona de peinado flamígero. |
1175 |
Al despertar, vio entre nieblas azuladas a Ada Rosa, encogida como un feto en el sofá, durmiendo vestida. |
1176 |
Pero en el momento de entrar a la cama pensó que la curiosidad lo desvelaría y bajó en pijama a telefonear. |
1177 |
Ellas me hicieron a mí, más bien. Se vistió de prisa, volvió a mojarse la cabeza, bajó a trancos la escalera. |
1178 |
Periquito se sentó junto a Darío y Santiago se tendió en el asiento de atrás y se durmió casi en seguida. |
1179 |
Y como no tienes ojos en el cráneo, mejor no te voltees a conversar. Darío conducía rápido, pero era seguro. |
1180 |
Entraban al kilómetro 83 cuando Santiago: se incorporó y fumó de nuevo. Era una recta, con arenales a ambos lados. |
1181 |
Además, fue así que conocí a la que ahora es mi mujer. Tenía frío, no le dolía nada pero seguía atontado. |
1182 |
Salió y en la puerta de la casa tuvo un pequeño sobresalto: los mismos ojos atrevidos y asustados de ayer. |
1183 |
Las casitas se sucedían idénticas en la mezquina luz, detrás de los alineados arbolitos sombríos de las veredas. |
1184 |
Dos policías miraban el auto desde la esquina y el tipo de adentro les hizo una seña como diciendo somos nosotros. |
1185 |
Atravesó el oloroso jardín de flores húmedas y al tocar el timbre oyó al otro lado de la puerta voces, música. |
1186 |
La mujer venía hacia ella con dos vasos en las manos, caminando como si no tuviera huesos, y Queta apartó la vista. |
1187 |
A ver si un trago te levanta el espíritu. Maquinalmente, se llevó el vaso a la boca, cerró los ojos y bebió. |
1188 |
Él se lo encendió y Queta descubrió a la mujer, sentada ahora a su lado, sonriéndole con familiaridad. |
1189 |
Yo la vi varias veces y... Se calló, porque la mujer se reía. Los ojos le brillaban, vidriosos y encantados. |
1190 |
Jaló la cadena del excusado, se arregló el cabello frente al espejo, tomó aliento y abrió la puerta. |
1191 |
Despertó con un hambre atroz; ya no le dolía la cabeza, pero sentía punzadas en la espalda y calambres. |
1192 |
La enfermera le trajo otro desayuno completo y se quedó en la habitación, observándolo mientras comía. |
1193 |
Dios lo libre de caer en sus manos. Es el más antipático de aquí, y además brutísimo. Sólo receta supositorios. |
1194 |
No había nada roto, aparentemente; pero no le gustaban esas punzadas, joven, a ver qué decían las radiografías. |
1195 |
Carlitos y la China se quedaron conversando cerca de una hora, y, apenas se fueron, entró la enfermera. |
1196 |
Estoy de guardia este fin de semana. Pero ahora que sé que se junta con Mamberas, ya no le tengo confianza. |
1197 |
Cuénteme, usted que las conoce tanto. Había empezado así, seguido así, Zavalita: bromitas, jueguecitos. |
1198 |
El viernes, el doctor dijo que los exámenes no eran satisfactorios y que iba a verlo el especialista. |
1199 |
La enfermera les consiguió platos y cubiertos, conversó con ellos y hasta probó un poquito de arroz chaufa. |
1200 |
Cuando pasó la hora de visitas, permitió que Carlitos se quedara un rato más y ofreció sacarlo a ocultas. |
1201 |
Pero volvió para llevarse los cubiertos y, al salir, desde la puerta, le guiño un ojo: que te sueñes conmigo. |
1202 |
El lunes, el especialista examinó las nuevas radiografías y dijo desilusionado usted está más sano que yo. |
1203 |
Le habías dejado un papelito en la entrada, Zavalita. Mil gracias por todo, piensa, te llamaré un día de éstos. |
1204 |
De entrada el tipo se dio muchos aires, le había contado a Amalia, me vio moreno y creyó que no tenía un cobre. |
1205 |
Pero a lo mejor el señor había venido cansado de Tingo María, Ambrosio, a lo mejor por eso no te recibió bien. |
1206 |
Lo había dejado asombrado con esa invitación, Amalia, se había dado cuenta que Ambrosio no era lo que él pensaba. |
1207 |
Le dijo la pura verdad. Unos nacen dotados para aviadores, otros para cantantes. Yo nací para los negocios. |
1208 |
Sí, tuyos, para ti. Te ayudará a empezar de nuevo, a desaparecer, pobre infeliz. Nada de llantos, Ambrosio. |
1209 |
Don Hilario dice que es lo más seguro porque la gente se muere siempre. Vamos a medias en las ganancias. |
1210 |
Piensa: había hecho caso a los médicos, no iba a la oficina, descansaba, creías que estaba restablecido del todo. |
1211 |
Sólo me dejan ir un ratito a la oficina y me obligan a dormir siestas y a pasar las horas aquí, como un inválido. |
1212 |
Él dirige ahora todo, prácticamente. Es serio, tiene buen tino. Lo que pasa es que no me resigno a ser una momia. |
1213 |
Y no en los mejores sitios de Lima. Pero como eres tan susceptible, ya ni me atrevo a preguntarte nada, flaco. |
1214 |
Pero ya son muchas veces que me vienen a decir lo vimos aquí, allá, con copas, con gente de lo peor. |
1215 |
No sé ni quien es Ministro, ni quien es senador. Yo mismo pedí que no me mandaran a hacer informaciones políticas. |
1216 |
No me lo reproches a mí. Yo te di un consejo, nada más, y acuérdate que te has pasado la vida dándome la contra. |
1217 |
No me pesa nada, no pienso nunca en eso. Sólo te estaba tranquilizando. Ni comunista ni badulaque, no te preocupes. |
1218 |
Tu padre te necesita, Santiago. No estaba enfurecido, ni esperanzado ni ansioso como otras veces, Zavalita. |
1219 |
Sería un verdadero problema para ti y para el Chispas. Sentiría que me están pagando un sueldo de favor. |
1220 |
Pero se calló, porque había llegado la señora Zoila, jalando un carrito con tostadas y tacitas de té. |
1221 |
Ah Cary estaba muy bien, encantadora, vivía en la Punta hablaba inglés. Y tan seriecita, tan formalita. |
1222 |
Dio media vuelta, subió, y, mientras le pedía la llave del doce a Ivonne, pensaba se irá pero va a volver. |
1223 |
Pero sí a Martha, que estaba bailando y gruñó ¿viste? al pasar Queta a su lado, ahora se permitían negros aquí. |
1224 |
Despidió en la entrada al muchachito del chaleco, volvió al Bar y Robertito le servía al sambo otra cerveza. |
1225 |
Terminó la pieza y el hombre quiso retirarse. ¿No le tendría miedo al morenito, no?, podían bailar otra. |
1226 |
Levantó un segundo la vista, como rogándome si quiere escúpame pero no le cuente pensó Queta, y la desvió. |
1227 |
No sólo cervezas, hasta capitanes. Vine anoche también, pero no entré. Hoy sí porque la señora me dio ese encargo. |
1228 |
Queta vio a Robertito conteniendo la risa, y a lo lejos, las caras de Ivonne y Malvina mirándola intrigadas. |
1229 |
Él la ayudó a bajar de la banqueta. La miraba ahora a los ojos con una gratitud canina y casi llorona. |
1230 |
La enlazó apenas y no trató de pegarse. No, no sabía bailar, o no podía, se movía apenas y sin ritmo. |
1231 |
Queta sentía las educadas puntas de sus dedos en la espalda, su brazo que la sujetaba con temeroso cuidado. |
1232 |
Los vio bajar hasta su mano y sin saber cómo ya estaban allí; arrugados y apretados entre sus propios dedos. |
1233 |
Él echó una ojeada hacia el interior y lo vio inclinar la pesada cabeza y sintió en el cuello una adhesiva ventosa. |
1234 |
No hizo una broma en toda la noche, piensa. Había sido un romance desganado y semiclandestino, Zavalita. |
1235 |
Luego, un día, antes de ir al diario se bajó en el paradero del Palacio de Justicia y se presentó en la clínica. |
1236 |
Gracias a esas apuestas los viajes se hacían menos pesados, aunque los pasajeros se meaban de miedo. |
1237 |
Eran toscos, rústicos, sólo uno Que otro cepillado y encerado. La primera semana se había vendido un ataúd. |
1238 |
Los días más calurosos bajaban al río a bañarse en camisón y luego tomaban raspadillas en la Heladería Wong. |
1239 |
Era un viejo que sólo abría la boca para hablar de su chacrita y sus deudas con el Banco Agropecuario. |
1240 |
Ahora te digo que tuviste suerte de conseguírtelo. Todas las vecinas se lo quisieran de marido, negro y todo. |
1241 |
Se le había alegrado tanto el espíritu últimamente y hasta ahora nunca se había peleado con él en Pucallpa. |
1242 |
Ambrosio había creído que gracias a los extras que sacaba sin que supiera don Hilario redondearían el mes. |
1243 |
Ambrosio se había quedado sin saber qué decir, pero don Hilario le había tendido la mano: amigos de nuevo. |
1244 |
Habían comenzado a redondear el mes con préstamos y adelantos que le hacía a regañadientes el propio don Hilario. |
1245 |
Había sido en una de esas rápidas venidas de Ana a Lima, un atardecer, al encontrarse en la puerta del cine Roxy. |
1246 |
Era fornida, sucia y desconfiada y lo despidió de mal modo: estaba muy equivocado, joven, ella no cometía crímenes. |
1247 |
Por fin Norwin había encontrado un médico de pocos clientes que, luego de tortuosas evasivas, aceptó. |
1248 |
Pedía mil quinientos soles y entre Santiago, Carlitos y Norwin habían tardado tres días en juntarlos. |
1249 |
No tanto por ti como por mí. Ya no voy a tener quien me cuente sus penas, con quien amanecerme en el antro. |
1250 |
Piensa: lo que la alegraba en medio de su pena era haberte quitado esa preocupación tan grande, amor. |
1251 |
No el gusanito, piensa, no los cuchillos. El domingo, en el colectivo a Ica, no había pegado los ojos. |
1252 |
Lo hizo pasar a la sala y tuvo que esperar un buen rato antes que la madre volviera y le dijera suba. |
1253 |
Ese vértigo de ternura al verla con su pijama amarillo, piensa, pálida y peinándose apresuradamente al entrar él. |
1254 |
Pestañeó una sola vez, y estuvo unos segundos sin responder, rumiando despacio, buscando las palabras. |
1255 |
A media escalera se dio con Malvina que bajaba muerta de risa: pero si ahí estaba el sambito del año pasado, Queta. |
1256 |
Señalaba hacia arriba y de pronto se le encendieron los ojos, ah, había venido por ti, y dio una palmada. |
1257 |
Todo el mundo te tiene ahora envidia, Quetita. Mejor para ti, tonta. Él la estaba esperando en la puerta del doce. |
1258 |
Bueno, tú sabes lo que haces. Sácate el pantalón, déjame lavarte de una vez. Él pareció indeciso unos segundos. |
1259 |
Arispe escribió la nota necrológica, que apareció en un recuadro de luto: Con las botas puestas, piensa. |
1260 |
Pasaron la noche del día siguiente en casa de Becerrita, en un vericueto de los Barrios Altos, velándolo. |
1261 |
Examinó pensativo el cuartito, la cama, la pequeña repisa con libros. El colectivo vino a buscarlo a las ocho. |
1262 |
Ahí, los tres días de luna de miel alrededor de las aguas verdosas pestilentes de la laguna, Zavalita. |
1263 |
Un día en el río, Amalia se había dado cuenta que estaba más acostumbrada todavía a Pucallpa de lo que creía. |
1264 |
Uno era sobrino del marido de doña Lupe, el otro un agente viajero que había llegado el día anterior de Huánuco. |
1265 |
Lo había dejado darse aires de conocedor de mundos un buen rato y al fin le había dicho: yo soy de Lima. |
1266 |
Sí, doña Lupe, y figúrese que hasta había querido invitarla al cine, pero claro que Amalia no le había aceptado. |
1267 |
Atolondrada, había corrido a la huerta y se había acurrucado en la yerba, la niña bien apretada contra su pecho. |
1268 |
Había ido a cocinar, temblando, y todavía mucho rato después todo se le había estado cayendo de las manos. |
1269 |
La plata está tirada ahí, esperando que la recojamos. Sólo hace falta una pequeña inyección de capital. |
1270 |
Lo había visto por última vez esa tarde, cruzando la plaza hacia su hotelito y haciendo eses como borracho. |
1271 |
Pero la noticia lo había puesto contento: un compañerito para Amalita Hortensia, un hijito montañés. |
1272 |
Se habían divertido bastante, y Amalia se había mareado y hecho locuras: bailado sola, cantado, dicho palabrotas. |
1273 |
El médico la había examinado rapidito y dicho vístete, estás bien, que volviera dentro de un par de meses. |
1274 |
Estaban vendiendo una camionetita usada y él y Pantaleón la habían desarmado y expulgado hasta el alma: servía. |
1275 |
Al tocar el timbre de la casa, la sintió buscar su brazo, la vio protegerse el peinado con la mano libre. |
1276 |
Cinco pares de fusiles, piensa, apuntando y disparando al mismo tiempo contra Ana. Piensa: la cara de la mamá. |
1277 |
Pero no disimuló ni su contrariedad ni su estupor ni su desilusión; sólo su cólera, al principio y a medias. |
1278 |
En privado, sin partes, sin fiesta, qué locos, decía la Teté, y Cary qué sencillo, qué bonito, y miraba al Chispas. |
1279 |
Parecía que el aire se fuera a encender, piensa, que una fogata fuera a aparecer en medio del grupo. |
1280 |
Un momento después se levantó, fue hacia la Teté y le habló al oído en medio de un silencio eléctrico. |
1281 |
Pensabas no le va a importar que estén aquí Popeye y Cary, piensa, es más fuerte que ella, no se va a aguantar. |
1282 |
La cara de Popeye estaba pecosa y granate, Cary se había acurrucado en el asiento como si hiciera un frío polar. |
1283 |
No sabía por qué no había bajado y la había cacheteado a la vieja ésa, a la vieja estúpida ésa, sí corazón. |
1284 |
Aunque fuera tu madre, aunque fuera mayor, para que aprendiera a decirle huachafa, para que viera: claro amor. |
1285 |
Yo no soy lo mismo que ella. La loca no lo hace por plata, no es interesada. Tampoco porque lo quiera, claro. |
1286 |
Parece que no se diera cuenta que van a San Miguel como al burdel. Cree que son sus amigos, que van por ella. |
1287 |
No me consideran su igual estos hijos de puta, dice. Me lo dijo un montón de veces cuando trabajaba con él. |
1288 |
Sabía que se tuteaba con la señora, por ejemplo. Desde que comencé con don Cayo su cara me era conocida. |
1289 |
Lo había visto veinte veces quizás. Pero creo que él nunca me había visto a mí. Hasta esa fiestecita, esa vez. |
1290 |
Sólo tres o cuatro hombres. Y a él yo lo había estado viendo, en esas entradas con el hielo o los platos. |
1291 |
Levantaba el vaso, para que don Cayo creyera que iba a tomar un trago, y yo me daba cuenta que no era para eso. |
1292 |
Ahora fumaban de nuevo los dos, tumbados de espalda, y él había posado su mano sobre la rodilla de ella. |
1293 |
No hacía calor, pero en el segmento de piel desnuda en que se tocaban sus brazos, había brotado el sudor. |
1294 |
Ya se habían ido los otros invitados, la fiesta se estaba acabando, sólo quedaba él. No me contestó nada. |
1295 |
No sabía mi nombre. A pesar de que se lo habría oído a don Cayo cien veces, no lo sabía. Después me contó. |
1296 |
Los ojos de Ambrosio revolotearon en un mar de confusión: don Cayo no parecía disgustado ni asombrado. |
1297 |
Habría tomado muchísimo. Me sentí mal ahí, sentado en la puntita de la silla. Raro, avergonzado, mal. |
1298 |
Se frotó las manos, y por fin, con una solemnidad ceremoniosa, dijo salud sin mirar a nadie y bebió. |
1299 |
Si yo no te hubiera tratado mal no te pasarías la vida juntando plata para subir aquí a contarme tus penas. |
1300 |
Por su manera de mirar y también de hablar. Hablaba sin parar, de cualquier cosa, y de repente decía una lisura. |
1301 |
No se sentó atrás, como le correspondía, sino junto a mí. Ahí sospeché ya, pero no podía creer que fuera cierto. |
1302 |
Ahora te sigo tratando lo mismo. Pensé algunos días le dará por el criollismo, por tutearse con el pueblo. |
1303 |
No podía. Estaba muy nervioso, ya sabía. Queta no se rió: se había ladeado, apoyado en su brazo y lo miraba. |
1304 |
Él seguía de espaldas, inmóvil, había dejado de fumar y su mano yacía muerta sobre su rodilla desnuda. |
1305 |
Pasó un auto, un perro ladró. Ambrosio había cerrado los ojos y respiraba con las narices muy abiertas. |
1306 |
No había ni un alma en las calles. En la carretera tuve que poner las luces altas porque había neblina. |
1307 |
Yo no podía pensar y arranqué de nuevo y no sé. No sé ¿ve? De repente otra vez noventa, cien en la aguja. |
1308 |
Alguien que la acepte regalada y quiera hacerse cargo del idiota y lo que se debe a los carpinteros. |
1309 |
En la noche, acostados, Amalia le había preguntado qué vas a hacer. No sabía todavía, Amalia, estaba pensando. |
1310 |
Amalia había sentido náuseas y cuando entró doña Lupe, a eso de las diez, la había encontrado vomitando. |
1311 |
Al mediodía Amalia lo había llamado a almorzar y estaban comiendo cuando había entrado el hombre casi corriendo. |
1312 |
Le han ido a contar mentiras. Cómo va a creerles a los chismosos. Siéntese, don, permítame ofrecerle una cervecita. |
1313 |
Meses de privaciones y de deudas, pero se te han olvidado y los malos períodos nunca se olvidan, piensa. |
1314 |
Había ido a entrevistar a alguien que vivía en Benavides, y al subir hacia la Diagonal la descubrió. |
1315 |
Al principio, elegían las películas con equidad: una mexicana en la tarde, una policial o un western en la noche. |
1316 |
Algún sábado viajaban a Ica a pasar el día con los padres de Ana. No hacían ni recibían visitas, no tenían amigos. |
1317 |
Carlitos se sentía incómodo, Ana lo miraba con desconfianza y los temas de conversación morían apenas nacían. |
1318 |
Una noche en la redacción, Santiago terminaba una crónica cuando le tocaron el hombro: hola, pecoso. |
1319 |
También ella quiere que vengan. Y tu viejo, ni se diga. Todos quieren verlos y amistarse de una vez. |
1320 |
Y hasta el Chispas, hombre. Esta misma tarde me dijo que el supersabio se deje de mariconadas y venga. |
1321 |
Todo le gustaba: la quinta parecía de muñecas, las casas coloraditas tan igualitas, todo tan chiquito, tan bonito. |
1322 |
Yo la voy a convencer a Ana y te voy a fregar, jajá. Y voy a hacer que Ana vaya a mis showers y todo, vas a ver. |
1323 |
Lo que pasa es que eres un acomplejado. Déjate de tonterías y ven ahorita o no te hablo más supersabio. |
1324 |
Antes de regresar a la quinta de los duendes, fue a una florería de Larco y mandó un ramo de rosas a la Teté. |
1325 |
Por agradecimiento, por respeto. Hasta amistad guardando las distancias. Ya sé que no me cree, pero es cierto. |
1326 |
Sólo conocidos, como ése que está ahora de chofer de don Cayo, o Hipólito, el otro que lo cuida. No saben. |
1327 |
Estaba de espaldas, fumando, y Queta veía cómo se mezclaban en el aire quieto las nubecillas de humo. |
1328 |
Todo el viaje mudo. Si le viera la cara diría se le murió alguien o le han dicho que se va a morir esta noche. |
1329 |
Mal aquí, me comienza a dar vueltas. Me da miedo, me da pena, me da cólera. Pienso ojalá que hoy sólo conversemos. |
1330 |
De Chincha, de cuando era chico, de mi madre. De don Cayo, me hace que le cuente, me pregunta por todo. |
1331 |
Tomando, tomando. Yo también. Y todo el tiempo veo en su cara que algo se lo está comiendo, que le está mordiendo. |
1332 |
Lo he visto echarse a llorar ¿ve? Dice anda vete y se encierra en su cuarto. Lo oigo hablando solo, gritándose. |
1333 |
Se va al baño, se encierra y no sale nunca. Yo voy al otro bañito me ducho, me jabono. Hay agua caliente y todo. |
1334 |
No por celos ¿no se da cuenta? Por vergüenza, miedo de que vayan a saber. No me haría nada, no se enojaría. |
1335 |
No es de los que insultan, no sabe tratar mal a la gente. Diría no importa, tienes razón pero anda vete. |
1336 |
Se olió algo, porque se puso a llorar y me obligó a llevarla al hospital. No te asustes, de qué te asustas. |
1337 |
Doña Lupe había venido a verla con Amalita Hortensia pero una enfermera le había dicho no traiga más a la niña. |
1338 |
Vamos a comprarnos esa camioneta con Panta, hoy lo decidimos. Ni me oía. Tenía sus ojos así de hinchados. |
1339 |
Que no me opere, no quiero. Hasta que el doctor perdió la paciencia. O autorizas o te la llevas de aquí. |
1340 |
Al fin ella había dicho bueno y que se iba a portar bien. Entonces la habían arrastrado en la camilla. |
1341 |
Si no por qué tan desesperada, tan asustada. La cara de Ambrosio había desaparecido y habían cerrado una puerta. |
1342 |
Luego había visto muy cerca de la suya la cara del doctor y oído que le decía cuenta uno, dos, tres. |
1343 |
No se había movido, se le había ocurrido que al menor movimiento muchas agujas empezarían a punzarla. |
1344 |
Me dio otro empujón y al poco rato salió la otra. La criatura se perdió, dijo, pero que la madre podía salvarse. |
1345 |
Alguien se había agachado sobre ella y había sentido su aliento contra su boca y sus labios en su cara. |
1346 |
Y el mismo día que la enterré, el hospital mandó a cobrar la cuenta. Muerta o no muerta había que pagar la cuenta. |
1347 |
Se sentó a su lado pero no pudo hablarle. No estaba borracho, contó Arispe, sino macerado en alcohol. |
1348 |
Esa noche se presentó en la redacción, caminando con infinita cautela y mirando a través de las cosas. |
1349 |
Popeye estaba absorbido por la política, acompañaba a Belaúnde en sus giras por provincias y la Teté esperaba bebe. |
1350 |
Ahí te reconciliaste con la familia de nuevo, Zavalita, desde entonces no te habías vuelto a pelear. |
1351 |
Llegaron a la casa al atardecer y el jardín, los salones y el escritorio ya estaban llenos de gente. |
1352 |
Sino que se muriera creyendo que estaba peleado con él. El entierro fue al día siguiente, a las tres de la tarde. |
1353 |
Cruzó las piernas, lo observó con detenimiento y él resistió su mirada sin bajar los ojos, por primera vez. |
1354 |
Dígale que él no tiene plata, que sus negocios andan mal. Aconséjele que se olvide para siempre de él. |
1355 |
Sin tener ninguna obligación, por pura compasión. No le va a dar más. Dígale que se ha portado muy mal. |
1356 |
Y Amalia ha estado ayudándola, acompañándola en todo lo que le ha pasado. Ella no tenía por qué ir a contar eso. |
1357 |
Le escribe diciéndole ven, trae plata, nos vamos a casar. Ella le cree, está loca. Ya ni sabe lo que hace. |
1358 |
No armes líos, no te metas. Es por gusto, no lo hace por maldad, quiere llevarle plata a ese Lucas. Está loca. |
1359 |
Van a recibir la misma carta tus parientes, tus amigos, tus hijos. La misma que tu mujer. Tus empleados. |
1360 |
Ya sabe y no te despidió. La loca no lo hizo por maldad. No te metas más en este asunto, que se las arreglen ellos. |
1361 |
Ambrosio, cómo me habrás odiado -dijo don Fermín-. Teniendo que disimular así lo de tu mujer, tantos años. |
1362 |
No, Ambrosio. Saca a tu mujer de esa casa, ten tus hijos. Puedes trabajar aquí todo el tiempo que quieras. |
1363 |
No voy a decirle nada a Hortensia. Díselo tú. Y ay de ti si vuelves a poner los pies aquí o en mi casa. |
1364 |
Alzaron la capota, se le había fundido el motor. Hasta aquí llegó la pobre, dijo don Calixto, el dueño. |
1365 |
Llegó al anochecer y encontró a Ambrosio, sentado a la puerta de su casa, los pies hundidos en el suelo fangoso. |
1366 |
Así que haciendo de tripas corazón, un día se había presentado donde don Hilario: no a pelear, niño, a rogarle. |
1367 |
Don Hilario lo consoló con unas palmaditas y, al despedirlo, le regaló media libra para un trago, Ambrosio. |
1368 |
Además, no te declaré para hacerte un favor. Cobrando por recibo y no por planilla te librabas de los descuentos. |
1369 |
En las mañanas iba a la playita del embarcadero o daba vueltas por la plaza, charlando con los vagabundos. |
1370 |
Le señaló un rincón del descampado: ahí estaba. Y con gasolina y aceite y todo lo que hacía falta, sí. |
1371 |
Vengo a vendértela. Itipaya se había quedado primero asombrado y luego se echó a reír: te volviste loco, hermano. |
1372 |
Al menos, me vengaré. Itipaya se rascó la cabeza: qué locuras. Habían discutido cerca de media hora. |
1373 |
Pero no le podía dar mucho: tenía que desarmarla todita, venderla a poquitos, pintar la carrocería y mil cosas más. |
1374 |
De lejitos, Zavalita, con sonrisitas, con bromitas: a él sí le importaba, niño, con perdón. Ya era tardísimo. |
1375 |
Y al día siguiente el Chispas vino a buscar a Santiago a la quinta de los duendes poco después del mediodía. |
1376 |
Miró las mesas vacías del contorno, tosió y habló con pausas, eligiendo las palabras con una especie de recelo-. |
1377 |
El testamento, por ejemplo. Ha sido muy complicado, hubo que seguir un trámite largo para hacerlo efectivo. |
1378 |
La idea del viejo no era dejarme a mí todos los negocios ni mucho menos. Sólo evitar las complicaciones. |
1379 |
Íbamos a hacer todos los traspasos y al mismo tiempo a dejar bien arreglado lo de tus derechos y los de la Teté. |
1380 |
No la casa ni el departamento de Ancón. Además, comprenderás que el traspaso es más bien una ficción. |
1381 |
Yo le he comprado las acciones que le hubieran correspondido en el laboratorio, en las otras firmas. |
1382 |
De eso tenemos que hablar. Yo he pensado que podemos llegar a un acuerdo como el que hicimos con la Teté. |
1383 |
No me corresponde ninguna parte, y si me corresponde no me da la gana de recibir un centavo del viejo. |
1384 |
Lo he discutido con la Teté y con la mamá y están de acuerdo. Vamos a poner a tu nombre el departamento de Ancón. |
1385 |
Santiago se echó a reír y dio una palmada en la mesa. Un mozo vino a preguntar qué querían, ah disculpe. |
1386 |
No hemos pasado la vida peleando y ahora nos llevamos bien ¿no es cierto, Chispas? Bueno, sigamos así. |
1387 |
Si no se lo hubieras contado a Ana te habrías ahorrado muchas peleas, piensa. Cien, Zavalita, doscientas. |
1388 |
Sí, se había escogido la peor hora. Estaban sonando las sirenas y una tumultuosa marea humana cubría la avenida. |
1389 |
El taxi avanzaba despacio, sorteando siluetas, muchas caras se pegaban a las ventanillas y la miraban. |
1390 |
A ratos y a lo lejos, los árboles de las chacras que la avenida escindía: es aquí: El taxi paró y ella bajó. |
1391 |
Cuando empujaba la pequeña puerta empotrada en el descolorido muro rosado, escuchó el motor del taxi alejándose. |
1392 |
No había nadie en el jardín. En el sillón de cuero del pasillo encontró a Robertito, limpiándose las uñas. |
1393 |
La señora te está esperando. Ni siquiera cómo te sientes o ya estás bien, pensó Queta, ni siquiera la mano. |
1394 |
La señora Ivonne leía el papel con atención y mucho esfuerzo, manteniéndolo casi pegado a sus ojitos fruncidos. |
1395 |
Tienes que reponerte, tienen que volverte los colores a la cara. Por lo pronto, quítate la ropa que llevas puesta. |
1396 |
Él se echó a reír, entró y cerró la puerta: entonces se quedaba, Quetita, él siempre iba contra la corriente. |
1397 |
Contigo se ha portado bien, tú ya sabes que a las que las queman tan feo como a ti no las recibe más. |
1398 |
Ah, qué rica el agua caliente. Robertito se aproximó, secó el canto de la tina con la toalla y se sentó. |
1399 |
Queta abrió los ojos y se enderezó en la tina: Robertito se limpiaba unas gotas que habían salpicado su pantalón. |
1400 |
Le dije a la señora es por gusto, se va a llevar un chasco y no me hizo caso. Pensando siempre en su negocio ella. |
1401 |
Pero nos trató como a dos pordioseros y nos botó. Tu ex, Quetita, el ex de tu ex. Qué perrito había sido. |
1402 |
La señora le habló de ella, nos dio mucha pena lo que le pasó a la pobre, ya se habrá enterado. Y él ni se inmutó. |
1403 |
A mí no tanta, dijo, yo sabía que la loca terminaría mal. Y entonces nos preguntó por ti, Quetita. Sí, sí. |
1404 |
Que si ibas a sablearlo, para eso tenía los daneses: Con esas palabras, Quetita, pregúntale a la señora y verás. |
1405 |
Pero no, ni les hables de él. Se vino tan descompuesta, con lo mal que la trató, que no quiere ni oír su nombre. |
1406 |
Y ahí mismo nos dijo ya conocen la salida, no quiero verles más las caras por acá. Con esas palabras, te juro. |
1407 |
Yo siempre a tus órdenes, Quetita. Sobre todo ahora, que estás más simpática. Ya no tienes los humos de antes. |
1408 |
Queta se levantó, salió de la tina y avanzó en puntas de pie, regando gotas sobre las losetas desportilladas. |
1409 |
Los cuatrocientos soles de Itipaya se habían esfumado en el viaje y los tres primeros días en Lima no probó bocado. |
1410 |
Había tenido que inventarle una mentira: se me perdieron. Ah, entonces nones, sin papeles no hay trabajo. |
1411 |
Había estado yendo y viniendo por los polvorientos pasadizos de la barriada sin reconocer ninguna cara. |
1412 |
Raimundo el de los Casandulfes piensa que Fabián Minguela pasea por la vida las nueve señales del hijoputa. |
1413 |
Loliña murió de una manera tonta, pisada por un buey espantado que la aplastó contra la puerta de la corte. |
1414 |
La parva de Martiñá no sabe nadar y es muy chistoso verla darse solagos mientras culea al compás del baile. |
1415 |
A Afouto lo mató uno que ya está muerto y bien muerto, eso lo sabe usted mejor que yo y no lo digo por nada. |
1416 |
El recuerdo de Lázaro Codesal no se borró aún de las cabezas. Ádega no es la única que sabe las historias. |
1417 |
Es lástima no ser rico para hacer cosas, ver mundo, regalar sortijas a las mujeres, comprar higueras. |
1418 |
Chufreteiro es el sexto Gamuzo, se llama Matías y sabe algo de cartomancia y también hacer juegos malabares. |
1419 |
Paxarolo tiene una relojería en Chantada, bueno, su señora, ése se fue más lejos pero se colocó bien. |
1420 |
Cabuxa Tola me dijo que es por lo menos tan grande como toda la provincia de Orense o, a lo mejor, más aún. |
1421 |
Fabián Minguela, Moucho, anda siempre afilando y sacándole brillo a la navaja, un día se la van a hacer comer. |
1422 |
La segunda señal del hijoputa es la frente buida, ¿ves la de Fabián Minguela?, bueno, pues una cosa así. |
1423 |
Yo voy vieja pero todavía me sale regular, ya verá. Ádega aún toca el acordeón con fundamento y buen estilo. |
1424 |
Raimundo, cuando va a visitar a nuestra prima la señorita Ramona, le lleva siempre una camelia blanca de regalo. |
1425 |
El guacamayo es azul, blanco y rojo, como la bandera francesa, con algunas plumas verdes y amarillas. |
1426 |
El mono se masturba y tose, la tortuga se pasa la vida durmiendo y los cisnes navegan su hastío con elegancia. |
1427 |
Cada día que pasa estamos todos un poco más lejos, y también un poco más hartos, de nosotros mismos. |
1428 |
Benicia tiene los ojos azules y es mandona y atravesada en la cama, jode con mucha sabiduría y despotismo. |
1429 |
No tiene luz, es cierto, pero tampoco la necesita; a los ciegos les es igual tener luz que no tenerla. |
1430 |
Hay parvos con suerte y parvos en desgracia, esto pasa desde que el mundo es mundo y pasará siempre. |
1431 |
Toma, toma, que todo lo ha de borrar el viento. A la parva de Martiñá suele escorrentarla el sacristán a pedradas. |
1432 |
Muertos no hubo, pero se rompieron muchos huesos y muchas cabezas y se abollaron no pocos ánimos y voluntades. |
1433 |
Don Benigno pensó siempre que la mujer es la más puta y desleal de todas las hembras, incluida la culebra. |
1434 |
Alcánceme la pata de palo, por favor, está en el perchero, que quiero coger un poco de tabaco. Gracias. |
1435 |
Estamos en la mitad de todo, el principio es la mitad de todo, y nadie sabe lo que falta para el fin. |
1436 |
Marcos Albite tiene cara de estar muy harto, el aburrimiento harta a cualquiera y la desgracia también. |
1437 |
Moncho Preguizas gastaba ya pata de palo, ingenio que, si es de buen material y está bien calibrado, ni se nota. |
1438 |
Los caballos del Xurés lucen bigotes, todos los caballos del monte son bigotudos y tienen mucho genio y voluntad. |
1439 |
Y además, esta noche he de visitar a Rosicler, le he de llevar chocolatinas para que engorde un poco. |
1440 |
Según dicen Rosicler tiene más de un apaño, lo lleva todo con mucha discreción, aquí no hay por qué pregonar nada. |
1441 |
Lázaro Codesal rodaba la honda y, ¡zas!, la palomilla del telégrafo salía por el aire en cien pedazos. |
1442 |
Lázaro Codesal volteaba la honda y, ¡zas!, el gato negro salía cagando centellas y con la cabeza partida en dos. |
1443 |
Y el otro no se apartó y, claro es, lo devolvieron a su casa deslomado y atado y más corrido que una mona. |
1444 |
Luisiño Bocelo, Parrulo, era un capón manso y obediente que valía para descargar en él el mal humor. |
1445 |
Tía Jesusa y tía Emilita gastan su tiempo en rezar, en murmurar y en orinar, las dos tienen incontinencia de orina. |
1446 |
Cleto se pasa el día tocando el bombo y los platillos para molestarnos, nada más que para molestarnos. |
1447 |
Mis tíos viven los tres en la misma casa, ellas abajo, que es más húmedo, y él arriba, que es más seco. |
1448 |
En las orillas del Sar está en castellano y Follas novas en gallego, los dos muy hermosos e inspirados. |
1449 |
En las orillas del Sar lo publicó poco antes de su muerte, Rosalía no duró mucho, no llegó a los cincuenta años. |
1450 |
El gato de la taberna de Rauco no se llama de ninguna manera, la patrona le dice michino y él ya entiende. |
1451 |
La sexta señal del hijoputa es el mirar huido, Fabián Minguela no mira por derecho ni en la oscuridad. |
1452 |
Tía Jesusa y tía Emilita no le dirigen la palabra al hermano más que para preguntarle si cumplió con el precepto. |
1453 |
Tía Jesusa y tía Emilita meriendan cascarilla con bollito maimón, que es barato pero de muy fino paladar. |
1454 |
A la señorita Ramona, por aquellos años, siempre le llamaban Monchiña, ahora no se lo llaman más que a veces. |
1455 |
La verdad es que los padres de Pepiño, como lo veían medio lelo, no le hicieron nunca demasiado caso. |
1456 |
Cuando a Pepiño Xurelo se le fue la señora y recobró su libertad, un aura de beatitud le iluminó el semblante. |
1457 |
Cuando a Raimundo el de los Casandulfes se le quitaron del todo las ladillas, la señorita Ramona respiró. |
1458 |
Ádega se sabe bien sabida la historia de los Guxindes, hay quien les dice Moranes, que es casi lo mismo. |
1459 |
A los familiares de Piñor los barrió la escoba del tiempo, que no se harta jamás de cosechar difuntos. |
1460 |
A lo mejor el orvallo es Dios que quiere vigilar a los hombres de cerca, pero esto no lo sabe nadie. |
1461 |
Los moros de la cabila de Tafersit son medio maricones, bueno, son también maricones, a ellos les da lo mismo. |
1462 |
Gorecho Tundas va por el monte arriba con un ataúd a los lomos, una damajuana de petróleo y un saco de virutas. |
1463 |
Los ánimos andaban soliviantados y la gente reñía a gritos y a palos, también a tiros, con la gente. |
1464 |
El día en que a Afouto no se le encendió la estrellita, el demonio aprovechó para matarlo a traición. |
1465 |
Por estos montes no se puede matar de balde, por aquí el que mata, muere, a veces tarda un poco, pero muere. |
1466 |
A Tanis Gamuzo le llaman Perello porque discurre muy deprisa, parece una bicicleta, lo mismo el bien que el mal. |
1467 |
Rosa Roucón es la mujer de Tanis Gamuzo y le da al anís, se pasa el día chupando anís de una cantimplora. |
1468 |
Sus hijos andan sucios y con las botas rotas, son cinco y todos van a su ser y sin mayores cuidados de nadie. |
1469 |
Mis primas Georgina y Adela siempre fueron muy aficionadas a los pecados, la vida es corta y hay que aprovechar. |
1470 |
Don Mariano, cuando comía bien, era capaz de estarse tirando regüeldos y pedos durante seis horas o más. |
1471 |
Los mejores chorizos del mundo (bueno, es un decir, a lo mejor también hay otros de calidad) son los de Ádega. |
1472 |
Benicia no sabe ni leer ni escribir, ni falta que le hace; Benicia es alegre y va repartiendo vida por donde pasa. |
1473 |
El clérigo Furelo es pescador y trata a Benicia con mucha cortesía, los pescadores suelen ser correctos. |
1474 |
La madre de Roquiño Borrén supone que los parvos tienen más de croios del monte que de personas y aun de bestias. |
1475 |
Eutelo se reportó porque don Servando era diputado provincial, Eutelo sabía medir bien las distancias. |
1476 |
El cabo Doroteo, además de recitar poesías, toca el arpa, los valses son las piezas que mejor se le dan. |
1477 |
Moncho Preguizas es muy mentiroso, los cojos suelen ser muy troleros, los hay que no, pero ésa es la regla general. |
1478 |
El personal del acompañamiento hablaba del Celta de Vigo y de lo buena y apetitosa que estaba la viuda. |
1479 |
Moncho Preguizas quedó cojo en tierra de moros, de Melilla volvió con una pata de palo y muerto de risa. |
1480 |
Tío Cleto, como se aburre como una ostra, se pasa el día vomitando en la bacinilla o detrás de la cómoda. |
1481 |
Atendamos al gran negocio de la salvación del alma y demos de lado a las pompas y vanidades de este bajo mundo. |
1482 |
Doña Rita se propuso que don Rosendo no se le escapara vivo y lo consiguió, el que la sigue la mata. |
1483 |
Don Rosendo le dijo que sí, que claro, no faltaría más, cobró el millón de pesos y se fue a vivir con la viuda. |
1484 |
En San Roquiño también se vende el elixir de la larga vida y el jarabe de las malmaridadas, a real el trago. |
1485 |
Catuxa trajo dos vasos de vino, uno para Marcos Albite y otro para mí, el mío daba gusto verlo de limpio. |
1486 |
Angustias abrió el sobre, toda nerviosa, dentro venía un papelito escrito con letra redondilla: Vete a la mierda. |
1487 |
Medardo Congos había heredado de su padre, que fue torrero de faro, una jaula con una gaviota disecada dentro. |
1488 |
Si encontrase chocolatinas, es ya algo tarde, se las llevaría a Rosicler para que engordase un poco. |
1489 |
Robín Lebozán mira por la ventana, los maíces están mojados y por el camino sube un mozo en bicicleta. |
1490 |
Por primera vez es derrotada nuestra selección de fútbol en territorio nacional: España 4-Austria 5. |
1491 |
Es difícil que alguien pueda tener las nueve señales del hijoputa, siempre han de faltar un par de ellas. |
1492 |
Raimundo le dice a nuestra prima Ramona que anda preocupado porque las cosas están tomando mal cariz. |
1493 |
Cuando le pregunté si se confesaba o no, se echó a llorar, lo tuve un rato de rodillas para que escarmentara. |
1494 |
La madre de Mariquiña se sintió muy feliz y por más que preguntó, no supo de dónde saliera aquel caudal. |
1495 |
Micifú era bajo de estatura pero muy pinche y apuesto, si no llevaba nadie al lado hasta parecía alto. |
1496 |
En la taberna de Rauco la gente bebe el vino en silencio, es muy amargo ver que nadie se fía de nadie. |
1497 |
Por detrás de los ojos, o sea por dentro de la cabeza, me voló como un ramalazo triste y poco resignado. |
1498 |
Lódola es como un suspirito, Lódola prefiere los soldados porque adivina que encierran menos veneno. |
1499 |
Fabián Minguela gasta el pelo ralo; a la luz de la luna, el muerto que mató a Afouto es como un muerto. |
1500 |
Fabián Minguela mira siempre para otro lado, como los sapos de San Modesto que son tres pero parecen ciento. |
1501 |
La mazurca Ma petite Marianne tiene unos compases muy pegadizos, muy bonitos, no se cansa uno de oírla. |
1502 |
Tío Cleto se pasa el día vomitando, al lado de la mecedora tiene un balde para vomitar con mayor comodidad y aseo. |
1503 |
Raimundo el de los Casandulfes está deseando que se le acabe el permiso, la verdad es que ya no le falta mucho. |
1504 |
Tanis Gamuzo cría mastines loberos, a Kaiser lo tuvo que rematar porque el lobo se lo dejó malherido en una pelea. |
1505 |
Y si ellas se muriesen también, quedaba yo, te lo juro, que Dios me perdone, no te lo digo para presumir. |
1506 |
A Moncho Preguizas le podaron una pata en tierra de moros, la verdad es que en todas partes cuecen habas. |
1507 |
Mamerto Paixón no fue a la guerra pero inventó una máquina voladora y a poco más se escoña definitivamente. |
1508 |
Una mañana sor Catalina se presentó con un cepillo de los dientes en la mano y habló a la zurrada tropa. |
1509 |
Sor Catalina tomó cartas en el asunto y defendió al artillero Camilo, a ella no le tocaban a su tropa. |
1510 |
La señorita Ramona está sentada en su mecedora y sonríe en silencio mientras poco a poco se va subiendo la falda. |
1511 |
Don Venancio era aficionado a la música y tocaba el arpa con buen pulso, él escribía harpa, con hache. |
1512 |
A Gaudencio le gusta escuchar la voz de Nunciña, es muy dulce y armoniosa, y palparle con mucha suavidad el culo. |
1513 |
Cuando se hace un silencio los españoles dicen que pasa un ángel y los ingleses que ha nacido un pobre. |
1514 |
Debajo de un carballo cumplido una roseira golpea con el rosario a un mozo inocente para que vomite el demonio. |
1515 |
Raimundo el de los Casandufes se aburre, todo lo ve un poco extraño y artificial y, claro es, se aburre. |
1516 |
Cuando vuelven a sentarse, bueno, todos no porque faltan sillas, casi todos, don Camilo mira para Robín Lebozán. |
1517 |
Don Camilo, siempre en silencio, mira para Tanis Perello y éste se levanta, se destoca y se santigua. |
1518 |
Rosicler, cuando descubrió que los monos tenían el pipí como los hombres sólo que en pequeño, se puso muy contenta. |
1519 |
El cuervo Moncho silba ya algunos compases de la mazurca del ciego Gaudencio, todavía le falta para saberla entera. |
1520 |
Raimundo el de los Casandulfes no acaba de levantar cabeza, sigue taciturno y huraño, le salva su buena educación. |
1521 |
Raimundo el de los Casandulfes camina las trochas heridas, las anda con mucha tristeza y recogimiento. |
1522 |
Iban las mujeres elegantísimas con grandes pamelas con flores y pájaros y la falda hasta el tobillo. |
1523 |
Tanis Gamuzo se aparta y Sultán y Morito le dan las mordeduras bastantes, las dentelladas precisas, ni una más. |
1524 |
Algo había cambiado en ella que me impidió reconocerla a primera vista. Tenía cuarenta y cinco años. |
1525 |
Sumando sus once partos, había pasado casi diez años encinta y por lo menos otros tantos amamantando a sus hijos. |
1526 |
Traté de hacer un préstamo, pero el gerente me recordó que mi deuda original ascendía a más de cincuenta pesos. |
1527 |
Empezaba como siempre, cuando menos se esperaba, y con una voz sedante que no había de alterarse ante nada. |
1528 |
El violín lo tocaba sólo en fiestas y serenatas. Si dejó sus estudios fue porque no tenía ni con qué comer. |
1529 |
Pero en menos de un mes aprendió telegrafía, que entonces era una profesión muy buena, sobre todo en Aracataca. |
1530 |
Pero la mala situación se te nota de lejos. Cómo será, que cuando te vi en la librería no te reconocí. |
1531 |
Poco después se durmió a fondo. Una brisa tenue espantó los zancudos y saturó el aire nuevo con un olor de flores. |
1532 |
Mientras se afeitaba, seguía conversando con un hombre que todavía hoy podría reconocer a primera vista. |
1533 |
Iban a ser las siete cuando atracamos en un pantano pestilente a poca distancia de la población de Ciénaga. |
1534 |
Tuve la suerte de que un comensal impertinente, intrigado con la vehemencia del diálogo, quiso conocer mis razones. |
1535 |
En comparación con lo que fue en otro tiempo, no sólo aquel vagón sino todo el tren era un fantasma de sí mismo. |
1536 |
No tuve que interrumpir la lectura para saber que habíamos entrado en el reino hermético de la zona bananera. |
1537 |
Mi madre se creía curada de espantos, pues una vez muertos sus padres había cortado todo vínculo con Aracataca. |
1538 |
Más tarde, cuando empecé a leer a Faulkner, también los pueblos de sus novelas me parecían iguales a los nuestros. |
1539 |
Yo los recordaba todos con la iglesia en la plaza y las casitas de cuentos de hadas pintadas de colores primarios. |
1540 |
Hablaba sin mirarme, fingiendo interesarse menos en nuestro diálogo que en la vida que pasaba por la ventanilla. |
1541 |
Por un instante, la imagen total del pueblo en el luminoso domingo de febrero resplandeció en la ventanilla. |
1542 |
Un silencio material que hubiera podido identificar con los ojos vendados entre los otros silencios del mundo. |
1543 |
Pero no: pasó en otro mundo. Todavía hoy me pregunto si Vita no había muerto mucho antes de aquel día. |
1544 |
Nunca antes había disparado, pero el tiro dio en el blanco a través de la puerta. Fue el primer muerto que vi. |
1545 |
A su lado, en el suelo, encontraron la ganzúa artesanal con que había tratado de forzar la cerradura. |
1546 |
Los notables del pueblo acudieron a la casa de María Consuegra a darle el pésame por haber matado al ladrón. |
1547 |
Sin embargo, cuando estábamos a sólo una cuadra, mi madre se detuvo de pronto y dobló por la esquina anterior. |
1548 |
Así supe también la razón de mi náusea: era miedo, y no sólo de enfrentarme a mis fantasmas, sino miedo de todo. |
1549 |
De manera que seguimos por una calle paralela para hacer un rodeo cuyo único motivo era no pasar por nuestra casa. |
1550 |
Desde su llegada se acreditó por su ojo clínico -como se decía entonces- y por las buenas maneras de su alma. |
1551 |
Quizás no habían sido tantos, dijo él, pero cada quien aumentaba la cifra de acuerdo con su propio dolor. |
1552 |
Nos invitó a almorzar y no había inconveniente, pues el negocio de la casa sólo necesitaba formalizarse. |
1553 |
Cuando era niño, en situaciones difíciles, trataba de disimular mi ofuscación con un parpadeo rápido y continuo. |
1554 |
Aquel reflejo incontrolable me volvió de pronto cuando el doctor me miró. El calor se había vuelto insoportable. |
1555 |
De pronto, al cabo de una larga pausa y por cualquier referencia banal, me miró con una sonrisa de abuelo. |
1556 |
Ya más seguro, le conté el proyecto y hasta le anticipé el nombre: Crónica. Él me escrutó de arriba abajo. |
1557 |
Y al cabo de otra reflexión, concluyó-: Pero no te preocupes, ya encontraré una buena manera de decírselo. |
1558 |
Al cabo de una larga conversación de sordos, lo único que se sacó en claro fue que no había ningún acuerdo. |
1559 |
Allí se recibieron algunos personajes de nota, sobre todo políticos, desempleados públicos, veteranos de guerras. |
1560 |
Cuando tuvo a mi madre, la abuela anunció que sería su último parto, pues había cumplido cuarenta y dos años. |
1561 |
Fue el primer caso de la vida real que me revolvió los instintos de escritor y aún no he podido conjurarlo. |
1562 |
Nunca supe a ciencia cierta cuál fue. Herido en su honor, el abuelo lo desafió a muerte sin fecha fija. |
1563 |
Nunca supe a ciencia cierta cuál fue. Herido en su honor, el abuelo lo desafió a muerte sin fecha fija. |
1564 |
Una muestra ejemplar de la índole del coronel fue el tiempo que dejó pasar entre el desafío y el duelo. |
1565 |
Es una sentencia fiel al estilo liberal de la época pero no he podido conciliarla con el talante del abuelo. |
1566 |
Aracataca estaba muy lejos de ser el remanso con que soñaban después de la pesadilla de Medardo Pacheco. |
1567 |
El más antiguo que recordaba era la plaga de langosta que devastó los sembrados cuando aún era muy niña. |
1568 |
Su prosperidad atolondrada llevaba consigo un crecimiento demográfico y un desorden social desmadrados. |
1569 |
Éramos los forasteros de siempre, los advenedizos. Las matanzas no eran sólo por las reyertas de los sábados. |
1570 |
Una tarde cualquiera oímos gritos en la calle y vimos pasar un hombre sin cabeza montado en un burro. |
1571 |
Los veíamos como los usufructuarios únicos del poder político, y muchos de ellos se comportaban como si lo fueran. |
1572 |
Un forastero que bebía solo en el mostrador quiso obligar al niño a beberse un trago de ron en vez del agua. |
1573 |
Sin embargo, se distinguía por una respetabilidad reconocida aun por los jerarcas nativos de la compañía bananera. |
1574 |
El segundo le cayó en suerte por ser el día del apóstol Santiago, el Mayor, decapitado en Jerusalén. |
1575 |
Ella, sin más vueltas, lo dejó plantado en la sala a la mitad de la pieza. Pero mi padre lo entendió a su manera. |
1576 |
Sobre todo de él, que disfrutó a placer con su condición de víctima propiciatoria de los prejuicios sociales. |
1577 |
Ella misma, de obediente y sumisa que había sido, se enfrentó a sus opositores con una ferocidad de leona parida. |
1578 |
Era un venerable Smith amp; Wesson.38 largo, con quién sabe cuántos dueños anteriores y cuántos muertos a cuestas. |
1579 |
Cuando no quedó ni un resquicio para las cartas furtivas, los novios inventaron recursos de náufragos. |
1580 |
Ella la aprendió tan bien que en los descuidos de la tía lograba conversaciones íntimas con el novio. |
1581 |
Al cuarto día, incapaz de sobrevivir, amenazó a la madre con tirarse al precipicio si no volvían a casa. |
1582 |
El alivio les llegó a los once días. cuando divisaron desde la última cornisa la llanura radiante de Valledupar. |
1583 |
Para sacar verdades, Luisa Santiaga le dijo a su madre que le encantaría quedarse a vivir en Barrancas. |
1584 |
Alcanzó a insinuárselo a Gabriel Eligio, siempre que éste lograra su traslado a Riohacha, y él estuvo de acuerdo. |
1585 |
La familia supone que el ron no era para celebrar sino para reanimar con fricciones al recién nacido. |
1586 |
Durante la adolescencia, interno en un colegio helado de los Andes, despertaba llorando en medio de la noche. |
1587 |
Se atrincheraron en sus gustos, sus creencias, sus prejuicios, y cerraron filas contra todo lo que fuera distinto. |
1588 |
Los sitios restantes se ocupaban primero con los hombres y luego con las mujeres, pero siempre separados. |
1589 |
Su grito de las masitas heladas se volvió tan popular que fue motivo de una canción de acordeoneros. |
1590 |
El calor era insoportable en el cuarto lleno de humo por las ollas de agua hirviendo que llevaban de la cocina. |
1591 |
Por el contrario, las mujeres de la familia me condujeron siempre por el rumbo árido de la castidad. |
1592 |
De inmediato quise ser igual a él, y no estuve contento hasta que la tía Mama aprendió a peinarme como él. |
1593 |
Asustada, levantó las manos, pero el grito se le quedó en la garganta cuando reconoció la letra del sobre. |
1594 |
También su modo de vestir era distinto, con pollerines y corpiños de hilo inmaculado y babuchas de pana. |
1595 |
Al contrario del purismo castizo de la abuela, la lengua de Mama era la más suelta de la jerga popular. |
1596 |
No la disimulaba ante nadie ni en circunstancia alguna, y a cada quien le cantaba las verdades en su cara. |
1597 |
Fue ella quien se ocupó de Sara Emilia hasta que ésta se mudó sola al cuarto de los cuadernos de Calleja. |
1598 |
Mi último recuerdo de su esposa Wenefrida fue el de una noche de grandes lluvias en que la exorcizó una hechicera. |
1599 |
La mujer lo atrapó en el aire con un zarpazo maestro y lo envolvió en un trapo negro que llevaba preparado. |
1600 |
Ordenó encender una hoguera en el traspatio, y sin ninguna ceremonia arrojó el pájaro entre las llamas. |
1601 |
Nunca pude concebir a los abuelos a una edad distinta de la que tenían en mis recuerdos de esa época. |
1602 |
Teníamos una especie de código secreto mediante el cual nos comunicábamos ambos con un universo invisible. |
1603 |
El coronel tenía algunas tierras dispersas que fueron ocupadas por colonos cachacos y él se negó a expulsarlos. |
1604 |
Sólo con él desaparecía la zozobra y me sentía con los pies sobre la tierra y bien establecido en la vida real. |
1605 |
No murió por milagro una mañana en que trató de coger el loro cegato que se había trepado hasta los toneles. |
1606 |
No sólo perdió el ojo derecho, sino que mi abuela no permitió que comprara el caballo habitado por el diablo. |
1607 |
Nada le llamaba la atención, salvo la campana del reloj, que a cada hora buscaba con sus grandes ojos de alucinada. |
1608 |
No lograron que comiera en varios días. Rechazaba la comida sin dramatismo y a veces la tiraba en los rincones. |
1609 |
Mi primer paso en la vida real fue el descubrimiento del futbol en medio de la calle o en algunas huertas vecinas. |
1610 |
Eran apariciones instantáneas de un mundo remoto e inverosímil que nos estaba vedado a los mortales. |
1611 |
Me cambió la vida. Empezaron a tratarme como a un adulto, y el sacristán mayor me enseñó a ayudar la misa. |
1612 |
Margot, que apenas se acordaba de papá, le tenía terror. Yo también, pero conmigo fue siempre más cauteloso. |
1613 |
El bajó el brazo, y empezó a ponerse el cinturón mientras me recriminaba entre dientes por lo que había hecho. |
1614 |
Mi terror y admiración por aquel acto de independencia de mi hermano me quedaron vivos para siempre en la memoria. |
1615 |
Sin embargo, hoy me intriga que su rebeldía no se manifestaba en las raras épocas en que papá no estuvo en la casa. |
1616 |
A cualquier hora del día el abuelo me llevaba de compras al comisariato suculento de la compañía bananera. |
1617 |
El saludaba a sus amigos en los balcones y yo anhelaba los juguetes de los cacharreros expuestos en los andenes. |
1618 |
Una noche lo vi tan desvalido que me asaltó el presagio de que iba a morirse muy pronto, y sentí lástima por él. |
1619 |
Pero con el tiempo llegó a pensar tanto las jugadas que terminé queriendo de todo corazón que se muriera. |
1620 |
Por esa época el abuelo colgó en el comedor el cuadro del Libertador Simón Bolívar en cámara ardiente. |
1621 |
Desde entonces, y por muchos años, me quedó la idea de que a Bolívar lo habían encontrado muerto en la playa. |
1622 |
Nunca pude entender por qué me estremeció la clarividencia de que no debía contárselo a nadie. Hasta el sol de hoy. |
1623 |
El que más me llamó la atención fue un rumiante maltrecho y desolado con una expresión de madre espantosa. |
1624 |
Puedo imaginarme ahora cómo debió sentirse el abuelo porque alguien lo hubiera corregido en presencia del nieto. |
1625 |
Aquella tarde del circo volvió abatido a la oficina y consultó el diccionario con una atención infantil. |
1626 |
Pero inútil pues las maestras nos dijeron al final que el piano estaba fuera de servicio y no sabrían hasta cuándo. |
1627 |
Mi hermana Margot debió ser muy infeliz en aquella escuela, aunque no recuerdo que alguna vez lo haya dicho. |
1628 |
No me parecía lógico que la letra m se llamara eme, y sin embargo con la vocal siguiente no se dijera emea sino ma. |
1629 |
Por fin, cuando llegué al Montessori la maestra no me enseñó los nombres sino los sonidos de las consonantes. |
1630 |
Necesité muchos años para tomar conciencia de lo que significaba para mí aquella muerte inconcebible. |
1631 |
Y me apresuré a ser más amable-: Mejor dicho, estoy pensando lo que voy a escribir cuando llegue a la oficina. |
1632 |
Me gustaba decirlo, unas veces en broma y otras en serio, pero nunca con tanta convicción como aquel día. |
1633 |
Ni siquiera lo pensó, pues tampoco él era capaz de aceptar una idea sin haberla reducido a su tamaño justo. |
1634 |
Con el calor era distinto. Tengo la suerte congénita de poder ignorarlo hasta los treinta grados a la sombra. |
1635 |
Muy rubio, de piel cuarteada por la intemperie, los ojos de un azul misterioso y una cálida voz de armonio. |
1636 |
Éramos conscientes de que fuera de nuestro ámbito teníamos una imagen de prepotentes, narcisistas y anárquicos. |
1637 |
Eran memorables las veladas en su casa con los escritores y artistas famosos que pasaban por la ciudad. |
1638 |
Si el interés nos atrapaba, los cuatro emprendíamos una peregrinación literaria sin freno ni medida. |
1639 |
Lo único que obtuvo fueron varias cartas de lectores indignados por jugarles sucio a los pobres rateros. |
1640 |
No recuerdo alguien más disparatero, con su mirada lunática, su barba de chivo y su bondad de huérfano. |
1641 |
Algunas pajaritas nocturnas esperaban noches enteras la clientela siempre incierta de los buques fluviales. |
1642 |
La mesa quedó como una reliquia histórica que los meseros les mostraban a los turistas sin permiso para ocuparla. |
1643 |
Las relaciones de don Ramón con Alfonso, en cambio, se fundaban en problemas literarios y políticos más difíciles. |
1644 |
Se guardó los seis pesos en la cartera con un gesto reticente como si fuera dinero mal habido por él. |
1645 |
No supe qué decir, sumergido en un silencio que soporté como un pozo de plomo en la algarabía del salón. |
1646 |
Por fortuna, aquel día en el Japy fue don Ramón quien tomó la iniciativa de preguntarme cómo iban mis lecturas. |
1647 |
Cuando acabó de tomarse la primera Coca-Cola, torció el pitillo como un destornillador y ordenó la segunda. |
1648 |
Por fin me preguntó qué era la carpeta misteriosa a la cual me aferraba como a una tabla de náufrago. |
1649 |
Cuando terminó dos tiras completas las volvió a plegar en silencio con un arte medieval, y cerró la carpeta. |
1650 |
No me asusté, porque ya había oído la frase dos veces anteriores. Sin embargo, la tercera fue la vencida. |
1651 |
Elvira Carrillo, que tampoco conoció varón por voluntad propia, se quedó sola en la soledad inmensa de la casa. |
1652 |
Por el contrario, su hermano gemelo, Esteban Carrillo, se mantuvo lúcido y dinámico hasta muy viejo. |
1653 |
Para entonces Papalelo había muerto, y le conté el recuerdo al tío Esteban porque me pareció divertido. |
1654 |
Debió ser en alguna visita que hizo a Aracataca después del nacimiento de Aída Rosa, mi segunda hermana. |
1655 |
Creo que fue una casa feliz. Allí tuvieron una farmacia, y más adelante abrieron otra en el centro comercial. |
1656 |
En esa misma época mis padres me causaron un percance emocional que me dejó una cicatriz difícil de borrar. |
1657 |
Luis Enrique y yo, que siempre tuvimos razones ocultas para temer, nos escondimos debajo de las camas. |
1658 |
Aida huyó a la casa vecina y Margot contrajo una fiebre súbita que la mantuvo en delirio por tres días. |
1659 |
La habíamos sorprendido olfateando las ropas de papá pieza por pieza antes de echarlas en el canasto de lavar. |
1660 |
Barranquilla era entonces una adelantada del progreso civil, el liberalismo manso y la convivencia política. |
1661 |
Acostumbrados a ser dueños y señores de nosotros mismos, nos costó mucho trabajo adaptarnos a un régimen ajeno. |
1662 |
Así fue, pues mientras estudiábamos lejos de casa cualquier momento era ideal para encontrar diez pesos. |
1663 |
No había ningún precedente familiar ni se repitió hasta hoy, pero sigue siendo la única explicación posible. |
1664 |
Ganó el primer premio, que habría alcanzado para pagar tres meses del alquiler de la casa: cien pesos. |
1665 |
En menos de dos meses terminamos de armar la farmacia y conseguimos y amueblamos la residencia de la familia. |
1666 |
La primera era una esquina muy concurrida en el puro centro comercial y a sólo cuatro cuadras del paseo Bolívar. |
1667 |
Apenas se pudo establecer que era una mujer menor de treinta años, de cabello negro y rasgos atractivos. |
1668 |
Un día hizo sus alforjas y se fue a buscar las fortunas yacentes en los pueblos menos pensados del río Magdalena. |
1669 |
El médico de la escuela me diagnosticó paludismo, amigdalitis y bilis negra por el abuso de lecturas mal dirigidas. |
1670 |
No traté de aliviar la alarma de nadie. Al contrario, exageraba mi condición de minusválido para eludir deberes. |
1671 |
Dos de ellos, La isla del tesoro y El conde de Montecristo, fueron mi droga feliz en aquellos años pedregosos. |
1672 |
Aquella escuela providencial me dejó además recuerdos históricos de una ciudad y una época irrecuperables. |
1673 |
Era la única casa en la cúspide de una colina verde, desde cuya terraza se divisaban los dos extremos del mundo. |
1674 |
El avión primitivo se lo habían regalado en México, y lo llevó en solitario de punta a punta de la América Central. |
1675 |
En las noches, cuando no había más refugio que la casa, mi madre nos reunía para leernos las cartas de papá. |
1676 |
Fue en aquellos meses cuando entendí en la vida real una de las palabras más usadas por mis abuelos: la pobreza. |
1677 |
Yo la interpretaba como la situación que vivíamos en su casa desde que empezó a desmantelarse la compañía bananera. |
1678 |
Se quejaban de ella a todas horas. Ya no eran dos y hasta tres turnos en la mesa, como antes, sino un turno único. |
1679 |
Un amigo de mi papá a quien nunca conocimos me consiguió un empleo de vacaciones en una imprenta cercana a la casa. |
1680 |
En el ocio de los domingos aprendí a dibujarlos de memoria y continuaba por mi cuenta los episodios de la semana. |
1681 |
Logré entusiasmar con ellos a algunos adultos de la cuadra y llegué a venderlos hasta por dos centavos. |
1682 |
Me pareció bien, porque los volantes eran preciosos, con fotos de los actores a todo color y en papel satinado. |
1683 |
Otro recurso salvador fue la cuota de consuelo que durante los meses más ásperos nos mandó tío Juanito. |
1684 |
Nunca le dejé saber, en cambio, cuánto envidiaba su audacia y cuánto sufría con las cuerizas que le aplicaba papá. |
1685 |
Tanto, que aborrecí las monedas de a veinte centavos que me pagaban por la dignidad con que me los tomaba. |
1686 |
Me advirtió que el secreto debía quedar entre nosotros dos, y así fue, hasta este momento en que lo escribo. |
1687 |
Otro hallazgo afortunado fue un aprendiz que pintaba anuncios de películas para el cercano cine de las Quintas. |
1688 |
Bastaba con inscribirse en las oficinas de La Voz de la Patria y llegar al programa con media hora de anticipación. |
1689 |
Cada minuto sentía crecer dentro de mí las arañas del terror, y por fin entré con el corazón desbocado. |
1690 |
Completé con ellos el Cuarteto García para concursar en la hora de aficionados de la emisora Atlántico. |
1691 |
Le sucedía a menudo, pero mi madre no lo tomaba muy en serio porque alguna vez lo usó para ocultar sus perrerías. |
1692 |
Le explicamos que el sistema de radio no sólo distorsiona las voces sino que enmascara la personalidad. |
1693 |
Santo remedio. Mi padre conocía el poder de sus amenazas, y antes de una semana estaba de regreso en Barranquilla. |
1694 |
Luego proseguiríamos en lancha de motor por el río San Jorge y el caño idílico de la Mojana hasta nuestro destino. |
1695 |
Lo que más me alegró y olvidé menos fue que hasta los doce años se pagaba sólo la mitad de la tarifa ordinaria. |
1696 |
Sobre esa base, mi madre puso aparte el dinero del viaje, y se gastó hasta el último céntimo en desmontar la casa. |
1697 |
Alegaba que yo había anotado mal, pues los datos estaban impresos en una tablilla oficial que puso ante mis ojos. |
1698 |
Todo lo que a los niños nos había faltado o lo que habíamos añorado se nos puso de pronto al alcance de la mano. |
1699 |
En dos o tres semanas sabíamos quién vivía en cada casa, y nos comportábamos en ellas como conocidos de siempre. |
1700 |
Hoy tengo que admitir en honor de mi padre que una de las fallas de mi vida de escritor ha sido no hablar inglés. |
1701 |
Pero pronto me di cuenta de que estaban tan crudos y asustados como yo, ante las incertidumbres del porvenir. |
1702 |
Algunos compañeros le daban interpretaciones maliciosas al asedio pero no tuve motivos para pensarlo. |
1703 |
Un alivio en mis sobresaltos fue el nombramiento del pintor y escritor Héctor Rojas Herazo en la cátedra de dibujo. |
1704 |
El vicio de leer lo que me cayera en las manos ocupaba mi tiempo libre y casi todo el de las clases. |
1705 |
El otro era Enrique Scopell, hijo de un fotógrafo cubano legendario en la ciudad, y él mismo reportero gráfico. |
1706 |
Hasta donde era posible a mi edad, creo recordar que esa diferencia se notaba demasiado y nos ayudaba más. |
1707 |
El cielo era, sin más complicaciones teológicas, la presencia de Dios. El infierno, por supuesto, era lo contrario. |
1708 |
Abelardo, por su parte, resolvió su vida de otro modo, en un taller de un solo espacio dividido por un cancel. |
1709 |
Mi padre tuvo en aquellas vacaciones la rara idea de prepararme para los negocios. «Por si acaso», me advirtió. |
1710 |
Un día de ésos me mandó a cobrar varias de La Hora, un burdel sin prejuicios en las afueras del pueblo. |
1711 |
Después me levantó en vilo por los sobacos y me puso encima de ella al modo académico del misionero. |
1712 |
Me pareció una exageración por la edad de mi hermano, pero cuando me lo mostró me di cuenta de que era cierto. |
1713 |
No tenía un instante de sosiego por la desolación que me dejó en el cuerpo mi primera aventura casual. |
1714 |
Me llamó la atención que los curas me hablaban como si hubieran perdido la razón, y yo les seguía la corriente. |
1715 |
Me dispensaron de las materias difíciles y me obligaron a tener más actividad física de varias horas diarias. |
1716 |
Para mi hermano Abelardo, en cambio, no había problemas de la vida que no se resolvieran en la cama. |
1717 |
Trabajó en un banco hasta la edad de retiro, y lo que más me conmovió fue su pasión eterna por la lengua inglesa. |
1718 |
La verdad, sin embargo, era que por encima de su militancia contagiosa -como Neruda- era un romántico incorregible. |
1719 |
Así fue siempre en mis años del colegio San José, que me dieron la base retórica para soltar mis duendes. |
1720 |
Su marido, que era práctico de un buque en el río Magdalena, estaba en su viaje de oficio de doce días. |
1721 |
Fue sorprendente la fluidez de aquel amor secreto que ardió a fuego loco desde marzo hasta noviembre. |
1722 |
Así fue el tercer sábado de nuestros amores, cuando estábamos en la cama y se oyó el bramido lejano. |
1723 |
Estuve a punto de romper las reglas del juego por el zarpazo de los celos, y no de cualquier modo: quería matarlo. |
1724 |
Iba muy mal en el colegio y no quería saber nada de eso, pero Martina se hizo cargo de mi calvario escolar. |
1725 |
Me resolvía las tareas y me preparaba para la semana siguiente entre retozos de cama y regaños de madre. |
1726 |
Si los deberes no estaban bien y a tiempo me castigaba con la veda de un sábado por cada tres faltas. |
1727 |
Pero las gratitudes confidenciales se las llevaron los médicos por lo bien que me habían sanado de la locura. |
1728 |
Mis padres insistieron en que pasara las vacaciones con ellos en Sucre y que llevara conmigo a la abuela. |
1729 |
Al contrario, cuando le toqué el tema, me di cuenta de que ya estaba, como siempre, tres pasos delante de mí. |
1730 |
Lo mejor para ambos sería que te fueras a estudiar en otra parte ahora que estamos locos de amarrar. |
1731 |
Entonces aprendí que Martina era fácil de convencer cuando decía que sí pero nunca cuando decía que no. |
1732 |
Tanto ellos como los tres que nacieron después me trataron como a alguien que siempre llegaba para irse. |
1733 |
Los complací encantado, pero me excedí en los ataques al adversario por mi ignorancia de las reglas del juego. |
1734 |
El incidente se hizo público. El poeta anónimo, apenas conocido en la población, fue el héroe de la jornada. |
1735 |
Luis Enrique, que ya se perfilaba como el guitarrista inspirado que llegó a ser, me enseñó a tocar el tiple. |
1736 |
Aquel año se enriqueció el grupo con el ingreso de José Palencia, nieto de un terrateniente adinerado y pródigo. |
1737 |
Así que fuimos con Pedro León Rosales, el llamado sastre de los milagros, y me los compuso a mi tamaño. |
1738 |
Hoy me atrevo a decir que por lo único que quisiera volver a ser niño es para gozar otra vez de aquel viaje. |
1739 |
Durante todo el viaje uno despertaba al amanecer aturdido por la bullaranga de los micos y las cotorras. |
1740 |
Sus parlamentos tenían una condición melódica que le daba un fondo nuevo a mis lecturas de la madrugada. |
1741 |
En la escala final, Puerto Salgar, había que desembarcar a las cinco de la mañana vestidos para las tierras altas. |
1742 |
El tren de Puerto Salgar subía como gateando por las cornisas de rocas en las primeras cuatro horas. |
1743 |
Fue increíble. Lo había impresionado un bolero que cantábamos en las noches del buque y me pidió que se lo copiara. |
1744 |
Me sorprendió su buen oído y la lumbre de su voz cuando la cantó solo, justo y bien, desde la primera vez. |
1745 |
No pasó de ahí. Me dio las gracias en todos los tonos por el bolero y se despidió con un fuerte apretón de manos. |
1746 |
El libro era El doble. Estaba tan aturdido que no alcancé a darme cuenta de lo que acababa de pasarme. |
1747 |
Comprendí que era mi acudiente, aunque apenas me miró y pasó de largo, y no tuve la audacia de hacerle alguna seña. |
1748 |
Me explicaron que así era la primera vez y que poco a poco me iría acostumbrando a las rarezas del clima. |
1749 |
Los favorecidos conocerían los resultados una semana después, junto con los datos del colegio que les asignaran. |
1750 |
Era una fortuna para mí, pero creo que si la hubiera tenido la habría pagado por evitarme el terror del examen. |
1751 |
Un vistazo de pájaro sobre el cuestionario me bastó para darme cuenta de que estaba derrotado de antemano. |
1752 |
Creo que no había visto nunca un balón de futbol ni leído la reseña de un partido de cualquier cosa. |
1753 |
Tal vez fue eso lo que quisieron decir en el ministerio sobre la movilidad regional que patrocinaba el gobierno. |
1754 |
En el comedor funcionaba un sistema de mercado que permitía a cada quien arreglar la ración a su gusto. |
1755 |
Este ambiente sólo era posible por la clase de maestros que en general permitían una fácil relación personal. |
1756 |
Se llamaba Joaquín Giraldo Santa y fue el primer colombiano que obtuvo el título de doctor en matemáticas. |
1757 |
Para desdicha mía, y a pesar de mis grandes esfuerzos y los suyos, nunca logré integrarme a su clase. |
1758 |
La multiplicación me falló siempre porque nunca pude recordar los números que llevaba en la memoria. |
1759 |
Una aventura pavorosa se la debo a las obras completas de Freud, que habían llegado a la biblioteca. |
1760 |
El maestro Calderón nos pidió que le escribiéramos un cuento con tema libre en la clase de castellano. |
1761 |
Le pareció bien escrito y al menos con intención de algo original. Por primera vez me habló de la retórica. |
1762 |
Mis gritos no eran de pavor, sino voces de auxilio para que alguien me hiciera la caridad de despertarme. |
1763 |
Los buenos tiempos empezaron con Nostradamus y El hombre de la máscara de hierro, que complacieron a todos. |
1764 |
Bajaba de su refugio a las siete de la mañana para revisar nuestro aseo personal antes de entrar en el comedor. |
1765 |
Poco después de mi llegada tuve que escribir el discurso inaugural para algún acto oficial del liceo. |
1766 |
Había dormido mal la noche anterior, me puse la corbata del domingo y apenas si pude saborear el desayuno. |
1767 |
Luego se puso los lentes y me habló sin mirarme a los ojos con una voz pedregosa que me sacudió el corazón. |
1768 |
Pero el caso es que exuberante se escribe sin hache, y paradisiaco no lleva tilde. Me sentí humillado. |
1769 |
Se me crispó el corazón, porque era el mismo Atlas de mi abuelo, pero nuevo y brillante, y quizás sin usar. |
1770 |
Las fiestas sociales en Zipaquirá correspondían en general a la vocación y el modo de ser de cada quien. |
1771 |
Nunca supo el maestro, ni me atreví a decírselo, que el sueño de mi vida de aquellos años era ser como él. |
1772 |
Era el cachaco perfecto, de blazer de media noche, chaleco de raso, voz sinuosa y ademanes pausados. |
1773 |
Él me preguntó si había leído La experiencia literaria, un libro muy comentado de don Alfonso Reyes. |
1774 |
Devoré la mitad por debajo del pupitre en tres clases sucesivas, y el resto en los recreos del campo de futbol. |
1775 |
Allí lo visitaban los fines de semana sus amigos de Bogotá, en especial sus compañeros de Piedra y Cielo. |
1776 |
La actividad cultural aumentó con la creación de un centro literario y la publicación de un periódico. |
1777 |
Escribía, además, los que algunos internos me pedían para dárselos como suyos a sus novias dominicales. |
1778 |
Ninguno de ellos hizo carrera de escritor pero no se trataba de eso sino de probar las posibilidades de cada quien. |
1779 |
Discutíamos las obras de los otros, y llegábamos a irritarnos tanto como si fueran partidos de futbol. |
1780 |
Su curiosidad era legítima porque no le parecía verosímil que dedicáramos nuestras horas libres a la literatura. |
1781 |
La prensa no entraba en el liceo sino en casos muy especiales, porque no teníamos el hábito de pensar en ella. |
1782 |
Nos partimos en grupos de liberales y conservadores, y por primera vez supimos de qué lado estaba cada quien. |
1783 |
Allí nos soltó una arenga en el estilo circular de Catilina y regresamos en un orden perfecto a continuar el sueño. |
1784 |
Mi abuela lo admiraba, pero creo que le preocupaban sus coincidencias de entonces con los comunistas. |
1785 |
Había estudiado allí mismo las artes oratorias de Mussolini y algo tenía de su estilo teatral en la tribuna. |
1786 |
Para nosotros fue una decisión disparatada que nos hizo sentir al mismo tiempo humillados e importantes. |
1787 |
Apenas intenté sobreponerme a mi timidez despiadada, cuando ya él había expresado el que sin duda era su propósito. |
1788 |
Álvaro Ruiz Torres lo abrió a solicitud de la familia y comprobó que en efecto estaba húmedo por dentro. |
1789 |
Con ese ánimo me fui a las vacaciones del cuarto año, ansioso de ablandar a mis padres para no seguir estudiando. |
1790 |
La suerte les falló con un billete que mi madre compró a crédito para pagarlo con el mismo dinero del premio. |
1791 |
Vivían en un cuarto dividido por un cancel de cartón, con una puerta a la calle y otra hacia el cementerio. |
1792 |
Salí por el portón del cementerio a través de los fuegos fatuos y los ladridos de los perros necrófilos. |
1793 |
Era el sargento en persona, que me habría encontrado en su casa si me hubiera demorado cinco minutos más. |
1794 |
Entonces se detuvo para pedirme fuego. Se lo di, muy cerca de él, para proteger el fósforo del viento del amanecer. |
1795 |
No podía imaginarme lo que iba a hacer, pero pensé que si quería matarme lo habría hecho sin tantos rodeos. |
1796 |
Poco después apareció Nigromanta envuelta en una sábana y con ínfulas de fiesta, pero él la apuntó con el revólver. |
1797 |
El destapó entonces la segunda, se apoyó el cañón en la sien y me miró muy fijo con unos ojos helados. |
1798 |
Era la primera vez que tenía un revólver en la mano y me sorprendió que fuera tan pesado y caliente. |
1799 |
No se me ocurrió dispararle, sino que le devolví el revólver sin darme cuenta de que era mi única oportunidad. |
1800 |
Pude decirle que también los machos se cagan, pero me di cuenta de que me faltaban huevos para bromas fatales. |
1801 |
Mi sentimiento no fue de alivio sino de una terrible humillación. El aguacero perdió fuerza antes de las cuatro. |
1802 |
Mientras tanto, me trataba corno habría tratado a papá, con recursos de distracción que no servían de mucho. |
1803 |
Así llegué a tres cajetillas de veinte cigarrillos al día, y pasaba de cuatro según el fragor de la noche. |
1804 |
En una época, ya fuera del colegio, creí enloquecer por la resequedad de la garganta y el dolor de los huesos. |
1805 |
Me hastiaban las clases, salvo las de literatura -que aprendía de memoria- y tenía en ellas un protagonismo único. |
1806 |
No recuerdo qué idea tenía yo de cómo eran los presidentes, pero no me pareció que fueran todos como él. |
1807 |
No sentía el mínimo rencor contra nadie por la condena, y contaba las desgracias con un humor invencible. |
1808 |
En sus meditaciones de recluso llegó a la conclusión de que nuestros padres lo habían internado de buena fe. |
1809 |
Mi madre no perdió el tiempo en pleitos y suposiciones, sino que dio la batalla para llevársela a casa. |
1810 |
No les daban permiso para un paseo al campo o al cine, o las mandaban con alguien que no las perdía de vista. |
1811 |
Lo que no previeron mis padres fue que las hijas iban a defenderse con los mismos recursos que ellos. |
1812 |
Uno había sido el asesinato de Joaquín Vega, un músico muy apetecido que tocaba el bombardino en la banda local. |
1813 |
Ambos eran muy queridos en el pueblo y la única explicación conocida y sin confirmar fue un asunto de honor. |
1814 |
Plinio recobró la lucidez casi al instante, y su preocupación inmediata fue por la suerte de Ananías. |
1815 |
Pero los datos eran del dominio público, aun dentro de su propia casa, y el único que no los conocía era su padre. |
1816 |
No hacía falta, además, porque siempre me interesó más el fenómeno social que la vida privada de las víctimas. |
1817 |
Así la mandé al concurso sin ninguna esperanza en un premio que bien alcanzaba para comprar una casa. |
1818 |
Aquel año me incorporé a ellos para tocar el tiple y cantar con sus seis maestros anónimos hasta el amanecer. |
1819 |
Me sirvió un tazón de café cerrero, aunque sabía que no me gustaba, y me hizo sentar junto al fogón. |
1820 |
La saqué a bailar la primera noche sin tomarme el trabajo de preguntar quién era, ni hija de quién, ni con quién. |
1821 |
Y con tanta malicia, que empecé a sospechar que mi propuesta de boda no se la había llevado el viento. |
1822 |
No volví a leer y por primera vez desde mi nacimiento me atreví a llegar a casa sin saber bien dónde estaba. |
1823 |
Mi madre quedó anonadada con el retrato adverso del que ellos se habían forjado en sus sueños solitarios. |
1824 |
Creo que mi madre quería tomarse el tiempo para conversarlo con papá, y esa idea me infundió un nuevo aliento. |
1825 |
Acepté, tanto por ella como por mi padre, porque temí que se murieran si no llegábamos pronto a un acuerdo. |
1826 |
Me dejas el corazón partido por la mitad, pero me queda al menos el orgullo de ayudarte a ser lo que te dé la gana. |
1827 |
Los viajeros duchos, por su parte, contaban como proezas de coraje una y otra vez los vuelos históricos. |
1828 |
Los años más problemáticos fueron los dos primeros, porque la ropa de paño para el clima frío era cara y difícil. |
1829 |
Fue una enseñanza sabia. Desde que decidí aplicarlo en el último año del liceo se me calmó la angustia. |
1830 |
Pensé que allí terminaba todo, y sólo el talento negociador de Espitia nos puso a salvo de la expulsión. |
1831 |
Con el liberalismo dividido y el conservatismo unido y armado, no había alternativa: Ospina Pérez fue elegido. |
1832 |
Muchos tenían sus lugares reservados año tras año, y allí recibían el correo y hasta los giros postales. |
1833 |
Era, cómo no, el Ulises de James Joyce, que leí a pedazos y tropezones hasta que la paciencia no me dio para más. |
1834 |
Al terminar la lectura de La metamorfosis me quedaron las ansias irresistibles de vivir en aquel paraíso ajeno. |
1835 |
De todos modos me sentía tan inseguro que no me atreví a consultarlo con ninguno de mis compañeros de mesa. |
1836 |
Mi primera reacción fue la certidumbre arrasadora de que no tenía los cinco centavos para comprar el periódico. |
1837 |
La nota reveló también que Ulises había descubierto mi identidad por uno de sus compañeros de redacción. |
1838 |
Era una pasión frenética, otro modo de ser, una bola de candela que andaba de su cuenta por todas partes. |
1839 |
Sus novedades eran más importantes para mi generación que las noticias políticas cada vez más deprimentes. |
1840 |
A mediados de año llegó a Bogotá el poeta Pablo Neruda, convencido de que la poesía tenía que ser un arma política. |
1841 |
La reacción más ruidosa fue la de quienes no toleraban que un extranjero se permitiera semejante abuso. |
1842 |
Aura o las violetas, su novela estelar, rompió más corazones que muchas mejores de contemporáneos suyos. |
1843 |
Ninguno de ellos había logrado vislumbrar la gloria que tantos poetas tenían con justicia o sin ella. |
1844 |
Entre los visitantes habituales descubríamos afinidades de toda índole por la clase de música que preferíamos. |
1845 |
En aquel tiempo todo el mundo era joven, pero siempre encontrábamos a otros que eran más jóvenes que nosotros. |
1846 |
Los días de cierre me iba con ellos a la redacción y les daba una mano en las emergencias de última hora. |
1847 |
Elvira, que fue siempre de genio vivo, tuvo que tragarse sus lágrimas y soportar en vilo aquel desaire. |
1848 |
Aprovechó la intervención providencial del esposo, y lo convirtió en el verdadero protagonista del encuentro. |
1849 |
La práctica terminó por convencerme de que los adverbios de modo terminados en mente son un vicio empobrecedor. |
1850 |
Me di cuenta de que el maestro era consciente de mi astucia, pero tal vez la apreciaba como un recreo literario. |
1851 |
Apenas si me crucé con ellos algún saludo durante el año largo en que coincidimos en la universidad. |
1852 |
Después de la media noche, despertado por mis tumbos en la cama, Domingo Manuel Vega me preguntó qué me pasaba. |
1853 |
Pero lo esencial para mí no terminó por ser si el fauno era real, sino que lo había vivido como si lo fuera. |
1854 |
El nombre del protagonista, como no todo el mundo sabe, es el de un herrero bíblico que inventó la música. |
1855 |
Hoy sigo creyéndolo como entonces, y convencido más que nunca de la supremacía del cuento sobre la novela. |
1856 |
En el resto de mi vida nunca estuve tan cerca de la corrupción, pero no tan cerca para arrepentirme. |
1857 |
Después de una tarde enriquecedora me hizo un regalo indescifrable: El origen de las especies, de Darwin. |
1858 |
En ese ámbito intenso me senté a almorzar en el comedor de la pensión donde vivía, a menos de tres cuadras. |
1859 |
Tenía el cabello revuelto, una barba de dos días y una lividez de muerto con los ojos sobresaltados por el terror. |
1860 |
Hasta ese momento ignoraban la noticia del asesinato porque llevaban apagado el radio del automóvil presidencial. |
1861 |
Los autobuses de la Universidad Nacional, manejados por estudiantes enardecidos, encabezaban la marcha. |
1862 |
Subí a grandes trancos las escaleras, convencido de que mis amigos politizados estaban en pie de guerra. |
1863 |
Los asaltantes desaforados tiraban por las ventanas de la Gobernación cuanto encontraban en las oficinas. |
1864 |
Los boletines oficiales de las emisoras ocupadas por el gobierno pintaban un panorama de tranquilidad paulatina. |
1865 |
La primera duda que surgió en relación con la muerte de Gaitán fue sobre la identidad de su asesino. |
1866 |
No había terminado cuando oyó que el asesino era Juan Roa Sierra, el número trece de sus catorce hijos. |
1867 |
Ninguno había pasado de la escuela primaria, y cuatro de ellos dos niños y dos niñas- habían muerto. |
1868 |
Ella declaró que desde hacía unos ocho meses se habían notado cambios raros en el comportamiento de Juan. |
1869 |
Algunos empleados del edificio creían haberlo visto en el piso de las oficinas de Gaitán en vísperas del asesinato. |
1870 |
No dejaban dudas sobre su identidad y su condición social, pero no daban pista alguna sobre sus propósitos. |
1871 |
Pero el presidente no estuvo de acuerdo con el realismo de la fórmula, ni los mismos liberales la respaldaron. |
1872 |
Lo tuvo en todo momento, por las varias veces que había salido del despacho para informarse a fondo. |
1873 |
No desperdició la ocasión para demostrar su talante verdadero, que pocos le conocían hasta entonces. |
1874 |
El otro era Fidel Castro. Ambos, además, fueron acusados en algún momento de estar implicados en los disturbios. |
1875 |
Sus amigos concurríamos allí las noches de los domingos en las veladas íntimas de una importancia sin pretensiones. |
1876 |
Les propuso que sacaran sus hombres a luchar en las calles por el mantenimiento del orden y un sistema más justo. |
1877 |
Las emisoras comerciales, silenciadas antes de la medianoche, quedaron bajo el control del ejército. |
1878 |
Mi padre lo escuchó en Sucre entre los incontables que se leyeron de día y de noche durante dos semanas. |
1879 |
Apenas nos atrevimos a hablar desde que nos detuvieron, y el terror de los soldados acabó de rematarnos. |
1880 |
No me quedaban más de ocho pesos, pero José Falencia me prometió llevarme un poco más en el autobús de la noche. |
1881 |
Es el nombre emblemático con que se conoce a Cartagena de Indias por sus gloria del pasado, y allí debía estar. |
1882 |
La mujer se dio cuenta de que yo no sabía rezar, y agarró mi maleta por la otra correa para ayudarme a llevarla. |
1883 |
Así que me dictó La Magnifica verso por verso y los repetí en voz alta con una devoción que nunca volví a sentir. |
1884 |
Sólo quedó entonces el inmenso estropicio del mar en los acantilados. Habíamos llegado a la gran puerta del Reloj. |
1885 |
Al cabo de cinco cuadras entró por el portón grande del hotel y trepó de dos en dos los peldaños de las escaleras. |
1886 |
Le recordé que ya le había pagado, pero él se empeñó en que los tres centavos del portal no incluían la escalera. |
1887 |
El programa acordado con ellos era encontrarnos en el hotel antes de las seis de la tarde de aquel día. |
1888 |
Las luces públicas estaban ya encendidas y eran tan pobres que podían confundirse con estrellas entre los árboles. |
1889 |
Apenas si alcanzaba a reconocer en la realidad las ficciones escolásticas de los libros, ya derrotadas por la vida. |
1890 |
Con los montones de plata que tiene esa madama, se duerme a las siete y se levanta el día siguiente a las once. |
1891 |
Las bancas de mármol tenían huellas de letreros muchas veces borrados y vueltos a escribir por poetas procaces. |
1892 |
Seguía siendo mi personaje inolvidable, a pesar de sus inconsecuencias irredimibles o quizás por ellas mismas. |
1893 |
Me los devolvieron sin mirarlos. Me preguntaron cuánta plata tenía y les dije que no llegaba a cuatro pesos. |
1894 |
Era evidente que los clientes ya sentados a la mesa se conocían de siempre y se sentían contentos de estar juntos. |
1895 |
La brisa empezaba a levantarse y arrastraba desde muy lejos retazos de músicas y gritos remotos de parranda grande. |
1896 |
Los agentes cayeron entonces en la cuenta de que yo no tenía dónde dormir y resolvieron llevarme a su cuartel. |
1897 |
Uno de ellos, sorprendido de mi reacción pueril, me puso en orden con el cañón del fusil en el estómago. |
1898 |
Sobre todo en Torices, Getsemaní o el pie de la Popa, los barrios más parranderos de aquellos años sombríos. |
1899 |
Había oído hablar de éste no como periodista sino como erudito de todas las músicas y comunista en reposo. |
1900 |
El freno de timidez que me produjo aquel razonamiento tan sencillo pudo ponerme a salvo de una desgracia. |
1901 |
A las cinco de la tarde, el portón del dormitorio se estremeció con una palmada seca como un tiro de rifle. |
1902 |
Mi sorpresa grande fue que Zabala había leído mis tres cuentos y la nota de Zalamea le había parecido justa. |
1903 |
Los escribí por impulsos un poco inconscientes y después de leerlos impresos no supe por dónde seguir. |
1904 |
Le correspondí con un abrazo cordial para no desilusionarlo, pero me iba con serias dudas sobre mi porvenir. |
1905 |
Ése era tal vez un motivo determinante de los grupos juveniles que se nutrían de su razón y su cautela. |
1906 |
Así que me amarré los pantalones y volví a la redacción para darle las gracias. Apenas si me hizo caso. |
1907 |
El, por supuesto, no me reconoció como uno más de sus alumnos en el colegio San José de Barranquilla. |
1908 |
Era una noche espléndida en el centro del mundo, y las primeras goletas de Curazao zarpaban a hurtadillas. |
1909 |
Necesité unos minutos para entender que se refería a mi colaboración para el periódico del día siguiente. |
1910 |
La nota que se publicó por fin en la página editorial no tenía nada que ver con la que yo había escrito. |
1911 |
Las citas de grandes autores le parecían emboscadas sospechosas, como en efecto lo fueron muchas veces. |
1912 |
Tomaron veintidós tazas de café negro, sin cigarrillos ni alcohol porque ambos eran libres de vicios. |
1913 |
El corazón me dio un vuelco, pensando que quizás ya sabía todo de mí y lo más lejos para él podía ser la muerte. |
1914 |
Nadie dudó de que su agente secreto fuera el censor, aunque éste juró por los restos de su madre que no era él. |
1915 |
Desde que me comprometí en la guerra contra la censura me desentendí de la universidad y de los cuentos. |
1916 |
Menos mal que la mayoría de los maestros no pasaban lista, y eso favorecía las faltas de asistencia. |
1917 |
Mis padres durmieron tranquilos desde que les hice saber que en el periódico ganaba bastante para sobrevivir. |
1918 |
El dormitorio más concurrido y fresco de la ciudad siendo el paseo de los Mártires, aun con el toque de queda. |
1919 |
Una de ellas, cuyo nombre y tamaños recuerdo muy bien, se dejó seducir por las fantasías que le contaba dormido. |
1920 |
Pronto entendí por qué era fácil creerlo, aunque después de conocerlo bien era casi imposible creer que no lo era. |
1921 |
Su padre era un abogado duro y un liberal de rueda libre, y su esposa era encantadora y sin pelos en la lengua. |
1922 |
El mío se me quedó años después enrollado en el armario de un apartamento de Caracas y nunca pude recuperarlo. |
1923 |
El diputado Alemán lo asumió al pie de la letra y se constituyó en nuestro anfitrión de tiempo completo. |
1924 |
Sólo se oían en el ámbito de la casa los improperios de Mary que le reprochaba al sargento su falta de huevos. |
1925 |
Se despidió con un abrazo tan desgarrado que entendí con el alma el amor de sus leones. Nunca más se supo de él. |
1926 |
Martina Alvarado, la más antigua, tenía una puerta furtiva y tarifas humanitarias para clérigos arrepentidos. |
1927 |
Fuera del barrio chino había otras casas legales o clandestinas, y todas en buenos términos con la policía. |
1928 |
Su mercancía eran las niñas anémicas del vecindario que se ganaban un peso por golpe con los borrachos perdidos. |
1929 |
La dueña lo invitó a una cerveza y le ofreció dos niñas en vez de una con derecho a repetir mientras escampaba. |
1930 |
Álvaro, por el contrario, lo veía en cierto modo como yo veía la música: un arte útil para todas las otras. |
1931 |
Yo estaba en un estado de excitación que me hizo olvidar lo que habían sido ayer el hambre y el sueño. |
1932 |
Tanto, que desde que llegué a Cartagena no traté de verlo, por respeto a sus privilegios de hombre invisible. |
1933 |
Durante todo aquel año había insistido en que el maestro Zabala me enseñara los secretos para escribir reportajes. |
1934 |
Mi madre misma era consciente de su culpa, y rogaba a las hijas que se hicieran cargo de los menores. |
1935 |
Pero mi madre no se inmutaba, por su certidumbre ya probada de que todo niño trae su pan bajo el brazo. |
1936 |
Por primera vez sentí alrededor de mí un ambiente tan opresivo que decidí salir de casa lo menos posible. |
1937 |
Lo encontré con más uso de razón que aquella vez, y con un relato alucinante de sus varios viajes a La Sierpe. |
1938 |
Lo único que le estaba vedado era la resurrección de los muertos, por ser un poder reservado a Dios. |
1939 |
En ésas andaba cuando amaneció en la casa de Sucre una caja de madera sin letreros pintados ni referencia alguna. |
1940 |
Mi hermana Margot la había recibido sin saber de quién, convencida de que era algún rezago de la farmacia vendida. |
1941 |
Un médico que me vio los pulmones en la pantalla me dijo espantado que dos o tres años después no podría respirar. |
1942 |
Menos mal que el hombre está muerto. Me sorprendió semejante falta de compasión por primera vez en su vida. |
1943 |
Por último me ayudó a quitarme los pantalones empapados y los tiró en el rincón con el resto de la ropa. |
1944 |
Asustada por el tamaño de su propia conjura, la Dirección Liberal impartió sin discusión la contraorden. |
1945 |
Ninguno de ellos consultó mi disposición, como yo lo deseaba, para decirle que sí. No se habló más del tema. |
1946 |
Mi relación con el grupo dejó de ser de complacencias y se convirtió en una complicidad profesional. |
1947 |
Nunca pude descubrir por qué, en medio de una vida tan sencilla, me hundí de pronto en un desgano imprevisto. |
1948 |
Mi novela en curso -La casa-, a unos seis meses de haberla empezado, me pareció una farsa desangelada. |
1949 |
Ejemplos como ése me dieron una nueva conciencia de mí mismo, y el proyecto de Crónica acabó de darme alas. |
1950 |
Nadie podía creer que tantos oficios dispersos fueran hechos con tanta gentileza por un mismo hombre. |
1951 |
Es decir, para él había dos Crónicas: la que hacíamos nosotros y la que le resumía Germán los fines de semana. |
1952 |
Los comentarios entusiastas o severos de don Ramón sobre nuestros artículos eran nuestra avidez mayor. |
1953 |
Desmoralizado hasta el tuétano la comenté con Germán Vargas, que ya la conocía, como el resto del grupo. |
1954 |
El animal alcanzó apenas a lanzar un aullido de dolor con un aletazo final y se hundió en los profundos infiernos. |
1955 |
El asesino bárbaro trató de agarrar otro, pero la Negra Eufemia estaba ya levantada del trono con todo su poder. |
1956 |
He vuelto a leerlo cincuenta años después, antes de escribir este párrafo, y creo que no le cambiaría ni una coma. |
1957 |
En los meses siguientes, mientras volvió a aclimatarse, nos mantuvo con la fiebre a cuarenta grados. |
1958 |
Para mí -y así lo escribí entonces fue el mejor libro de cuentos que se había publicado en Colombia. |
1959 |
Era un lector de una voracidad descomunal, apenas comparable a la de Álvaro Mutis o Eduardo Zalamea. |
1960 |
Susana se dio cuenta, pero no entró en el cuarto para impedirlo, porque su suegra no se lo habría permitido. |
1961 |
Cinco minutos después nos encontramos en un reservado del café Roma para entablar una amistad de toda la vida. |
1962 |
Apenas si terminamos los saludos, porque empecé a exprimir a Escalona para que me cantara sus últimas canciones. |
1963 |
Versos sueltos, con una voz muy baja y bien medida, que se acompañaba tamboreando con los dedos en la mesa. |
1964 |
Escalona lo sentó a su lado y le cantó al oído las dos únicas estrofas terminadas de su nueva canción. |
1965 |
La historia es verídica, pero no es rara en una región y en un gremio donde lo más natural es lo asombroso. |
1966 |
Decidí viajar a Sucre para escribirlo, pero en el periódico lo interpretaron como un impulso sentimental. |
1967 |
Mi reacción inmediata fue sentarme a escribir el reportaje del crimen pero encontré toda clase de trabas. |
1968 |
Lo que me interesaba ya no era el crimen mismo sino el tema literario de la responsabilidad colectiva. |
1969 |
Pero ningún argumento convenció a mi madre y me pareció una falta de respeto escribir sin su permiso. |
1970 |
Empezaba a resignarme, muchos años después, mientras esperaba la salida de un avión en el aeropuerto de Argel. |
1971 |
Llamaba mi papá, acabado de llegar a Barranquilla sin anunciarse, y me esperaba de urgencia en el café Roma. |
1972 |
Con los dientes apretados le adelanté algunas reticencias que lo prepararan para una negativa final. |
1973 |
Me dio a entender que era poco menos que una traición, y nadie tenía más derecho que él para decírmelo. |
1974 |
Era la clase de respuestas parabólicas que le servían en casos como el mío para saltarse las ganas de llorar. |
1975 |
Cuando terminamos, me despidió muerto de risa con una broma típica de las suyas, fuerte pero irresistible. |
1976 |
Si era el único entuerto que no habíamos ventilado no era decente dejarlo en el aire sin explicación. |
1977 |
Fue el primer indicio que tuve de que Alfonso concebía la posibilidad inverosímil de que Crónica se acabara. |
1978 |
Y así fue, sin pena ni gloria, el 28 de junio, al cabo de cincuenta y ocho números en catorce meses. |
1979 |
Se había ido la luz en media ciudad, y tratábamos de preparar la casa en las tinieblas para acostar a los niños. |
1980 |
El desorden de baúles, bultos y hamacas colgadas en las tinieblas lo sufrí como un 9 de abril doméstico. |
1981 |
Sin embargo, la impresión mayor la sentí cuando traté de mover un talego sin forma que se me escapaba de las manos. |
1982 |
Como si nunca me hubiera ido me pidió el favor de que le escribiera una nota editorial que tenía atrasada. |
1983 |
Mi máquina la ocupaba un primípara adolescente que se cayó por la prisa atolondrada con que me cedió el asiento. |
1984 |
La vida con la familia completa, en condiciones azarosas, no es un dominio de la memoria sino de la imaginación. |
1985 |
Aprendía de memoria las lecciones cantándolas en voz alta y con la gracia y la buena dicción que todavía conserva. |
1986 |
Mi hermana Margot despertó una madrugada y la vio en la baranda de su cama escrutándola con una mirada intensa. |
1987 |
Sobre todo por La piel, de Curzio Malaparte, que se había convertido aquel año en un libro clave de mi generación. |
1988 |
Quería encerrarme sin pausas para hacer la primera copia en cuartillas oficiales antes de la última corrección. |
1989 |
Tenía unas cuarenta páginas más que la versión prevista, pero aún ignoraba que eso pudiera ser un tropiezo grave. |
1990 |
Los sueldos de todos no hubieran bastado para vivir sin sobresaltos. El tiempo se hizo cargo de lo demás. |
1991 |
A los cincuenta y dos años se le fue la mano en su paraíso artificial y lo fulminó un infarto masivo. |
1992 |
Iba de Riohacha en un taxi expreso con una maletita de escolar, de luto cerrado y con un turbante de trapo negro. |
1993 |
La acogimos no sólo por ser quien era, sino porque sabíanlos hasta qué punto conocía sus negocios con la muerte. |
1994 |
Pronto surgió el tema tremendo de los turistas atacados por los tiburones en las playas de Marbella. |
1995 |
Por lo menos dos críticos serios y mis amigos severos de Barranquilla lo juzgaron como un buen cambio de rumbo. |
1996 |
Eran tipógrafos cultos por tradición familiar, gramáticos dramáticos y grandes bebedores de sábados. |
1997 |
Por desgracia, ni el ingenio, ni la resistencia, ni el amor fueron suficientes para derrotar la pobreza. |
1998 |
El organismo del censo se había terminado en un año y mi sueldo en El Universal no arcanzaba para compensarlo. |
1999 |
Por esos días me atreví a mostrarle al grupo la primera copia legible a sabiendas de que no estaba terminada. |
2000 |
Ninguno habló de publicarla, lo cual era también muy de ellos, para quienes lo importante era escribir bien. |
2001 |
Me hicieron otro de los suyos, como su cuentista personal, descubierto y adoptado por ellos y para ellos. |
2002 |
Pero no recuerdo como tanto se ha dicho- que alguien hubiera sugerido siquiera que me fuera a trabajar con ellos. |
2003 |
Germán y Alfonso releyeron las partes más críticas y tuvieron el buen corazón de no hacerme reparos irredimibles. |
2004 |
Gracias a eso me enfrenté sin testigos a la noticia escueta de que La hojarasca había sido rechazada. |
2005 |
No tuve que leer el fallo completo para sentir el impacto brutal de que en aquel instante me iba a morir. |
2006 |
Su novela es tan buena como ya nos pareció, y lo único que usted tiene que hacer desde ya es seguir escribiendo. |
2007 |
Su memoria, su intuición y su franqueza me resultaban tan reveladoras que me causaban un cierto pavor. |
2008 |
Era delgado y recto como un junco, de piel curtida y huesos firmes, y de una dignidad a toda prueba. |
2009 |
Por la censura férrea no habíamos conocido la verdad. Sin embargo, tampoco entonces tuve oportunidad de imaginarlo. |
2010 |
Las otras se abrieron de par en par al cabo de un mes de duelo, y se encendieron las luces, y todos cantamos. |
2011 |
Este es el viaje que yo mismo he vuelto legendario por mi defecto incorregible de no medir a tiempo mis adjetivos. |
2012 |
La situación de violencia oficial que padecía el país desde el 9 de abril se había vuelto insostenible. |
2013 |
Como la vez anterior, hice mis ventas muy rápidas en Valledupar con una clientela convencida de antemano. |
2014 |
En realidad se llamaba José Prudencio Aguilar, y era un contrabandista de oficio, derecho y de buen corazón. |
2015 |
En el mismo correo llegó el cargamento de libros que debía entregar a sus dueños para cobrar mis anticipos. |
2016 |
A mí, por fortuna, me dio nuevos bríos en un género que me parecía disparado hacia horizontes impensables. |
2017 |
Los pocos números que lograron salir fueron el resultado de un acto heroico, pero nunca se supo de quién. |
2018 |
Nunca había tenido uno, por razones obvias en aquellos años, y el que me ofrecía era de un lujo aparatoso y caro. |
2019 |
Fue el primer reloj que tuve, y tan puntual y duradero que todavía lo guardo como reliquia de aquellos tiempos. |
2020 |
Pero hágalo, que es el ambiente y el tono que buscamos para la revista. Se la prometí para dos semanas más tarde. |
2021 |
Me hicieron pasar a una oficina superior, donde un gerente demasiado amable me preguntó dónde trabajaba. |
2022 |
Le contesté que escribía en El Heraldo, de acuerdo con mi costumbre, aunque ya entonces no fuera cierto. |
2023 |
Llegué a pensar que el cheque no era confiable por cualesquiera de las incontables razones posibles en Colombia. |
2024 |
Como muchas catástrofes grandes del país, el 9 de abril había trabajado más para el olvido que para la historia. |
2025 |
Almorzamos con Gonzalo Mallarino y con otros escritores jóvenes invitados para presentarme en sociedad. |
2026 |
No volví a saber nada de Guillermo Cano hasta tres días después, cuando me llamó a la oficina de Mutis. |
2027 |
Haití era entonces el país de mis sueños después de haber leído El reino de este mundo, de Alejo Carpentier. |
2028 |
Me quedé sin aire. Cuando lo recobré volví a preguntarle cuánto, y me lo repitió letra por letra: novecientos. |
2029 |
A veces tenía que enfrentarse a todos, aun sin muchos argumentos, hasta que lograba convencerlos de su verdad. |
2030 |
Era hombre de pocos amigos, pero los pocos eran muy buenos, y yo me sentí uno de ellos desde el primer día. |
2031 |
Guillermo Lanao, que atendía varios ministerios, conservó el secreto de ser niño hasta su más tierna vejez. |
2032 |
En medio de la multitud no alcanzamos a entender lo que se gritaban, pero la tensión se percibía en el aire. |
2033 |
Los sobrevivientes que trataron de llevar heridos al hospital fueron disuadidos a culatazos de fusil. |
2034 |
En la estampida volví a vivir en unos segundos todo el horror del 9 de abril, a la misma hora y en el mismo lugar. |
2035 |
Álvaro Cepeda, en cambio, me despertó a las seis de la mañana desde Barranquilla cuando se enteró de mi audacia. |
2036 |
Me di cuenta de que nunca sería capaz de hacer lo que me habían encargado y no había tenido el coraje para decirlo. |
2037 |
El noticiero del mediodía hizo un largo comentario a dos voces como si los derrumbes hubieran sido ayer. |
2038 |
Lléveme a donde están los vivos. Dio media vuelta en mitad de la calle y se disparó en el sentido opuesto. |
2039 |
Un párroco amigo, famoso por sus artes de casamentero, estaría listo para casarnos a cualquier hora. |
2040 |
Hoy más que nunca me remuerde la furia de no haber tenido arrestos para vivir aquel drama de folletín. |
2041 |
Sin embargo, concedí aquella primera entrevista para El Colombiano, y fue de una sinceridad suicida. |
2042 |
No me reconoció, pero yo sabía que había sido un beisbolista notable de las ligas de La Matuna en Cartagena. |
2043 |
Yo me cubrí con el mío hasta la cara no tanto para protegerme del agua como para que no me vieran llorar de terror. |
2044 |
Sin embargo, cuando se establecieron los «viernes culturales» dio rienda suelta a sus ideas sobre el género. |
2045 |
Nos tirábamos en la alfombra oyendo con el corazón a los grandes maestros sin especulaciones sabias. |
2046 |
Los nocturnos de Chopin para los episodios reposados, o los sextetos de Brahms para las tardes felices. |
2047 |
Álvaro no alcanzó siquiera a escucharle el cuento completo, cuando sacó del escritorio la carpeta mágica. |
2048 |
Ni los mismos reporteros del periódico pudieron encontrar el rastro ni lo ha encontrado nadie hasta el sol de hoy. |
2049 |
Pero el ceremonial para abrirlas en busca de pistas era de un rigor burocrático más bien inútil pero meritorio. |
2050 |
Los consultaba en cada apuro, que eran muchos, o ellos me llamaban cuando había motivos para felicitarme. |
2051 |
Se la agradecí en el alma, y me pareció tan oportuna que no pude resistir la tentación de preguntarle de quién era. |
2052 |
Un viaje ocasional de Álvaro Cepeda a Bogotá me distrajo por unos días de la galera de las noticias diarias. |
2053 |
El fotógrafo y yo, junto con otros, iniciamos el ascenso a la cordillera por una tortuosa cornisa de herradura. |
2054 |
Un oficial nos aconsejó que regresáramos a la plaza, pues cualquier cosa podía suceder, pero no hicimos caso. |
2055 |
De pronto se escucharon varias órdenes simultáneas y enseguida una descarga cerrada de los militares. |
2056 |
El cortejo pasó tan cerca de nosotros que sentíamos la ráfaga acida de los cuerpos vivos y el silencio del muerto. |
2057 |
Pasamos de largo en un jeep para seis frente a su casa de Melgar y llegamos a Bogotá después de la medianoche. |
2058 |
Sólo treinta eran huérfanos de padre y madre, y entre éstos un par de gemelos con trece días de nacidos. |
2059 |
La historia de aquel disparate logístico fue publicada en varias crónicas sucesivas sin consultar a nadie. |
2060 |
Al regresar a Colombia, gota a gota, ese grupo heterogéneo tuvo por fin un distintivo común: veteranos. |
2061 |
Sin embargo, más bajaba el prestigio de los veteranos cuanto más se enfrentaban a la realidad de su país. |
2062 |
Este hombre, igual que otros delincuentes, había llegado a la guerra cuando ya estaba firmado el armisticio. |
2063 |
Otro veterano fue apuñalado también en Bogotá, y para enterrarlo hubo que organizar una colecta entre los vecinos. |
2064 |
Miró el reloj cuando ordené el cuarto café y otro paquete de cigarrillos, y se levantó sin preámbulos. |
2065 |
José Salgar, de paso para los talleres, se paró también frente a mí con los nervios templados por la noticia. |
2066 |
No fue posible. La marina lo mantuvo incomunicado mientras se recuperaba en el hospital naval de Cartagena. |
2067 |
Era un marzo de vientos glaciales y la llovizna polvorienta aumentaba la carga de mis remordimientos. |
2068 |
Sus mentores no sólo le permitían sino que le patrocinaban toda clase de perversiones publicitarias. |
2069 |
Es decir, sería el monólogo interior de una aventura solitaria, al pie de la letra, como la había hecho la vida. |
2070 |
Aquello era como pasearme por una pradera de flores con la libertad suprema de escoger las preferidas. |
2071 |
Cada capítulo que me contaba lo escribía yo en la noche y se publicaba en la tarde del día siguiente. |
2072 |
Una carga prohibida en un barco de guerra, y en una cantidad que ocupó espacios vitales de la cubierta. |
2073 |
En esas condiciones, diez personas podían sobrevivir a bordo durante ocho días aun sin los elementos de pesca. |
2074 |
Sin embargo, en el Caldas se había embarcado también un cargamento de balsas menores sin ninguna clase de dotación. |
2075 |
Estas habían sido, sin duda, las razones más importantes que demoraron las explicaciones oficiales del naufragio. |
2076 |
Le di mis argumentos, pero los suyos se fundaban en que la circulación del periódico estaba a punto de doblarse. |
2077 |
En relación con el náufrago, el deseo general -con muy escasas excepciones- era que se prolongara lo más posible. |
2078 |
Fue el primero de una serie de incidentes que nos pusieron a pensar en serio sobre los riesgos de la calle. |
2079 |
Para mí, por el contrario, era tan confiable que me iba caminando hasta mi apartamento cuando terminaba mi horario. |
2080 |
A partir de un cierto punto ya no tuve nada que agregar. El comando de la marina no estaba del mismo humor. |
2081 |
En aquel momento, mareados por la gloria, no teníamos respuesta. Todos los temas nos parecían banales. |
2082 |
Los derechos de autor, también por disposición mía, fueron donados desde entonces a una fundación docente. |
2083 |
No nos fue posible encontrar otra historia como aquélla, porque no era de las que se inventan en el papel. |
2084 |
Su acompañante -muy amigo de Salgar como lo fue mío desde entonces- nos garantizó la verdad de la historia. |
2085 |
Esa fortuna de fábula, nunca rescatada por su dueño, era lo que el buscador buscaba con tanto ahínco. |
2086 |
Aunque era posible que también ésa fuera otra pantalla para mantener a salvo el tesoro del Libertador. |
2087 |
La noticia le pareció tan grande que me preguntó si me refería a alguna finca que se llamaba Ginebra. |
2088 |
Nunca había caído en la cuenta de que era un indocumentado tan real como los millones desplazados por la violencia. |
2089 |
En casos de emergencia me identificaba con una tarjeta postal que me dio la telegrafista de Zipaquirá. |
2090 |
Se me echó encima con un abrazo de verdad y los ojos en lágrimas, sin saber qué decir ni cómo tratarme. |
2091 |
Por un reflejo que ya formaba parte de mi vida desde hacía cinco años miré hacia la casa de Mercedes Barcha. |
2092 |
Supe hace tiempo que Rodrigo tenía los días contados, a pesar de que él hizo lo posible por disimularlo. |
2093 |
Nunca le oí quejarse, aguantaba con los dientes apretados y sólo el sudor frío en su frente delataba el dolor. |
2094 |
Me lo trajeron de vuelta, muy enfermo, en un improvisado palanquín; la ponzoña del tumor había invadido su cuerpo. |
2095 |
Me cuida el cuarto Baltasar, bisnieto del perro que vino conmigo a Chile y me acompañó durante catorce años. |
2096 |
Establecida en el más antiguo convento de la ciudad, esa cofradía encabeza las procesiones en Semana Santa. |
2097 |
Recuerdo las procesiones porque en una de ellas conocí a Juan, el hombre que habría de ser mi primer marido. |
2098 |
Habría sido imposible no verlo, era un palmo más alto que los demás y su cabeza asomaba por encima de la multitud. |
2099 |
Aquel día de Semana Santa, lejos de obedecer a mi madre, me eché hacia atrás la mantilla y sonreí al desconocido. |
2100 |
Nunca lo dijo, pero, como hablaba tanto de cruzar el mar, la gente se burlaba de él y me llamaba «novia de Indias». |
2101 |
Nos encontramos en el río y corrimos de la mano hacia la espesura, donde buscamos un sitio lejos del camino. |
2102 |
Yo no compartía su halagüeña opinión, pero estaba orgullosa de provocar deseo en el hombre más majo de Extremadura. |
2103 |
Había días en que las horas volaban haciendo el amor y no alcanzábamos ni a vestirnos; hasta comíamos en la cama. |
2104 |
Mis pasteles -o empanadas- se hicieron muy populares, y al poco tiempo ganaba más cocinando que cosiendo. |
2105 |
Al menos en este respecto mi familia era diferente: los hombres no pegaban a sus mujeres, sólo a los hijos. |
2106 |
A Juan le propiné apenas un papirotazo de nada, pero el hierro estaba caliente y le dejó una marca en la frente. |
2107 |
Me lo traían cubierto de piojos y lleno de vergüenza; yo le quitaba los piojos y le alimentaba la vergüenza. |
2108 |
Allá, lejos de quienes me conocían, podría mandarme sola. Una hoguera de impaciencia me quemaba el cuerpo. |
2109 |
Bebía tisanas de adormidera, como me aconsejaban las monjas del hospital, pero en mí no tenían efecto. |
2110 |
Entonces el héroe enarboló su espada a dos manos y se la enterró en el corazón, liberando así a España. |
2111 |
Tan fanfarrón y bullicioso era Francisco, como serio era Pedro, aunque ambos gozaban de igual fama de valientes. |
2112 |
Ambos jóvenes sabían leer y escribir, habían estudiado y poseían más cultura que la mayoría de los hidalgos. |
2113 |
Estaban en noviembre y el frío congelaba el alma de los desventurados soldados acampados en el patio. |
2114 |
No comprendían por qué los tenían allí, entumecidos y ansiosos, en vez de llevarlos a luchar contra los franceses. |
2115 |
El marqués de Pescara no se daba prisa, esperaba el momento adecuado con la paciencia de un avezado cazador. |
2116 |
Por fin, cuando ya habían pasado varias semanas, dio la señal a sus oficiales de aprontarse para la acción. |
2117 |
Dicen que todavía los repollos y las coliflores de la región suelen traer huesos astillados entre las hojas. |
2118 |
Marina se preguntaba, admirada, por qué ese hombre de gran orgullo y bizarría se había fijado en ella. |
2119 |
Era una horda de soldados hambrientos e insubordinados, dispuestos a vaciar los tesoros de Roma y el Vaticano. |
2120 |
Huyeron más de cuarenta y cinco mil personas, y el resto de la aterrorizada población se sumió en el infierno. |
2121 |
Se salvaron los famosos frescos de la Capilla Sixtina porque allí velaron el cuerpo del condestable de Borbón. |
2122 |
Pedían que el Señor las librara de ser mancilladas, que se apiadara de ellas enviándoles una muerte rápida. |
2123 |
Cellini lo recibió en uno de los salones del Vaticano, entre cascotes y muebles despanzurrados por los asaltantes. |
2124 |
Las otras son seres sin rostro, sólo existen por un momento para satisfacer el apetito que el Diablo puso en mí. |
2125 |
Si no conociera tu hombría como la conozco, pensaría que careces del instinto primordial que anima a los machos. |
2126 |
Bajaré a mi prima a besos de su altar de santa y la amaré con inmensa pasión -replicó Aguirre, muerto de risa. |
2127 |
Francisco de Aguirre viajó deprisa a España a casarse antes de que el indeciso pontífice cambiara de parecer. |
2128 |
En la primera noche que pasaron juntos, ambos repitieron, como autómatas, los mismos gestos y silencios de antes. |
2129 |
Durante el día, cada uno asumía el papel que tenía asignado, convivían en el mismo espacio sin rozarse. |
2130 |
Marina acogió a su marido con un cariño ansioso y solícito que a él, lejos de halagarle, le molestaba. |
2131 |
Se sentía vigilado por Marina, preso en los lazos invisibles de un sentimiento que no sabía corresponder. |
2132 |
Pedro le sugirió que consultara con otras mujeres, pero Marina no podía hablar de ese asunto con nadie. |
2133 |
Su mayor deleite eran los libros, en especial las crónicas de viajes y los mapas, que estudiaba al detalle. |
2134 |
Entretanto su esposa bordaba casullas con hilos de oro y rezaba un rosario tras otro en inacabable letanía. |
2135 |
Han transcurrido cuarenta y tres años desde el arribo de Colón y veintiséis desde que Cortés conquistó México. |
2136 |
Le repitió lo que ya se comentaba en cada rincón de España: la conquista del Perú y su fastuoso tesoro. |
2137 |
En el camino murieron muchos castellanos y otros sobrevivieron alimentándose de culebras y sabandijas. |
2138 |
Además, los incas vivían en la molicie, nada pudieron hacer frente a nuestro coraje, las armas y los caballos. |
2139 |
Y los peligros son infinitos. Para conquistar esos suelos vírgenes se requieren hombres de mucho temple. |
2140 |
Contaba corderos y cabras, recolectaba bellotas y aceitunas. Una vez más Valdivia tuvo conciencia de su hastío. |
2141 |
Vigilé que mis bultos, bien amarrados, fuesen dispuestos en el espacio que el maestro Martín me asignó. |
2142 |
Las cartas de navegación ya no eran secretos bien guardados, hasta los malditos ingleses las poseían. |
2143 |
De día me atormentaban la falta de espacio y, sobre todo, los ojos de perro en celo con que me miraban los hombres. |
2144 |
Cuando llevábamos un mes de viaje, los alimentos empezaron a escasear y el agua, ya descompuesta, fue racionada. |
2145 |
No derramó tanta sangre como cabía esperar, aunque después se le hinchó la cara y se le volvió color de berenjena. |
2146 |
Era un hombre de unos treinta y tantos años, delgado y fuerte, de rostro anguloso y piel cetrina, como un andaluz. |
2147 |
Tuvieron tanto éxito, que a partir de ese día todos contribuían con algo de sus provisiones para el relleno. |
2148 |
El día que los españoles pisamos el Nuevo Mundo, fue el fin de esas culturas. Al comienzo nos recibieron bien. |
2149 |
Esos tres meses de travesía fueron largos como tres años, pero me sirvieron para saborear la libertad. |
2150 |
No había familia -salvo la tímida Constanza-, ni vecinos ni frailes observándome; no debía rendir cuentas a nadie. |
2151 |
A su vez, Daniel Belalcázar convenció a Constanza para que se desprendiera del hábito monjil y usara mis sayas. |
2152 |
Un sábado de agosto arribamos a tierra. El agua del océano, antes negra y profunda, se volvió celeste y cristalina. |
2153 |
Había navegado por el río Orinoco, plácido como una laguna a veces, torrentoso e indignado en otros tramos. |
2154 |
Los demás, hartos del confinamiento de los minúsculos camarotes, preferimos acomodarnos en la aldea. |
2155 |
La noche allí era muy negra, estaba poblada de misteriosas presencias, era ruidosa, aromática y temible. |
2156 |
Romero entró a gatas, husmeando, como un perro, y se acercó a la hamaca donde yo debía estar tendida con Constanza. |
2157 |
La muralla, construida con piedras unidas por una mezcla de cal y sangre de toro, brillaba bajo un sol implacable. |
2158 |
Ese murallón y una fortaleza protegían a la flota española de los piratas y otros enemigos del imperio. |
2159 |
La población era muy variada, y las mujeres, descotadas y atrevidas, me parecieron bellas, sobre todo las mulatas. |
2160 |
La pieza estaba atiborrada de bultos, así es que debió sentarse en la cama, con su sombrero en la mano. |
2161 |
Levanté la mano para darle a Constanza un par de bien merecidas bofetadas, pero él me sujetó el brazo. |
2162 |
Al día siguiente se casaron en la iglesia de Cartagena, con el maestro Manuel Martín y yo como testigos. |
2163 |
Se instalaron en la posada y empezaron a hacer los preparativos para viajar a la selva, tal como yo temía. |
2164 |
No es fácil enterrar un cuchillo en las fuertes espaldas de un hombre en esa posición, pero me ayudó el terror. |
2165 |
Trató de ponerse de pie, pero quedó de rodillas, con una expresión de sorpresa que pronto se tornó en horror. |
2166 |
Al cabo de un tiempo que me pareció eterno, se estremeció como poseído, vomitó sangre y poco después se desmoronó. |
2167 |
El maestro escuchó mi historia hasta el final, sin interrumpirme, masticando su tabaco y rascándose la cabeza. |
2168 |
Hay indios hostiles, lagartos y serpientes de tierra y de río, pero el paisaje es magnífico y las aves bellísimas. |
2169 |
A medida que avanzaban penosamente, disminuía la fe de Pedro de Valdivia en la empresa y aumentaba su disgusto. |
2170 |
Pedro aprovechó para enviar a Marina algún dinero que había ahorrado, como haría siempre, hasta su muerte. |
2171 |
Admirable, en verdad, pensaba al oír las cosas que se contaban, aunque no todo era digno de encomio. |
2172 |
Aseguraban que las madres rompían la virginidad de sus hijas con los dedos antes de entregarlas a los hombres. |
2173 |
Valdivia se dirigió por tierra a Panamá y allí se embarcó, en 1537, junto a cuatrocientos soldados, rumbo al Perú. |
2174 |
En tiempos de guerra atacan por sorpresa, pero no a traición, y en tiempos de paz respetan los acuerdos. |
2175 |
Me asombra el poder de esos versos de Alonso, que inventan la Historia, desafían y vencen al olvido. |
2176 |
Al menos tú, Isabel, debes conocer toda la verdad, porque eres mi hija del corazón, aunque no lo seas de sangre. |
2177 |
Me distraje. Volvamos a lo que estaba contando, porque no me sobra tiempo, tengo el corazón cansado. |
2178 |
El imperio de los incas, asolado por el hambre, la violencia y el desorden de la guerra, bajó la cerviz. |
2179 |
Almagro desatendió los consejos y optó por la reconciliación con el ingrato socio que le había agraviado. |
2180 |
En su representación asistió a la batalla su hermano, Hernando Pizarro, odiado por su crueldad y arrogancia. |
2181 |
Llevaba un parche negro en el ojo que había perdido en un encuentro con salvajes antes de descubrir el Perú. |
2182 |
En esa ocasión, él mismo se arrancó de un tirón la flecha, con el ojo ensartado en ella, y continuó peleando. |
2183 |
También Francisco Pizarro era hijo ilegítimo, no recibió educación y había sido abandonado por su madre. |
2184 |
Lo admiraba por sus hazañas de soldado y su fama de generoso, aunque conocía algunos de sus errores y flaquezas. |
2185 |
No tienen rey ni entienden de jerarquías, sólo obedecen a sus toquis durante el lapso de la batalla. |
2186 |
Las mujeres realizan todo el trabajo, mientras que los hombres no hacen otra cosa que prepararse para pelear. |
2187 |
Entretanto, me gané la vida con los oficios que conozco: coser, cocinar, componer huesos y curar heridas. |
2188 |
Volví a usar mis vestidos negros y asumí el papel de esposa desconsolada para que me ayudaran a llegar al Perú. |
2189 |
Mi motivo no era la fidelidad, sino el deseo de salir del estado de incertidumbre en que Juan me había dejado. |
2190 |
Hacía muchos años que no lo amaba, apenas recordaba su rostro y temía que cuando lo viera no lo reconocería. |
2191 |
Tampoco pretendía quedarme en Panamá, expuesta a los apetitos de la soldadesca de paso y al clima insalubre. |
2192 |
En alta mar volví a padecer el acoso de los hombres, a pesar de la vigilancia permanente de los frailes. |
2193 |
Allí hice las indagaciones necesarias y a los pocos días encontré a un soldado que conocía a Juan de Málaga. |
2194 |
Sólo se alteraban con los ladridos de los perros del alférez Núñez, dos fieros mastines entrenados para matar. |
2195 |
En las calles estaba el pueblo, numeroso y callado. Por cada barbudo había centenares de indígenas lampiños. |
2196 |
Muy pocos españoles respetaban esas ordenanzas y menos que nadie el marqués gobernador Francisco Pizarro. |
2197 |
Hablando con los soldados pude juntar los pedazos de la historia de Juan y tuve la certeza de su muerte. |
2198 |
Pudo obtener algo de oro, puesto que existía en abundancia, pero lo perdía una y otra vez en apuestas. |
2199 |
Debía dinero a varios de sus camaradas y una suma importante a Hernando Pizarro, hermano del gobernador. |
2200 |
Hernando Pizarro salvó la vida, pero su nombre quedó manchado para siempre con la mala fama de cobarde. |
2201 |
Me pierdo en esta mansión. Hace meses que no duermo, me falta la tibia mano de Rodrigo sobre el vientre. |
2202 |
Se aproximó a la ventana y por largo rato se quedó contemplando la ciudad que se extendía a sus pies. |
2203 |
La discreción es muy apreciada aquí, especialmente en las mujeres. El ayuntamiento os facilitará una casa. |
2204 |
Eso fue todo. Comprendí que si deseaba quedarme en el Cuzco más valía que dejara de hacer preguntas. |
2205 |
Me instalé en el Cuzco, en la casa que me prestó el ayuntamiento por instrucciones del marqués gobernador Pizarro. |
2206 |
También curaba a los soldados tullidos o malheridos en la guerra, en su mayoría combatientes de Las Salinas. |
2207 |
Catalina vivió conmigo muchos años, cuidó de mi salud, me previno de peligros y me guió en decisiones importantes. |
2208 |
No alcanzaban a enfriarse al salir del horno; el olor las anunciaba por el barrio y los clientes acudían en tropel. |
2209 |
Siempre dejábamos algunas para los mendigos y ensimismados, que se alimentaban de la caridad pública. |
2210 |
Un día los dos animales amanecieron con el hocico lleno de espuma verde y pocas horas después estaban tiesos. |
2211 |
Aquí tenéis vuestras camisas y calzas, remendadas y limpias. Buscad otra lavandera, porque no os quiero en mi casa. |
2212 |
Contrastaba con el bullicio alegre de los clientes la figura sobria de un hombre que bebía solo en un rincón. |
2213 |
En eso estaba, cuando distinguió en la ruidosa taberna un vozarrón de ebrio y, sin quererlo, prestó atención. |
2214 |
Para entonces yo había encendido una lámpara y había cogido el cuchillo largo de picar la carne para las empanadas. |
2215 |
Era el maestre de campo, héroe de muchas guerras, uno de los hombres más ricos y poderosos del Perú. |
2216 |
Catalina surgió de la nada con el vino, pero al percibir lo que nos ocurría, desapareció para dejarnos solos. |
2217 |
Pero yo era libre, y aunque Pedro hubiese tenido media docena de esposas, igual lo habría amado, era inevitable. |
2218 |
De lo que sí estoy segura es que esa misma noche nos amamos y desde el primer abrazo nos consumió el mismo ardor. |
2219 |
Le estreché contra mi pecho, sintiendo los latidos de su corazón, su calor animal, su olor de hombre. |
2220 |
Mi relación con Juan fue carnal, y la de él con Marina, espiritual; la nuestra llegó a ser completa. |
2221 |
El esfuerzo de escribir este relato no está en recordar, sino en el lento ejercicio de ponerlo en papel. |
2222 |
Mi letra nunca fue buena, a pesar de los empeños de González de Marmolejo, pero ahora es casi ilegible. |
2223 |
Me canso. La pluma rompe el papel y caen salpicaduras de tinta; en resumen, esta labor me queda grande. |
2224 |
Arguyes que necesitas compañía mientras tu marido anda en la guerra, como antes andaba el mío, pero no te creo. |
2225 |
Entonces yo era todavía la amante de Pedro de Valdivia, pero eso no me impidió recibirte con los brazos abiertos. |
2226 |
No podía vivir sin él, un solo día sin verlo me afiebraba, una noche sin estar en sus brazos era un tormento. |
2227 |
Lo admiraba tanto como lo deseaba, sucumbí por completo ante su energía, me sedujeron su valor y su idealismo. |
2228 |
Valdivia trataba a sus indios encomendados con más consideración que otros españoles, pero siempre con rigor. |
2229 |
Bajo el dominio del Inca padecían más que ahora. Debemos mirar hacia el futuro. Ya estamos aquí y nos quedaremos. |
2230 |
Yo podía desposarme con cualquiera de los que antes me cortejaban y que ahora no se atrevían a mirarme, dijo. |
2231 |
Solíamos discutir a gritos, porque ninguno de los dos tenía temperamento manso, pero eso no lograba separarnos. |
2232 |
Éramos similares, ambos fuertes, mandones y ambiciosos; él pretendía fundar un reino y yo pretendía acompañarlo. |
2233 |
Ya entonces, en sus comienzos, la ciudad estaba envuelta en el tejido de enredos que hoy la caracteriza. |
2234 |
Los descendientes de los fundadores serían chilenos sobrios, honestos, esforzados, respetuosos de la ley. |
2235 |
A éste no le importó. Había asegurado el bienestar de Marina en España y no le interesaba su fortuna personal. |
2236 |
Eso de que sobrarían brazos bien armados, como había anunciado tantas veces Valdivia, resultó una ironía. |
2237 |
Se llevaron del Cuzco a miles y miles de indios atados con cadenas y sogas al cuello, para evitar que escaparan. |
2238 |
Dolor y más dolor, sangre por el camino, sangre de las víctimas, sangre que envilece a los opresores. |
2239 |
Yo lo tenía muy presente, pero proveer para mil yanaconas con el dinero disponible era tarea de mago. |
2240 |
Tus soldados están preñando a las indias auxiliares cada noche, y ya tenemos a una docena con el vientre lleno. |
2241 |
Juan Gómez nos pagó con una lealtad incondicional que habría de sernos muy útil en los meses y años venideros. |
2242 |
Cecilia iba acompañada por un séquito de indias de su servicio, disimuladas entre las mancebas de los soldados. |
2243 |
Sin indígenas, decía, esta tierra nada vale. Se murió sin ver el fin de la matanza, que ya dura cuarenta años. |
2244 |
Quien a hierro mata, a hierro muere, como dicen en España. También los respeto y admiro, no puedo negarlo. |
2245 |
Dignos enemigos somos españoles y mapuche: de parte y parte valientes, brutales y determinados a vivir en Chile. |
2246 |
Andan de un lado a otro, libres y desnudos, con sus muchas esposas e hijos, que pelean con ellos en las batallas. |
2247 |
Así me mantuvieron siempre ocupada con los heridos, sobre todo yanaconas, que luchaban sin caballos ni armaduras. |
2248 |
Le serví un tazón de harina tostada con agua y miel, que comió con parsimonia, como si fuese un manjar exquisito. |
2249 |
Entretanto, Pedro de Valdivia recorría leguas a caballo oteando el horizonte a la espera de nuevos voluntarios. |
2250 |
El resto de los soldados se las arreglaba como podía, con unas telas parcheadas que apenas los protegían del clima. |
2251 |
Estábamos instalados cerca de un par de aldeas abandonadas, donde no encontramos comida por mucho que buscamos. |
2252 |
En el Perú, en cambio, se habían hallado tumbas atiborradas de objetos preciosos, incluso estatuas de oro macizo. |
2253 |
Celebraron su hazaña con largas risotadas, mientras en el campamento de los yanaconas cundía el espanto. |
2254 |
Monroy, nacido en Salamanca y descendiente de una familia noble, era todo lo contrario, fino, apuesto y generoso. |
2255 |
Estos hombres habían estado durante meses en la terrible selva de los Chunchos, al oriente del Perú. |
2256 |
Algunos estaban tan débiles, que las indias debían alimentarlos a cucharaditas con papilla de infante. |
2257 |
Otros usaban vejigas o piel de lobo marino. Agregaban al agua unos granos de maíz tostado, para disimular el olor. |
2258 |
Don Benito lo descubrió disimulado entre nuestros indios auxiliares y pidió permiso a Valdivia para interrogarlo. |
2259 |
Pedro y yo avanzábamos a pie horas y horas, conduciendo a nuestros caballos por las bridas, para no cansarlos. |
2260 |
Cuando creímos que habíamos alcanzado el límite de nuestras fuerzas, el color de las montañas y del suelo cambió. |
2261 |
Apenas surgía la primera luz del alba nos poníamos en marcha, porque más tarde el sol no permitía avanzar. |
2262 |
En la noche, la temperatura cambiaba bruscamente, del calor insoportable del día pasábamos a un frío glacial. |
2263 |
Pedro y yo, abrazados entre nuestros caballos, procurábamos infundirnos calor. Estábamos muy fatigados. |
2264 |
De pronto nos parecía escuchar el sonido de una cascada y ver una laguna cristalina rodeada de helechos. |
2265 |
Si Valdivia no impone orden con castigos ejemplares, creo que los hubieran matado para chuparles la sangre. |
2266 |
Al día siguiente, cuando ya nos dábamos por perdidos sin remedio, un extraño reptil pasó corriendo entre mis pies. |
2267 |
Concluí que por muy diabólico que fuese el animalejo, de vez en cuando necesitaría un sorbo de agua. |
2268 |
Caminamos un buen rato, tal vez una hora, en círculos cada vez más grandes, cubriendo más y más terreno. |
2269 |
Sospeché que pretendía deshacerse de Valdivia, apoderarse de la expedición y continuar la conquista de Chile solo. |
2270 |
Se requirió mucha astucia y firmeza para impedir que don Benito colgara a De la Hoz del primer árbol a su alcance. |
2271 |
Este sistema siempre me sirvió bien. Un hombre hace lo que puede, una mujer hace lo que el hombre no puede. |
2272 |
A los yanaconas que faltaban nadie los contó, pero según Catalina debían de ser unos treinta o cuarenta. |
2273 |
Al conocer a Francisco de Aguirre sentí de inmediato confianza en él, a pesar de su aspecto intimidante. |
2274 |
A los ochenta años no está derrotado, sigue imaginando aventuras y cantando las canciones pícaras de su juventud. |
2275 |
Las casas eran de barro y paja, más sólidas y mejor dispuestas que las chozas que habíamos visto antes. |
2276 |
Yo me guardé muy bien de abrir la boca, para que no me acusaran de ser un marimacho que dominaba a Valdivia. |
2277 |
Un silencio largo siguió a la perorata de Valdivia, mientras el secretario terminaba de anotar en su libro. |
2278 |
El parto de Cecilia, la princesa inca, fue largo y difícil, porque la criatura estaba volteada en el vientre. |
2279 |
Si hubiera nacido unos meses más tarde, habría contado con varias nodrizas, porque había muchas indias preñadas. |
2280 |
No se puede cabalgar mil leguas de lado, a la mujeriega, sin partirse la espalda; tuve que montar a horcajadas. |
2281 |
Si eso incendió el deseo de Escobar y otros de la expedición, no entiendo cómo funciona la mente masculina. |
2282 |
Me niego a dar la razón a Aguirre, a pesar de las muchas debilidades que he comprobado en los hombres. |
2283 |
Suponen que no entendemos lo que oímos. Observé con disimulo la conducta del muchacho y comprobé que me rondaba. |
2284 |
Junto a una de las fogatas, la cálida voz de tenor de Francisco de Aguirre entonaba una canción picaresca. |
2285 |
En el aire flotaba el aroma delicioso de la única comida del día, carne asada, maíz, tortillas al rescoldo. |
2286 |
Don Benito se llevó al tembloroso muchacho de un brazo y lo dejó en una de las tiendas, vigilado pero sin cadenas. |
2287 |
Escobar estaba hecho un guiñapo, pero no por el miedo a morir, sino por el dolor de su corazón destrozado. |
2288 |
La princesa inca estaba más bella que nunca, echada sobre un mullido colchón, descansando, rodeada de sus siervas. |
2289 |
Después de felicitar a la joven madre y besar al chiquito, cogí de un brazo al padre y me lo llevé afuera. |
2290 |
Os lo pediría por cualquier hombre de este campamento. No puedo permitir que don Pedro cometa este pecado. |
2291 |
Y no me digáis que se trata de una cuestión de disciplina militar, los dos sabemos que son puros celos. |
2292 |
El capellán había pasado la noche en vela rezando, después de haber fracasado en su gestión con Valdivia. |
2293 |
Escobar iba sin cadenas, derecho como una lanza, tranquilo, la mirada fija adelante, como si marchara en sueños. |
2294 |
Se puso de rodillas y el capellán le dio la extremaunción, lo bendijo y le pasó la Santa Cruz para que la besara. |
2295 |
Pedro de Valdivia dio tres pasos adelante, pálido como un cirio, sin poder creer lo que había ocurrido. |
2296 |
De inmediato otro siguió su ejemplo, y otro más, hasta que todos, menos Pedro de Valdivia, estuvimos arrodillados. |
2297 |
Una hora más tarde abandonó el campamento con la misma calmada dignidad con que caminó hacia el patíbulo. |
2298 |
Cuando el muchacho ya salía del campamento, le di alcance, desmonté y le entregué mi único tesoro, el caballo. |
2299 |
Después de la expulsión del muchacho Escobar, el campamento tardó unos días en recuperar la normalidad. |
2300 |
La culpa y los celos le encendieron el deseo, quería poseerme a cada rato, incluso en la mitad del día. |
2301 |
A Valdivia no le importaba, lo hacía adrede para establecer su autoridad, humillarme y desafiar a los chismosos. |
2302 |
Ése fue mi castigo, sufrir la suerte de una ramera, tal como el de Escobar fue perecer en el desierto. |
2303 |
Dábamos cortos paseos, siempre con guardias, porque en cualquier momento podían caernos encima indios hostiles. |
2304 |
También me regaló otro caballo, para reemplazar el que le di a Escobar, y asignó a su mejor jinete para entrenarlo. |
2305 |
Las huestes chilenas estaban al mando de tres caciques, encabezados a su vez por el poderoso Michimalonko. |
2306 |
Se compone de un rosario de valles tendidos entre montañas y volcanes, y cruzados por copiosos ríos. |
2307 |
Su costa es abrupta, de olas temibles y aguas frías; sus bosques son densos y aromáticos; sus cerros, infinitos. |
2308 |
Se debe predicar con el ejemplo, dijo. No permitiría que los españoles se portaran peor que los bárbaros. |
2309 |
Catalina me contó que seguían golpeando a las mujeres, pero no en la cara ni donde les quedaran marcas visibles. |
2310 |
A medida que los indios de Chile se volvían más atrevidos, nos preguntábamos qué sería del desafortunado Escobar. |
2311 |
Desde lo alto de sus cabalgaduras los huincas son invencibles, pero si logran desmontarlos, los aniquilan. |
2312 |
Corrían casi desnudos, con arcos y flechas, picas y macanas, aullando, exultantes de feroz anticipación. |
2313 |
La descarga de los arcabuces barrió con las primeras filas, pero no logró detenerlos ni aminorar su carrera. |
2314 |
En cuestión de minutos ya podíamos verles las caras pintarrajeadas y comenzó la lucha cuerpo a cuerpo. |
2315 |
La brisa nos traía el olor a pólvora y caballo, que se mezclaba con el de la sangre y la carne chamuscada. |
2316 |
Alcancé a registrar estos detalles en menos de un instante, porque los hechos sucedieron muy rápido. |
2317 |
Los negros circularon entre los caídos, rematando a los chilenos, y después me trajeron a los nuestros. |
2318 |
Dicen que uno se acostumbra a todo, pero no es cierto, nunca me acostumbré a esos gritos espantosos. |
2319 |
Creo que dos hombres no pasarán la noche. Habrá que transportar a los heridos a caballo, no podemos dejarlos atrás. |
2320 |
Capellán, haceos cargo de los entierros y las misas. Partiremos tan pronto doña Inés lo considere posible. |
2321 |
Regresaron con la agradable noticia de que los indios, aunque desconfiados, no habían dado muestras de hostilidad. |
2322 |
No era como para preocuparse, dijo, a menos que se presentaran de nuevo las huestes de Michimalonko. |
2323 |
Después de oír misa y comulgar, se procedió al antiguo rito latino de marcar el perímetro de la ciudad. |
2324 |
Dos semanas más tarde, nuestro alarife, un tuerto de apellido Gamboa, hizo el trazado clásico de la ciudad. |
2325 |
Podíamos comprobar que el verano era caliente, seco y saludable. Nos dijeron que el invierno sería frío y lluvioso. |
2326 |
Con el fin de ahorrar esfuerzo y víveres, establecí al principio un sistema para que nadie se quedara sin comer. |
2327 |
A veces conseguíamos pescado y marisco traído de la costa por los indígenas del valle, pero olían mal. |
2328 |
Cada uno contribuía a la mesa con lo que podía, tal como años antes hice en la nave del maestre Manuel Martín. |
2329 |
Vitacura se presentó con tres horas de retraso, de acuerdo con el protocolo de los incas, como nos explicó Cecilia. |
2330 |
Hice servir una comida abundante y bien regada con chicha de tuna y muday, un licor fuerte de maíz fermentado. |
2331 |
Preferiría que Chile fuese tan mísero como decían. Vine a fundar un pueblo trabajador y de buenos principios. |
2332 |
Eso era justamente lo más conveniente para nuestros enemigos: que nos separásemos en pequeños grupos. |
2333 |
Sin embargo, Sancho de la Hoz se valió de esto para atizar el fuego del rencor entre los sediciosos. |
2334 |
Esta prosperidad irritaba a los indios del valle, que se daban cuenta cabal de que no estábamos allí de paso. |
2335 |
Suponían, y con razón, que llegarían más huincas a arrebatarles sus tierras y convertirlos en siervos. |
2336 |
Catalina y yo, valiéndonos de señas y palabras en quechua, salíamos a comerciar por los alrededores. |
2337 |
Teníamos buena mano para componer huesos rotos, cauterizar heridas y atender partos; eso nos sirvió. |
2338 |
No me pareció necesario explicarle que Catalina llevaba los reptiles muertos escondidos en las mangas. |
2339 |
Cecilia averiguó que en el Perú las cosas estaban muy revueltas, incluso había rumores de que Pizarro había muerto. |
2340 |
El lodo llegaba a los tobillos de los capitanes que se juntaron para designar gobernador a Valdivia. |
2341 |
No había descanso para mí, vivía pendiente de los detalles cotidianos: comida, ropa, siembras, animales. |
2342 |
Un par de criados salieron en su defensa, mientras sus cortesanos y centinelas escapaban por los balcones. |
2343 |
Cuando la noticia se confirmó en Chile, meses más tarde, Valdivia ya tenía seguro su cargo de gobernador. |
2344 |
Valdivia escuchó de labios de Cecilia los detalles, conferenció con sus capitanes y decidió tomar la iniciativa. |
2345 |
La derrota de los indígenas fue rápida, y los nuestros capturaron a varios caciques, entre ellos a Michimalonko. |
2346 |
Llevaban el negro cabello largo y trenzado con tiras de colores y los rostros pintados de amarillo y azul. |
2347 |
Con el mayor respeto y solemnidad, Valdivia manifestó su admiración por el valor de Michimalonko y sus guerreros. |
2348 |
No lo conocen. Aprecian primero la valentía y segundo la reciprocidad: tú me das, yo te doy, con justicia. |
2349 |
Las mujeres mantienen una red de relaciones que une a los clanes, incluso aquellos separados por cientos de leguas. |
2350 |
Consideran una falta de respeto molestar a Dios cada domingo, como nosotros; una vez al año es más que suficiente. |
2351 |
Como había prometido, dejó a Michimalonko en libertad y se despidió de él con las mayores muestras de respeto. |
2352 |
Nos atacó a mordiscos cuando intentamos quitarle un amuleto que traía colgado al cuello de una tira de piel. |
2353 |
Fui a verlo y lo hallé sentado en el patio, inmóvil, tallado en madera, con sus ojos negros fijos en los cerros. |
2354 |
Las indias del servicio le daban golosinas y hasta Catalina terminó por aceptarlo, aunque a regañadientes. |
2355 |
Pedro estaba tan molido por esas semanas de esfuerzo, que se dejó hacer por mí con una mansedumbre de virgen. |
2356 |
Al otro día, cuando volvió de su reunión con el cabildo, Pedro me preguntó quién era el pequeño salvaje. |
2357 |
Le pedí al lengua que le propusiera un trato: si él me enseñaba su idioma, yo le enseñaría castellano. |
2358 |
Nunca me gustó ese hombre, por simulador y cobarde, pero no imaginé que además fuera tonto de capirote. |
2359 |
Ante la sorpresa general, Valdivia perdonó de nuevo a Sancho de la Hoz, el principal instigador de la revuelta. |
2360 |
Ese fanfarrón ya nos había dado demasiadas molestias. Nunca sabré por qué salvó la cabeza una vez mas. |
2361 |
Ese año de vicisitudes le agrió el carácter y perdía el control con facilidad. Tuve que cerrar la boca. |
2362 |
Las machis sacrificaron varios guanacos, después de pedirles permiso para ofrecer sus vidas al Señor Dios. |
2363 |
La Tierra y la gente son inseparables. Todo lo que le ocurre a la Tierra le ocurre también a la gente. |
2364 |
Había viajado durante una luna entera para estar allí, en representación de su tribu. No había prisa. |
2365 |
Y caía lluvia en tal abundancia, que quienes no alcanzaron a subir a los cerros perecieron en el diluvio. |
2366 |
Y yo digo que nunca los mapuche tuvieron enemigos tan poderosos como los barbudos llegados de lejos. |
2367 |
Ahora son sólo una tribu pequeña, pero vendrán más, porque tienen casas con alas que vuelan sobre el mar. |
2368 |
La demencia corría en las venas de su familia, bastaba recordar a su desdichada madre, la loca de Tordesillas. |
2369 |
Aguirre nos divertía con sus disparatadas ocurrencias de mujeriego y sus atrevidas coplas de soldado. |
2370 |
No apostábamos dinero, para evitar disputas, no dar mal ejemplo a la servidumbre y ocultar cuán pobres éramos. |
2371 |
Rodrigo de Quiroga compartía plenamente esta idea, pero eran los únicos imbuidos de tan altos ideales. |
2372 |
El trabajo de construir la ciudad, sembrar y cuidar los animales lo hacíamos las mujeres y los yanaconas. |
2373 |
Incluso nuestros indios, que se morían con un resfrío común, pasaron los temporales sin graves problemas. |
2374 |
Las mujeres de mi casa habían pasado el invierno cosiendo y enseñándoles a otras los oficios domésticos. |
2375 |
Estamos acostumbrados a combatir contra un número cien veces superior, quinientos salvajes es cosa de risa. |
2376 |
Con infinita astucia y paciencia sedujo a Rodrigo y enseguida vino a hablar conmigo para contarme sus cuitas. |
2377 |
Descendí a saltos, seguida por el perro, y corrí a la casa de Rodrigo de Quiroga, en el otro extremo de la plaza. |
2378 |
Dos minutos después apareció Rodrigo a medio vestir, pero con las botas puestas y la espada en la mano. |
2379 |
Comprendimos que habíamos caído en una trampa, los salvajes eran mucho más astutos de lo que pensábamos. |
2380 |
Debo dejar constancia de que ese día el cortesano se batió con la misma fiereza que los demás heroicos capitanes. |
2381 |
Comprendí que debíamos dejar a los hombres con sus arcabuces mientras las mujeres tratábamos de apagar el incendio. |
2382 |
Poco más allá había un par de gallinas, atontadas por el humo, que no me costó nada atrapar y poner junto al gallo. |
2383 |
Aturdido y medio ciego, porque se le hincharon los párpados monstruosamente, salió a trastabillones a la plaza. |
2384 |
El infeliz estaba lívido y la flecha se le había incrustado tanto, que yo no podía sacarla sin agrandar la herida. |
2385 |
Me hallaba calculando si podría correr ese riesgo, cuando el pobre hombre se estremeció con brutales estertores. |
2386 |
El traidor y yo alcanzamos a intercambiar una mirada y creo que en ella nos perdonamos los agravios del pasado. |
2387 |
Quedaban en pie una parte de la iglesia y la casa de Aguirre, donde manteníamos a los siete caciques cautivos. |
2388 |
El yanacona que antes le cargaba el arma yacía inmóvil a sus plantas y en su lugar se había colocado Eulalia. |
2389 |
Comprendí que la joven había estado en la plaza todo el tiempo para no perder de vista a su amado Rodrigo. |
2390 |
No puedo recordar en detalle mis acciones de ese día, de necesidad debo fiarme en lo que otros han contado. |
2391 |
No importa. El hecho es que en cuestión de minutos había siete cabezas por tierra. Que Dios me perdone. |
2392 |
No me detuve a ver el efecto, regresé a la celda, cogí otras dos y las lancé en el costado opuesto de la plaza. |
2393 |
Me vi como me veía la gente a mi alrededor: un demonio desgreñado, cubierto de sangre, ya sin voz de tanto gritar. |
2394 |
Desesperado, quitó la tierra a mano, porque no pudo hallar una pala, los atacantes se habían llevado cuanto había. |
2395 |
Mucho menos podía mencionar a una bruja que lanzaba cabezas de caciques por los aires como si fuesen melones. |
2396 |
La ciudad nada importaba, porque había brazos y corazones fuertes para reconstruirla de las cenizas. |
2397 |
Una vieja flaca es patética, se me han puesto las orejas enormes y hasta una brisa puede tirarme de bruces. |
2398 |
Se me ocurrió disimular la miseria esmerándome en la limpieza, en vista de que agua había en abundancia. |
2399 |
El hambre es cosa rara, acaba con la energía, nos hace lentos y tristes, pero despeja la mente y azuza la lujuria. |
2400 |
Había bastante sufrimiento, no podíamos agregar más. Engañábamos el estómago con tisanas de menta, tilo y matico. |
2401 |
Felipe tenía una puntería natural, donde ponía el ojo ponía la flecha, y siempre estaba dispuesto a salir de caza. |
2402 |
Felipe era un muchacho contemplativo y silencioso, capaz de pasar horas inmóvil, como un monje anciano. |
2403 |
Los arreos de oro de su caballo lograrían impresionar a los curiosos, pero no a los políticos y comerciantes. |
2404 |
Nos referíamos a nuestras miserias siempre en tono de chanza, porque quejarse en serio habría sido de pusilánimes. |
2405 |
En la tradición mapuche el novio roba, con ayuda de sus hermanos y amigos, a la muchacha que desea, según me contó. |
2406 |
Así formalizan la unión. El hombre puede tener varias esposas, pero debe dar lo mismo a cada una y tratarlas igual. |
2407 |
Yo debí salir deprisa y a tropezones de la habitación para no reírme en las venerables barbas del clérigo. |
2408 |
El desafío de sobrevivir un día más y mantener en alto la moral de la colonia nos llenaba de energía. |
2409 |
Sobre un promontorio mantenían dispuestas varias hogueras, listas para encenderlas si aparecía una nave. |
2410 |
Lo que no pudimos pagar, quedó anotado como deuda, y Valdivia avaló a los demás, porque no teníamos oro. |
2411 |
Lo más importante fue el contacto con el mundo civilizado; ya no estábamos solos en el último rincón del planeta. |
2412 |
También llegaron a aumentar nuestra colonia cinco mujeres españolas, esposas o parientes de soldados. |
2413 |
En cada uno de esos encuentros quedaba tal mortandad de indios, que cabía preguntarse de dónde salían más. |
2414 |
Si él estuviese conmigo, gozaríamos juntos hasta el final de nuestra existencia, despacio y sin bulla. |
2415 |
Es tanta la necesidad de estrecharlo, de yacer con él, que a veces no puedo contener un grito ahogado. |
2416 |
Tuve que comprarle una casa y correr con sus gastos, para evitar que el fantasma de Pedro me halase las orejas. |
2417 |
Como decía, hoy no ha sido un buen día para mí. En vez de atenerme al relato de mi vida, me he puesto a divagar. |
2418 |
Si prefieres, puedes entregárselas a los curas mercedarios o dominicos, que me deben algunos favores. |
2419 |
Había dos sastres, cuatro escribanos, un médico -que por desgracia no servía de mucho- y un estupendo veterinario. |
2420 |
No podíamos defender las sementeras, las casas ni las ropas, las ratas se comían todo menos el metal. |
2421 |
Merecía la muerte. Cuando supe que Pedro se había ido, me sentí mucho más traicionada que los colonos embaucados. |
2422 |
De la Hoz ha hecho circular una carta pidiendo que Valdivia sea destituido y muchos vecinos ya la han firmado. |
2423 |
La mayoría de la gente quiere deshacerse de Valdivia y nombrarlo gobernador a él -me comunicó Cecilia. |
2424 |
La tropa recuperó de inmediato la confianza, porque con ese general a la cabeza sentía la victoria segura. |
2425 |
El paisaje era de una belleza abrumadora y amenazante, aquél era un mundo de luz refulgente y sombras siderales. |
2426 |
Debo aclarar, sin embargo, que él no tomó ninguna iniciativa ni dio muestras de adivinar mis vagos deseos. |
2427 |
Eulalia, tu madre, quien mucho te quiso a ti y a Rodrigo, falleció ese año durante la epidemia de tifus. |
2428 |
De tu madre quechua heredaste la piel de caramelo, y de tu padre, las facciones aristocráticas; buena mezcla. |
2429 |
Te adoré desde el momento en que cruzaste mi umbral, abrazada a un caballito de madera tallado por Rodrigo. |
2430 |
Era imposible proteger las minas y las haciendas, que fueron abandonadas, mientras la gente se refugió en Santiago. |
2431 |
Valdivia debió dejar la tropa al mando de sus capitanes y dar media vuelta para enfrentar a la justicia. |
2432 |
Los cargos en su contra eran más de cincuenta, pero sólo recuerdo los más importantes y los que me conciernen. |
2433 |
Pedro probó su inocencia, desbaratando los cargos uno a uno, y al final la única que salió perdiendo fui yo. |
2434 |
Iba descalza y no pude menos que comparar sus pies perfectos de princesa con los míos, de tosca campesina. |
2435 |
Al sentir que envejecía se asustó y quiso volver a ser el militar heroico y el amante juvenil que fuera años antes. |
2436 |
Yo lo conocía demasiado, junto a mí no podía reinventarse o comenzar de nuevo con frescas vestiduras. |
2437 |
Ante mí le sería imposible ocultar sus debilidades o su edad y, como no podía engañarme, me hizo a un lado. |
2438 |
Al inscribir tus bienes a nombre de tu marido, no podrán quitártelos. Durante un buen rato no me salió la voz. |
2439 |
De pronto me golpeó algo así como un puñetazo en el pecho que me cortó el aliento y me hizo tambalear. |
2440 |
En esa postura esperé hasta que se regularizaron los latidos en mi pecho y recobré el ritmo de la respiración. |
2441 |
A veces basta secar el sudor de la frente de un hombre cansado para que coma de la mano que lo acaricia. |
2442 |
Me gustan los proyectos. Momentos después entró Rodrigo, sorprendido, porque yo nunca lo había visitado en su casa. |
2443 |
Se había quitado el jubón dominical y vestía calzas y una camisa blanca de mangas anchas, abierta en el pecho. |
2444 |
Necesité dos semanas para preparar la boda, porque no quería casarme con disimulo, sino con pompa y ceremonia. |
2445 |
Arreglamos para mí un virginal vestido blanco de Cecilia, ya que no hubo tiempo de encargar la tela para otro. |
2446 |
También en esa época murió Villagra, tan asustado de sus pecados, que se vestía con el hábito de san Francisco. |
2447 |
Sin él, mis noches transcurren casi enteras en blanco, y el insomnio es muy conveniente para la escritura. |
2448 |
Ella me hizo ver que el corazón es como una caja: si está ocupada con porquería, falta espacio para otras cosas. |
2449 |
Según Catalina, el encono pone la piel amarilla y produce mal olor, por eso me daba a beber tisanas de limpieza. |
2450 |
Los centinelas de la ciudad dieron la alarma desde sus atalayas cuando vieron la polvareda de los caballos. |
2451 |
Terminaron mis viajes solitarios al campo, sólo nos separábamos cuando la urgencia de la guerra llamaba a Rodrigo. |
2452 |
Además, la mayoría se enreda en escrúpulos, acuérdate del célebre camisón con el ojal de Marina Ortiz de Gaete. |
2453 |
Valdivia ordenó a Juan Gómez aplicar tormento a quien fuese necesario para descubrir al autor del ultraje. |
2454 |
Cuando nos topábamos en la calle o en la iglesia, nos saludábamos con una discreta inclinación de cabeza, nada más. |
2455 |
Aún no estaba en edad de que disminuyera su vigor, pero le fallaba la salud y le dolían sus antiguas heridas. |
2456 |
Allí estaba María, lloriqueando y poniéndole paños mojados en la frente al herido, que yacía más muerto que vivo. |
2457 |
Hice el trabajo sin malicia ni rencor, procurando ahorrarle sufrimiento, aunque eso resultó imposible. |
2458 |
Desafiando el toque de queda y aprovechando la oscuridad, plantó la cabeza en la plaza y escapó de la ciudad. |
2459 |
Convirtió a las mujeres en guerreras feroces y puso a los niños a acarrear víveres, pertrechos y mensajes. |
2460 |
La ha visto en cada ocasión en que escapaba de la ciudad de los huincas para entregar información a las tribus. |
2461 |
El padre de Lautaro, cacique de mucho respeto, lo presenta a los otros toquis, para que oigan lo que su hijo dice. |
2462 |
Son hombres sin miedo. La infantería sólo tiene protección en el pecho y la cabeza, con ella sirven las flechas. |
2463 |
Ellos tampoco tienen miedo. Hay que envenenar las flechas para que los heridos no vuelvan a batallar. |
2464 |
Vamos a molestarlos sin tregua, seremos como avispas y tábanos -ordena-, primero los cansamos, después los matamos. |
2465 |
No aprecian la libertad. No entienden de orgullo, obedecen, ponen las rodillas en tierra, inclinan la cabeza. |
2466 |
Sólo los más fuertes y resistentes, los de mas temple y voluntad, pueden aspirar al título de toqui de guerra. |
2467 |
Dos mocetones se acercan al tronco de pellín que han preparado, y lo levantan con esfuerzo, uno de cada extremo. |
2468 |
Los músculos del cuerpo se tensan, la piel brilla de sudor, se hinchan las venas del cuello, a punto de reventar. |
2469 |
Que vengan los vientos floridos a traer la voz de los antepasados para que se endurezca nuestra mirada. |
2470 |
Que el valor de los toquis antiguos navegue por nuestra sangre. Dicen los ancianos que es la hora del hacha. |
2471 |
Los abuelos de los abuelos nos vigilan y sostienen nuestro brazo. Es la hora del combate. Hemos de morir. |
2472 |
Invoca a los espíritus de la Naturaleza para que defiendan su tierra, sus grandes aguas, sus auroras. |
2473 |
La vieja machi salpica a Caupolicán con una ramita de canelo untada en sangre del sacrificio, para darle entereza. |
2474 |
Así pasan las horas, la noche entera, así amanece el día, colándose la luz entre las hojas de los altos árboles. |
2475 |
Antes del tiempo del descanso, el tiempo del frío y del sueño de la Madre Tierra, vendrán los huincas. |
2476 |
Caupolicán, quien ya ha ganado la contienda hace rato, pero no suelta el tronco, sigue caminando y hablando. |
2477 |
El sol llega a su cenit y empieza a descender hasta que desaparece entre los árboles, sin que él se detenga. |
2478 |
El único intranquilo era Michimalonko, pues sabía muy bien con quiénes tendría que habérselas pronto. |
2479 |
Los mapuche marchaban con perfecta disciplina, en cuatro divisiones al mando de sus toquis de guerra. |
2480 |
En los tres años que le quedaban de vida, vi a Pedro de Valdivia muy poco, sólo tuve noticias suyas por terceros. |
2481 |
Al paso de los caballeros se levantaban nubes de mariposas y los venados, curiosos, se acercaban a saludar. |
2482 |
Mudo, mojado de lágrimas, el conquistador conquistado iba descubriendo el lugar donde acaba la tierra, Chile. |
2483 |
Unas semanas más tarde, otro destacamento de españoles, que recorría la región, oyó voces femeninas. |
2484 |
Lautaro. Jamás se le ocurrió que podía ser Felipe, su antiguo caballerizo, eso lo descubriría el día de su muerte. |
2485 |
Valdivia se detenía en los aislados caseríos de los colonos y los arengaba con su optimismo invencible. |
2486 |
Pedro de Valdivia murió sin saberlo y sin cumplir su sueño de extender la conquista hasta ese punto del mapa. |
2487 |
Después condujeron a los prisioneros encadenados a Concepción, donde los exhibieron como animales de feria. |
2488 |
No sabía que sería su última visita, pero lo sospechaba, porque volvieron a atormentarlo negros sueños. |
2489 |
Sé que este comentario parece mezquindad de mi parte, pero es verdad: esas mujeronas eran muy ordinarias. |
2490 |
El banquete en honor al gobernador fue uno de los más espectaculares que me ha tocado ofrecer en mi larga vida. |
2491 |
Alumbramos con centenares de bujías, lámparas de sebo y antorchas con resina de pino, que perfumaban el aire. |
2492 |
La casa lucía espléndida, llena de flores, grandes fuentes con frutas de la estación y jaulas de pájaros. |
2493 |
Había una mesa sólo para los postres, tortas, hojaldres, merengues, yemas quemadas, dulce de leche, fruta. |
2494 |
También en eso Valdivia había cambiado, ya no era el hombre que se jactaba de despreciar títulos y honores. |
2495 |
Entretanto, Pedro de Valdivia murió sin enterarse de que por fin había obtenido las prebendas solicitadas. |
2496 |
Al día siguiente acudí a la casa de González de Marmolejo, la más grande y lujosa de Chile después de la mía. |
2497 |
Por mucho que Pedro hubiese cambiado, en algún momento fue el amante a quien seguí al fin del mundo. |
2498 |
Sentí el cosquilleo de su barba rubia y el calor de su aliento, volví la cara y lo empujé suavemente. |
2499 |
Tenían a veinte mil indios trabajando en las minas y la producción era casi tan buena como la del Perú. |
2500 |
Entre los colonos que se fueron iba el alguacil Juan Gómez, pero Cecilia y sus hijos no lo acompañaron. |
2501 |
Al despedirse de Valdivia, Rodrigo de Quiroga le aconsejó que no abarcase más de lo que podía controlar. |
2502 |
El aire era tibio y al paso de los cinco soldados se levantaban nubes de insectos translúcidos y aves ruidosas. |
2503 |
El capitán tomó una medida desesperada para espantar a los mapuche que aguardaban el amanecer para atacar de nuevo. |
2504 |
El joven ñidoltoqui acababa de formalizar su unión con Guacolda, después de pagar la dote correspondiente. |
2505 |
Como todo encomendero, tenía la obligación de acudir a la guerra cuando era llamado, y no vaciló en hacerlo. |
2506 |
No se movieron de sus sitios y recibieron de frente el impacto de la caballería, que se ensartó en las lanzas. |
2507 |
A pesar de la espantosa mortandad producida por los hierros españoles, los mapuche no se desanimaron. |
2508 |
Juan Gómez comprendió que era imposible oponerse a esa hábil maniobra con su reducido número de soldados. |
2509 |
Debió dar orden de recogerse al fuerte, porque sus hombres, casi todos heridos, necesitaban tomar aliento y agua. |
2510 |
Tenía cincuenta y tres años, pero la cojera y el exceso de peso lo habían envejecido antes de tiempo. |
2511 |
Era un brazo, todavía dentro de la manga del jubón. Valdivia ordenó proseguir con las armas prontas. |
2512 |
El cabecilla no podía ser otro que ese toqui del cual tanto había oído durante el invierno: Lautaro. |
2513 |
Una muerte atroz. Hay tantas de ésas en nuestro reino, que nos pesarán para siempre en la conciencia. |
2514 |
Desde la cima de la colina los vio bebiendo y lavándose las heridas en el río, alivio que sus hombres no tenían. |
2515 |
Pasaban las horas, los españoles y yanaconas iban cayendo, y los ansiados refuerzos de Juan Gómez no llegaban. |
2516 |
Cabalgaron la noche entera, y a la mañana del día siguiente se encontraron en las cercanías del fuerte. |
2517 |
Buscaron a Pedro de Valdivia entre los cadáveres y trozos de cuerpos descuartizados, pero no lo hallaron. |
2518 |
Por fin los soldados de Gómez pudieron agruparse y huir, seguidos de cerca por las huestes de Lautaro. |
2519 |
El primero gritó adiós a los demás, detuvo su cabalgadura y se volvió para enfrentar a los perseguidores. |
2520 |
La visibilidad era casi nula, debía avanzar penosamente, tanteando entre los árboles y los matorrales. |
2521 |
Se quitó la armadura y la ropa y las hizo desaparecer en el barro y, desnudo, se adentró en la ciénaga. |
2522 |
Con su espada, Juan Gómez cortó una caña y enseguida se sumergió por completo en el pútrido lodazal. |
2523 |
Por la espada, que no había soltado, reconocieron a Juan Gómez, el capitán de los catorce de la fama. |
2524 |
Pero temí que al hablarle desapareciera; en estos meses de soledad he comprobado cuán tímidos son los espíritus. |
2525 |
Son mis enemigos, pero los admiro; si yo estuviese en su lugar, moriría luchando por mi tierra, como mueren ellos. |
2526 |
Durante veintisiete años he procurado no pensar en eso, pero supongo que ha llegado la hora de hacerlo. |
2527 |
Como no entendía nuestro idioma, parecía lerda, pero cuando le hablé en mapudungu comprendí que era habilísima. |
2528 |
Antes de que el pantano se los tragara, los mapuche los rescataron, porque no era así como planeaban darles fin. |
2529 |
El yanacona debió traducir, pero antes de que alcanzara a terminar los indios se le fueron encima y lo mataron. |
2530 |
Esta macabra orgía duró tres noches y dos días, sin que la madre Muerte socorriese al infeliz cautivo. |
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