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Короткие тексты на испанском
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Короткие тексты на испанском языке
Автор:
Phemmer
Создан:
22 сентября 2017 в 21:11 (текущая версия от 8 февраля 2021 в 01:46)
Публичный:
Нет
Тип словаря:
Тексты
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Содержание:
1 Pero no he podido yo contravenir al orden de naturaleza; que en ella cada cosa engendra su semejante.
2 Y más, que no habrá quien se ponga a averiguar si los seguistes o no los seguistes, no yéndole nada en ello.
3 Que así envidiada fuera, y no envidiara, y fuera alegre el tiempo que fue triste, y gozara los gustos sin escote.
4 Envidio a tu jumento y a tu nombre, y a tus alforjas igualmente invidio, que mostraron tu cuerda providencia.
5 No puedo ser tu igual; que este decoro se debe a tus proezas y a tu fama, puesto que, como yo, perdiste el seso.
6 Mas serlo has mío, si al soberbio moro y cita fiero domas, que hoy nos llama iguales en amor con mal suceso.
7 Améla por milagro único y raro, y, ausente en su desgracia, el propio infierno temió mi brazo, que domó su rabia.
8 Pero esto importa poco a nuestro cuento; basta que en la narración dél no se salga un punto de la verdad.
9 Diera él, por dar una mano de coces al traidor de Galalón, al ama que tenía, y aun a su sobrina de añadidura.
10 Plégaos, señora, de membraros deste vuestro sujeto corazón, que tantas cuitas por vuestro amor padece.
11 Preguntáronle si por ventura comería su merced truchuela, que no había otro pescado que dalle a comer.
12 Pagadle luego sin más réplica; si no, por el Dios que nos rige, que os concluya y aniquile en este punto.
13 Y, asiéndole del brazo, le tornó a atar a la encina, donde le dio tantos azotes, que le dejó por muerto.
14 Pero, al fin, le desató y le dio licencia que fuese a buscar su juez, para que ejecutase la pronunciada sentencia.
15 Eran seis, y venían con sus quitasoles, con otros cuatro criados a caballo y tres mozos de mulas a pie.
16 Pero vosotros pagaréis la grande blasfemia que habéis dicho contra tamaña beldad como es la de mi señora.
17 Cansóse el mozo, y los mercaderes siguieron su camino, llevando qué contar en todo él del pobre apaleado.
18 Procuró levantarle del suelo, y no con poco trabajo le subió sobre su jumento, por parecer caballería más sosegada.
19 Llévenme a mi lecho y llámese, si fuere posible, a la sabia Urganda, que cure y cate de mis feridas.
20 Hízose así, y el cura se informó muy a la larga del labrador del modo que había hallado a don Quijote.
21 Dádmele acá, compadre; que hago cuenta que he hallado en él un tesoro de contento y una mina de pasatiempos.
22 Dádmele acá, compadre, que precio más haberle hallado que si me dieran una sotana de raja de Florencia.
23 Guárdese, porque su autor es amigo mío, y por respeto de otras más heroicas y levantadas obras que ha escrito.
24 Detrás dellos venía un coche, con cuatro o cinco de a caballo que le acompañaban y dos mozos de mulas a pie.
25 Mire, señor, que aquéllos son frailes de San Benito, y el coche debe de ser de alguna gente pasajera.
26 Tened paciencia, que aventuras se ofrecerán donde no solamente os pueda hacer gobernador, sino más adelante.
27 Pero, deseosos de buscar donde alojar aquella noche, acabaron con mucha brevedad su pobre y seca comida.
28 Las claras fuentes y corrientes ríos, en magnífica abundancia, sabrosas y transparentes aguas les ofrecían.
29 Porque sé que eres sabida, en que me quieres me afirmo; que nunca fue desdichado amor que fue conocido.
30 Bien es verdad que tal vez, Olalla, me has dado indicio que tienes de bronce el alma y el blanco pecho de risco.
31 Mas allá entre tus reproches y honestísimos desvíos, tal vez la esperanza muestra la orilla de su vestido.
32 Abalánzase al señuelo mi fe, que nunca ha podido, ni menguar por no llamado, ni crecer por escogido.
33 Si el amor es cortesía, de la que tienes colijo que el fin de mis esperanzas ha de ser cual imagino.
34 Y si son servicios parte de hacer un pecho benigno, algunos de los que he hecho fortalecen mi partido.
35 Dejo el bailar por tu causa, ni las músicas te pinto que has escuchado a deshoras y al canto del gallo primo.
36 No cuento las alabanzas que de tu belleza he dicho; que, aunque verdaderas, hacen ser yo de algunas malquisto.
37 No te quiero yo a montón, ni te pretendo y te sirvo por lo de barraganía; que más bueno es mi designio.
38 Coyundas tiene la Iglesia que son lazadas de sirgo; pon tú el cuello en la gamella; verás como pongo el mío.
39 Donde no, desde aquí juro, por el santo más bendito, de no salir destas sierras sino para capuchino.
40 Porque decía él, y decía muy bien, que no habían de dar los padres a sus hijos estado contra su voluntad.
41 Uno de los cuales, como ya está dicho, fue nuestro difunto, del cual decían que la dejaba de querer, y la adoraba.
42 Aquí sospira un pastor, allí se queja otro; acullá se oyen amorosas canciones, acá desesperadas endechas.
43 A lo cual respondió don Quijote: -La profesión de mi ejercicio no consiente ni permite que yo ande de otra manera.
44 Y no sé yo cómo el muerto tuvo lugar para encomendarse a Dios en el discurso de esta tan acelerada obra.
45 Y aquí, en memoria de tantas desdichas, quiso él que le depositasen en las entrañas del eterno olvido.
46 Dame, desdén, una torcida soga. Mas, ¡ay de mí!, que, con cruel vitoria, vuestra memoria el sufrimiento ahoga.
47 Yo muero, en fin; y, porque nunca espere buen suceso en la muerte ni en la vida, pertinaz estaré en mi fantasía.
48 Diré que va acertado el que bien quiere, y que es más libre el alma más rendida a la de amor antigua tiranía.
49 La honra y las virtudes son adornos del alma, sin las cuales el cuerpo, aunque lo sea, no debe de parecer hermoso.
50 Fuego soy apartado y espada puesta lejos. A los que he enamorado con la vista he desengañado con las palabras.
51 Si yo le entretuviera, fuera falsa; si le contentara, hiciera contra mi mejor intención y prosupuesto.
52 Murió a manos del rigor de una esquiva hermosa ingrata, con quien su imperio dilata la tiranía de su amor.
53 El cual determinó de ir a buscar a la pastora Marcela y ofrecerle todo lo que él podía en su servicio.
54 A lo cual respondió don Quijote: -Las feridas que se reciben en las batallas, antes dan honra que la quitan.
55 Pero dejemos ya esto, Sancho, y acaba, antes que suceda otra desgracia al jumento, como a Rocinante.
56 En la cual también alojaba un arriero, que tenía su cama hecha un poco más allá de la de nuestro don Quijote.
57 Pues sabed, hermana mía, que caballero aventurero es una cosa que en dos palabras se ve apaleado y emperador.
58 Tentóle luego la camisa, y, aunque ella era de harpillera, a él le pareció ser de finísimo y delgado cendal.
59 Traía en las muñecas unas cuentas de vidro, pero a él le dieron vislumbres de preciosas perlas orientales.
60 Mas, esto que ahora quiero decirte hasme de jurar que lo tendrás secreto hasta después de mi muerte.
61 Bien es verdad que aún don Quijote se estaba boca arriba, sin poderse menear, de puro molido y emplastado.
62 Amohinóse mucho desto el ventero, y amenazóle que si no le pagaba, que lo cobraría de modo que le pesase.
63 Calla y ten paciencia, que día vendrá donde veas por vista de ojos cuán honrosa cosa es andar en este ejercicio.
64 Pues toda es cuajada de un copiosísimo ejército que de diversas e innumerables gentes por allí viene marchando.
65 Llegó en esto una peladilla de arroyo, y, dándole en un lado, le sepultó dos costillas en el cuerpo.
66 Tal fue el golpe primero, y tal el segundo, que le fue forzoso al pobre caballero dar consigo del caballo abajo.
67 Así que, no debes congojarte por las desgracias que a mí me suceden, pues a ti no te cabe parte dellas.
68 Entró el pescador en el barco, y pasó una cabra; volvió, y pasó otra; tornó a volver, y tornó a pasar otra.
69 Tras esto, alzó la camisa lo mejor que pudo y echó al aire entrambas posaderas, que no eran muy pequeñas.
70 Mas, viendo Sancho que a más andar se venía la mañana, con mucho tiento desligó a Rocinante y se ató los calzones.
71 A lo menos, el que yo tuve; que de vuestra merced ya yo sé que no le conoce, ni sabe qué es temor ni espanto.
72 Darásela el rey de muy buen talante, y el caballero le besará cortésmente las manos por la merced que le face.
73 En efecto, quiero decir que este caballero va por alcahuete, y por tener asimesmo sus puntas y collar de hechicero.
74 Éste iba en hábito de estudiante, y dijo una de las guardas que era muy grande hablador y muy gentil latino.
75 Lo que está escrito es desde mi nacimiento hasta el punto que esta última vez me han echado en galeras.
76 Cuanto más, señores guardas -añadió don Quijote-, que estos pobres no han cometido nada contra vosotros.
77 Si digo que sois vos, Fili, no acierto; que tanto mal en tanto bien no cabe, ni me viene del cielo esta rüina.
78 En llegando el mancebo a ellos, les saludó con una voz desentonada y bronca, pero con mucha cortesía.
79 En resolución, el primero que habló después del abrazamiento fue el Roto, y dijo lo que se dirá adelante.
80 Y yo se lo daré a entender, a pie o a caballo, armado o desarmado, de noche o de día, o como más gusto le diere.
81 Y, porque veas que Cardenio no supo lo que dijo, has de advertir que cuando lo dijo ya estaba sin juicio.
82 Así que, Sancho amigo, no gastes tiempo en aconsejarme que deje tan rara, tan felice y tan no vista imitación.
83 Así que, Sancho, por lo que yo quiero a Dulcinea del Toboso, tanto vale como la más alta princesa de la tierra.
84 Pero, con todo eso, dígamela vuestra merced, que me holgaré mucho de oílla, que debe de ir como de molde.
85 No me lo haga decir la señora, porque por Dios que despotrique y lo eche todo a doce, aunque nunca se venda.
86 Y, cortando algunos, pidió la bendición a su señor, y, no sin muchas lágrimas de entrambos, se despidió dél.
87 Ni tengo para qué enturbiar el agua clara destos arroyos, los cuales me han de dar de beber cuando tenga gana.
88 Ea, pues, manos a la obra: venid a mi memoria, cosas de Amadís, y enseñadme por dónde tengo de comenzar a imitaros.
89 Y lo que le fatigaba mucho era no hallar por allí otro ermitaño que le confesase y con quien consolarse.
90 Otros muchos escribió, pero, como se ha dicho, no se pudieron sacar en limpio, ni enteros, más destas tres coplas.
91 Visto lo cual por el cura y el barbero, le dijeron que qué le había sucedido, que tan mal se paraba.
92 El barbero hizo una gran barba de una cola rucia o roja de buey, donde el ventero tenía colgado el peine.
93 De ese modo, en mi dolencia ningún remedio se alcanza, pues me matan la esperanza desdenes, celos y ausencia.
94 El cielo De ese modo, yo recelo morir deste mal estraño, pues se aumentan en mi daño, amor, fortuna y el cielo.
95 Locura. De ese modo, no es cordura querer curar la pasión cuando los remedios son muerte, mudanza y locura.
96 No, por cierto; antes, con grandísimo gusto, me ofrecí a partir luego, contento de la buena compra hecha.
97 Y todo fue invención del falso don Fernando, pues no le faltaban a su hermano dineros para despacharme luego.
98 Preguntéle al hombre, antes de leerla, quién se la había dado y el tiempo que había tardado en el camino.
99 No creo que pudo oír todas estas razones, porque sentí que la llamaban apriesa, porque el desposado aguardaba.
100 Basta que sepáis que el desposado entró en la sala sin otro adorno que los mesmos vestidos ordinarios que solía.
101 Yo quedé a pie, rendido de la naturaleza, traspasado de hambre, sin tener, ni pensar buscar, quien me socorriese.
102 Tenía las polainas levantadas hasta la mitad de la pierna, que, sin duda alguna, de blanco alabastro parecía.
103 Los días eran todos de fiesta y de regocijo en mi calle; las noches no dejaban dormir a nadie las músicas.
104 Todo esto he dicho porque no es pensar que de mí alcance cosa alguna el que no fuere mi ligítimo esposo''.
105 Pasa adelante, que tiempo vendrá en que te diga cosas que te espanten en el mesmo grado que te lastimen.
106 Díjose que se llamaba Luscinda, con otras cosas que en sus desposorios sucedieron dignas de admiración.
107 Porque yo, hasta ahora, si mal no me acuerdo, en todo el discurso del cuento de mi desdicha no le he nombrado.
108 No, por cierto, ni aun con la mitad, y aun estoy por decir que no llega a su zapato de la que está delante.
109 Así, noramala alcanzaré yo el condado que espero, si vuestra merced se anda a pedir cotufas en el golfo.
110 Pues no lo penséis, bellaco descomulgado, que sin duda lo estás, pues has puesto lengua en la sin par Dulcinea.
111 Pues míreme bien, que yo soy aquel mozo Andrés que quitó vuestra merced de la encina donde estaba atado.
112 El amo replicó no sé qué arengas y disculpas, las cuales, aunque de mí fueron oídas, no fueron admitidas.
113 Íbase a levantar don Quijote para castigalle, mas él se puso a correr de modo que ninguno se atrevió a seguille.
114 Espantáronse todos los de la venta de la hermosura de Dorotea, y aun del buen talle del zagal Cardenio.
115 Yo no sé para qué es tanto melindre: si lo hacen de honradas, cásense con ellos, que ellos no desean otra cosa.
116 Y es más fácil el quebrarse, y no es cordura ponerse a peligro de romperse lo que no puede soldarse.
117 Y en esta opinión estén todos, y en razón la fundo: que si hay Dánaes en el mundo, hay pluvias de oro también.
118 Y entonces fue instituido el divino sacramento del matrimonio, con tales lazos que sola la muerte puede desatarlos.
119 Mira, pues, ¡oh Anselmo!, al peligro que te pones en querer turbar el sosiego en que tu buena esposa vive.
120 Camila le respondió que mejor reposaría en el estrado que en la silla, y así, le rogó se entrase a dormir en él.
121 Anselmo le replicó que aquél era su gusto, y que no tenía más que hacer que bajar la cabeza y obedecelle.
122 Hacíase fuerza y peleaba consigo mismo por desechar y no sentir el contento que le llevaba a mirar a Camila.
123 Y cuando el sol, de su estrellado asiento, derechos rayos a la tierra envía, el llanto crece y doblo los gemidos.
124 Que esta reliquia guardo para el duro trance que me amenaza mi porfía, que en tu mismo rigor se fortalece.
125 Mejor es que disimules tu agravio, y no des lugar a que este mal hombre entre ahora en esta casa y nos halle solas.
126 Lotario alabó su buena determinación y dijo que él, por su parte, ayudaría a levantar tan ilustre edificio.
127 Y estaba peor Sancho despierto que su amo durmiendo: tal le tenían las promesas que su amo le había hecho.
128 Y, por fin y remate de todo, romperme mis cueros y derramarme mi vino; que derramada le vea yo su sangre.
129 Estas y otras razones tales decía la ventera con grande enojo, y ayudábala su buena criada Maritornes.
130 Dorotea dijo que así lo creía, y que no tuviese pena, que todo se haría bien y sucedería a pedir de boca.
131 Y, desta manera, por mil maneras era Anselmo el fabricador de su deshonra, creyendo que lo era de su gusto.
132 Volvió luego muy triste a decírselo a Camila, y, no hallándola en la cama ni en toda la casa, quedó asombrado.
133 Notad cómo el cielo, por desusados y a nosotros encubiertos caminos, me ha puesto a mi verdadero esposo delante.
134 Y bien sabéis por mil costosas experiencias que sola la muerte fuera bastante para borrarle de mi memoria.
135 Estraño espectáculo fue éste para don Fernando y para todos los circunstantes, admirándose de tan no visto suceso.
136 Ofrecióse Cardenio de proseguir lo comenzado, y que Luscinda haría y representaría la persona de Dorotea.
137 Por su silencio imaginaron que, sin duda alguna, debía de ser mora, y que no sabía hablar cristiano.
138 Halléme el segundo año, que fue el de setenta y dos, en Navarino, bogando en la capitana de los tres fanales.
139 Y en verdad que los tengo de decir, porque los sé de memoria y creo que antes causarán gusto que pesadumbre.
140 Y éste es el suelo que continuo ha sido de mil memorias lamentables lleno en los pasados siglos y presentes.
141 Mas no más justas de su duro seno habrán al claro cielo almas subido, ni aun él sostuvo cuerpos tan valientes.
142 De allí a poco sacaron por la mesma ventana una pequeña cruz hecha de cañas, y luego la volvieron a entrar.
143 Otros hay que usan destos papeles, y los procuran, con buen intento, y se quedan en tierra de cristianos.
144 No sé yo cómo vaya: muchos cristianos he visto por esta ventana, y ninguno me ha parecido caballero sino tú.
145 Inclinóse a mí la caña y el lienzo, hallé en él otro papel y cien escudos de oro, sin otra moneda alguna.
146 Procura saber el jardín, y cuando te pasees por ahí sabré que está solo el baño, y te daré mucho dinero.
147 Finalmente, mi amo era tan caviloso que en ninguna manera me atreví a que luego se desembolsase el dinero.
148 Esto era ya a tiempo que la ciudad estaba ya cerrada, y por toda aquella campaña ninguna persona parecía.
149 El renegado le dijo en lengua morisca si estaba su padre en el jardín. Ella respondió que sí y que dormía.
150 Saliónos a recebir todo el pueblo, que ya de alguno que se había adelantado sabían la nueva de nuestra venida.
151 Todo lo agradeció cortesísimamente el cautivo, pero no quiso acetar ninguno de sus liberales ofrecimientos.
152 En esto, llegaba ya la noche, y, al cerrar della, llegó a la venta un coche, con algunos hombres de a caballo.
153 Habíale dicho también el criado como iba proveído por oidor a las Indias, en la Audiencia de Méjico.
154 Yo la perdí en la Goleta, y después, por diferentes sucesos, nos hallamos camaradas en Costantinopla.
155 Desde allí vino a Argel, donde sé que le sucedió uno de los más estraños casos que en el mundo han sucedido.
156 Yo seguí el de las letras, en las cuales Dios y mi diligencia me han puesto en el grado que me veis.
157 Siguiendo voy a una estrella que desde lejos descubro, más bella y resplandeciente que cuantas vio Palinuro.
158 Recatos impertinentes, honestidad contra el uso, son nubes que me la encubren cuando más verla procuro.
159 Todo lo cual encendía el deseo de Dorotea, que deseaba saber la causa de tan suave canto y de tan triste lloro.
160 Llegóse en esto el tiempo de la partida de mi padre, la cual él supo, y no de mí, pues nunca pude decírselo.
161 En mi vida le he hablado palabra, y, con todo eso, le quiero de manera que no he de poder vivir sin él.
162 El ventero respondió que había tanta gente en la venta, que no había echado de ver en el que preguntaban.
163 Cardenio dijo a Dorotea que se volviesen al aposento, que él procuraría poner remedio en todo, y ellas lo hicieron.
164 Basta: si es que esta bacía es yelmo, también debe de ser esta albarda jaez de caballo, como este señor ha dicho.
165 Así que, ponerme yo agora en cosa de tanta confusión a dar mi parecer, será caer en juicio temerario.
166 Hecho esto, con grandísimo silencio se entraron adonde él estaba durmiendo y descansando de las pasadas refriegas.
167 Porque si lo son, comunicaré con ellos mis desgracias, y si no, no hay para qué me canse en decillas.
168 En mal punto os empreñastes de sus promesas, y en mal hora se os entró en los cascos la ínsula que tanto deseáis.
169 Vuestra merced mire cómo habla, señor barbero; que no es todo hacer barbas, y algo va de Pedro a Pedro.
170 Así que no está la falta en el vulgo, que pide disparates, sino en aquellos que no saben representar otra cosa.
171 Y es lo malo que hay ignorantes que digan que esto es lo perfecto, y que lo demás es buscar gullurías.
172 Y, en lo que toca a querer preguntarme algo, di, que yo te responderé, aunque me preguntes de aquí a mañana.
173 Acaba ya de preguntar, que en verdad que me cansas con tantas salvas, plegarias y prevenciones, Sancho.
174 La fugitiva cabra, temerosa y despavorida, se vino a la gente, como a favorecerse della, y allí se detuvo.
175 Siendo niña fue hermosa, y siempre fue creciendo en belleza, y en la edad de diez y seis años fue hermosísima.
176 Nunca sus glorias el olvido mancha, pues hasta Rocinante, en ser gallardo, excede a Brilladoro y a Bayardo.
177 Olvídaseme de decirte que esperes el Persiles, que ya estoy acabando, y la segunda parte de Galatea.
178 Esfuércese, esfuércese, que el descaecimiento en los infortunios apoca la salud y acarrea la muerte''.
179 Y, sin duda, que esto fue como profecía; que los poetas también se llaman vates, que quiere decir adivinos.
180 Y si lo dices, no lo digas, ni lo pienses; pues más dolor sentía yo entonces en mi espíritu que tú en tu cuerpo.
181 El daño está en que la dicha ínsula se entretiene, no sé dónde, y no en faltarme a mí el caletre para gobernarla.
182 Pero mirad, Sancho: si por ventura os viéredes con algún gobierno, no os olvidéis de mí y de vuestros hijos.
183 Si Dios me guarda mis siete, o mis cinco sentidos, o los que tengo, no pienso dar ocasión de verme en tal aprieto.
184 Sancho la consoló diciéndole que, ya que la hubiese de hacer condesa, la haría todo lo más tarde que ser pudiese.
185 Hallóle paseándose por el patio de su casa, y, viéndole, se dejó caer ante sus pies, trasudando y congojosa.
186 Hablo de esta manera, Sancho, por daros a entender que también como vos sé yo arrojar refranes como llovidos.
187 Prometióselo don Quijote, dio Sansón la vuelta a su lugar, y los dos tomaron la de la gran ciudad del Toboso.
188 No debían de ser sino galerías o corredores, o lonjas, o como las llaman, de ricos y reales palacios.
189 Hízolo así el poeta, y púsola cual no digan dueñas, y ella quedó satisfecha, por verse con fama, aunque infame.
190 Ves aquí, Sancho, los medios por donde se alcanzan los estremos de alabanzas que consigo trae la buena fama.
191 Venía el labrador cantando aquel romance que dicen: Mala la hubistes, franceses, en esa de Roncesvalles.
192 Así pudiera cantar el romance de Calaínos, que todo fuera uno para sucedernos bien o mal en nuestro negocio.
193 Y tuvo razón, porque la verdad adelgaza y no quiebra, y siempre anda sobre la mentira como el aceite sobre el agua.
194 Encargóse Sancho de hacerlo así como se le mandaba, y de traerle tan buena respuesta como le trujo la vez primera.
195 Y ¿sabéis su casa, Sancho? ''Mi amo dice que han de ser unos reales palacios o unos soberbios alcázares''.
196 Pique, señor, y venga, y verá venir a la princesa, nuestra ama, vestida y adornada, en fin, como quien ella es.
197 El arzón trasero de la silla pasó de un salto, y sin espuelas hace correr la hacanea como una cebra.
198 Yo no puedo ni debo sacar la espada, como otras veces muchas te he dicho, contra quien no fuere armado caballero.
199 A prueba de contrarios estoy hecho, de blanda cera y de diamante duro, y a las leyes de amor el ama ajusto.
200 Don Quijote, que se vio responder tan tierna y comedidamente, se llegó a él, y Sancho ni más ni menos.
201 Mejor repuesto traigo yo en las ancas de mi caballo que lleva consigo cuando va de camino un general.
202 Allá se lo hayan con sus opiniones y leyes caballerescas nuestros amos, y coman lo que ellos mandaren.
203 Llámola sin par porque no le tiene, así en la grandeza del cuerpo como en el estremo del estado y de la hermosura.
204 Calló Sancho y diole un paño, y dio con él gracias a Dios de que su señor no hubiese caído en el caso.
205 Vuestras mercedes, señores, se pongan en cobro antes que abra, que yo seguro estoy que no me han de hacer daño.
206 Otra vez le persuadió el hidalgo que no hiciese locura semejante, que era tentar a Dios acometer tal disparate.
207 Viendo lo cual don Quijote, mandó al leonero que le diese de palos y le irritase para echarle fuera.
208 Que el nombre, la figura, y el decir que es caballero andante, a mí y a mi madre nos tiene suspensos.
209 En efecto, no parecía sino que por todo aquel prado andaba corriendo la alegría y saltando el contento.
210 Duerme el criado, y está velando el señor, pensando cómo le ha de sustentar, mejorar y hacer mercedes.
211 Sobre un buen tiro de barra o sobre una gentil treta de espada no dan un cuartillo de vino en la taberna.
212 Sobre un buen cimiento se puede levantar un buen edificio, y el mejor cimiento y zanja del mundo es el dinero.
213 Finalmente, el aparato de la boda era rústico, pero tan abundante que podía sustentar a un ejército.
214 Guiábalas un venerable viejo y una anciana matrona, pero más ligeros y sueltos que sus años prometían.
215 En la frontera del castillo y en todas cuatro partes de sus cuadros traía escrito: castillo del buen recato.
216 Respondióle que un beneficiado de aquel pueblo, que tenía gentil caletre para semejantes invenciones.
217 Venía coronado -como se vio luego- con una corona de funesto ciprés; en las manos traía un bastón grande.
218 Finalmente, el cura y Camacho, con todos los más circunstantes, se tuvieron por burlados y escarnidos.
219 Finalmente, tres días estuvieron con los novios, donde fueron regalados y servidos como cuerpos de rey.
220 Finalmente, el primo vino con una pollina preñada, cuya albarda cubría un gayado tapete o arpillera.
221 Sí, que para preguntar necedades y responder disparates no he menester yo andar buscando ayuda de vecinos.
222 Sí, que a vuestra merced no le toca ni atañe ser el escudriñador desta que debe de ser peor que mazmorra.
223 Di voces, pidiéndoos que no descolgásedes más soga hasta que yo os lo dijese, pero no debistes de oírme.
224 La cuarta es haber sabido con certidumbre el nacimiento del río Guadiana, hasta ahora ignorado de las gentes.
225 Y más quiero tener por amo y por señor al rey, y servirle en la guerra, que no a un pelón en la corte.
226 Si queréis que volvamos los dos a buscarle, dejadme poner esta borrica en mi casa, que luego vuelvo''.
227 Mas no por esto dejaba de menudear don Quijote cuchilladas, mandobles, tajos y reveses como llovidos.
228 Ayude Dios con lo suyo a cada uno, señor maese Pedro, y caminemos todos con pie llano y con intención sana.
229 Santiguarnos y levar ferro; quiero decir, embarcarnos y cortar la amarra con que este barco está atado.
230 Dios lo remedie, que todo este mundo es máquinas y trazas, contrarias unas de otras. Yo no puedo más.
231 Volvieron a sus bestias, y a ser bestias, don Quijote y Sancho, y este fin tuvo la aventura del encantado barco.
232 Luego llegaron doce pajes con el maestresala, para llevarle a comer, que ya los señores le aguardaban.
233 Hízolo así, y quedó don Quijote con la más estraña figura y más para hacer reír que se pudiera imaginar.
234 Lo que yo le encargo es que mire cómo gobierna sus vasallos, advirtiendo que todos son leales y bien nacidos.
235 Lo mesmo hizo el duque con su venablo; pero a todos se adelantara la duquesa, si el duque no se lo estorbara.
236 Mía fe, señor, la caza y los pasatiempos más han de ser para los holgazanes que para los gobernadores.
237 De mí sé decir que me dan más gusto que otros, aunque sean mejor traídos y con más sazón acomodados.
238 Y, en diciendo esto, tocó el desaforado cuerno, y volvió las espaldas y fuese, sin esperar respuesta de ninguno.
239 Hízose así, y él volvió en su acuerdo, a tiempo que ya un carro de las rechinantes ruedas llegaba a aquel puesto.
240 Y en esto se resuelven todos cuantos de su desgracia han sido los autores, y a esto es mi venida, mis señores.
241 Muévate, socarrón y malintencionado monstro, que la edad tan florida mía, que aún se está todavía en el diez y.
242 En resolución, Sancho, o vos habéis de ser azotado, o os han de azotar, o no habéis de ser gobernador.
243 Si os debe algo, o tenéis alguna cosa que negociar con él, yo os lo traeré y pondré donde vos más quisiéredes.
244 Finalmente, con intervención de sus señores, ordenó otra del más gracioso y estraño artificio que puede imaginarse.
245 Dijo que sí, y que aquella noche se había dado cinco azotes. Preguntóle la duquesa que con qué se los había dado.
246 No dirás desto nada a nadie, porque pon lo tuyo en concejo, y unos dirán que es blanco y otros que es negro.
247 El rucio está bueno, y se te encomienda mucho; y no le pienso dejar, aunque me llevaran a ser Gran Turco.
248 Dios te la dé, como puede, y a mí me guarde para servirte. Deste castillo, a veinte de julio de 1614.
249 Ella queda a la puerta desta fortaleza o casa de campo, y no aguarda para entrar sino vuestro beneplácito.
250 Aquí es donde ellos alargan más la pluma, como les cuesta poco prometer lo que jamás piensan ni pueden cumplir.
251 Todos juntos y cada uno de por sí viváis siglos infinitos, para gusto y general pasatiempo de los vivientes.
252 Suba vuesa merced y tápese primero, que si yo tengo de ir a las ancas, claro está que primero sube el de la silla.
253 Cúbrete, cúbrete, animal descorazonado, y no te salga a la boca el temor que tienes, a lo menos en presencia mía.
254 La aventura es ya acabada sin daño de barras, como lo muestra claro el escrito que en aquel padrón está puesto.
255 De mí sé decir que ni me descubrí por alto ni por bajo, ni vi el cielo ni la tierra, ni la mar ni las arenas.
256 Nunca te guíes por la ley del encaje, que suele tener mucha cabida con los ignorantes que presumen de agudos.
257 Hallen en ti más compasión las lágrimas del pobre, pero no más justicia, que las informaciones del rico.
258 Si acaso doblares la vara de la justicia, no sea con el peso de la dádiva, sino con el de la misericordia.
259 Oye a una triste doncella, bien crecida y mal lograda, que en la luz de tus dos soles se siente abrasar el alma.
260 Tú buscas tus aventuras, y ajenas desdichas hallas; das las feridas, y niegas el remedio de sanarlas.
261 Muy bien puede Dulcinea, doncella rolliza y sana, preciarse de que ha rendido a una tigre y fiera brava.
262 Trocáreme yo por ella, y diera encima una saya de las más gayadas mías, que de oro le adornan franjas.
263 Mucho pido, y no soy digna de merced tan señalada: los pies quisiera traerte, que a una humilde esto le basta.
264 No mires de tu Tarpeya este incendio que me abrasa, Nerón manchego del mundo, ni le avives con tu saña.
265 Niña soy, pulcela tierna, mi edad de quince no pasa: catorce tengo y tres meses, te juro en Dios y en mi ánima.
266 No soy renca, ni soy coja, ni tengo nada de manca; los cabellos, como lirios, que, en pie, por el suelo arrastran.
267 Y, aunque es mi boca aguileña y la nariz algo chata, ser mis dientes de topacios mi belleza al cielo ensalza.
268 Mi voz, ya ves, si me escuchas, que a la que es más dulce iguala, y soy de disposición algo menos que mediana.
269 Estas y otras gracias mías, son despojos de tu aljaba; desta casa soy doncella, y Altisidora me llaman.
270 Dice que la forcé, y miente, para el juramento que hago o pienso hacer; y ésta es toda la verdad, sin faltar meaja.
271 Todo lo cual, notado de su coronista, fue luego escrito al duque, que con gran deseo lo estaba esperando.
272 Y quédese aquí el buen Sancho, que es mucha la priesa que nos da su amo, alborozado con la música de Altisidora.
273 Suele el coser y el labrar, y el estar siempre ocupada, ser antídoto al veneno de las amorosas ansias.
274 Los andantes caballeros, y los que en la corte andan, requiébranse con las libres, con las honestas se casan.
275 Hay amores de levante, que entre huéspedes se tratan, que llegan presto al poniente, porque en el partirse acaban.
276 La firmeza en los amantes es la parte más preciada, por quien hace amor milagros, y asimesmo los levanta.
277 Púsose a su lado en pie un personaje, que después mostró ser médico, con una varilla de ballena en la mano.
278 Vaya lejos de nosotros tan mal pensamiento: no hay cosa en el mundo de peor mantenimiento que una olla podrida.
279 Y denme de comer, o si no, tómense su gobierno, que oficio que no da de comer a su dueño no vale dos habas.
280 Hízolo así el recién nacido secretario, y, habiendo leído lo que decía, dijo que era negocio para tratarle a solas.
281 Agora decid a ese buen hombre que entre; pero adviértase primero no sea alguno de los espías, o matador mío.
282 Decid, hermano, que lo que yo os sé decir es que sé muy bien a Miguel Turra, y que no está muy lejos de mi pueblo.
283 Tú no debes de ser de Miguel Turra, sino algún socarrón que, para tentarme, te ha enviado aquí el infierno.
284 Que yo he oído decir muchas veces y a muchos discretos que, si él puede, antes os la dará roma que aguileña.
285 Y, diciendo esto, besó su derecha mano, y le asió de la suya, que ella le dio con las mesmas ceremonias.
286 Esto, a lo menos, no puedo dejar de contarlo, porque se note la crianza y puntualidad de mi buen marido.
287 Quedé yo viuda y desamparada, y con hija a cuestas, que iba creciendo en hermosura como la espuma de la mar.
288 No lo creyera si me lo dijeran frailes descalzos; pero, pues la señora doña Rodríguez lo dice, debe de ser así.
289 Verdaderamente que ahora acabo de creer que esto de hacerse fuentes debe de ser cosa importante para salud.
290 Pero ello se dirá a su tiempo, que Sancho Panza nos llama, y el buen concierto de la historia lo pide.
291 Cada día se veen cosas nuevas en el mundo: las burlas se vuelven en veras y los burladores se hallan burlados.
292 Discreto sois, mancebo; pero haced cuenta que yo soy el aire, y que os soplo en popa, y os encamino a la cárcel.
293 Mandólo así el gobernador; apartáronse todos, si no fueron el mayordomo, maestresala y el secretario.
294 Agora bien, vamos a ver al portador deste pliego, que dél nos informaremos de las dificultades que se nos ofrecen.
295 Y acábese con esto la audiencia desta mañana, y yo daré orden como el señor gobernador coma muy a su gusto.
296 El duque dijo que él se la daba, y que departiese con el señor don Quijote cuanto le viniese en deseo.
297 Y, en tanto que estas razones iba diciendo, iba asimesmo enalbardando el asno, sin que nadie nada le dijese.
298 Yo no nací para ser gobernador, ni para defender ínsulas ni ciudades de los enemigos que quisieren acometerlas.
299 Salí, como digo, de nuestro pueblo, entré en Francia, y, aunque allí nos hacían buen acogimiento, quise verlo todo.
300 Y déjame partir de aquí, Ricote amigo, que quiero llegar esta noche adonde está mi señor don Quijote.
301 Y luego se abrazaron los dos, y Sancho subió en su rucio, y Ricote se arrimó a su bordón, y se apartaron.
302 En esto, descubrió a un lado de la sima un agujero, capaz de caber por él una persona, si se agobiaba y encogía.
303 Abrazóle la duquesa asimismo, y mandó que le regalasen, porque daba señales de venir mal molido y peor parado.
304 El caballo mostraba ser frisón, ancho y de color tordillo; de cada mano y pie le pendía una arroba de lana.
305 Paseó la plaza, y, llegando donde las dueñas estaban, se puso algún tanto a mirar a la que por esposo le pedía.
306 Ellas dijeron que sí, y que todo lo que en aquel caso hiciese lo daban por bien hecho, por firme y por valedero.
307 Partióles el maestro de las ceremonias el sol, y puso a los dos cada uno en el puesto donde habían de estar.
308 Mira, falso, que no huyas de alguna serpiente fiera, sino de una corderilla que está muy lejos de oveja.
309 Tú llevas, ¡llevar impío!, en las garras de tus cerras las entrañas de una humilde, como enamorada, tierna.
310 Llévaste tres tocadores, y unas ligas, de unas piernas que al mármol puro se igualan en lisas, blancas y negras.
311 Llévaste dos mil suspiros, que, a ser de fuego, pudieran abrasar a dos mil Troyas, si dos mil Troyas hubiera.
312 De ese Sancho, tu escudero, las entrañas sean tan tercas y tan duras, que no salga de su encanto Dulcinea.
313 De la culpa que tú tienes lleve la triste la pena; que justos por pecadores tal vez pagan en mi tierra.
314 Tus más finas aventuras en desventuras se vuelvan, en sueños tus pasatiempos, en olvidos tus firmezas.
315 Si te cortares los callos, sangre las heridas viertan, y quédente los raigones si te sacares las muelas.
316 Yo, señor duque, jamás he sido ladrón, ni lo pienso ser en toda mi vida, como Dios no me deje de su mano.
317 Digo que era venta porque don Quijote la llamó así, fuera del uso que tenía de llamar a todas las ventas castillos.
318 Yo pondré que se vienen a resumirse todas estas faltas en las sobras que debe de haber de tocino y huevos.
319 Dejárame en mi rincón, sin acordarse de mí, porque quien las sabe las tañe, y bien se está San Pedro en Roma.
320 Respondió que a Zaragoza, a hallarse en las justas del arnés, que en aquella ciudad suelen hacerse todos los años.
321 Tembló de miedo; acudió a otro árbol, y sucedióle lo mesmo. Dio voces llamando a don Quijote que le favoreciese.
322 Al parecer alzaron los ojos, y vieron los racimos de aquellos árboles, que eran cuerpos de bandoleros.
323 Éste, pues, por abreviar el cuento de mi desventura, te diré en breves palabras la que me ha causado.
324 Acudieron los criados a buscar agua que echarles en los rostros, y trujéronla, con que se los bañaron.
325 Don Quijote, corrido y afrentado, acudió a quitar el plumaje de la cola de su matalote, y Sancho, el de su rucio.
326 Contó don Quijote por menudo todo el suceso del gobierno de Sancho, con que dio gran gusto a los oyentes.
327 En este tiempo les había contado Sancho muchas de las aventuras y sucesos que a su amo habían acontecido.
328 Éstas dieron tanta priesa en sacar a danzar a don Quijote, que le molieron, no sólo el cuerpo, pero el ánima.
329 Y, diciendo esto, se sentó en mitad de la sala, en el suelo, molido y quebrantado de tan bailador ejercicio.
330 Con otras no menos corteses razones le respondió don Quijote, alegre sobremanera de verse tratar tan a lo señor.
331 Quedó el pobre molido, y jadeando, y trasudando, sin poder imaginar qué fue lo que sucedido le había.
332 No las tuvo todas consigo don Quijote; que también se estremeció y encogió de hombros y perdió la color del rostro.
333 El general le dijo que dijese lo que quisiese, pero que no esperase alcanzar perdón de su conocida culpa.
334 Mandóme que no tocase al tesoro que dejaba en ninguna manera, si acaso antes que él volviese nos desterraban.
335 Tuvo noticia el rey de mi hermosura, y la fama se la dio de mis riquezas, que, en parte, fue ventura mía.
336 Y luego calló, preñados los ojos de tiernas lágrimas, a quien acompañaron muchas de los que presentes estaban.
337 Ana Félix se llama, con el sobrenombre de Ricote, famosa tanto por su hermosura como por mi riqueza.
338 Hizo el general lo que el virrey le pedía, porque no se ejecutan bien las venganzas a sangre helada.
339 Temía si quedaría o no contrecho Rocinante, o deslocado su amo; que no fuera poca ventura si deslocado quedara.
340 El cual respondió que ya una por una estaba en buen punto aquel negocio, de quien esperaba feliz suceso.
341 Finalmente, Ricote pagó y satisfizo liberalmente así al renegado como a los que habían bogado al remo.
342 Pero a buen seguro que no ha de querer quitarse el gordo una onza de sus carnes, cuanto más seis arrobas.
343 Bien puede ser que un caballero sea desamorado, pero no puede ser, hablando en todo rigor, que sea desagradecido.
344 De buenos criados es conllevar las penas de sus señores y sentir sus sentimientos, por el bien parecer siquiera.
345 En esto estaban, cuando sintieron un sordo estruendo y un áspero ruido, que por todos aquellos valles se estendía.
346 Ahora bien: tornémonos a acomodar y durmamos lo poco que queda de la noche, y amanecerá Dios y medraremos.
347 Mandó Radamanto a Sancho que depusiese la ira, pues ya se había alcanzado el intento que se procuraba.
348 Ahora, digo, que es el tiempo donde tienes sazonada la virtud, y con eficacia de obrar el bien que de ti se espera.
349 Pidióle el duque que si le hallase, y le venciese o no, se volviese por allí a darle cuenta del suceso.
350 Con esto, se despidió del duque, y se volvió a su lugar, esperando en él a don Quijote, que tras él venía.
351 Y Sancho le respondió que era largo de contar, pero que él se lo contaría si acaso iban un mesmo camino.
352 Los dos mochachos de la pendencia se llegaron a ver la liebre, y al uno dellos preguntó Sancho que por qué reñían.
353 Fueron luego conocidos los dos del cura y del bachiller, que se vinieron a ellos con los brazos abiertos.
354 No parece borracho todavía y Santiago se sienta, indica al lustrabotas que también le lustre los zapatos a él.
355 Vengo temprano, me da mi tema, me tapo la nariz y en dos o tres horas, listo, jalo la cadena y ya está.
356 Estás lejos de la noticia y el periodismo es noticia, Zavalita, Convéncete. Me moriré en policiales, nomás.
357 Bah, eso me fastidia menos que escribir sobre Cuba o Vietnam. Bueno, ya no hay cola, voy a tomar el colectivo.
358 No por lo que tú creías, hermano. Norwin se empeña en pagar la cerveza, la lustrada, y se dan la mano.
359 Ni siquiera eso, una sensación más furtiva y desganada todavía. Hasta la lluvia andaba jodida en este país.
360 La puerta del departamento está abierta, pero no aparece el Batuque, chusco, brincando, ruidoso y efusivo.
361 El chupe se ha enfriado, una película de grasa tiñe los bordes del plato, los camarones parecen de lata.
362 Apagados, remotos gruñidos. Hay una escuálida construcción junto a la entrada, una plaquita dice Administración.
363 Su voz es desganada, soñolienta como sus ojos, amarga como los pliegues de su boca: jodido, también.
364 A los recogedores se les pagaba por animal, a veces abusaban, qué se le iba a hacer, era la lucha por los frejoles.
365 Después nos ataca su periódico, qué injusticia. La Municipalidad afloja miserias, tenemos que hacer milagros.
366 El sambo abre la jaula, aparta a los animales, atrapa al Batuque del pescuezo, se lo alcanza a Santiago.
367 Cuéntaselo tú, el señor es periodista, que proteste en su periódico. Es más alto, más joven que Pancras.
368 Está más flaco, más sucio, muchísimo más viejo, pero ése es su andar rumboso y demorado, ésas sus piernas de araña.
369 Están al pie de la escalera que sube a Alfonso Ugarte; el Batuque se revuelca en la tierra y ladra al cielo ceniza.
370 Adentro, bajo el techo de calamina, se apiña en bancas y mesas toscas una rumorosa muchedumbre voraz.
371 No debiste venir, no debiste hablarle, Zavalita, no estás jodido sino loco. Piensa: la pesadilla va a volver.
372 Ambrosio acepta el cigarrillo que Santiago le ofrece, fuma, arroja el pucho al suelo y lo entierra con el pie.
373 Hablan y a ratos oye tímidamente, respetuosamente a Ambrosio que se atreve a protestar: tenía que irse, niño.
374 Un remolino interior, una efervescencia en el corazón del corazón, una sensación de tiempo suspendido y tufo.
375 Gentes que entran, comen, ríen, rugen, gentes que se van, y el eterno perfil pálido de los chinos del mostrador.
376 En fin, se lo agradezco. Las cervecitas, el almuerzo, la conversación. Ojalá pueda corresponderle alguna vez, niño.
377 No hay nadie cerca, los lejanos transeúntes son siluetas sin cara que se deslizan entre velos humosos.
378 Yo haré que te tomen sin papeles. Estarías mucho mejor. Pero, por favor, deja un ratito de hacerte el cojudo.
379 Paga la carrera y el Batuque comienza a ladrar. Lo suelta, lo ve cruzar la entrada de la Quinta como un bólido.
380 Sale y Ana está sentada en la salita, el Batuque en sus brazos. Se sienta a su lado, la besa en la sien.
381 Si quieres, me prestó plata de la alemana. Está contenta, Zavalita, te perdona todo porque le trajiste al Batuque.
382 Llegó a su casa con los pelos rojizos todavía húmedos, ardiendo de insolación la cara llena de pecas.
383 Se encerraron en el escritorio y el senador siempre quería estudiar arquitectura? Sí papá, claro que quería.
384 Sonó el teléfono y el mayordomo vino corriendo: su amigo Santiago, niño. Tenía que verlo urgente, pecoso.
385 El flaco se había sacado el primer puesto en los exámenes finales, protestó Popeye, que más querían sus viejos.
386 Y Fermín cree que es el talento de la familia. No debe ser tanto, cuando admira al calzonazos de Bustamante.
387 Y en eso entró Santiago, la cara larga, los ojos como afiebrados: sus viejos la habían botado a la Amalia, pecoso.
388 Hacía sol, los Expresos pasaban repletos, hombres y mujeres se disputaban los colectivos en la esquina de Shell.
389 Por último qué tanto, lo animó Popeye, ya encontraría otro trabajo, en todas partes necesitaban sirvientas.
390 Aunque sea para ver si es cierto, pecoso. Se calló, atacado por una risita nerviosa y Popeye se rió también.
391 A una de catorce ya puedes, pero poquito. Aunque a esa edad no te lo va a aflojar, le sacarás un plan bestial.
392 En la calle había aumentado la gente que trataba de subir a los atestados colectivos, a los Expresos.
393 De pronto, entre los cuerpos, dos menudas siluetas idénticas, dos melenitas morenas: las mellizas Vallerriestra.
394 Me invencionas, no va a pasar nada, no seas rosquete, y a la hora de la hora el que se chupa eres tú.
395 Se sentó en la cama, encendió la radio del velador, un vals de Felipe Pinglo, pasos, el flaco: ya estaba, pecoso.
396 Santiago la escuchaba con la cara incómoda. Ella no quería irse de la casa, niño, ella le había rogado a la señora.
397 Amalia se volvió a reír, decía eso ahora pero a la primera que se enojara la acusaría y la señora la resongaría.
398 Amalia miró a Santiago, miró a Popeye, se sentó en una esquina de la cama y ahora tenía la cara seria.
399 A lo mejor hasta sabía bailar y les había mentido que no, a ver confiesa: bueno, niño, se los aceptaba.
400 Disculparán la pobreza. No les dio tiempo a negarse, entró a la casa corriendo y ellos la siguieron.
401 Santiago y Popeye se miraron asustados, encantados, era otra persona, flaco, se había puesto loquita.
402 Su voz era resuelta, urgente, la tenía al palo, flaco, ¿y tú no?, angustiada, espesa: él también, pecoso.
403 La puerta de calle estaba abierta, afuera comenzaba a oscurecer y se oía a veces y a los lejos el paso del tranvía.
404 Rápido, rápido, Santiago estiraba el cubrecama y Popeye corrió a desenchufar el tocadiscos, sal del cuarto idiota.
405 La revolución ni se notaba aquí: las calles estaban alborotadas de escolares, no se veía tropa en las esquinas.
406 Mejor, la política era para los vagos, no para la gente de trabajo, el Teniente lo buscaba por un asunto personal.
407 La puerta se abrió gruñendo y se adelantó una mujer: una indiota con la cara negruzca y llena de lunares, don.
408 La mujer abrió una ventana, entró una lengua de sol. Todo estaba gastado, sobraban cosas en el cuarto.
409 La familia, es decir el Buitre, la beata doña Catalina y el hijo, don Cayo, que por entonces estaría gateando.
410 En las actuaciones del José Pardo don Cayo recitaba, leía su discursito, en los desfiles llevaba el gallardete.
411 No, don, mirándola con ojos de loco. Se hacía el disimulado, el que aguaitaba los chanchos, el que esperaba.
412 Pasable, ni bien ni mal, una de ésas a las que un blanco les hace un favor una vez y si te vi me olvidé.
413 Las tetitas a medio salir, un cuerpo jovencito y nada más, pero tan sucia que ni para misa se arreglaba.
414 Se la veía por Chincha arreando el burro con las tinajas, don, vendiendo poronguitos de casa en casa.
415 Y el hijo dándole vueltas a la hija de la lechera, a quién le iba a caber en la cabeza. Pero fue así, don.
416 Le llamaría la atención su manerita de caminar o algo, hay quien prefiere los animalitos chuscos a los finos dicen.
417 Pero el hombre no se inmutó. Su cara no sonrió, sus ojos no se sorprendieron ni alarmaron ni alegraron.
418 Le patea el hígado, pensó el Teniente, un amargado de la vida, con la mujer que se ha echado encima se comprende.
419 Una sabida de película la hija de la Túmula, don, y su madre ni se diga, cualquiera se daba cuenta pero él no.
420 Aguantaba, esperaba, volvía a la ranchería, la cholita caería un día, negro, él fue el que cayó, don.
421 A él qué mierda, él hacía lo que le mandaba el estómago, y el estómago le mandaba tirarse a la muchacha, claro.
422 Partamos, quiero regresar a Chincha hoy mismo. La mujer miraba al sargento, que medía el aceite del jeep.
423 Se había sacado el mandil, el apretado vestido dibujaba su vientre combado, las caderas que se derramaban.
424 Ahora, con el Ejército arriba, todo el mundo en vereda. Ya verá que con Odría las cosas van a ir mejor.
425 Ya comenzó la limpieza. Apristas, pillos, comunistas, todos en chirona. No va a quedar un pericote suelto en plaza.
426 El jeep atravesaba un valle, el aire olía a mariscos y a lo lejos se divisaban colinas terrosas, arenales.
427 No se iba a enterar, negro, se iba a Lima por tres días y cuando volviera la Rosa estaría en la ranchería de nuevo.
428 Claro que vino, qué no iba a venir. Se apareció, don Cayo se le adelantó y ellos se quedaron en la camioneta.
429 No lo habían obligado, nadie le había puesto un revólver en el pecho diciéndole a la iglesia o a la tumba.
430 Las paredes del recinto universitario transpiraban un rumor que crecía y decrecía entre salvas de aplausos.
431 Un alférez de Policía se acercó al jeep, saludó, examinó el salvoconducto que le alcanzó el Teniente.
432 Consultarían, el cura les diría no hay nada que hacer, la religión es la religión y hasta que la muerte los separe.
433 O sea que hasta la religión sacó su lonja de este asunto, don. A la parejita el Buitre no la vio más.
434 Está bien, me callo, don, ya sé que no está hablando conmigo. No he dicho nada, don, no se ponga así, don.
435 Techos, cornisas, azoteas, basurales aéreos se recortaban sobre nubes obesas, por las ventanas, detrás de Espina.
436 El jeep, un pasaje en colectivo, lo que sea. Por este paseíto a Lima puedo perder un negocito interesante.
437 Estábamos barajando nombres para la Dirección de Gobierno y el tuyo se me vino a la boca y lo solté.
438 Ya ves, te hablo francamente. ¿Hice una estupidez? Bermúdez había sacado otro cigarrillo, lo había encendido.
439 Haber elegido a este provinciano frustrado y sin experiencia para ser tu brazo derecho, es todo un honor, Serrano.
440 Cuando Ambrosio era chofer de don Cayo subió al auto mil veces, don, mil veces lo había llevado a su casa.
441 Cuando don Cayo se vino a Lima ella se quedó en la casita amarilla, a lo mejor todavía sigue ahí ahuesándose.
442 Le pasaba su pensión, a Ambrosio le dijo muchas veces hazme recuerdo que tengo que mandarle plata a Rosa, negro.
443 Se lo prohibiría don Cayo, seguro. Y la Túmula se las pasaba maldiciendo a su hija porque no la recibía en su casa.
444 La negra, Ambrosio no quería, decía dicen que a todos los chinchanos que van a pedirle algo los larga.
445 Anda allá, negro, el oro y el moro. Puro cuento, niño, la ensartada más grande del siglo. Ah, si yo le contara.
446 Le alcanzaron una ficha y tuvo la pluma levantada unos segundos donde decía profesión, escribió al fin funcionario.
447 Manoseó Los Misterios de Lesbos, dejando que sus ojos corrieran ciegos sobre las figuritas negras apretadas.
448 La vio entrar: el mismo vestido recto color ladrillo, los mismos zapatos sin taco del examen escrito.
449 Sus labios se plegaron, su boca masculina se abrió y la vio sonreír: el tosco rostro se suavizó, iluminó.
450 Yo había estado enamorado de chicas de Miraflores, pero en Padre Jerónimo me enamoré por primera vez de verdad.
451 Pero ¿cuál era la diferencia? No podía preguntárselo, creerá que soy idiota, tenía que sonsacárselo.
452 No sólo para tirársela, no sólo para corrérsela pensando en ella, no sólo para enamorarse. Piensa: para algo más.
453 Versitos de amor, y también sobre los Incas. No te avergüences, supersabio. Míralo cómo se ha puesto, papá.
454 No les hagas caso, papá. Ahí estaba el jurado, eran tres, en el local se había instalado un temeroso silencio.
455 Brotó de nuevo el zumbido, más espeso y rumoroso que antes, Aída y Santiago volvieron al patio del fondo.
456 Otro puro de ésos, piensa, en rebelión contra su piel, contra su clase, contra sí mismo, contra el Perú.
457 Ven, flaco, dame un abrazo. No dormiste, piensa, estoy seguro que Aída tampoco durmió, que Jacobo tampoco durmió.
458 Sobre todo porque ya no tendré que juntarme con gente decente nunca más. No te imaginas qué contento estoy.
459 Comenzaban a caer las pastillas y ellas tenían que acomodarlas en los frascos y poner encima pedacitos de algodón.
460 A Amalia le chocaban los disparates que decía Trinidad, pero le gustaba su boca y que no tratara de aprovecharse.
461 Pero que había estado preso por aprista sólo se lo dijo después, un día que pasaban por la avenida Arequipa.
462 Había estado preso por primera vez en Trujillo, porque la policía lo pescó pintando en las calles Viva el Apra.
463 Tú y los deportes son mi vicio, le decía a Amalia, y ella ha de ser cierto, toma poco y no parecía mujeriego.
464 Trinidad comenzó a insultarla y a insultarse por haberla respetado, y de un manotazo la aventó al suelo.
465 Los hombres tienen su orgullo, le dijo Gertrudis, quién te mandó contarle, debiste negarle, tonta, negarle.
466 Subió con ella, y Amalia no lo miraba pero sentía calor oyéndolo hablar. Bruta, pensaba, lo quieres.
467 Porque Amalia había ido a la casa dos veces a pedirle al viejo que sacara al aprista de la cárcel, Ambrosio.
468 Amalia se hizo amiga de la señora Rosario, una lavandera con muchos hijos que vivía en el callejón y era buenísima.
469 Trinidad volvía a Mirones a eso de las siete, ella le tenía la comida lista, un día creo que ando encinta, amor.
470 Cara de asombro, de felicidad, y al verla encinta, de furia. Ajá, ajá, le señalaba la barriga, ajá, ajá.
471 Si me quejo al sindicato ya sé dónde me mandarán, decía Trinidad, y si al Ministerio ya sé dónde me mandarán.
472 Y él: lo tenían fichado, los amarillos han pasado el dato, lo miraban como apestado, nunca encontraré trabajo.
473 Mentira, sólo a la hora de comer o cuando se tocaba el tema del trabajo se chiflaba, después era como antes nomás.
474 Pero no le pasaba y más bien le dio por salir a la puerta del callejón a gritar amarillos a los transeúntes.
475 Pero después se arrepentía, perdón amorcito, me he vuelto malo, aguántame un poquito más que me voy a morir.
476 Y, además Ambrosio se había metido en un lío y salido pitando de Pucallpa. Sólo los vómitos no se le iban nunca.
477 Un día, al volver del laboratorio, encontró a Trinidad dando brincos: se acabaron nuestros males, tenía trabajo.
478 La abrazaba, la pellizcaba, se lo veía feliz. Pero y tu enfermedad, decía Amalia atontada, y él se fue, me curé.
479 Una noche que había salido a una reunión, vino don Atanasio y le dijo a Amalia ven y la llevó hasta la esquina.
480 Amalia lo estuvo espiando y cuando Trinidad regresó al callejón ¿cómo te fue? y él bien, discutimos mucho.
481 La señora Rosario se echó a llorar por el perfumito y le dijo a Trinidad no sabías lo que hacías, abrázame.
482 Fueron a Limoncillo y Trinidad entró primero y después salió la tía con los brazos abiertos a llamar a Amalia.
483 Se sentía muy pesada ya, Gertrudis Lama y otras compañeras del laboratorio le habían hecho ropitas para el hijo.
484 En la Prefectura no está, dijo don Fermín después de telefonear, que volviera mañana, iba a averiguar.
485 Ella le contestaba sí, bueno, no. La señora Rosario y su tía venían a verla a diario y le traían de comer.
486 Un lío terrible, había tenido que esconderse por un asunto de un camión, niño, no quería ni acordarse.
487 Los progresistas siempre te parecen malos y los decadentes siempre buenos. Eso es lo que te critico.
488 Porque Jacobo y Aída bastaban, piensa, porque ellos eran la amistad que excluía, enriquecía y compensaba todo.
489 Desde entonces está tratando de encontrar a ese hijo. No quiere morirse sin saber si salió tan feo como él.
490 Si es del Partido está obligado a cuidarse. No hables tan fuerte de Odría delante de él, lo puedes comprometer.
491 Santiago también lo prefería, Aída, él quería convencerse que era cierto lo que decía Politzer, Jacobo.
492 Ibas a misa, te confesabas y comulgabas los primeros viernes; rezabas y ya entonces mentira, no creo.
493 En el círculo había unión, complicidad, incluso solidaridad, piensa. Piensa: sólo entre nosotros tres amistad.
494 Se había dedicado furiosamente a leer, a trabajar en el círculo, a creer en el marxismo, a enflaquecer.
495 Había sacado las manos de los bolsillos, se las había llevado a la boca y soplado y tratado de sonreír.
496 Había visto a Aída descruzar los brazos, detenerse, vacilar, buscar la banca más próxima, la había visto sentarse.
497 Y que eso no iba a cambiar nada y que aunque tuviéramos círculos separados seguiría todo como antes entre los tres.
498 Él era algo chiquito y maltratado, algo que se encogía bajo esa voz, algo que se escabullía y corría y huía.
499 No era orgullo, ni despecho, ni humillación, piensa, no eran ni siquiera celos. Piensa: era timidez.
500 Ojalá se muera preso decía la negra. Pero lo soltaron y ahí lo conocí. Lo vi sólo una vez en mi vida, don.
501 También pusimos una sección en Medicina. Pero no ha habido ningún intento de manifestación ni nada, don Cayo.
502 Hasta esa noche. Yo no le tenía cólera, don, aunque tampoco cariño. Y esa noche me dio pena, más bien.
503 Aquí tienes las fichas políticas de quince detenidos. Limpiaremos San Marcos y podrán reanudarse las clases.
504 Sin zapatos, unas uñotas de este tamaño, unas costras en los brazos y en la cara que no eran costras, sino mugre.
505 Tomo la decisión, asumo la responsabilidad. Si hay consecuencias, renuncio, y el Serrano queda inmaculado.
506 Aquí tienes el informe detallado, las fichas, las armas para las fotografías. Los cité pensando en ti, Serrano.
507 Pero conste que yo quería liquidar lo de San Marcos una vez que estuviera resuelto el problema de los sindicatos.
508 Indiferentes o interesados o aliviados, los otros miraban el barril y a Trifulcio o se miraban burlones.
509 No han chistado hasta ahora, pero el Apra es fuerte entre los obreros, y una chispita puede provocar una explosión.
510 El desconocido se arrimó a la baranda, metió una mano al bolsillo, sacó y mostró a Trifulcio algo que brillaba.
511 Que había violado a una menor, robado, matado a un tipo en una pelea. Tantas barbaridades no serían ciertas.
512 Los líderes están viejos y corrompidos, ya no quieren hacerse matar. No habrá explosión, no habrá revolución.
513 Pegando carteles, repartiendo volantes. Por la candidatura de don Emilio Arévalo, el amigo de su papá, niño.
514 Doce prefectos y quince subprefectos mandaron telegramas de felicitación al General por haber tomado el poder.
515 Pero no nos dormimos, don Cayo. Noches enteras sin pegar los ojos. Acabaremos con esos pasquines, le juro.
516 Cruzó casi corriendo entre chozas y siluetas humanas que lo miraban con sorpresa o indiferencia o temor.
517 Sé que se jugó a fondo en la revolución comprometiendo oficiales, que ha puesto sobre ruedas la seguridad militar.
518 Pero Trifulcio no se fue, se echó a reír, se dejó caer alegremente al suelo y comenzó a rascarse las axilas.
519 Estamos organizando todo de nuevo y de eso quería hablarle, capitán. La seguridad militar nos podría ayudar mucho.
520 Tampoco está en el escalafón y seguro que nunca estará. Yo espero estar algún día, con un poquito de suerte.
521 El asunto debe quedar sólo entre los responsables de la seguridad. No, no se trata de resentir al coronel Molina.
522 No hace seis meses que lo conoce y ya tiene más confianza en usted que en mí. Bueno, sí, estoy bromeando, Cayo.
523 Eres un maricón, compadre, ni te hemos tocado y ya estás mintiendo. Harás así, noches así, Ambrosio.
524 Pero claro que si la negra no se hubiera enamorado de él, yo no habría nacido. Así que para mí fue un bien.
525 Eran casi de la misma altura, iban callados, el cielo estaba despejado, hacía calor, no corría viento.
526 Primera, mantener la unidad del equipo que ha tomado el poder. Segunda, proseguir con mano dura la limpieza.
527 Los Estados Unidos están dispuestos a ayudar a un gobierno de orden, por eso apoyaron la revolución.
528 Espina lo está explotando, don Cayo. El show está bastante bien, ya verá. No crea que yo hago mucha vida nocturna.
529 Por lo menos, comparada con los esqueletos que salieron a bailar antes. Pero no la ayuda mucho la voz.
530 Ninguno. Pero el Chispas se empeñó y yo moví influencias y lo hice ingresar. Y ahora ya ve, lo botan.
531 No necesitaba. Mire, venga a la casa y le daré más. Pero guarde eso, le daré cinco libras más. Pero no me amenace.
532 No me ha asustado. No necesitaba sacar la chaveta, se lo juro. Usted es mi padre, yo se la daba si me la pedía.
533 Primero de su clase, todos los premios a fin de año: Hay que estarlo frenando para que no estudie tanto.
534 No es que sea mi preferido, yo los quiero igual a los tres. Pero Santiago me hace sentir orgulloso de él.
535 Llevaba el terno café que ahora se cambiaba rara vez, la camisa arrugada, la corbata con el nudo flojo.
536 Pero si la izquierda no ha pasado de una masonería no ha sido por el Apra, sino por falta de gente capaz.
537 Turnarse, desarrollar cada uno un argumento distinto, no dejar sin rebatir ninguna opinión contraria.
538 Pero consuélate, a ves que todos los apristas están en contra. Y sin esos, la Federación rechazará nuestra moción.
539 Pero qué bonito que habla, gritó Trifulcio. Había ralos aplausos en la Plaza, una maquinita, algunos vivas.
540 Desde la escalerilla de la tribuna, Trifulcio veía a la muchedumbre rizándose como el mar bajo la lluvia.
541 Miró a la multitud: caras quietas, ojos enrojecidos de alcohol, aburrimiento o calor, bocas fumando o bostezando.
542 Sonreía, su voz era suave, movía la mano, parecía que arrastrara una muleta y el toro pasara besándole el cuerpo.
543 Además, yo no fui partidario de que se lo encarcelara en fin, ahora hay que tratar de componer las cosas.
544 Como quien no quiere la cosa, ese empleadito se está convirtiendo en hombre de confianza del General.
545 Bermúdez lo convenció. Si voy en estas condiciones, pierdo. En fin, así fue, por eso lo metieron preso.
546 Hoy le han puesto la banda presidencial y hay que dejarlo que se pase el día mirándose al espejo y gozando.
547 Los enemigos del régimen se estaban aprovechando de este pretexto para decir que las elecciones fueron una farsa.
548 Cruzó el patio, se paró frente a ellos, apuntó con el dedo a Trifulcio: la cartera de don Emilio, hijo de puta.
549 El Presidente tenía la esperanza de que usted fuera el vocero de la mayoría en el Parlamento, don Fermín.
550 Yo encantado de servir al Presidente. Pero una senaduría es entregarse de lleno a la política y yo no puedo.
551 El General está tan agradecido por toda la colaboración que usted le ha prestado y quiere demostrárselo.
552 Y se fue a la casa-hacienda con el que daba las órdenes, y Urondo y el capataz también se fueron, al poco rato.
553 Por sobre las cabezas de Téllez y Urondo se veía una lengua de playa, un mar con manchones de algas brillando.
554 Me parece magnífico que haya hecho una conquista así. Encantado de ir a comer con ustedes, cuantas veces quieran.
555 Atravesó la placita entre perros que ladraban, frenó ante la chingana, bajó el que daba las órdenes.
556 Tenía botas, pantalón de montar, una camisa sin botones: no quería verlos borrachos, que no tomaran más.
557 Trifulcio, Téllez y Urondo salieron de la chingana, se pusieron al frente de los hombres de la camioneta.
558 Avanzaron en pelotón por la placita y los que estaban en la puerta del rancho comenzaron a codearse y a apartarse.
559 El hombrecito miraba aterrado a Trifulcio: era un delito, iban a ir a la cárcel, y se le deshacía la voz.
560 Vio por la ventanilla que en la puerta del rancho el hombrecito y el muchacho de overol discutían con los guardias.
561 Está bien, me tienes respeto, lo hiciste por mí. Para que yo no sufriera, bueno. No eres un infeliz, está bien.
562 No había nadie en el nicho que hacía de recepción, el corredorcito y la escalera se hallaban a oscuras.
563 En el segundo piso, cuatro varillas doradas enmarcaban la puerta del cuarto, más pequeña que su vano.
564 La primera venía del Cuzco, una letra fibrosa y erecta de mujer la firma era un garabato con rombos.
565 Dieron tres golpecitos en la puerta, pasa dijo Washington, y entró Héctor, transpirando, vestido de gris.
566 Imposible localizar a ningún tranviario. La policía ocupó el local del sindicato. Fuimos con dos apristas.
567 Además, la Federación se reúne dentro de hora y media y apenas tenemos tiempo para tomar un acuerdo entre nosotros.
568 Tendrías que buscar una botica y esas idas y venidas no convienen. Sólo tienen media hora de atraso, ya vendrán.
569 Héctor: los contactos con el Comité de huelga tranviario se habían roto desde la ocupación policial del sindicato.
570 El cuarto se había encogido, el aire espesado. La miraban inmóviles, tragaban saliva, Héctor sudaba.
571 Ojos que giraban hacia la puerta, los pasos lentos de Jacobo, la silueta de Jacobo junto a la de Aída.
572 Estaba ofuscado, fue una debilidad de un momento de crisis. Quizá todos estos días sin dormir camaradas.
573 Quiero superar esta crisis, ayúdenme a superarme, camaradas. Lo que la camarada, lo que Aída es cierto.
574 Calló retrocedió hacia la puerta y Santiago dejó de verlo. Aída sola de nuevo su mano amoratada de puro tensa.
575 La bacinica ya estaba ardiendo. Afuera no se oía ningún ruido; todos tenían las orejas aplastadas contra la puerta.
576 Washington lo tomó de la cintura, lo izó, y al abrirse el tragaluz entró una bocanada de aire fresco al cuarto.
577 No somos políticos, no hacemos política. Cahuide no existe, la Fracción no existe. No saben nada de nada.
578 Estaban muy apretados en el asiento, olía a sobaco, el que manejaba estaba hablando por un pequeño micrófono.
579 Paró ante las rejas de la Prefectura, un soplón cuchicheó con los centinelas, y les ordenaron bajar.
580 Estuvieron callados, observando las paredes cuarteadas, el suelo brilloso, el foco de luz fluorescente.
581 Sacó cigarrillos, alcanzó para los tres. Fumaron sin hablar, chupando y botando el humo al mismo tiempo.
582 El retaco tomaba impulso y, al salir de la habitación, vio los ojos de Solórzano que se abrían, enrojecidos.
583 El tipo caminaba con las manos en los bolsillos, a su lado; placas de metal que no alcanzaba a leer.
584 Retrocedió, miró su reloj, las doce y media, tomaba impulso y, las piernas blandas, ganas de orinar.
585 Aspiraba con avidez y tosía, contento de hacer algo que disimulara su malestar, Carlitos, su terrible incomodidad.
586 Que le explique todos esos nombrecitos. Arrojó una bocanada de humo, contempló las volutas melancólicamente.
587 Lo he llamado para arreglar esto entre nosotros, yo sé mejor que nadie que usted es un buen amigo del régimen.
588 No se preocupe por Santiago, yo me encargo de ponerlo en el buen camino. Ahora, si no le importa, preferiría irme.
589 El patio, la fachada de la Prefectura, las rejas, aire puro, la avenida. El auto estaba al pie de las gradas.
590 Me estaba siguiendo los pasos a mí. Aprovechó esta ocasión para hacérmelo saber sin decírmelo de frente.
591 Comunista, anarquista, bombas, allá tú. Mientras tanto a estudiar, a obedecer. Piensa: lo que no te perdoné, papá.
592 Lo sentaron en la sala, lo rodearon, la señora Zoila le alborotaba el pelo y lo besaba en la frente.
593 Unos huevos fritos, le decía la señora Zoila a la cocinera, una leche con cocoa y si queda ese pastel de limón.
594 Eran las dos cuando se fueron a acostar. Santiago se desnudó, se puso el piyama, apagó la lamparilla.
595 Te odio papá, te odio Jacobo, te odio Aída. Sentía unas terribles ganas de fumar y no tenía cigarrillos.
596 Se sentó en la cama, hurgó en los bolsillos del saco, se levantó y revisó todos los ternos del ropero.
597 La cajetilla y los fósforos estaban en la mesa de noche, el Chispas dormía boca bajo sobre las sábanas.
598 Regresó a su cuarto. Sentado junto a la ventana ansiosamente, deliciosamente fumó, arrojando la ceniza al jardín.
599 Sólo había encendido la lámpara de pie, como en las noches que se quedaba en casa y leía los periódicos, piensa.
600 Hay mucha humedad, flaco. Lo cogió del brazo, lo hizo entrar, volvió al sillón, Santiago se sentó frente a él.
601 Pero no puedo seguir viviendo de una manera y pensando de otra. Por favor, trata de entenderme, papá.
602 Te voy a explicar por qué me puse tan furioso. Hay algo que estaba a punto de concretarse en estos días.
603 Algo se filtraría, el cholito de Bermúdez se aprovechó de ti para darme a entender que sospechaba algo, que sabía.
604 Ahora hay que parar todo, empezar desde el principio. Ya ves, tu padre no es un lacayo de Odría ni mucho menos.
605 Y ahora vámonos a la cama, son las cuatro ya. Bebió su último trago, apagó la luz, subieron juntos la escalera.
606 Entró al dormitorio y se tumbó en la cama. Estuvo mirando el pedazo de cielo de la ventana hasta que amaneció.
607 Era más chica que la de la señora Zoila, también de dos pisos, elegante, y el jardín qué cuidado, eso sí.
608 Qué chistosas las latas, miles, con sus tapas coloradas y sus patodonalds, supermanes y ratonesmickey.
609 El sol desapareció a la altura de Vitarte, la atmósfera gris se fue enfriando a medida que se acercaban a Lima.
610 Pero el doctor Alcibíades estaba ya en su mesa, revisando los diarios con un lápiz rojo entre los dedos.
611 Dos muertos, cinco millones de pérdidas, los bomberos trabajaron toda la noche para apagar el siniestro.
612 No más de un par de carillas. En la redacción hay muchas máquinas, escoja cualquiera. Santiago asintió.
613 Se puso de pie, pasó a la redacción y cuando se sentó en el primer escritorio las manos le comenzaron a sudar.
614 En cambio con su hija Carlota, larguirucha, sin senos, pelo pasa, simpatiquísima, ahí mismo se hicieron amigas.
615 No tiene tres porque necesite, le dijo Carlota, sino para gastar en algo la plata que le da el señor.
616 Debía tener mucha para ponerle una casa así y haberle comprado esa cantidad de ropa y joyas y zapatos.
617 Nunca decía buenos días ni hasta luego, cuando ellas lo saludaban respondía con un mugido y sin mirar.
618 Vaya, por fin -la voz de Espina era ásperamente jovial-. Te estoy llamando desde anteayer y no hay forma.
619 Eres tú el que no debe tener mucho tiempo ¿no? Desde que salí del Ministerio no me has buscado ni una vez.
620 Y ahora no hacemos más que acordarnos de él y todos lo adoramos y quisiéramos resucitarlo. Es absurdo.
621 En cambio a mí Becerrita me ladró escribe usted con las patas, se queda sólo porque ya me cansé de tomar exámenes.
622 Qué distinta, en cambio, la señora Hortensia. él tan feo y ella tan bonita, él tan seriote y ella tan alegre.
623 Mi único vicio son los traguitos y las pastillitas dijo una vez, pero Amalia pensaba su vicio es la limpieza.
624 Se bañaba al levantarse y al acostarse, y lo peor, quería que ellas también se pasaran la vida en el agua.
625 Amalia sintió fuego en el cuerpo, cerró la llave, no se atrevía a coger el vestido, permaneció cabizbaja, fruncida.
626 No, pásamelo aquí. Entró y la señora estaba en la tina, la cabeza apoyada en un almohadón, los ojos cerrados.
627 Señora, yo, murmuró Amalia, retrocediendo, y la señora una carcajada: anda, recogerás la bandeja después.
628 Firmaré las cartas luego. Eso es todo, doctorcito. Alcibíades salió y él abrió el primer cajón del escritorio.
629 Cogió un frasquito y lo contempló un momento, disgustado. Sacó una pastilla, la humedeció con saliva y la tragó.
630 Siempre me asombró que un tipo como Vallejo fuera periodista. Era muy manso, muy cándido, muy correcto.
631 No te van a pedir que vuelvas a la casa si no quieres, ya te he dicho. Pero no los dejes así, sin noticias.
632 Que las elecciones se llevaron a cabo en la forma más pacífica, que la lista apolítica se impuso democráticamente.
633 Al oscurecer subieron a la camioneta, manejó Ambrosio y cuadraron lejos de la barriada porque había un lodazal.
634 Siguieron a patita, espantando las moscas, embarrándose, y preguntando encontraron la casa del tipo.
635 Pero Odría podría morirse y subir un enemigo y decir ésos de 27 de Octubre iban a sus manifestaciones.
636 Los ómnibus los volverán a traer. Después podrás organizar una jarana, si quieres. Habrá trago gratis.
637 A veces la señora y la señorita Queta salían en el carrito blanco de la señorita y volvían a la noche.
638 Cuando se quedaban en la casa, se pasaban la tarde hablando por teléfono y eran siempre los mismos chismes y rajes.
639 Pero seguramente era cierto, qué le faltaba a la señora para haber sido artista, hasta tenía linda voz.
640 El sindicato es de plena confianza. Pereira, el secretario general, usted lo conoce, ha cooperado siempre.
641 Una medida política, no para asustar a los empleadores, sino para que el sindicato recupere prestigio ante la base.
642 El Ministerio ha conseguido algunas concesiones de los empleadores, ahora el sindicato debe aceptar la mediación.
643 Por ejemplo estaban bailando y le daban su besito en el cuello o le sobaban la espalda y cómo la apretaban.
644 Limpiaban, recogían, ordenaban para que la señora al bajar no empezara ay qué suciedad, ay qué porquería.
645 Símula le tenía lista una fuente de conchitas con salsa de cebolla y mucho ají y un vaso de cerveza helada.
646 Los grupitos se reúnen, los apristas más desorganizados que nunca, los rabanitos un poquito más activos.
647 Reuniones, conversaciones, nada. La semana próxima hay elecciones en Medicina. La lista aprista puede ganar.
648 Le abrió la puerta, le dio una palmadita en el hombro, hasta mañana Lozano, y regresó al escritorio.
649 Recogió los papeles que había dejado Lozano, los guardó en su maletín. Un momento después sonó él teléfono.
650 Desde lejos vieron a la gente de la barriada amontonada, esperando, tantos que tapaban las chozas, don.
651 Cerró la puerta, respirando de prisa. En la escalera se echó a reír, llegó a la cocina tapándose la boca, sofocada.
652 Un momento después se abrió la puerta: reconoció sus rizos rubios, su cara lampiña y sonrosada, su andar elástico.
653 Sonrió y vio que Tallio asentía y abría la boca pero no le dio tiempo a hablar: le alcanzó el puñado de recortes.
654 Sólo sugerimos, de manera amistosa, y muy rara vez, que no se propaguen noticias ingratas para el país.
655 Se les acercaba por la espalda, los despeinaba, les jalaba la oreja, se les sentaba en las rodillas, una descocada.
656 La que roba corazones, la que destruye a los hombres, se reía la señorita Queta, Amalia la malquerida.
657 Loquísima pero qué simpática. Cuando no estaba haciendo pasadas por teléfono con la señora, contaba chistes.
658 Los enemigos se aprovechan cuando aparece una noticia así en la prensa. Ellos ya nos dan bastantes problemas.
659 Oye, ¿cómo hacen ustedes para emborracharse e ir a bulines con lo que ganan? Es algo que no entiendo.
660 Permaneció con la cabeza echada atrás la boca entreabierta, con una expresión de tranquila de embriaguez.
661 Borrachín, pichicatero, ya lo sabía, toda la redacción me lo había dicho. Yo no juzgo a la gente por eso.
662 Hablaba despacio y en su cara había un sosiego creciente y sus gestos eran cada vez más ceremoniosos y lentos.
663 Amalia no sabía si enojarse o reírse. A veces sí, pues, tartamudeó y fue como si hubiera hecho un chiste.
664 Precisamente iba a hablar con usted sobre la renovación del contrato. Y ahora, con esta absurda confusión.
665 Trataré de sacar pronto la firma del Ministro. Estiró una mano hacia la manija de la puerta, pero no abrió.
666 Ni una palabra más, olvídese del asunto. Ahora le voy a rogar que me disculpe, tengo muchas cosas que hacer.
667 Abrió la puerta, tableteo de máquinas de escribir, la silueta de Alcibíades al fondo, en su escritorio.
668 Tenía horario corrido, a las dos estaba libre y podía pasarme las tardes leyendo y las noches escribiendo.
669 Salieron y Santiago tuvo que tomarlo del brazo porque se daba encontrones contra las mesitas y las paredes.
670 El Portal estaba vacío, una franja celeste se insinuaba débilmente sobre los techos de la plaza San Martín.
671 Ojalá te mueras, pensó. SE ajustó la corbata, se puso el saco, cogió su maletín y salió del despacho.
672 Demoraron quince minutos en cruzar el centro. Bajó antes que Ambrosio le abriera la puerta, espérame aquí.
673 Al Serrano cualquiera le mete el dedo a la boca. El mayor Paredes encogió los hombros, hizo una mueca escéptica.
674 Abrió un armario, sacó un sobre y se lo alcanzó. El hojeó distraídamente los papeles, las fotografías.
675 Se habían puesto a hablar de otra cosa, pero Hipólito callado, mirando el suelo, el mostrador, pensando.
676 Qué plantón se iría a dar el domingo, venirse desde Miraflores hasta aquí de balde, cómo te requintaría.
677 Ese domingo estrenó los zapatos de taco que se había comprado recién, y la pulserita que se sacó en una tómbola.
678 Recogió la mesa rapidito, casi no almorzó, subió al cuarto de la señora a mirarse de cuerpo entero en el espejo.
679 Se había puesto un terno marrón, camisa blanca, corbata roja, y un pañuelito en el bolsillo del saco.
680 Ludovico y Ambrosio se miraban como diciendo cccomiquísimo, don, pero Hipólito seguía con cara de velorio.
681 Se había levantado un ruido de estómagos, de gargantas, de pies, todos protestaban pero sin abrir la boca, don.
682 Que levante la mano el que tiene miedo. -Nadie. Y él-. Menos mal, porque hubiera tenido que devolver el trago.
683 Regresaron al patio, se mezclaron con los otros, algunos estaban tan jalados que apenas podían hablar.
684 Ambrosio les metía conversación, de dónde eran, si los habían sorteado. No, don, todos eran voluntarios.
685 En la plaza del Porvenir la mitad se habían quedado con Ludovico y Ambrosio, en el centro, entre los columpios.
686 Llevaban ya media hora ahí y ni sombra de nada. EN el tranvía, se sentaron juntos y Ambrosio le pagó el pasaje.
687 Ella estaba tan furiosa por haber venido que ni lo miraba. Cómo puedes ser tan rencorosa, decía Ambrosio.
688 Tendrían miedo a los dos hombrones que estaban con ella, porque Ludovico era tan alto y tan fuerte como Ambrosio.
689 Se sentaron en Sombra, arriba, pero como había poca gente, en el segundo toro se bajaron hasta la cuarta fila.
690 Toreaban tres, pero la estrella era Santa Cruz, llamaba la atención ver a un negro en traje de luces.
691 Se le ocurrió que hacía más de tres años ya, casi cuatro, que no salía con Ambrosio, y de pronto se sintió apenada.
692 Fueron a uno del Rímac a ver una de piratas, y en la oscuridad ella sintió que se le llenaban los ojos de lágrimas.
693 Ni tampoco eres lo que tú crees, dijo Queta, tú eres lo que haces, esa pobre Amalia me da compasión.
694 Y un poco después, ya llegando a la esquina de la casa, con la voz resentida: me has hecho sufrir mucho, Amalia.
695 Esas se crecen en la Procesión, había dicho Ludovico: eran tres que tenían las manos como rezando, don.
696 Habían ido reuniendo a la gente, la habían ido palabreando, y, con disimulo, se pegaron a la manifestación.
697 Ambrosio y Ludovico estaban juntos, uno se resbalaba y el otro lo sostenía, uno se caía y el otro lo levantaba.
698 Las gallinas resultaron gallos, había dicho Ludovico, el cojudo de Hipólito tuvo razón. Porque se defendían, don.
699 Las tumbaban y ahí se quedaban, como muertas, pero desde el suelo se prendían de los pies y los traían abajo.
700 No era de ahí, sino de atrás. La cola había estado enterita y coleteando, don. Fueron a ayudar y la desbandaron.
701 Quedaron en verse el domingo próximo. Regresó a San Miguel todavía con luz y fue a tenderse a su cama.
702 La sonrisa se le esfumó de la cara, hizo un gesto desanimado y se la quedó mirando sin saber qué hacer.
703 Lo que pasó había pasado ya, Amalia, se había borrado. Que hiciera como si recién se conocieran, Amalia.
704 El no le dio tiempo a retroceder, ya la había cojido de la muñeca y la miraba a los ojos, pestañeando.
705 No trató de abrazarla, no se acercó siquiera. La tuvo sujeta un momento, hizo un gesto raro y la soltó.
706 Afuera no había ningún ruido, las cortinas estaban corridas, una resolana verdosa entraba desde el jardín.
707 Había fumado un cigarrillo y su copa estaba a la mitad cuando lo divisó por la ventana, cruzando la Colmena.
708 Estaba jugando una mano y Landa, ya lo conoce al senador, cuando agarra los dados es de nunca acabar.
709 No, ha sentado cabeza y se porta bien en la oficina. El que me tiene preocupado ahora es el segundo.
710 Le ha dado por hablar mal de los curas, de los militares, de todo, para hacernos rabiar a mí y a su madre.
711 Que quieras vivir solo ya es una locura, pero, en fin. Que no quieras ver a tus padres, eso no, flaco.
712 A Zoila la tienes deshecha. Y Fermín cada vez que viene a preguntarme cómo está, qué hace, lo veo más abatido.
713 No quieren que te pases la vida de empleadito, como yo. Sonrió sin amargura y llenó de nuevo las copas.
714 Qué frescura, qué sinvergüenzura, decía Gertrudis Lama, ¿volver a buscarte después de lo que te hizo?, qué horror.
715 Sería fresco, pero también sabido, o mejor dicho cobarde: les tenía más miedo a los señores que yo, Gertrudis.
716 Conversaron en plena calle, tomándose unas raspadillas, y la semana próxima, el día de salida, fueron a un cine.
717 Que se las den al Ministro de Fomento, que es hombre de negocios. Sólo acepto lo que suena y se cuenta.
718 Aunque sea por interés, me buscan todo el tiempo para que les dé noticias de ti. No sólo Fermín, también Zoilita.
719 Bueno, lo ha conseguido y eso no se le puede reprochar a nadie. A ti te debería enorgullecer, más bien.
720 La familia de Zoilita lo ayudaría después, pero cuando se casaron él tenía ya una magnífica posición.
721 Ese horror de tu padre por lo que ha sido mi vida, antes me parecía injusto, pero ahora lo comprendo.
722 Porque, a veces, me pongo a pensar, y no tengo ni un recuerdo importante. La oficina, la casa, la casa, la oficina.
723 Bueno, no nos pongamos tristes. La vieja Inocencia entró a la salita: ya estaba servido, podían pasar.
724 Sus zapatillas, su chalina, Zavalita, su delantal tan grande para su cuerpecillo raquítico, su voz cascada.
725 Había un plato de chupe humeando en su asiento, pero en el de su tío sólo un café con leche y un sandwich.
726 Bueno, cometí el error de pasarme quince años en provincias, creyendo que así haría carrera más rápido en el Banco.
727 Después de la patada que me dio el Banco, tuve que comenzar en el Ministerio con un sueldito miserable.
728 No hay forma, le dan unas pataletas terribles, dice que me quiero librar de ella. Es terca como una mula.
729 Señalándome, Gertrudis, sabiendo que lo estaba oyendo. Amalia imaginó que soltaba la ropa, corría y lo rasguñaba.
730 Esa noche fue a su cuarto sólo para decirle te he oído, qué te has creído, creyendo que Ambrosio le pediría perdón.
731 No se iba a ir, por qué me tratas así, qué te he hecho, hasta que él se levantó de la cama y cerró la puerta.
732 Nunca más. Claro, él había tratado de amistarse, te voy a explicar, sigamos juntos pero viéndonos sólo en la calle.
733 Absurdo que se contente con sumas miserables, absurdo que tenga su capital inmovilizado en un Banco.
734 Como si echándome el barro a mí quedaran limpios. Tendría que ser idiota para invertir un medio en este país.
735 No tengo ambiciones, por lo demás. Cuando esto termine, me iré a vivir afuera tranquilo, a morirme en paz.
736 Masticaba con disgusto, bebiendo sorbos de agua mineral, y por fin indicó al mozo que se llevara el plato.
737 Don Fermín pidió café para ambos, encendió un cigarrillo. Sacó de su bolsillo un sobre y lo puso en la mesa.
738 Son unos ingenieros jóvenes, dinámicos, con muchas ganas de trabajar. Quieren traer ganado vacuno, ya verá.
739 Bebieron el café, callados. Cuando el mozo trajo la cuenta, los dos sacaron la cartera, pero don Fermín pagó.
740 Al principio me salían muy largas, muy cortas. Ya me acostumbré a trabajar de noche y dormir de día, también.
741 Otras, me doy cuenta que no es eso. No me gusta la abogacía, me parece una estupidez, no creo en eso, tío.
742 Sé lo que no quiero ser, pero no lo que me gustaría ser. Y no quiero ser abogado, ni rico, ni importante, tío.
743 Iré a verlos pronto, de veras. Fueron a la cocina y encontraron a Inocencia dormida sobre su mecedora.
744 No había llegado aún, y después de esperarlo un momento, salió a su encuentro por el Jirón de la Unión.
745 Me quitaron todos los redactores y he tenido que llenar la página yo solo. Hay una revolución, no sé qué cojudez.
746 Quedaron en salir juntos el domingo. Cómo has cambiado, le dijo él al despedirse, cómo te has puesto.
747 Cuándo la iba a tratar así la señora Zoila, cuándo a preocuparse así. Nadie era como la señora Hortensia.
748 Estaban tomándose un traguito en la sala. La señora Ivonne no era tan vieja ni tan fea, qué injustas.
749 Los preparativos de la seguridad están todavía en estudio, doctor, no valía la pena que lo molestara con eso.
750 El fondo de seguridad es sagrado. No puedo aceptar que me quite esos millones. Créame que lo lamento.
751 Hay mil cosas paralizadas y los prefectos y sub-prefectos me vuelven loco con sus telefonazos y telegramas.
752 Él asintió, muy serio. El doctor Arbeláez se pasaba los anteojos de una mano a otra, parado frente a él.
753 Yo no puedo cumplir con mi trabajo si me reducen en un centavo el fondo de seguridad. Lo siento muchísimo, doctor.
754 Y el primer lunes de cada mes, acompañaban al señor Lozano a cobrar la mensualidad, don, dicen que así le decía él.
755 Está afuera, pero apuradísimo, dijo Ludovico, por eso no entró. Tengo que hablarle, dijo Pereda, es importantísimo.
756 El ingeniero había estado muy recargado de gastos, señor Lozano, pagos, letras, estaban sin efectivo este mes.
757 Y Ludovico e Hipólito decían que hasta para renovarles los carnets a las polillas les pedía sus tajadas, don.
758 Veinticuatro horas, Pereda, ni un minuto más, dijo al llegar. Y después: estas tacañerías me hinchan los huevos.
759 Por eso don Cayo diría si algún día Lozano sale de la policía, se hará cafiche, don: ésa es su verdadera vocación.
760 EL sábado sonó el teléfono dos veces en la mañana, la señora se acercaba a contestar y no era nadie.
761 Qué importa, dijo Amalia, otro día pues. Pero sí le importó, la noche del sábado estuvo desvelada, pensando.
762 Lo vio cogerse las manos, quedar absolutamente inmóvil, mirándolo con un odio minucioso y devastador.
763 La tranquilidad no sólo es cuestión de palo, doctor, también de soles. Usted pone mala cara y tiene razón.
764 De qué mujer le metía cuernos a su marido y con quién, de qué marido a su mujer y con quién. Me figuro que de eso.
765 Hasta la Panamericana no paró de hablar, como siempre, y de lo mismo que siempre: sus quince años en el cuerpo.
766 Extraño el cuerpo. Sacrificado, sí, pero eso era vivir. Ya sabes, hermano, cuando necesites ésta es tu casa.
767 Bueno, don, por una parte claro que sí ¿no? Pero esas cosas de la policía, de la política, nunca son muy limpias.
768 No, no me olvidé de cómo se manejaba el aparato, el tipo que usted mandó hizo la instalación perfecta.
769 Los trajo el jefe, unos hambrientos, se comen lo que encuentran, hasta a uno se lo pueden comer si se descuida.
770 Los perros, carajo, se las comieron los perros. Chau, cojo. Sal, no te disculpes y bájate de una vez.
771 Ese par decían que en el cuerpo todos los del escalafón mordían de alguna manera, desde el primero hasta el último.
772 Fue a abrir y la cara de don Fermín. Le temblaron las rodillas, apenas alcanzó a balbucear buenos días.
773 Don Fermín miraba su reloj, tenía los ojos impacientes y la cara molesta, la señora le alcanzó un vaso de whisky.
774 Simplemente, no puedo. Lo va a comprobar usted mismo -El doctor Arbeláez cogió el expediente y se lo alcanzó.
775 Ambrosio estaba ya en el paradero cuando ella llegó y le apretó la mano tan fuerte que Amalia dio un gritito.
776 El tranvía vino semivacío y, antes de que ella se sentara, Ambrosio sacó su pañuelo y sacudió el asiento.
777 Lo asustaste, dijo Amalia, y él sí, esta vez no se le iba a cruzar nadie, ni un conductor, ni un textil.
778 Portarse mal era cuando uno dejaba a su mujer por otra, Amalia, nos peleamos porque no comprendiste lo que te pedí.
779 Rata será él, dijo Ambrosio, después de ser tan amigos ahora está queriendo hundirlo en sus negocios.
780 Era aquí, Amalia, en la calle Chiclayo. Lo siguió hasta el fondo de un pasillo, lo vio sacar una llave.
781 Sólo quiero advertirle que Cajamarca va a echar la casa por la ventana para recibir al General Odría.
782 La huelga durará un par de días y se acabará y los señores de la Coalición volverán a Lima y todo seguirá lo mismo.
783 La Coalición estaba haciendo un mitin y los odriístas se metieron y hubo una pelea y la policía tiró bombas.
784 Son cuatro millonarios que eran amigos de Odría y ahora se han peleado con él. Es una pelea entre primos hermanos.
785 Perdóneme por haberlo despertado, pensé que como periodista usted tendría más noticias. El almuerzo estará ahorita.
786 Piensa: pobre señora Lucía, si hubieras sabido que para mi mamá tú ni siquiera serías persona decente.
787 Dos veces me confundí con otro que se bajaba del colectivo antes que tú. Pero ayer te pesqué y te vi entrar.
788 Así estaban, correteándose, empujándose, jaloneándose, cuando la puerta se abrió y la cara de Ludovico, tristísima.
789 Y lo van a sacar, carajo. Figúrate que el viejo iba a ir al mitin ése, Arévalo lo desanimó a última hora.
790 Mejor que tú, supersabio. Ni por todo lo mal que lo ha estado pasando el viejo este tiempo has ido a verlo.
791 El hijo de puta de Bermúdez creyó que estuvo metido en la conspiración de Espina y se dedicó a joderlo.
792 No han vuelto a darnos un medio, pararon todos los libramientos, y nosotros tenemos que seguir pagando las letras.
793 Y nos exigen que las obras avancen al mismo ritmo y nos amenazan con demandarnos por incumplimiento de contrato.
794 Sí, está con el pecoso, ya no la tienen tan amarrada, incluso la dejan salir a comer con él, los sábados.
795 Llévame a Chorrillos, tengo que recoger a un compañero de trabajo, vamos a hacer un reportaje juntos.
796 Está bien, supersabio, te llevo. Encendió el auto y la radio: estaban dando noticias de la huelga de Arequipa.
797 Los de la Coalición van a hacer allá una manifestación contra el gobierno y parece que va a haber líos.
798 Ah, negro, qué buena vida cuando trabajábamos con don Cayo, hasta que me muera me pesará que me cambiaran.
799 Un sobrinito, perdonaría que en estos momentos, la madre estaba como una loca y había insistido tanto que.
800 Hay un baile por ahí cerca, dijo Ambrosio, vamos a ver. Era una carpa de circo levantada detrás del ferrocarril.
801 Con el calorcito que aumentaba se sentía mejor, más libre, y de repente ella misma jaló a Ambrosio a la pista.
802 Sintió que él se reía, que la arrastraba y de repente la calle. El friecito en la cara la despertó a medias.
803 Sintió que ya no reía ni lloraba y vio la cara de Trinidad, cruzando a lo lejos. De pronto, la remecían.
804 Abrió los ojos: la luz del cuartito estaba encendida, apúrate decía Ambrosio, abotonándose la camisa.
805 Ambrosio le iba pasando la blusa, sus medias, sus zapatos y ella se vestía a la carrera, sin mirarlo a los ojos.
806 La calle estaba desierta, ahora el vientecito le hizo mal. Se dejó ir contra Ambrosio y él la abrazó.
807 Tu tía se sintió enferma y tuviste que acompañarla, pensaba, o te sentiste enferma y tu tía no te dejó salir.
808 Le hizo adiós desde la ventanilla y lo estuvo mirando, viéndolo achicarse a medida que el tranvía lo dejaba atrás.
809 Al ver el auto, los guardias de la esquina saludaron. Entró a la casa y la muchacha estaba poniendo la mesa.
810 Fue mejor porque con Ludovico conversaban, en cambio Hinostroza se encogía como una momia en el carro y se dormía.
811 A eso de la medianoche comenzaba el aburrimiento, la desesperación porque el tiempo no pasaba más rápido.
812 EN la puerta se encontró con Carlota, que salía a comprar pan: qué te ha pasado, dónde estuviste, qué hiciste.
813 Compren el doble para guardar, les dijo el chino de la panadería, si se viene la revolución mañana no abro.
814 Vuela a comprarlos. Sí, ahoritita, salió corriendo del cuarto, contenta no se había dado cuenta siquiera.
815 Él arrugó la cara y abrió la boca: si fueran mudas, si se pudiera entender uno con las mujeres sólo por gestos.
816 Hortensia se paró a cambiar los discos, Queta a llenar los vasos de nuevo, la vida era una calcomanía tan monótona.
817 No quiso almorzar, sólo tomó un café cargado y se fue en un taxi. Poco después salieron Carlota y Símula.
818 Se estaba lavando la cara cuando la puerta del baño se abrió de golpe: Amalia, Amalia, había revolución.
819 La radio no decía nada, cambiaban de estación y anuncios, música, preguntas y respuestas, pedidos telefónicos.
820 A eso de las once vieron bajar a la señora del autito blanco de la señorita Queta, que partió ahí mismo.
821 Qué revolución ni ocho cuartos, Amalia se dio cuenta que estaba tomadita, ya se había arreglado todo.
822 Hijita, te quiero mucho, pero quiero conservar mi libertad de parranda, que en el fondo es la que más importa.
823 Y ella entendió. Treinta años de casados y nunca me ha pedido cuentas. Ni una sola escena de celos, don Cayo.
824 Besó la mano de Hortensia, quiso besar a Queta en la boca pero ella ladeó la cara y le ofreció la mejilla.
825 La agarró del brazo, no quería que lo vieran, la hacía caminar muy rápido, estaba nervioso por ti, Amalia.
826 No, no sabría todavía, estaría durmiendo, la pobre se acostó creyendo que todo se estaba arreglando.
827 Se sentó, recobró su vaso de whisky y bebió, despacio, mirando a Hortensia que ahora bailaba en el sitio.
828 Subió al dormitorio y, en la escalera, sintió que Hortensia dejaba de cantar y venía tras él. Queta se rió.
829 Para el diario, dijo él, poniendo unos billetes sobre el tocador: no podía, tenía que hacer desde temprano.
830 De pronto, con un gesto de derrota, se dejó caer en el sillón, y soltó el maletín que resbaló al suelo.
831 Él no les quitaba la vista, la cara fruncida, los ojos entrecerrados pero alertas. Sintió la boca reseca.
832 Con el estómago limpio y la paloma al día no hay angustia que resista. Una receta infalible, Zavalita.
833 Estaba enojadísima, Símula acababa de subirle los periódicos y había dicho unas lisuras que se oyeron hasta aquí.
834 Sí, sería aprovecharse de una desgracia. La señora volvió tarde, con la señorita Queta y la señorita Lucy.
835 Y oyó a Hortensia: no quería nada con ella; te llamaba a ti Quetita, a ella la basureaba y sólo pregunta por ti.
836 Adelante, señora Heredia, murmuró, sintiendo una invencible decepción, una ira que le turbaba la voz.
837 Sintió que su furia disminuía, las manos mojadas de sudor, la presencia amarga de la saliva en la boca.
838 Bermúdez nos dejó casi en la quiebra. Las cosas recién empiezan a componerse; y no puedo dejarlo solo al viejo.
839 Ni siquiera le he contado que la Teté y yo te vemos a escondidas, porque de repente se le escapa en la casa.
840 Tiene un amigo en Chorrillos que parece salido del Frontón. Una cara de forajido y un tufo que marea.
841 El muchacho del quiosco la estuvo fastidiando y en vez de responderle una malacrianza se bromeó un rato con él.
842 En la semioscuridad una de las dos formas de la cama se enderezó, se encendió la lamparita del velador.
843 SE enjuagó la boca, limpió su cuerpo con minucia, se friccionó el cerebro con una toalla empapada en colonia.
844 Vendré mañana, quizás. Bajó la escalera de prisa, recogió el maletín de la alfombra, salió a la calle.
845 Tómense algo contra el frío. Entrevió apenas sus sonrisas, oyó sus gracias y entró al auto: a Chaclacayo.
846 Apoyó la cabeza en el respaldo, se subió las solapas, ordenó que cerraran las ventanillas de adelante.
847 Estuvo sentado en el escritorio unos minutos, tratando de anotar en su libreta los asuntos del día siguiente.
848 Tomó dos, con un largo trago de agua. A oscuras dio cuerda al reloj y puso el despertador a las ocho y media.
849 La sirvienta había olvidado cerrar las cortinas y el cielo era un cuadrado negro salpicado de brillos diminutos.
850 Gracias, Inspector, dijo Periquito, ahora en cuclillas junto a la cama, y el chorrito de luz blanca brotó otra vez.
851 Diez años soñándote con ella, Zavalita, si Anita supiera creería que te enamoraste de la Musa y tendría celos.
852 Oyó gritos, vino y encontró la puerta abierta. Hubo que llevarla a la Asistencia Pública, mal de los nervios.
853 Salieron y en el rellano Periquito se detuvo a fotografiar la puerta de la vecina que había descubierto el cadáver.
854 Las luces de la redacción estaban encendidas los escritorios ocupados, pero no se detuvo a conversar con nadie.
855 Luego, charlando con Carlitos, esperó, impaciente y orgulloso de ti mismo Zavalita, que llegara Becerrita.
856 Sáquele datos, fotos. Sus amigas, sus amigos, direcciones, qué vida llevaba. Que Periquito fotografíe el local.
857 Los lleva a bulines, les convida trago, les consigue mujeres. No sé cómo te puedes quejar de él, Periquito.
858 Al mal tiempo buena cara. Si hay que trabajar con él, en vez de amargarnos tratemos de explotar su punto débil.
859 Más, ocho meses. Estaba casi sin voz, la contraté por compasión, cantaba tres o cuatro canciones y se iba.
860 Que hace muchos años fue bastante conocida, que cantó en el "Embassy", que después fue amiga de ya saben quien.
861 Usted se acordará, cuando los líos de la Coalición en Arequipa. Ella volvió a cantar, pero ya no era la de antes.
862 Cerró los ojos como para mirar adentro y localizar entre los recuerdos ese episodio extraviado: ah sí, ah eso.
863 Habían sido unos días agitados y laboriosos, Zavalita, te sentías interesado, desasosegado, piensa: vivo otra vez.
864 Hasta que hubo una montaña de mierda. Y ahora a comértela hasta la última gota. Eso es lo que me pasó, Carlitos.
865 Robertito abanicó sus rizadas pestañas, asintió con una risita inamistosa, salió dando un saltito de bailarín.
866 Estaban a orillas de un lago o de un río y a lo lejos desfilaba una cuadrilla de cisnes de largos pescuezos.
867 Madura, experimentada, sonriente, besó a Becerrita en la mejilla, tendió una mano mundana a Periquito y a Santiago.
868 Si hubiera trabajado aquí, te lo diría. Sacó un pañuelo de su manga, se limpió los ojos, dejó de sonreír.
869 La conocía, por supuesto, algunas veces había venido aquí cuando era amiga de, bueno, Becerrita sabía de quién.
870 Él la había traído algunas veces, en plan de diversión, para que espiara desde esa ventanita que daba al bar.
871 Pero, que Ivonne supiera, ella nunca había trabajado en ninguna casa. Volvió a reírse, con elegancia.
872 Sus arruguitas en los ojos, en el cuello, piensa, su odio: la pobre trabajaba en la calle, como las perritas.
873 Hasta a mí me prohibió que fuera a su casa. Por eso nadie la ayudó cuando perdió todo. Y lo perdió por su culpa.
874 Pero se va a enterar tarde o temprano y vendrán a interrogarlas a ti y a la tal Queta. Prepárate, Madama.
875 Si no le da la gana de hablar conmigo, publicaré su nombre en primera página y tendrá que hablar con los soplones.
876 Se puso de pie, se acercó a la mesa, con un gesto resuelto cogió el vaso de Santiago y lo vació de un trago.
877 No se trata de ti, sino de la Musa. Nos cuentas lo que sabes de ella y nos vamos y nos olvidamos de ti.
878 Éramos amigas, a veces me quedaba a dormir en su casa. Ella se mudó a Jesús María hará poco más de un año.
879 Santiago y Periquito no habían tocado sus cervezas: seguían el diálogo desde la orilla de sus asientos, mudos.
880 Tenía sus aventuras pero ya no conseguía un amante, alguien que le pasara una mensualidad y le pagara la casa.
881 Y de repente se había puesto a llorar, Carlitos, no por las preguntas de Becerrita sino por la Musa.
882 Que fue una cantante famosa, que la eligieron Reina de la Farándula, que era una de las mujeres más guapas de Lima.
883 Usted sabe que el matón de Cayo Mierda la mató. Todos los poros a sudar, piensa, todos los huesos a crujir.
884 No publicaré nada, Madama, sólo lo que Queta quiera que diga. Si ella no se atreve, por supuesto que tampoco yo.
885 De lo mal que se portó el perro de Bermúdez, de lo mal que se portaron todos cuando la vieron caída.
886 Y aunque tuviera, quién le iba a hacer caso, quién le iba a creer. Fermín Zavala, con todos sus millones.
887 Para algo sirvió toda esa mugre. Al menos para descubrir que Becerrita también es humano, que podía portarse bien.
888 Lo único que me preocupaba es que se hubieran dado cuenta las putas y que no pudieras ir más a ese bulín.
889 Ahí las carátulas brillantes, sardónicas y multicolores, el rumor de las conversaciones de la gente invisible.
890 Aquí nos confesamos que éramos un poeta y un comunista fracasados. Ahora somos sólo dos periodistas.
891 Soltó esa historia para bajarle los humos a Becerrita, para taparle la boca por el mal rato que le hizo pasar.
892 Si es mentira, por haberle clavado eso, y si es verdad, porque su vida debe ser bastante jodida. No pienses más.
893 En fin, tú sabrás lo que haces. De todos modos, esa historia quedará enterrada de una manera o de otra.
894 Carlitos seguía durmiendo de barriga, la cabeza colgando fuera de la cama, en calzoncillos y medias.
895 Voces que se superponían a la del Chispas y la apagaban y ahí la oleada de calor en la cara, Zavalita.
896 Don Fermín dio unas palmadas y al rato apareció un mozo, apresurado, abotonándose el saco. Pidieron cafés.
897 Creo que ya ni tus hermanos vienen. Un día de éstos voy a vender mi acción. Ahora valen treinta mil soles.
898 Hay alguien que quiere fregarme la paciencia. No es la primera vez, no será la última. La gente es así.
899 Estarás completamente independiente ahí, tanto como ahora. Pero así tu madre se sentirá más tranquila.
900 Voy a ir a la casa todas las semanas, se lo he dicho al Chispas ya, pregúntale. Te lo prometo, papá.
901 Los contratos que recuperamos cuando salió Bermúdez nos los volvieron a quitar para dárselos a pradistas.
902 Y más bien te amistaste con tu padre y te vas a amistar con tu madre. Cómo te irán a recibir el domingo, Zavalita.
903 Eso es lo que tú quisieras, masoquista. Tienen muchos problemas para perder su tiempo compadeciéndote.
904 Puede que cuando yo no estaba, ellos saben que somos amigos. Tal vez hablarían unos días, unas semanas.
905 Nosotros ya no. No da para más, convéncete. Reconoce que hasta aquí llegamos tablas en las primicias, Zavalita.
906 Me lo confesó Pantoja, esta tarde. Estamos pataleando en el mismo sitio, hay que esperar alguna casualidad.
907 No, compadre, vengo a conversar. Cuéntame cómo se porta contigo la China, después yo te cuento y comparamos.
908 Los primeros días de mes, Norwin, Rojas, Milton aparecían en esas cuevas humosas y se iban a los bulines.
909 Si usted le manda un telegrama cruzará la frontera. Si la policía se presenta en su casa la recibirá a balazos.
910 No se negocia con conspiradores, y menos cuando la conspiración está sofocada. Esto es un disparate, Bermúdez.
911 El Presidente quiere que esto se arregle sin líos. Déjeme proceder a mi manera, le aseguro que es lo mejor.
912 Pero si yo soy del régimen, si yo soy el régimen. Qué tontería es ésta, Bermúdez, qué se figura usted.
913 Tiene pruebas, dice. Por eso lo necesitamos aquí, senador. Hablaremos mañana y espero que todo se aclare.
914 Que lo hagan entrar y que me espere. Que no lo dejen salir hasta que yo llegue. Hasta luego, Lozano.
915 Todos los civiles comprometidos en la conspiración, desde el senador Landa hasta Fermín Zavala, están detenidos.
916 Sabemos que usted prometió apoyar al general Espina, pero el Presidente está dispuesto a olvidarlo, General.
917 Sólo quiero confirmarte lo que has oído. También debes saber que se te da esta oportunidad gracias al Presidente.
918 El Presidente lo aprecia y lo considera un patriota. No quiere tomar ninguna medida contra usted, General.
919 El Presidente espera que usted actúe con el mismo patriotismo que ellos. Eso es todo lo que queríamos decirle.
920 Acaba de llegar un telegrama de Tumbes. En clave, lo están descifrando. Pero ya nos damos cuenta del sentido.
921 Eso es lo que se llama un hombre de acción. Hasta luego, Tijero, iré allá dentro de un par de horas.
922 Querían mi apoyo y me pareció prudente no desengañarlos, contestar con evasivas, asistir a algunas reuniones.
923 No es fácil, la verdad es que está siendo cada vez más difícil. Conspiraciones de universitarios son bromas.
924 Cuando los generales se ponen a conspirar ya es más serio. Y mucho más si conspiran con socios del Club Nacional.
925 Haría daño al régimen, no conviene que se sepa que hay divisiones. Estamos dispuestos a no tomar represalias.
926 No vale la pena pensar en ellos. Los únicos civiles que cuentan son usted y Landa, por razones obvias.
927 Espero que el Presidente tenga con ustedes las mismas consideraciones que con Espina. Ésa es mi opinión personal.
928 Haré todo lo posible para que se muestre comprensivo y esto se arregle de la mejor manera, al menos en su caso.
929 El Presidente no es rencoroso, y espero que dentro de un tiempo acepte una reconciliación con usted.
930 Sin ruido, sin derramar una gota de sangre, sin que nadie lo ayudara ni lo aconsejara. Todo un éxito, don Cayo.
931 Esta vez el Presidente ha aceptado mi renuncia y, créame, estoy muy contento. Ya no tendremos más inconvenientes.
932 Trató mil veces, por supuesto. Quería hacerme su socio, clavarme acciones, mil cosas. Pero no le resultó.
933 Se acabaron los suministros. Su empresa constructora, gracias a las carreteras y a las Unidades Escolares.
934 El Ministro está expuesto y es vulnerable. Los enemigos del régimen se frotarían las manos si me ven de ministro.
935 El Presidente se ha ganado al pueblo. Les ha construido hospitales, colegios, dio la ley del seguro obrero.
936 Con la masa del Apra, el aparato del Estado y los grupos dirigentes leales, Odría sí podría hacerse reelegir.
937 Y tú y yo nos iremos a descansar de todos estos trajines. Bueno, a mí no me molesta la idea; por lo demás.
938 No sé para qué hablamos de esto. Las cuestiones políticas no nos incumben. Tu tío tiene sus consejeros.
939 Perdóneme que vaya tan despacio, pero es que yo también estoy hecho polvo de sueño y no quiero chocar.
940 Traje dos patrulleros y algunos hombres. Como viene en un avión de pasajeros, no sabía en qué forma.
941 Además, ahí está el avión. Despiérteme a ese par, más bien, y que acerquen el auto. Yo voy a adelantarme.
942 De haber reunido, en esta casa y en "Olave" a la veintena de conspiradores civiles que ahora están detenidos.
943 Tenemos declaraciones firmadas, cintas grabadas. Todas las pruebas que usted quiera. Pero ya no se trata de eso.
944 Esta mañana conversé con él y está ansioso por reconciliarse con el régimen. Debe estar en su casa ahora.
945 Usted ha visto qué falta de coordinación ha habido a veces por la poca experiencia de los Ministros.
946 No se pase en el semáforo, hombre, tengo mucha prisa. El Ministro me está esperando, le hice avisar que venía.
947 Deje bien claro que no está perseguido, asegúrele que Landa puede salir del país con su pasaporte cuando quiera.
948 Ya ve, Bermúdez, tantas contemplaciones con los pícaros para guardar el secreto, y no sirvió de nada.
949 Suspenda el control del teléfono del senador. Voy a hablar con él y esta conversación no debe ser grabada.
950 Espero que esto disipe sus dudas y que cambie de actitud. Nosotros seguimos considerándolo un amigo.
951 Pero como usted ya es prácticamente mi sucesor, debería irse entrenando a redactar comunicados, don Cayo.
952 Tiene que soltarlo esta misma noche. Ya sé que usted no acepta cheques. Es todo lo que he podido reunir.
953 No es un favor, señor Bermúdez, es un negocio. Cuáles son sus condiciones, qué otra cosa debemos hacer.
954 Ya veo está metido en algo mucho peor. No es el contrabando tampoco, eso se arregló, yo lo ayudé a tapar la cosa.
955 Y Ferrito se iba a ir, también, dejando colgados a los cientos de tipos que compraron esas casas que no existen.
956 No he podido reunir más. Acepte esto como un adelanto, entonces. Le firmaremos un documento, lo que usted diga.
957 Además, usted vale mucho más que todo ese dinero. Está bien, es un negocio. No grite, no llore, dígame sí o no.
958 Puedo garantizarle la más absoluta discreción, desde luego. No es una conquista, es un negocio, tómelo así.
959 Váyanse a dormir, vengan a buscarme a las siete. Por aquí, señora. Se va a helar si sigue en el jardín.
960 Hortensia no es una chola grosera, como yo. No es tan refinada y decente como usted, pero es bastante presentable.
961 Te presento a la dama sin nombre. Esta es Hortensia, señora. Un poco borrachita, pero ya ve, bastante presentable.
962 Hice que Queta me trajera porque ya estaban todos locos. La loca de Lucy hizo un strip tease completito, te juro.
963 Quiero que a las siete de la mañana me ponga en libertad al doctor Ferro. Sí, ocúpese usted mismo, Lozano.
964 No se preocupe por el chofer, señora. La haré acompañar por el policía de la esquina. La deuda está pagada ya.
965 Y a propósito ¿qué sería de Ludovico? Ojalá no le hubiera pasado nada, el pobre que tenía tanta mala gana de ir.
966 Pronto llegaría el día en que podrían casarse y tener hijos, Amalia, estaba juntando plata para eso.
967 Un día Amalia oyó que le daba sus quejas a la señorita: ni siquiera para el alquiler, el gordo era un tacaño.
968 Escogió a uno que venía cuando el señor, uno que Amalia creía tenía sus cosas con la señorita Queta.
969 Por su cara rosada y sus pelos blancos no provocaba decirle señor Urioste sino abuelito, papá, se reía Carlota.
970 Muy educado, pero se le subían las copas y se le saltaban los ojos y se abalanzaba sobre las mujeres.
971 El ancianito te dejó por mí, decía riéndose la señora, y la señorita Queta riéndose: a éste exprímelo, cholita.
972 Una mañana, al subir el desayuno a la señora, encontró en el pasillo una cara que la hizo perder la respiración.
973 La señora y él bajaron tarde, Amalia y Carlota lo miraban aleladas, sofocadas, tenía una pinta que mareaba.
974 Nos conocimos y nos quisimos, le confesó la señora a Amalia, bajando los ojos. Lo quería, lo quiere.
975 Pedía platos rarísimos, qué carajo será gazpacho oyó gruñir Amalia a Símula, era la primera lisura que le oía.
976 Disponía de la plata de la señora a sus anchas, mandaba a comprar algo y decía pídele a Hortensia, es mi banco.
977 Estaba enamoradísima, le aguantaba todo, una palabrita de cariño de él y se le iba el malhumor, rejuvenecía.
978 La vida es corta cariño, se reía, hay que vivirla cariño, y abría los brazos. Eres un bebe, amor, decía ella.
979 Corrió al repostero; la señora escuchaba, encogida en el sillón, y de repente alzó la cara y estaba llorando.
980 Una mañana, al volver de la bodega, encontró a la señora y a la señorita que salían, en pantalones, con bolsas.
981 Le entregas esta cartita a Hortensia, Amalia, y ahora llámame un taxi. Amalia lo miraba boquiabierta.
982 Entra, chola, dijo la señora, tómate un cafecito, y entraron y tiraron al sofá las bolsas. Qué pasaba, Amalia.
983 El señor se había ido de viaje, señora, y el corazón le latió fuerte, le había dejado una cartita arriba.
984 No cambió de color, no se movió. La miraba muy quieta, muy seria, por fin le tembló un poquito la boca.
985 Sí señorita, y no se atrevía a mirar a la señora, el lunes volvía y se daba cuenta que tartamudeaba.
986 Eso sí que no, llamarían a la policía, no te iba a robar chola, lo harían meter preso, las devolvería.
987 La señora estuvo toda la tarde en su cuarto, conversando con la señorita, y al anochecer vino la señora Ivonne.
988 Al día siguiente se presentaron dos tipos de la policía y uno era Ludovico. Se hizo el que no conocía a Amalia.
989 Fueron unos días tristes. Antes las cosas iban mal pero desde entonces todo fue peor, pensaría Amalia después.
990 La señora estaba en cama, pálida, despeinada y sólo tomaba sopitas. Al tercer día la señorita Queta se fue.
991 No, Amalia, duerme en el tuyo nomás. Pero Amalia se quedó en el sofá de la sala, envuelta en su frazada.
992 Corrió a la calle, gritando. Se había matado, y tocaba el timbre del lado, se había matado, y pateaba la puerta.
993 No había vuelto a hablar de la casita ni de casarse, pero se llevaban bien ella y él, nunca peleaban.
994 Hacían siempre lo mismo: el tranvía, el cuartito de Ludovico, el cine, alguna vez uno de esos bailes.
995 Habían vuelto los apristas, en los periódicos salían fotos de Haya de la Torre y ella se acordaba de Trinidad.
996 No, lo lloraría pero no le parecería que se acabó el mundo, Gertrudis. Será porque no hemos vivido juntos, pensaba.
997 La señora se rió sin ganas, nunca las encontrarían, y los ojos se le aguaron, Lucas era más vivo que la policía.
998 Todavía lo quería, pobre. La verdad que no quedaban muchas, Amalia, las había ido vendiendo por él, para él.
999 Qué tontos eran los hombres, él no necesitaba robárselas, Amalia, a él le hubiera bastado pedírmelas.
1000 Y unos días después, a la señorita Queta, las deudas me van a ahogar. No parecía asustada ni que le importara.
1001 Antes, el señor Poncio era puro piropo y amabilidad; ahora, una hiena: enrojecía, tosía, se atoraba.
1002 Usted no paga y el coronel Paredes me requinta a mí, ladró el señor Poncio, la vamos a sacar de aquí judicialmente.
1003 El día de la mudanza vino el señor Poncio y se encerró con la señora en el cuartito que era de don Cayo.
1004 Con los préstamos y lo que vendió, la señora estuvo viviendo mal que bien, mientras buscaba trabajo.
1005 Quiñoncito está loco por ti chola, y ella no quería verlo ni en pintura, Quetita, no tiene un cobre.
1006 Le da vergüenza que vean cómo vive ahora, pensaba Amalia. Se levantaba y se servía su pisco con ginger-ale.
1007 Vea cómo está enflaqueciéndose, le dijo Amalia a la señorita Queta, dígale que coma, se va a enfermar.
1008 Todo el tiempo andaba llevando su ropa a una costurera de la avenida Brasil para que se la angostara.
1009 Cuando la señora comenzó a trabajar en el "Monmartre", no habló más de dejar de fumar ni de corrientes de aire.
1010 Además, ahora la limpieza le costaba mucho más esfuerzo. La señora me contagió su flojera, le contaba a Ambrosio.
1011 Una madrugada oyó voces, fue a espiar y vio a la señora en la salita con un hombre, riéndose y tomando.
1012 Una mañana después ocurrió el lío. Amalia volvía de la tienda y vio un patrullero en la puerta del edificio.
1013 Déjenme telefonear, decía la señora, pero la agarraron de los brazos, la subieron al carro y partieron.
1014 Por fin le agarró la cara y le examinó los ojos: mientes, te botó porque descubrió que estás encinta.
1015 Algo sucio haría, algo malo haría, y cambió de tema: Ludovico le había prestado el cuartito por toda la noche.
1016 Fueron a un restaurancito del Rímac y él le preguntó por qué no comes. No tenía hambre, había almorzado mucho.
1017 Apenas entraron al cuartito se atrevió: mi tía dice que estoy encinta. Él se sentó de un brinco en la cama.
1018 Qué mierda lo que creía tu tía, la sacudió de un brazo, ¿estaba o no estaba? Sí, creía que sí, y se echó a llorar.
1019 Habían querido embarrarla en algo que no había hecho, la gente era así, la mierda de la Paqueta así, todos así.
1020 Los días, las semanas volvieron a ser los de siempre, cada día un poquito peor por los apuros de plata.
1021 A Amalia le cayó simpático. Fue el primero en entrar al departamento, el primero en quedarse a dormir.
1022 La señora estaba encerrada a oscuras, con su chilcanito en el velador. El señor Richard se asustó y llamó a Amalia.
1023 Entonces no pudo aguantarse, atinó a levantar el mandil pero fue por gusto, todo el vómito cayó al suelo.
1024 No había de qué asustarse, sonsa, hacía rato tenía ganas de largar a este idiota, y Amalia muerta de vergüenza.
1025 Pero la señora la agarró del brazo: pedazo de boba, claro que estás. No enojada sino asombrada, riéndose.
1026 Mosquita muerta, decía la señora con cariño. Le trajo un vasito de agua, la hizo sentar, quién iba a pensar.
1027 Lloraba y la señora le trajo otro vasito de agua y la abrazó: no va a saber que me contaste, no la iba a dejar.
1028 Al día siguiente ella misma la llevó donde un doctor que la examinó y dijo el embarazo está muy bien.
1029 Esa noche llegó la señorita Queta y la señora, delante de Amalia, esta mujer está encinta, figúrate.
1030 La señora la había llevado al médico y quería que se cuidara, no te agaches, no enceres, no levantes eso.
1031 No habían vuelto al cuartito, iban a pasear o al cine y en la noche él la traía hasta el Hospital Militar.
1032 Porque dentro de un tiempito se iría de este país. Si quieres te llevo al extranjero conmigo, Amalia, y se reía.
1033 En el cuarto de servicio, tan angosto, sólo cabía el colchón. Apenas tenía muebles y tan arruinados.
1034 Amalia iba a darle el encuentro a la avenida Arenales, con mil cosas para contarle, y qué baño de agua fría.
1035 No me estás oyendo, sí te estoy, en qué estás pensando, en nada. No importa, pensaba Amalia, ya no lo quiero.
1036 No sabía exactamente cuándo pero pronto, Amalia. Una noche la oyó discutiendo a gritos con la señorita Queta.
1037 Ella se fue a sentar a la placita de la esquina: nunca cambiaría, toda la vida seguiría con sus cobardías.
1038 Nunca me habías insultado, pensaba. Se quedó dormida. Cuando salió a la salita, la señora no estaba.
1039 La habían subido a una camilla y una vieja con pelos en el cuello le estaba quitando la ropa y riñéndola.
1040 No tenía fuerzas para gritar, pensaba ya me morí. Unas pelotas tibias le cerraban la garganta y no podía vomitar.
1041 Poco a poco fue reconociendo la sala llena de camas, las caras de las mujeres, el techo altísimo y sucio.
1042 Has estado durmiendo tres días, le dijo su vecina de la derecha, y la de la izquierda: te daban de comer con tubos.
1043 El doctor que hizo la visita: cuidadito con tener más hijos, hago milagros una sola vez por paciente.
1044 Después una Madre buenísima le trajo un bultito que se movía: pequeñita, peludita, no había abierto aún los ojos.
1045 Cuídate, había quedado muy débil con la operación, descansa por lo menos un mes. Y nunca más hijos, ya sabía.
1046 Tampoco, tía. Cuando estés sana iremos a la policía, dijo la tía, harán que la reconozca y te dé plata.
1047 La casita tenía tres cuartos, en uno dormía la tía y en los otros sus pensionistas, que eran cuatro.
1048 Le sonrió y pensó qué tengo, qué tiene ésta: hola, Rita. La miraba con la boca abierta, como lista para correr.
1049 De malas maneras; con lisuras, amenazando, confiesa o vas adentro. Como si nosotras supiéramos algo, dijo Rita.
1050 Rita cargó a Amalita, qué pasa, qué tenía, qué te hicieron. La hizo entrar a la cocina del primer piso.
1051 Ella tomaba su café a sorbitos, decía sí, muchas gracias Rita, y mecía a Amalita que estaba llorando.
1052 Sí, claro que volvería a cobrarle; por supuesto que no se dejaría robar, tía. Y pensaba: tengo que llamar.
1053 Se apoyó contra un árbol, para recuperar el aliento. Se sentía tan asustada, pensaba el mundo se ha vuelto loco.
1054 Por eso no había ido a la Maternidad, ése era el crimen de que hablaban en la radio, y a ella la estaban buscando.
1055 Estuvo así, tragándose las lágrimas y los mocos, la cara en el pecho de él, y Ambrosio la consolaba.
1056 Se sentaron en una mesita del fondo. Él le había pasado el brazo, la dejaba llorar dándole palmaditas.
1057 La policía me anda buscando, como si ella supiera algo, Ambrosio. Y porque creía que él la había abandonado.
1058 Había venido, preguntado por todas partes; todos los días, pensando va a salir a la calle, la voy a encontrar.
1059 Le había preguntado a Ludovico y creía que te tendrían encerrada lo menos un mes, preguntándole, averiguando.
1060 Mejor que ni le vean la cara, mejor que se vaya un tiempito de Lima hasta que nos olvidemos de ella.
1061 Era lo de menos, trabajaría por su cuenta, se irían. Ella no le quitaba la vista, tratando de creer, pero no podía.
1062 A la montaña, dijo Ambrosio, y le acercó la cara: por un tiempo, volverían cuando ya no se acuerden de ti.
1063 Claro, tonta, por qué crees. En la montaña había un pariente de Ludovico, trabajaría con él, los ayudaría.
1064 No le digas nada a tu tía, no se lo diría, que nadie supiera, nadie sabría. No fuera que, ella no, claro, sí.
1065 La acompañó hasta la esquina, le dio plata para el taxi, te sales con cualquier pretexto y se venía calladita.
1066 Era de madrugada todavía cuando el que daba las órdenes pateó la puerta del galpón y gritó ya nos fuimos.
1067 Trifulcio se enderezó en la tarima, gritó estoy listo y mentalmente le requintó la madre al que daba las órdenes.
1068 Volvió al galpón y Téllez, Urondo y el capataz Martínez ya estaban levantados, protestando por el madrugón.
1069 Las cholas de la cocina les alcanzaron unos tazones de café caliente que bebieron rodeados de perros gruñones.
1070 Cuando hace la visita, el doctor me da una clase de medicina, Ambrosio. Qué días tan conchesumadre estoy pasando.
1071 Porque Urondo, acuñado entre Trifulcio y el capataz Martínez que le amortiguaban los barquinazos, roncaba.
1072 Tuvo que esconderse unos días, creía que lo iban a detener. La camioneta entró a Camaná a eso de las siete.
1073 Comenzaba a oscurecer y había poca gente en la calle. El que daba las órdenes los llevó de frente a un restaurant.
1074 Él no tenía hambre, sólo sed. Se tomó un vaso de cerveza sin respirar y se acordó de Tomasa, de Chincha.
1075 Habían salido de Camaná todavía oscuro, sin desayunar, y el que daba las órdenes no hacía más que requintar.
1076 El que daba las órdenes los llevó a una casa donde había un cartel con letras rojas: Partido Restaurador.
1077 En la angosta callecita la gente entraba a las tiendas, el sol no calentaba, unos canillitas voceaban periódicos.
1078 El aire era muy limpio, el cielo se veía muy hondo. Por fin vino a abrir un muchachito sin zapatos, bostezando.
1079 El que daba las órdenes corrió al teléfono: qué pasó, dónde estaba la gente, por qué no había nadie esperándolos.
1080 Vuelvan dentro de cinco minutos, dijo el que daba las órdenes. Les dio una libra y partió en la camioneta.
1081 Estás soñando. Nadie me ha dicho nada, y aunque quisiera no podría. Mi gente anda tapada de trabajo.
1082 Cincuenta, parece, y muy fogueados. Con ellos, ustedes y la gente del cuerpo haremos lo que se pueda.
1083 Por las ventanas del auto tiraban volantes que la gente recogía, hojeaba y botaba. La altura, pensaba Trifulcio.
1084 Se sentía como si hubiera corrido o peleado: el pulso rápido, las sienes desbocadas, las venas duras.
1085 O a lo mejor la vejez, pensaba Trifulcio. No se acordaban del camino de regreso y tuvieron que preguntar.
1086 Llegaron y el que daba las órdenes los riñó ¿se creían que habían venido a hacer turismo? Había dos tipos con él.
1087 Yo no sé, yo entiendo menos que usted. El señor Lozano le dijo a don Emilio cinco y aquí estamos, doctor.
1088 Pero ellos están en el escalafón y así nomás no van a aceptar. Querrán prima de riesgo, gratificaciones.
1089 Mójenlos con chicha de jora, y vuelvan a eso de las cuatro para llevarlos al local del Partido Restaurador.
1090 Y, además, cuenta con el agradecimiento de la Coalición. Esos caballeros creen que es un servicio a ellos.
1091 Las vaciaremos a las puertas del Municipal. Y hemos convocado otra manifestación en el Mercado, a las cinco.
1092 Enfermedad rara, pensó Trifulcio, se viene y se va. Sentía que moría, que resucitaba, que moría otra vez.
1093 Empecemos aquí mismo, dijo Ruperto, y saltó sobre una silla: arequipeños, hermanos, escuchen un momentito.
1094 Todos al Municipal a demostrarles a esos limeños quiénes eran los arequipeños, rugía Ruperto, tambaleándose.
1095 Salud por ustedes y por Odría, dijo Ruperto, alzando una copa, los esperamos en la puerta del Municipal.
1096 Trifulcio salió apretando los dientes y los puños. No se movía, hervía. Pararon un taxi, al Mercado.
1097 Pero la mayoría de hombres y mujeres seguían vendiendo y comprando en los puestos de verduras, de frutas y de ropa.
1098 Y cuando salieran se iban a dar de bruces con la contra-manifestación. Como idea estaba bien, sólo que no resultó.
1099 No se moría, no parecía que los huesos se fueran a quebrar de frío, ya no sentía que el corazón se iba a parar.
1100 Mil personas, tal vez. La cosa se presenta bien. Los que van a entrar ya están en el local del partido.
1101 Los dos limeños estaban achispados, los arequipeños borrachos a morir. No moverse, respirar hondo, aguantar.
1102 He visto a su gente, en los autos, haciendo propaganda. Maleantes conocidos, Inspector. Argüelles, por ejemplo.
1103 Repartieron más trago y cigarros, y después periódicos para envolver las cadenas, las manoplas, las cachiporras.
1104 Sí, dijo Trifulcio, ya estoy, y pensó concha de tu madre. Cuidado con disparar a las locas, dijo Molina.
1105 Un tipo bajito, con corbata michi y anteojos hacía gritar Libertad al público y anunciaba a los oradores.
1106 Trifulcio se volvía a mirar a las otras parejas, pero con tanta gente parada, muchos ni se veían ya.
1107 Yo se lo advertí al doctor Lama, pero usted lo conoce. Se emborracharían, se quedarían en el Mercado.
1108 La gente está adentro, dudo que les llegue la contraorden a tiempo. Corto y lo llamo después, don Cayo.
1109 El negro sacó su cadena y se lanzó al escenario dando empujones. Saqué la pistola y me fui detrás de él.
1110 Se formó una pared de matones entre ellos y yo. Se estaban fajando como con diez y había lo menos cinco rodeándome.
1111 El griterío creció, ruido de cuerpos que rodaban, de sillas que se rompían, toses, y Trifulcio dejó de pelear.
1112 Empecé a disparar a la loca. No me daba cuenta que eran granadas, creí que me habían quemado por atrás.
1113 No podía abrir los ojos. Sentí que me partían la cabeza y caí soñado. Cuántos me caerían encima, Ambrosio.
1114 Todo roto, sangre salpicada, mi pareja en medio de un charco. Ni recuerdo de cara le dejaron al viejo.
1115 Me daba noticias de lo que iba pasando en Arequipa y me malograba los nervios. Tenía un miedo, hermano.
1116 Si se antojan de lincharnos, pueden entrar aquí como a su casa. Ni siquiera hay un guardia en el hospital.
1117 Se darán cuenta que vinimos de afuera. Esta noche me voy donde Urquiza. Puedo caminar, a pesar del yeso.
1118 Tu jefe te ha dejado plata en la Prefectura para que regreses a Ica en ómnibus, apenas puedas caminar.
1119 Sí, ya sé que se portó mal en el teatro, Ludovico. Pero voy a pasar un parte a Lozano y lo voy a joder.
1120 Hay barricadas, gente armada, y los huelguistas son toda la ciudad. Le advierto que correría mucha sangre.
1121 El pueblo es amo y señor de la calle. Han formado un Comité donde hay abogados, obreros, médicos, estudiantes.
1122 El Prefecto insiste en que saque la tropa desde anoche, pero yo quiero que la decisión la tome usted.
1123 Cada minuto que pasa da más fuerza a los agitadores y el gobierno se desprestigia. Dé la orden de una vez.
1124 Es una buena ocasión para librar al régimen de un individuo que nos está perjudicando a todos, General.
1125 Explícale al Presidente que hay una conspiración de alto nivel, que a estas alturas todo depende de él.
1126 Lo siento mucho pero no te pude apoyar. En cuestiones políticas, la amistad a veces hay que ponerla de lado.
1127 Al contrario, estoy admirado de lo hábil que ha sido. Llévese bien con mi sucesor, el comandante Paredes.
1128 Lo va a nombrar a usted Director de Gobierno. Me preguntó mi opinión y le dije tiene pasta para el cargo.
1129 Aquí tiene sus pasajes, su pasaporte. Todo en orden. Y por si no lo veo, que tenga buen viaje, don Cayo.
1130 Él le iba a dar la plata para que se largara a México, él se iba a dejar sangrar toda la vida por esa mujer.
1131 Para demostrarle mi agradecimiento, sí. Ahora quiere que me vaya. No, no es ingratitud, no es maldad.
1132 Y te lo debo a ti también, Ambrosio. Si no hubiera pasado a trabajar con don Cayo, seguiría de cachuelero.
1133 Tú lo que vas a hacer ahora es recuperarte, Téllez. Unas semanitas con tu familia, ganando jornal completo.
1134 Tú nunca has sido matón, tú has hecho siempre operaciones de categoría. Eso es lo que dice tu hoja de servicios.
1135 Nunca salí de Ica, me rompí la pierna montando una mula. No sabe qué bien me cae esa gratificación, don Emilio.
1136 Ahí está el peor puesto de policía del Perú. Y, segundo, porque ahí tengo un pariente que puede darte trabajo.
1137 Pero un tipógrafo acertó un domingo nueve de los diez caballos ganadores y obtuvo los cien mil soles de la Polla.
1138 Piensa: si no hubiera sido por la Polla no habría habido ningún accidente y a lo mejor seguirías soltero, Zavalita.
1139 Hasta entonces sólo había estado enamorado, piensa, pero desde entonces infectado, intoxicado de la China.
1140 Desde el Bar, observaban a los experimentados piratas de la noche limeña tomar al abordaje a las mamberas.
1141 En el Negro-Negro le cancelaron el crédito, piensa, a ti te estaría debiendo lo menos mil soles, Zavalita.
1142 Queta sólo entendía pedazos confusos de la historia que el gringo le venía contando con risotadas y mímica.
1143 Ivonne la esperaba en el pasadizo, con la cara de las grandes ocasiones: uno importantísimo, Quetita.
1144 La puerta del saloncito estaba abierta y al entrar vio a Malvina arrojando su fustán sobre la alfombra.
1145 Ahora estaban muy apretados, el sillón se mecía como un péndulo, y Queta sintió asco: la mano de él sudaba.
1146 Báilense algo. Nos va a tener toda la noche así, pensó Queta, mandarlo a la mierda, volver donde el gringo.
1147 Pero no hubo choque, sólo un portazo después de la frenada seca y silbante, y por fin el timbre de la casa.
1148 Clavado en el umbral, una manaza adherida al picaporte, sus ojos blancos y enormes, deslumbrados, la miraban.
1149 Ni siquiera cuando el hombre saltó del sillón y cruzó la alfombra de dos trancos, dejaron de mirarla.
1150 Por sobre el hombrecillo de espaldas, encontró un segundo los ojos del sambo: atemorizados, deslumbrados.
1151 En sus ojillos había un brillo rancio y frustrado. Sacó unos billetes de su cartera y los puso sobre un sillón.
1152 Don Fermín había regresado a la casa más temprano que de costumbre; no se sentía bien, temía una gripe.
1153 A pesar de la barbaridad que hicieron ustedes moviéndolo ha resistido muy bien el infarto, había dicho el médico.
1154 Su madre le alcanzó la mejilla para que la besara, pero no dijo palabra y miró a Santiago como reprochándole algo.
1155 Ahí, la palidez de su cara, sus cabellos grises alborotados en las sienes, el relente de terror animal en sus ojos.
1156 La señora Zoila se limpió los ojos con el pañuelo y el tío Clodomiro se inclinó hacia ella, compungido y solícito.
1157 Ya no eras como ellos, Zavalita, ya eras un cholo. Piensa: ya sé por qué te venía esa furia apenas me veías, mamá.
1158 Ahí Popeye, Zavalita: pecoso, colorado, los pelos rubios erizados, la misma mirada amistosa y sana de antes.
1159 Sí, me cuenta todo. Me llevo muy bien con tu viejo, flaco. Nos hemos hecho patas. Es buenísima gente.
1160 Los ingenieros, los abogados, los gerentes. Algunos se habrían casado ya piensa, tendrían queridas ya.
1161 La oveja negra, el que se fue de la casa, el que amargaba a Zoilita, el que tenía un puestecito en un periódico.
1162 Casi no los habías visto tres meses, Zavalita, pero hablabas con el viejo por teléfono todas las semanas.
1163 A fines de marzo volvieron a Miraflores y don Fermín se había repuesto y tenía un rostro tostado y saludable.
1164 El primer domingo que almorzó de nuevo en la casa, vio que Popeye besaba a la señora Zoila y a don Fermín.
1165 Despertaba aterrada, se apretaba al cuerpo dormido de Ambrosio, permanecía desvelada hasta el amanecer.
1166 Te prohíbo. Además, había sentido desconfianza desde el principio contra esta ciudad calurosa y decepcionante.
1167 Habían estado una semana en el hotel. Luego habían alquilado una cabaña con techo de paja, cerca del hospital.
1168 Pueden sembrar algo, les había dicho Alandro Pozo, el dueño, el día que se mudaron, hacerse una huertita.
1169 Esas primeras semanas en Pucallpa se las había pasado muy serio, casi sin hablar, la cara apenadísima.
1170 Ambrosio había comprado pintura y blanqueado la fachada y las paredes, y ella raspado las inmundicias del suelo.
1171 Por su tristeza, su cara reconcentrada y sus miradas que de repente se apagaban y desviaban como las de un animal.
1172 Una mañana, Ambrosio había entrado con un paraguas: ahí estaba, para que Amalia no requintara más contra el sol.
1173 Claro que la ayudaría en lo que fuera. Había sido la primera y la mejor amiga que tuvieron en Pucallpa, niño.
1174 Un accidente de auto. Norwin fue el primero en desaparecer, con una mambera cuarentona de peinado flamígero.
1175 Al despertar, vio entre nieblas azuladas a Ada Rosa, encogida como un feto en el sofá, durmiendo vestida.
1176 Pero en el momento de entrar a la cama pensó que la curiosidad lo desvelaría y bajó en pijama a telefonear.
1177 Ellas me hicieron a mí, más bien. Se vistió de prisa, volvió a mojarse la cabeza, bajó a trancos la escalera.
1178 Periquito se sentó junto a Darío y Santiago se tendió en el asiento de atrás y se durmió casi en seguida.
1179 Y como no tienes ojos en el cráneo, mejor no te voltees a conversar. Darío conducía rápido, pero era seguro.
1180 Entraban al kilómetro 83 cuando Santiago: se incorporó y fumó de nuevo. Era una recta, con arenales a ambos lados.
1181 Además, fue así que conocí a la que ahora es mi mujer. Tenía frío, no le dolía nada pero seguía atontado.
1182 Salió y en la puerta de la casa tuvo un pequeño sobresalto: los mismos ojos atrevidos y asustados de ayer.
1183 Las casitas se sucedían idénticas en la mezquina luz, detrás de los alineados arbolitos sombríos de las veredas.
1184 Dos policías miraban el auto desde la esquina y el tipo de adentro les hizo una seña como diciendo somos nosotros.
1185 Atravesó el oloroso jardín de flores húmedas y al tocar el timbre oyó al otro lado de la puerta voces, música.
1186 La mujer venía hacia ella con dos vasos en las manos, caminando como si no tuviera huesos, y Queta apartó la vista.
1187 A ver si un trago te levanta el espíritu. Maquinalmente, se llevó el vaso a la boca, cerró los ojos y bebió.
1188 Él se lo encendió y Queta descubrió a la mujer, sentada ahora a su lado, sonriéndole con familiaridad.
1189 Yo la vi varias veces y... Se calló, porque la mujer se reía. Los ojos le brillaban, vidriosos y encantados.
1190 Jaló la cadena del excusado, se arregló el cabello frente al espejo, tomó aliento y abrió la puerta.
1191 Despertó con un hambre atroz; ya no le dolía la cabeza, pero sentía punzadas en la espalda y calambres.
1192 La enfermera le trajo otro desayuno completo y se quedó en la habitación, observándolo mientras comía.
1193 Dios lo libre de caer en sus manos. Es el más antipático de aquí, y además brutísimo. Sólo receta supositorios.
1194 No había nada roto, aparentemente; pero no le gustaban esas punzadas, joven, a ver qué decían las radiografías.
1195 Carlitos y la China se quedaron conversando cerca de una hora, y, apenas se fueron, entró la enfermera.
1196 Estoy de guardia este fin de semana. Pero ahora que sé que se junta con Mamberas, ya no le tengo confianza.
1197 Cuénteme, usted que las conoce tanto. Había empezado así, seguido así, Zavalita: bromitas, jueguecitos.
1198 El viernes, el doctor dijo que los exámenes no eran satisfactorios y que iba a verlo el especialista.
1199 La enfermera les consiguió platos y cubiertos, conversó con ellos y hasta probó un poquito de arroz chaufa.
1200 Cuando pasó la hora de visitas, permitió que Carlitos se quedara un rato más y ofreció sacarlo a ocultas.
1201 Pero volvió para llevarse los cubiertos y, al salir, desde la puerta, le guiño un ojo: que te sueñes conmigo.
1202 El lunes, el especialista examinó las nuevas radiografías y dijo desilusionado usted está más sano que yo.
1203 Le habías dejado un papelito en la entrada, Zavalita. Mil gracias por todo, piensa, te llamaré un día de éstos.
1204 De entrada el tipo se dio muchos aires, le había contado a Amalia, me vio moreno y creyó que no tenía un cobre.
1205 Pero a lo mejor el señor había venido cansado de Tingo María, Ambrosio, a lo mejor por eso no te recibió bien.
1206 Lo había dejado asombrado con esa invitación, Amalia, se había dado cuenta que Ambrosio no era lo que él pensaba.
1207 Le dijo la pura verdad. Unos nacen dotados para aviadores, otros para cantantes. Yo nací para los negocios.
1208 Sí, tuyos, para ti. Te ayudará a empezar de nuevo, a desaparecer, pobre infeliz. Nada de llantos, Ambrosio.
1209 Don Hilario dice que es lo más seguro porque la gente se muere siempre. Vamos a medias en las ganancias.
1210 Piensa: había hecho caso a los médicos, no iba a la oficina, descansaba, creías que estaba restablecido del todo.
1211 Sólo me dejan ir un ratito a la oficina y me obligan a dormir siestas y a pasar las horas aquí, como un inválido.
1212 Él dirige ahora todo, prácticamente. Es serio, tiene buen tino. Lo que pasa es que no me resigno a ser una momia.
1213 Y no en los mejores sitios de Lima. Pero como eres tan susceptible, ya ni me atrevo a preguntarte nada, flaco.
1214 Pero ya son muchas veces que me vienen a decir lo vimos aquí, allá, con copas, con gente de lo peor.
1215 No sé ni quien es Ministro, ni quien es senador. Yo mismo pedí que no me mandaran a hacer informaciones políticas.
1216 No me lo reproches a mí. Yo te di un consejo, nada más, y acuérdate que te has pasado la vida dándome la contra.
1217 No me pesa nada, no pienso nunca en eso. Sólo te estaba tranquilizando. Ni comunista ni badulaque, no te preocupes.
1218 Tu padre te necesita, Santiago. No estaba enfurecido, ni esperanzado ni ansioso como otras veces, Zavalita.
1219 Sería un verdadero problema para ti y para el Chispas. Sentiría que me están pagando un sueldo de favor.
1220 Pero se calló, porque había llegado la señora Zoila, jalando un carrito con tostadas y tacitas de té.
1221 Ah Cary estaba muy bien, encantadora, vivía en la Punta hablaba inglés. Y tan seriecita, tan formalita.
1222 Dio media vuelta, subió, y, mientras le pedía la llave del doce a Ivonne, pensaba se irá pero va a volver.
1223 Pero sí a Martha, que estaba bailando y gruñó ¿viste? al pasar Queta a su lado, ahora se permitían negros aquí.
1224 Despidió en la entrada al muchachito del chaleco, volvió al Bar y Robertito le servía al sambo otra cerveza.
1225 Terminó la pieza y el hombre quiso retirarse. ¿No le tendría miedo al morenito, no?, podían bailar otra.
1226 Levantó un segundo la vista, como rogándome si quiere escúpame pero no le cuente pensó Queta, y la desvió.
1227 No sólo cervezas, hasta capitanes. Vine anoche también, pero no entré. Hoy sí porque la señora me dio ese encargo.
1228 Queta vio a Robertito conteniendo la risa, y a lo lejos, las caras de Ivonne y Malvina mirándola intrigadas.
1229 Él la ayudó a bajar de la banqueta. La miraba ahora a los ojos con una gratitud canina y casi llorona.
1230 La enlazó apenas y no trató de pegarse. No, no sabía bailar, o no podía, se movía apenas y sin ritmo.
1231 Queta sentía las educadas puntas de sus dedos en la espalda, su brazo que la sujetaba con temeroso cuidado.
1232 Los vio bajar hasta su mano y sin saber cómo ya estaban allí; arrugados y apretados entre sus propios dedos.
1233 Él echó una ojeada hacia el interior y lo vio inclinar la pesada cabeza y sintió en el cuello una adhesiva ventosa.
1234 No hizo una broma en toda la noche, piensa. Había sido un romance desganado y semiclandestino, Zavalita.
1235 Luego, un día, antes de ir al diario se bajó en el paradero del Palacio de Justicia y se presentó en la clínica.
1236 Gracias a esas apuestas los viajes se hacían menos pesados, aunque los pasajeros se meaban de miedo.
1237 Eran toscos, rústicos, sólo uno Que otro cepillado y encerado. La primera semana se había vendido un ataúd.
1238 Los días más calurosos bajaban al río a bañarse en camisón y luego tomaban raspadillas en la Heladería Wong.
1239 Era un viejo que sólo abría la boca para hablar de su chacrita y sus deudas con el Banco Agropecuario.
1240 Ahora te digo que tuviste suerte de conseguírtelo. Todas las vecinas se lo quisieran de marido, negro y todo.
1241 Se le había alegrado tanto el espíritu últimamente y hasta ahora nunca se había peleado con él en Pucallpa.
1242 Ambrosio había creído que gracias a los extras que sacaba sin que supiera don Hilario redondearían el mes.
1243 Ambrosio se había quedado sin saber qué decir, pero don Hilario le había tendido la mano: amigos de nuevo.
1244 Habían comenzado a redondear el mes con préstamos y adelantos que le hacía a regañadientes el propio don Hilario.
1245 Había sido en una de esas rápidas venidas de Ana a Lima, un atardecer, al encontrarse en la puerta del cine Roxy.
1246 Era fornida, sucia y desconfiada y lo despidió de mal modo: estaba muy equivocado, joven, ella no cometía crímenes.
1247 Por fin Norwin había encontrado un médico de pocos clientes que, luego de tortuosas evasivas, aceptó.
1248 Pedía mil quinientos soles y entre Santiago, Carlitos y Norwin habían tardado tres días en juntarlos.
1249 No tanto por ti como por mí. Ya no voy a tener quien me cuente sus penas, con quien amanecerme en el antro.
1250 Piensa: lo que la alegraba en medio de su pena era haberte quitado esa preocupación tan grande, amor.
1251 No el gusanito, piensa, no los cuchillos. El domingo, en el colectivo a Ica, no había pegado los ojos.
1252 Lo hizo pasar a la sala y tuvo que esperar un buen rato antes que la madre volviera y le dijera suba.
1253 Ese vértigo de ternura al verla con su pijama amarillo, piensa, pálida y peinándose apresuradamente al entrar él.
1254 Pestañeó una sola vez, y estuvo unos segundos sin responder, rumiando despacio, buscando las palabras.
1255 A media escalera se dio con Malvina que bajaba muerta de risa: pero si ahí estaba el sambito del año pasado, Queta.
1256 Señalaba hacia arriba y de pronto se le encendieron los ojos, ah, había venido por ti, y dio una palmada.
1257 Todo el mundo te tiene ahora envidia, Quetita. Mejor para ti, tonta. Él la estaba esperando en la puerta del doce.
1258 Bueno, tú sabes lo que haces. Sácate el pantalón, déjame lavarte de una vez. Él pareció indeciso unos segundos.
1259 Arispe escribió la nota necrológica, que apareció en un recuadro de luto: Con las botas puestas, piensa.
1260 Pasaron la noche del día siguiente en casa de Becerrita, en un vericueto de los Barrios Altos, velándolo.
1261 Examinó pensativo el cuartito, la cama, la pequeña repisa con libros. El colectivo vino a buscarlo a las ocho.
1262 Ahí, los tres días de luna de miel alrededor de las aguas verdosas pestilentes de la laguna, Zavalita.
1263 Un día en el río, Amalia se había dado cuenta que estaba más acostumbrada todavía a Pucallpa de lo que creía.
1264 Uno era sobrino del marido de doña Lupe, el otro un agente viajero que había llegado el día anterior de Huánuco.
1265 Lo había dejado darse aires de conocedor de mundos un buen rato y al fin le había dicho: yo soy de Lima.
1266 Sí, doña Lupe, y figúrese que hasta había querido invitarla al cine, pero claro que Amalia no le había aceptado.
1267 Atolondrada, había corrido a la huerta y se había acurrucado en la yerba, la niña bien apretada contra su pecho.
1268 Había ido a cocinar, temblando, y todavía mucho rato después todo se le había estado cayendo de las manos.
1269 La plata está tirada ahí, esperando que la recojamos. Sólo hace falta una pequeña inyección de capital.
1270 Lo había visto por última vez esa tarde, cruzando la plaza hacia su hotelito y haciendo eses como borracho.
1271 Pero la noticia lo había puesto contento: un compañerito para Amalita Hortensia, un hijito montañés.
1272 Se habían divertido bastante, y Amalia se había mareado y hecho locuras: bailado sola, cantado, dicho palabrotas.
1273 El médico la había examinado rapidito y dicho vístete, estás bien, que volviera dentro de un par de meses.
1274 Estaban vendiendo una camionetita usada y él y Pantaleón la habían desarmado y expulgado hasta el alma: servía.
1275 Al tocar el timbre de la casa, la sintió buscar su brazo, la vio protegerse el peinado con la mano libre.
1276 Cinco pares de fusiles, piensa, apuntando y disparando al mismo tiempo contra Ana. Piensa: la cara de la mamá.
1277 Pero no disimuló ni su contrariedad ni su estupor ni su desilusión; sólo su cólera, al principio y a medias.
1278 En privado, sin partes, sin fiesta, qué locos, decía la Teté, y Cary qué sencillo, qué bonito, y miraba al Chispas.
1279 Parecía que el aire se fuera a encender, piensa, que una fogata fuera a aparecer en medio del grupo.
1280 Un momento después se levantó, fue hacia la Teté y le habló al oído en medio de un silencio eléctrico.
1281 Pensabas no le va a importar que estén aquí Popeye y Cary, piensa, es más fuerte que ella, no se va a aguantar.
1282 La cara de Popeye estaba pecosa y granate, Cary se había acurrucado en el asiento como si hiciera un frío polar.
1283 No sabía por qué no había bajado y la había cacheteado a la vieja ésa, a la vieja estúpida ésa, sí corazón.
1284 Aunque fuera tu madre, aunque fuera mayor, para que aprendiera a decirle huachafa, para que viera: claro amor.
1285 Yo no soy lo mismo que ella. La loca no lo hace por plata, no es interesada. Tampoco porque lo quiera, claro.
1286 Parece que no se diera cuenta que van a San Miguel como al burdel. Cree que son sus amigos, que van por ella.
1287 No me consideran su igual estos hijos de puta, dice. Me lo dijo un montón de veces cuando trabajaba con él.
1288 Sabía que se tuteaba con la señora, por ejemplo. Desde que comencé con don Cayo su cara me era conocida.
1289 Lo había visto veinte veces quizás. Pero creo que él nunca me había visto a mí. Hasta esa fiestecita, esa vez.
1290 Sólo tres o cuatro hombres. Y a él yo lo había estado viendo, en esas entradas con el hielo o los platos.
1291 Levantaba el vaso, para que don Cayo creyera que iba a tomar un trago, y yo me daba cuenta que no era para eso.
1292 Ahora fumaban de nuevo los dos, tumbados de espalda, y él había posado su mano sobre la rodilla de ella.
1293 No hacía calor, pero en el segmento de piel desnuda en que se tocaban sus brazos, había brotado el sudor.
1294 Ya se habían ido los otros invitados, la fiesta se estaba acabando, sólo quedaba él. No me contestó nada.
1295 No sabía mi nombre. A pesar de que se lo habría oído a don Cayo cien veces, no lo sabía. Después me contó.
1296 Los ojos de Ambrosio revolotearon en un mar de confusión: don Cayo no parecía disgustado ni asombrado.
1297 Habría tomado muchísimo. Me sentí mal ahí, sentado en la puntita de la silla. Raro, avergonzado, mal.
1298 Se frotó las manos, y por fin, con una solemnidad ceremoniosa, dijo salud sin mirar a nadie y bebió.
1299 Si yo no te hubiera tratado mal no te pasarías la vida juntando plata para subir aquí a contarme tus penas.
1300 Por su manera de mirar y también de hablar. Hablaba sin parar, de cualquier cosa, y de repente decía una lisura.
1301 No se sentó atrás, como le correspondía, sino junto a mí. Ahí sospeché ya, pero no podía creer que fuera cierto.
1302 Ahora te sigo tratando lo mismo. Pensé algunos días le dará por el criollismo, por tutearse con el pueblo.
1303 No podía. Estaba muy nervioso, ya sabía. Queta no se rió: se había ladeado, apoyado en su brazo y lo miraba.
1304 Él seguía de espaldas, inmóvil, había dejado de fumar y su mano yacía muerta sobre su rodilla desnuda.
1305 Pasó un auto, un perro ladró. Ambrosio había cerrado los ojos y respiraba con las narices muy abiertas.
1306 No había ni un alma en las calles. En la carretera tuve que poner las luces altas porque había neblina.
1307 Yo no podía pensar y arranqué de nuevo y no sé. No sé ¿ve? De repente otra vez noventa, cien en la aguja.
1308 Alguien que la acepte regalada y quiera hacerse cargo del idiota y lo que se debe a los carpinteros.
1309 En la noche, acostados, Amalia le había preguntado qué vas a hacer. No sabía todavía, Amalia, estaba pensando.
1310 Amalia había sentido náuseas y cuando entró doña Lupe, a eso de las diez, la había encontrado vomitando.
1311 Al mediodía Amalia lo había llamado a almorzar y estaban comiendo cuando había entrado el hombre casi corriendo.
1312 Le han ido a contar mentiras. Cómo va a creerles a los chismosos. Siéntese, don, permítame ofrecerle una cervecita.
1313 Meses de privaciones y de deudas, pero se te han olvidado y los malos períodos nunca se olvidan, piensa.
1314 Había ido a entrevistar a alguien que vivía en Benavides, y al subir hacia la Diagonal la descubrió.
1315 Al principio, elegían las películas con equidad: una mexicana en la tarde, una policial o un western en la noche.
1316 Algún sábado viajaban a Ica a pasar el día con los padres de Ana. No hacían ni recibían visitas, no tenían amigos.
1317 Carlitos se sentía incómodo, Ana lo miraba con desconfianza y los temas de conversación morían apenas nacían.
1318 Una noche en la redacción, Santiago terminaba una crónica cuando le tocaron el hombro: hola, pecoso.
1319 También ella quiere que vengan. Y tu viejo, ni se diga. Todos quieren verlos y amistarse de una vez.
1320 Y hasta el Chispas, hombre. Esta misma tarde me dijo que el supersabio se deje de mariconadas y venga.
1321 Todo le gustaba: la quinta parecía de muñecas, las casas coloraditas tan igualitas, todo tan chiquito, tan bonito.
1322 Yo la voy a convencer a Ana y te voy a fregar, jajá. Y voy a hacer que Ana vaya a mis showers y todo, vas a ver.
1323 Lo que pasa es que eres un acomplejado. Déjate de tonterías y ven ahorita o no te hablo más supersabio.
1324 Antes de regresar a la quinta de los duendes, fue a una florería de Larco y mandó un ramo de rosas a la Teté.
1325 Por agradecimiento, por respeto. Hasta amistad guardando las distancias. Ya sé que no me cree, pero es cierto.
1326 Sólo conocidos, como ése que está ahora de chofer de don Cayo, o Hipólito, el otro que lo cuida. No saben.
1327 Estaba de espaldas, fumando, y Queta veía cómo se mezclaban en el aire quieto las nubecillas de humo.
1328 Todo el viaje mudo. Si le viera la cara diría se le murió alguien o le han dicho que se va a morir esta noche.
1329 Mal aquí, me comienza a dar vueltas. Me da miedo, me da pena, me da cólera. Pienso ojalá que hoy sólo conversemos.
1330 De Chincha, de cuando era chico, de mi madre. De don Cayo, me hace que le cuente, me pregunta por todo.
1331 Tomando, tomando. Yo también. Y todo el tiempo veo en su cara que algo se lo está comiendo, que le está mordiendo.
1332 Lo he visto echarse a llorar ¿ve? Dice anda vete y se encierra en su cuarto. Lo oigo hablando solo, gritándose.
1333 Se va al baño, se encierra y no sale nunca. Yo voy al otro bañito me ducho, me jabono. Hay agua caliente y todo.
1334 No por celos ¿no se da cuenta? Por vergüenza, miedo de que vayan a saber. No me haría nada, no se enojaría.
1335 No es de los que insultan, no sabe tratar mal a la gente. Diría no importa, tienes razón pero anda vete.
1336 Se olió algo, porque se puso a llorar y me obligó a llevarla al hospital. No te asustes, de qué te asustas.
1337 Doña Lupe había venido a verla con Amalita Hortensia pero una enfermera le había dicho no traiga más a la niña.
1338 Vamos a comprarnos esa camioneta con Panta, hoy lo decidimos. Ni me oía. Tenía sus ojos así de hinchados.
1339 Que no me opere, no quiero. Hasta que el doctor perdió la paciencia. O autorizas o te la llevas de aquí.
1340 Al fin ella había dicho bueno y que se iba a portar bien. Entonces la habían arrastrado en la camilla.
1341 Si no por qué tan desesperada, tan asustada. La cara de Ambrosio había desaparecido y habían cerrado una puerta.
1342 Luego había visto muy cerca de la suya la cara del doctor y oído que le decía cuenta uno, dos, tres.
1343 No se había movido, se le había ocurrido que al menor movimiento muchas agujas empezarían a punzarla.
1344 Me dio otro empujón y al poco rato salió la otra. La criatura se perdió, dijo, pero que la madre podía salvarse.
1345 Alguien se había agachado sobre ella y había sentido su aliento contra su boca y sus labios en su cara.
1346 Y el mismo día que la enterré, el hospital mandó a cobrar la cuenta. Muerta o no muerta había que pagar la cuenta.
1347 Se sentó a su lado pero no pudo hablarle. No estaba borracho, contó Arispe, sino macerado en alcohol.
1348 Esa noche se presentó en la redacción, caminando con infinita cautela y mirando a través de las cosas.
1349 Popeye estaba absorbido por la política, acompañaba a Belaúnde en sus giras por provincias y la Teté esperaba bebe.
1350 Ahí te reconciliaste con la familia de nuevo, Zavalita, desde entonces no te habías vuelto a pelear.
1351 Llegaron a la casa al atardecer y el jardín, los salones y el escritorio ya estaban llenos de gente.
1352 Sino que se muriera creyendo que estaba peleado con él. El entierro fue al día siguiente, a las tres de la tarde.
1353 Cruzó las piernas, lo observó con detenimiento y él resistió su mirada sin bajar los ojos, por primera vez.
1354 Dígale que él no tiene plata, que sus negocios andan mal. Aconséjele que se olvide para siempre de él.
1355 Sin tener ninguna obligación, por pura compasión. No le va a dar más. Dígale que se ha portado muy mal.
1356 Y Amalia ha estado ayudándola, acompañándola en todo lo que le ha pasado. Ella no tenía por qué ir a contar eso.
1357 Le escribe diciéndole ven, trae plata, nos vamos a casar. Ella le cree, está loca. Ya ni sabe lo que hace.
1358 No armes líos, no te metas. Es por gusto, no lo hace por maldad, quiere llevarle plata a ese Lucas. Está loca.
1359 Van a recibir la misma carta tus parientes, tus amigos, tus hijos. La misma que tu mujer. Tus empleados.
1360 Ya sabe y no te despidió. La loca no lo hizo por maldad. No te metas más en este asunto, que se las arreglen ellos.
1361 Ambrosio, cómo me habrás odiado -dijo don Fermín-. Teniendo que disimular así lo de tu mujer, tantos años.
1362 No, Ambrosio. Saca a tu mujer de esa casa, ten tus hijos. Puedes trabajar aquí todo el tiempo que quieras.
1363 No voy a decirle nada a Hortensia. Díselo tú. Y ay de ti si vuelves a poner los pies aquí o en mi casa.
1364 Alzaron la capota, se le había fundido el motor. Hasta aquí llegó la pobre, dijo don Calixto, el dueño.
1365 Llegó al anochecer y encontró a Ambrosio, sentado a la puerta de su casa, los pies hundidos en el suelo fangoso.
1366 Así que haciendo de tripas corazón, un día se había presentado donde don Hilario: no a pelear, niño, a rogarle.
1367 Don Hilario lo consoló con unas palmaditas y, al despedirlo, le regaló media libra para un trago, Ambrosio.
1368 Además, no te declaré para hacerte un favor. Cobrando por recibo y no por planilla te librabas de los descuentos.
1369 En las mañanas iba a la playita del embarcadero o daba vueltas por la plaza, charlando con los vagabundos.
1370 Le señaló un rincón del descampado: ahí estaba. Y con gasolina y aceite y todo lo que hacía falta, sí.
1371 Vengo a vendértela. Itipaya se había quedado primero asombrado y luego se echó a reír: te volviste loco, hermano.
1372 Al menos, me vengaré. Itipaya se rascó la cabeza: qué locuras. Habían discutido cerca de media hora.
1373 Pero no le podía dar mucho: tenía que desarmarla todita, venderla a poquitos, pintar la carrocería y mil cosas más.
1374 De lejitos, Zavalita, con sonrisitas, con bromitas: a él sí le importaba, niño, con perdón. Ya era tardísimo.
1375 Y al día siguiente el Chispas vino a buscar a Santiago a la quinta de los duendes poco después del mediodía.
1376 Miró las mesas vacías del contorno, tosió y habló con pausas, eligiendo las palabras con una especie de recelo-.
1377 El testamento, por ejemplo. Ha sido muy complicado, hubo que seguir un trámite largo para hacerlo efectivo.
1378 La idea del viejo no era dejarme a mí todos los negocios ni mucho menos. Sólo evitar las complicaciones.
1379 Íbamos a hacer todos los traspasos y al mismo tiempo a dejar bien arreglado lo de tus derechos y los de la Teté.
1380 No la casa ni el departamento de Ancón. Además, comprenderás que el traspaso es más bien una ficción.
1381 Yo le he comprado las acciones que le hubieran correspondido en el laboratorio, en las otras firmas.
1382 De eso tenemos que hablar. Yo he pensado que podemos llegar a un acuerdo como el que hicimos con la Teté.
1383 No me corresponde ninguna parte, y si me corresponde no me da la gana de recibir un centavo del viejo.
1384 Lo he discutido con la Teté y con la mamá y están de acuerdo. Vamos a poner a tu nombre el departamento de Ancón.
1385 Santiago se echó a reír y dio una palmada en la mesa. Un mozo vino a preguntar qué querían, ah disculpe.
1386 No hemos pasado la vida peleando y ahora nos llevamos bien ¿no es cierto, Chispas? Bueno, sigamos así.
1387 Si no se lo hubieras contado a Ana te habrías ahorrado muchas peleas, piensa. Cien, Zavalita, doscientas.
1388 Sí, se había escogido la peor hora. Estaban sonando las sirenas y una tumultuosa marea humana cubría la avenida.
1389 El taxi avanzaba despacio, sorteando siluetas, muchas caras se pegaban a las ventanillas y la miraban.
1390 A ratos y a lo lejos, los árboles de las chacras que la avenida escindía: es aquí: El taxi paró y ella bajó.
1391 Cuando empujaba la pequeña puerta empotrada en el descolorido muro rosado, escuchó el motor del taxi alejándose.
1392 No había nadie en el jardín. En el sillón de cuero del pasillo encontró a Robertito, limpiándose las uñas.
1393 La señora te está esperando. Ni siquiera cómo te sientes o ya estás bien, pensó Queta, ni siquiera la mano.
1394 La señora Ivonne leía el papel con atención y mucho esfuerzo, manteniéndolo casi pegado a sus ojitos fruncidos.
1395 Tienes que reponerte, tienen que volverte los colores a la cara. Por lo pronto, quítate la ropa que llevas puesta.
1396 Él se echó a reír, entró y cerró la puerta: entonces se quedaba, Quetita, él siempre iba contra la corriente.
1397 Contigo se ha portado bien, tú ya sabes que a las que las queman tan feo como a ti no las recibe más.
1398 Ah, qué rica el agua caliente. Robertito se aproximó, secó el canto de la tina con la toalla y se sentó.
1399 Queta abrió los ojos y se enderezó en la tina: Robertito se limpiaba unas gotas que habían salpicado su pantalón.
1400 Le dije a la señora es por gusto, se va a llevar un chasco y no me hizo caso. Pensando siempre en su negocio ella.
1401 Pero nos trató como a dos pordioseros y nos botó. Tu ex, Quetita, el ex de tu ex. Qué perrito había sido.
1402 La señora le habló de ella, nos dio mucha pena lo que le pasó a la pobre, ya se habrá enterado. Y él ni se inmutó.
1403 A mí no tanta, dijo, yo sabía que la loca terminaría mal. Y entonces nos preguntó por ti, Quetita. Sí, sí.
1404 Que si ibas a sablearlo, para eso tenía los daneses: Con esas palabras, Quetita, pregúntale a la señora y verás.
1405 Pero no, ni les hables de él. Se vino tan descompuesta, con lo mal que la trató, que no quiere ni oír su nombre.
1406 Y ahí mismo nos dijo ya conocen la salida, no quiero verles más las caras por acá. Con esas palabras, te juro.
1407 Yo siempre a tus órdenes, Quetita. Sobre todo ahora, que estás más simpática. Ya no tienes los humos de antes.
1408 Queta se levantó, salió de la tina y avanzó en puntas de pie, regando gotas sobre las losetas desportilladas.
1409 Los cuatrocientos soles de Itipaya se habían esfumado en el viaje y los tres primeros días en Lima no probó bocado.
1410 Había tenido que inventarle una mentira: se me perdieron. Ah, entonces nones, sin papeles no hay trabajo.
1411 Había estado yendo y viniendo por los polvorientos pasadizos de la barriada sin reconocer ninguna cara.
1412 Raimundo el de los Casandulfes piensa que Fabián Minguela pasea por la vida las nueve señales del hijoputa.
1413 Loliña murió de una manera tonta, pisada por un buey espantado que la aplastó contra la puerta de la corte.
1414 La parva de Martiñá no sabe nadar y es muy chistoso verla darse solagos mientras culea al compás del baile.
1415 A Afouto lo mató uno que ya está muerto y bien muerto, eso lo sabe usted mejor que yo y no lo digo por nada.
1416 El recuerdo de Lázaro Codesal no se borró aún de las cabezas. Ádega no es la única que sabe las historias.
1417 Es lástima no ser rico para hacer cosas, ver mundo, regalar sortijas a las mujeres, comprar higueras.
1418 Chufreteiro es el sexto Gamuzo, se llama Matías y sabe algo de cartomancia y también hacer juegos malabares.
1419 Paxarolo tiene una relojería en Chantada, bueno, su señora, ése se fue más lejos pero se colocó bien.
1420 Cabuxa Tola me dijo que es por lo menos tan grande como toda la provincia de Orense o, a lo mejor, más aún.
1421 Fabián Minguela, Moucho, anda siempre afilando y sacándole brillo a la navaja, un día se la van a hacer comer.
1422 La segunda señal del hijoputa es la frente buida, ¿ves la de Fabián Minguela?, bueno, pues una cosa así.
1423 Yo voy vieja pero todavía me sale regular, ya verá. Ádega aún toca el acordeón con fundamento y buen estilo.
1424 Raimundo, cuando va a visitar a nuestra prima la señorita Ramona, le lleva siempre una camelia blanca de regalo.
1425 El guacamayo es azul, blanco y rojo, como la bandera francesa, con algunas plumas verdes y amarillas.
1426 El mono se masturba y tose, la tortuga se pasa la vida durmiendo y los cisnes navegan su hastío con elegancia.
1427 Cada día que pasa estamos todos un poco más lejos, y también un poco más hartos, de nosotros mismos.
1428 Benicia tiene los ojos azules y es mandona y atravesada en la cama, jode con mucha sabiduría y despotismo.
1429 No tiene luz, es cierto, pero tampoco la necesita; a los ciegos les es igual tener luz que no tenerla.
1430 Hay parvos con suerte y parvos en desgracia, esto pasa desde que el mundo es mundo y pasará siempre.
1431 Toma, toma, que todo lo ha de borrar el viento. A la parva de Martiñá suele escorrentarla el sacristán a pedradas.
1432 Muertos no hubo, pero se rompieron muchos huesos y muchas cabezas y se abollaron no pocos ánimos y voluntades.
1433 Don Benigno pensó siempre que la mujer es la más puta y desleal de todas las hembras, incluida la culebra.
1434 Alcánceme la pata de palo, por favor, está en el perchero, que quiero coger un poco de tabaco. Gracias.
1435 Estamos en la mitad de todo, el principio es la mitad de todo, y nadie sabe lo que falta para el fin.
1436 Marcos Albite tiene cara de estar muy harto, el aburrimiento harta a cualquiera y la desgracia también.
1437 Moncho Preguizas gastaba ya pata de palo, ingenio que, si es de buen material y está bien calibrado, ni se nota.
1438 Los caballos del Xurés lucen bigotes, todos los caballos del monte son bigotudos y tienen mucho genio y voluntad.
1439 Y además, esta noche he de visitar a Rosicler, le he de llevar chocolatinas para que engorde un poco.
1440 Según dicen Rosicler tiene más de un apaño, lo lleva todo con mucha discreción, aquí no hay por qué pregonar nada.
1441 Lázaro Codesal rodaba la honda y, ¡zas!, la palomilla del telégrafo salía por el aire en cien pedazos.
1442 Lázaro Codesal volteaba la honda y, ¡zas!, el gato negro salía cagando centellas y con la cabeza partida en dos.
1443 Y el otro no se apartó y, claro es, lo devolvieron a su casa deslomado y atado y más corrido que una mona.
1444 Luisiño Bocelo, Parrulo, era un capón manso y obediente que valía para descargar en él el mal humor.
1445 Tía Jesusa y tía Emilita gastan su tiempo en rezar, en murmurar y en orinar, las dos tienen incontinencia de orina.
1446 Cleto se pasa el día tocando el bombo y los platillos para molestarnos, nada más que para molestarnos.
1447 Mis tíos viven los tres en la misma casa, ellas abajo, que es más húmedo, y él arriba, que es más seco.
1448 En las orillas del Sar está en castellano y Follas novas en gallego, los dos muy hermosos e inspirados.
1449 En las orillas del Sar lo publicó poco antes de su muerte, Rosalía no duró mucho, no llegó a los cincuenta años.
1450 El gato de la taberna de Rauco no se llama de ninguna manera, la patrona le dice michino y él ya entiende.
1451 La sexta señal del hijoputa es el mirar huido, Fabián Minguela no mira por derecho ni en la oscuridad.
1452 Tía Jesusa y tía Emilita no le dirigen la palabra al hermano más que para preguntarle si cumplió con el precepto.
1453 Tía Jesusa y tía Emilita meriendan cascarilla con bollito maimón, que es barato pero de muy fino paladar.
1454 A la señorita Ramona, por aquellos años, siempre le llamaban Monchiña, ahora no se lo llaman más que a veces.
1455 La verdad es que los padres de Pepiño, como lo veían medio lelo, no le hicieron nunca demasiado caso.
1456 Cuando a Pepiño Xurelo se le fue la señora y recobró su libertad, un aura de beatitud le iluminó el semblante.
1457 Cuando a Raimundo el de los Casandulfes se le quitaron del todo las ladillas, la señorita Ramona respiró.
1458 Ádega se sabe bien sabida la historia de los Guxindes, hay quien les dice Moranes, que es casi lo mismo.
1459 A los familiares de Piñor los barrió la escoba del tiempo, que no se harta jamás de cosechar difuntos.
1460 A lo mejor el orvallo es Dios que quiere vigilar a los hombres de cerca, pero esto no lo sabe nadie.
1461 Los moros de la cabila de Tafersit son medio maricones, bueno, son también maricones, a ellos les da lo mismo.
1462 Gorecho Tundas va por el monte arriba con un ataúd a los lomos, una damajuana de petróleo y un saco de virutas.
1463 Los ánimos andaban soliviantados y la gente reñía a gritos y a palos, también a tiros, con la gente.
1464 El día en que a Afouto no se le encendió la estrellita, el demonio aprovechó para matarlo a traición.
1465 Por estos montes no se puede matar de balde, por aquí el que mata, muere, a veces tarda un poco, pero muere.
1466 A Tanis Gamuzo le llaman Perello porque discurre muy deprisa, parece una bicicleta, lo mismo el bien que el mal.
1467 Rosa Roucón es la mujer de Tanis Gamuzo y le da al anís, se pasa el día chupando anís de una cantimplora.
1468 Sus hijos andan sucios y con las botas rotas, son cinco y todos van a su ser y sin mayores cuidados de nadie.
1469 Mis primas Georgina y Adela siempre fueron muy aficionadas a los pecados, la vida es corta y hay que aprovechar.
1470 Don Mariano, cuando comía bien, era capaz de estarse tirando regüeldos y pedos durante seis horas o más.
1471 Los mejores chorizos del mundo (bueno, es un decir, a lo mejor también hay otros de calidad) son los de Ádega.
1472 Benicia no sabe ni leer ni escribir, ni falta que le hace; Benicia es alegre y va repartiendo vida por donde pasa.
1473 El clérigo Furelo es pescador y trata a Benicia con mucha cortesía, los pescadores suelen ser correctos.
1474 La madre de Roquiño Borrén supone que los parvos tienen más de croios del monte que de personas y aun de bestias.
1475 Eutelo se reportó porque don Servando era diputado provincial, Eutelo sabía medir bien las distancias.
1476 El cabo Doroteo, además de recitar poesías, toca el arpa, los valses son las piezas que mejor se le dan.
1477 Moncho Preguizas es muy mentiroso, los cojos suelen ser muy troleros, los hay que no, pero ésa es la regla general.
1478 El personal del acompañamiento hablaba del Celta de Vigo y de lo buena y apetitosa que estaba la viuda.
1479 Moncho Preguizas quedó cojo en tierra de moros, de Melilla volvió con una pata de palo y muerto de risa.
1480 Tío Cleto, como se aburre como una ostra, se pasa el día vomitando en la bacinilla o detrás de la cómoda.
1481 Atendamos al gran negocio de la salvación del alma y demos de lado a las pompas y vanidades de este bajo mundo.
1482 Doña Rita se propuso que don Rosendo no se le escapara vivo y lo consiguió, el que la sigue la mata.
1483 Don Rosendo le dijo que sí, que claro, no faltaría más, cobró el millón de pesos y se fue a vivir con la viuda.
1484 En San Roquiño también se vende el elixir de la larga vida y el jarabe de las malmaridadas, a real el trago.
1485 Catuxa trajo dos vasos de vino, uno para Marcos Albite y otro para mí, el mío daba gusto verlo de limpio.
1486 Angustias abrió el sobre, toda nerviosa, dentro venía un papelito escrito con letra redondilla: Vete a la mierda.
1487 Medardo Congos había heredado de su padre, que fue torrero de faro, una jaula con una gaviota disecada dentro.
1488 Si encontrase chocolatinas, es ya algo tarde, se las llevaría a Rosicler para que engordase un poco.
1489 Robín Lebozán mira por la ventana, los maíces están mojados y por el camino sube un mozo en bicicleta.
1490 Por primera vez es derrotada nuestra selección de fútbol en territorio nacional: España 4-Austria 5.
1491 Es difícil que alguien pueda tener las nueve señales del hijoputa, siempre han de faltar un par de ellas.
1492 Raimundo le dice a nuestra prima Ramona que anda preocupado porque las cosas están tomando mal cariz.
1493 Cuando le pregunté si se confesaba o no, se echó a llorar, lo tuve un rato de rodillas para que escarmentara.
1494 La madre de Mariquiña se sintió muy feliz y por más que preguntó, no supo de dónde saliera aquel caudal.
1495 Micifú era bajo de estatura pero muy pinche y apuesto, si no llevaba nadie al lado hasta parecía alto.
1496 En la taberna de Rauco la gente bebe el vino en silencio, es muy amargo ver que nadie se fía de nadie.
1497 Por detrás de los ojos, o sea por dentro de la cabeza, me voló como un ramalazo triste y poco resignado.
1498 Lódola es como un suspirito, Lódola prefiere los soldados porque adivina que encierran menos veneno.
1499 Fabián Minguela gasta el pelo ralo; a la luz de la luna, el muerto que mató a Afouto es como un muerto.
1500 Fabián Minguela mira siempre para otro lado, como los sapos de San Modesto que son tres pero parecen ciento.
1501 La mazurca Ma petite Marianne tiene unos compases muy pegadizos, muy bonitos, no se cansa uno de oírla.
1502 Tío Cleto se pasa el día vomitando, al lado de la mecedora tiene un balde para vomitar con mayor comodidad y aseo.
1503 Raimundo el de los Casandulfes está deseando que se le acabe el permiso, la verdad es que ya no le falta mucho.
1504 Tanis Gamuzo cría mastines loberos, a Kaiser lo tuvo que rematar porque el lobo se lo dejó malherido en una pelea.
1505 Y si ellas se muriesen también, quedaba yo, te lo juro, que Dios me perdone, no te lo digo para presumir.
1506 A Moncho Preguizas le podaron una pata en tierra de moros, la verdad es que en todas partes cuecen habas.
1507 Mamerto Paixón no fue a la guerra pero inventó una máquina voladora y a poco más se escoña definitivamente.
1508 Una mañana sor Catalina se presentó con un cepillo de los dientes en la mano y habló a la zurrada tropa.
1509 Sor Catalina tomó cartas en el asunto y defendió al artillero Camilo, a ella no le tocaban a su tropa.
1510 La señorita Ramona está sentada en su mecedora y sonríe en silencio mientras poco a poco se va subiendo la falda.
1511 Don Venancio era aficionado a la música y tocaba el arpa con buen pulso, él escribía harpa, con hache.
1512 A Gaudencio le gusta escuchar la voz de Nunciña, es muy dulce y armoniosa, y palparle con mucha suavidad el culo.
1513 Cuando se hace un silencio los españoles dicen que pasa un ángel y los ingleses que ha nacido un pobre.
1514 Debajo de un carballo cumplido una roseira golpea con el rosario a un mozo inocente para que vomite el demonio.
1515 Raimundo el de los Casandufes se aburre, todo lo ve un poco extraño y artificial y, claro es, se aburre.
1516 Cuando vuelven a sentarse, bueno, todos no porque faltan sillas, casi todos, don Camilo mira para Robín Lebozán.
1517 Don Camilo, siempre en silencio, mira para Tanis Perello y éste se levanta, se destoca y se santigua.
1518 Rosicler, cuando descubrió que los monos tenían el pipí como los hombres sólo que en pequeño, se puso muy contenta.
1519 El cuervo Moncho silba ya algunos compases de la mazurca del ciego Gaudencio, todavía le falta para saberla entera.
1520 Raimundo el de los Casandulfes no acaba de levantar cabeza, sigue taciturno y huraño, le salva su buena educación.
1521 Raimundo el de los Casandulfes camina las trochas heridas, las anda con mucha tristeza y recogimiento.
1522 Iban las mujeres elegantísimas con grandes pamelas con flores y pájaros y la falda hasta el tobillo.
1523 Tanis Gamuzo se aparta y Sultán y Morito le dan las mordeduras bastantes, las dentelladas precisas, ni una más.
1524 Algo había cambiado en ella que me impidió reconocerla a primera vista. Tenía cuarenta y cinco años.
1525 Sumando sus once partos, había pasado casi diez años encinta y por lo menos otros tantos amamantando a sus hijos.
1526 Traté de hacer un préstamo, pero el gerente me recordó que mi deuda original ascendía a más de cincuenta pesos.
1527 Empezaba como siempre, cuando menos se esperaba, y con una voz sedante que no había de alterarse ante nada.
1528 El violín lo tocaba sólo en fiestas y serenatas. Si dejó sus estudios fue porque no tenía ni con qué comer.
1529 Pero en menos de un mes aprendió telegrafía, que entonces era una profesión muy buena, sobre todo en Aracataca.
1530 Pero la mala situación se te nota de lejos. Cómo será, que cuando te vi en la librería no te reconocí.
1531 Poco después se durmió a fondo. Una brisa tenue espantó los zancudos y saturó el aire nuevo con un olor de flores.
1532 Mientras se afeitaba, seguía conversando con un hombre que todavía hoy podría reconocer a primera vista.
1533 Iban a ser las siete cuando atracamos en un pantano pestilente a poca distancia de la población de Ciénaga.
1534 Tuve la suerte de que un comensal impertinente, intrigado con la vehemencia del diálogo, quiso conocer mis razones.
1535 En comparación con lo que fue en otro tiempo, no sólo aquel vagón sino todo el tren era un fantasma de sí mismo.
1536 No tuve que interrumpir la lectura para saber que habíamos entrado en el reino hermético de la zona bananera.
1537 Mi madre se creía curada de espantos, pues una vez muertos sus padres había cortado todo vínculo con Aracataca.
1538 Más tarde, cuando empecé a leer a Faulkner, también los pueblos de sus novelas me parecían iguales a los nuestros.
1539 Yo los recordaba todos con la iglesia en la plaza y las casitas de cuentos de hadas pintadas de colores primarios.
1540 Hablaba sin mirarme, fingiendo interesarse menos en nuestro diálogo que en la vida que pasaba por la ventanilla.
1541 Por un instante, la imagen total del pueblo en el luminoso domingo de febrero resplandeció en la ventanilla.
1542 Un silencio material que hubiera podido identificar con los ojos vendados entre los otros silencios del mundo.
1543 Pero no: pasó en otro mundo. Todavía hoy me pregunto si Vita no había muerto mucho antes de aquel día.
1544 Nunca antes había disparado, pero el tiro dio en el blanco a través de la puerta. Fue el primer muerto que vi.
1545 A su lado, en el suelo, encontraron la ganzúa artesanal con que había tratado de forzar la cerradura.
1546 Los notables del pueblo acudieron a la casa de María Consuegra a darle el pésame por haber matado al ladrón.
1547 Sin embargo, cuando estábamos a sólo una cuadra, mi madre se detuvo de pronto y dobló por la esquina anterior.
1548 Así supe también la razón de mi náusea: era miedo, y no sólo de enfrentarme a mis fantasmas, sino miedo de todo.
1549 De manera que seguimos por una calle paralela para hacer un rodeo cuyo único motivo era no pasar por nuestra casa.
1550 Desde su llegada se acreditó por su ojo clínico -como se decía entonces- y por las buenas maneras de su alma.
1551 Quizás no habían sido tantos, dijo él, pero cada quien aumentaba la cifra de acuerdo con su propio dolor.
1552 Nos invitó a almorzar y no había inconveniente, pues el negocio de la casa sólo necesitaba formalizarse.
1553 Cuando era niño, en situaciones difíciles, trataba de disimular mi ofuscación con un parpadeo rápido y continuo.
1554 Aquel reflejo incontrolable me volvió de pronto cuando el doctor me miró. El calor se había vuelto insoportable.
1555 De pronto, al cabo de una larga pausa y por cualquier referencia banal, me miró con una sonrisa de abuelo.
1556 Ya más seguro, le conté el proyecto y hasta le anticipé el nombre: Crónica. Él me escrutó de arriba abajo.
1557 Y al cabo de otra reflexión, concluyó-: Pero no te preocupes, ya encontraré una buena manera de decírselo.
1558 Al cabo de una larga conversación de sordos, lo único que se sacó en claro fue que no había ningún acuerdo.
1559 Allí se recibieron algunos personajes de nota, sobre todo políticos, desempleados públicos, veteranos de guerras.
1560 Cuando tuvo a mi madre, la abuela anunció que sería su último parto, pues había cumplido cuarenta y dos años.
1561 Fue el primer caso de la vida real que me revolvió los instintos de escritor y aún no he podido conjurarlo.
1562 Nunca supe a ciencia cierta cuál fue. Herido en su honor, el abuelo lo desafió a muerte sin fecha fija.
1563 Nunca supe a ciencia cierta cuál fue. Herido en su honor, el abuelo lo desafió a muerte sin fecha fija.
1564 Una muestra ejemplar de la índole del coronel fue el tiempo que dejó pasar entre el desafío y el duelo.
1565 Es una sentencia fiel al estilo liberal de la época pero no he podido conciliarla con el talante del abuelo.
1566 Aracataca estaba muy lejos de ser el remanso con que soñaban después de la pesadilla de Medardo Pacheco.
1567 El más antiguo que recordaba era la plaga de langosta que devastó los sembrados cuando aún era muy niña.
1568 Su prosperidad atolondrada llevaba consigo un crecimiento demográfico y un desorden social desmadrados.
1569 Éramos los forasteros de siempre, los advenedizos. Las matanzas no eran sólo por las reyertas de los sábados.
1570 Una tarde cualquiera oímos gritos en la calle y vimos pasar un hombre sin cabeza montado en un burro.
1571 Los veíamos como los usufructuarios únicos del poder político, y muchos de ellos se comportaban como si lo fueran.
1572 Un forastero que bebía solo en el mostrador quiso obligar al niño a beberse un trago de ron en vez del agua.
1573 Sin embargo, se distinguía por una respetabilidad reconocida aun por los jerarcas nativos de la compañía bananera.
1574 El segundo le cayó en suerte por ser el día del apóstol Santiago, el Mayor, decapitado en Jerusalén.
1575 Ella, sin más vueltas, lo dejó plantado en la sala a la mitad de la pieza. Pero mi padre lo entendió a su manera.
1576 Sobre todo de él, que disfrutó a placer con su condición de víctima propiciatoria de los prejuicios sociales.
1577 Ella misma, de obediente y sumisa que había sido, se enfrentó a sus opositores con una ferocidad de leona parida.
1578 Era un venerable Smith amp; Wesson.38 largo, con quién sabe cuántos dueños anteriores y cuántos muertos a cuestas.
1579 Cuando no quedó ni un resquicio para las cartas furtivas, los novios inventaron recursos de náufragos.
1580 Ella la aprendió tan bien que en los descuidos de la tía lograba conversaciones íntimas con el novio.
1581 Al cuarto día, incapaz de sobrevivir, amenazó a la madre con tirarse al precipicio si no volvían a casa.
1582 El alivio les llegó a los once días. cuando divisaron desde la última cornisa la llanura radiante de Valledupar.
1583 Para sacar verdades, Luisa Santiaga le dijo a su madre que le encantaría quedarse a vivir en Barrancas.
1584 Alcanzó a insinuárselo a Gabriel Eligio, siempre que éste lograra su traslado a Riohacha, y él estuvo de acuerdo.
1585 La familia supone que el ron no era para celebrar sino para reanimar con fricciones al recién nacido.
1586 Durante la adolescencia, interno en un colegio helado de los Andes, despertaba llorando en medio de la noche.
1587 Se atrincheraron en sus gustos, sus creencias, sus prejuicios, y cerraron filas contra todo lo que fuera distinto.
1588 Los sitios restantes se ocupaban primero con los hombres y luego con las mujeres, pero siempre separados.
1589 Su grito de las masitas heladas se volvió tan popular que fue motivo de una canción de acordeoneros.
1590 El calor era insoportable en el cuarto lleno de humo por las ollas de agua hirviendo que llevaban de la cocina.
1591 Por el contrario, las mujeres de la familia me condujeron siempre por el rumbo árido de la castidad.
1592 De inmediato quise ser igual a él, y no estuve contento hasta que la tía Mama aprendió a peinarme como él.
1593 Asustada, levantó las manos, pero el grito se le quedó en la garganta cuando reconoció la letra del sobre.
1594 También su modo de vestir era distinto, con pollerines y corpiños de hilo inmaculado y babuchas de pana.
1595 Al contrario del purismo castizo de la abuela, la lengua de Mama era la más suelta de la jerga popular.
1596 No la disimulaba ante nadie ni en circunstancia alguna, y a cada quien le cantaba las verdades en su cara.
1597 Fue ella quien se ocupó de Sara Emilia hasta que ésta se mudó sola al cuarto de los cuadernos de Calleja.
1598 Mi último recuerdo de su esposa Wenefrida fue el de una noche de grandes lluvias en que la exorcizó una hechicera.
1599 La mujer lo atrapó en el aire con un zarpazo maestro y lo envolvió en un trapo negro que llevaba preparado.
1600 Ordenó encender una hoguera en el traspatio, y sin ninguna ceremonia arrojó el pájaro entre las llamas.
1601 Nunca pude concebir a los abuelos a una edad distinta de la que tenían en mis recuerdos de esa época.
1602 Teníamos una especie de código secreto mediante el cual nos comunicábamos ambos con un universo invisible.
1603 El coronel tenía algunas tierras dispersas que fueron ocupadas por colonos cachacos y él se negó a expulsarlos.
1604 Sólo con él desaparecía la zozobra y me sentía con los pies sobre la tierra y bien establecido en la vida real.
1605 No murió por milagro una mañana en que trató de coger el loro cegato que se había trepado hasta los toneles.
1606 No sólo perdió el ojo derecho, sino que mi abuela no permitió que comprara el caballo habitado por el diablo.
1607 Nada le llamaba la atención, salvo la campana del reloj, que a cada hora buscaba con sus grandes ojos de alucinada.
1608 No lograron que comiera en varios días. Rechazaba la comida sin dramatismo y a veces la tiraba en los rincones.
1609 Mi primer paso en la vida real fue el descubrimiento del futbol en medio de la calle o en algunas huertas vecinas.
1610 Eran apariciones instantáneas de un mundo remoto e inverosímil que nos estaba vedado a los mortales.
1611 Me cambió la vida. Empezaron a tratarme como a un adulto, y el sacristán mayor me enseñó a ayudar la misa.
1612 Margot, que apenas se acordaba de papá, le tenía terror. Yo también, pero conmigo fue siempre más cauteloso.
1613 El bajó el brazo, y empezó a ponerse el cinturón mientras me recriminaba entre dientes por lo que había hecho.
1614 Mi terror y admiración por aquel acto de independencia de mi hermano me quedaron vivos para siempre en la memoria.
1615 Sin embargo, hoy me intriga que su rebeldía no se manifestaba en las raras épocas en que papá no estuvo en la casa.
1616 A cualquier hora del día el abuelo me llevaba de compras al comisariato suculento de la compañía bananera.
1617 El saludaba a sus amigos en los balcones y yo anhelaba los juguetes de los cacharreros expuestos en los andenes.
1618 Una noche lo vi tan desvalido que me asaltó el presagio de que iba a morirse muy pronto, y sentí lástima por él.
1619 Pero con el tiempo llegó a pensar tanto las jugadas que terminé queriendo de todo corazón que se muriera.
1620 Por esa época el abuelo colgó en el comedor el cuadro del Libertador Simón Bolívar en cámara ardiente.
1621 Desde entonces, y por muchos años, me quedó la idea de que a Bolívar lo habían encontrado muerto en la playa.
1622 Nunca pude entender por qué me estremeció la clarividencia de que no debía contárselo a nadie. Hasta el sol de hoy.
1623 El que más me llamó la atención fue un rumiante maltrecho y desolado con una expresión de madre espantosa.
1624 Puedo imaginarme ahora cómo debió sentirse el abuelo porque alguien lo hubiera corregido en presencia del nieto.
1625 Aquella tarde del circo volvió abatido a la oficina y consultó el diccionario con una atención infantil.
1626 Pero inútil pues las maestras nos dijeron al final que el piano estaba fuera de servicio y no sabrían hasta cuándo.
1627 Mi hermana Margot debió ser muy infeliz en aquella escuela, aunque no recuerdo que alguna vez lo haya dicho.
1628 No me parecía lógico que la letra m se llamara eme, y sin embargo con la vocal siguiente no se dijera emea sino ma.
1629 Por fin, cuando llegué al Montessori la maestra no me enseñó los nombres sino los sonidos de las consonantes.
1630 Necesité muchos años para tomar conciencia de lo que significaba para mí aquella muerte inconcebible.
1631 Y me apresuré a ser más amable-: Mejor dicho, estoy pensando lo que voy a escribir cuando llegue a la oficina.
1632 Me gustaba decirlo, unas veces en broma y otras en serio, pero nunca con tanta convicción como aquel día.
1633 Ni siquiera lo pensó, pues tampoco él era capaz de aceptar una idea sin haberla reducido a su tamaño justo.
1634 Con el calor era distinto. Tengo la suerte congénita de poder ignorarlo hasta los treinta grados a la sombra.
1635 Muy rubio, de piel cuarteada por la intemperie, los ojos de un azul misterioso y una cálida voz de armonio.
1636 Éramos conscientes de que fuera de nuestro ámbito teníamos una imagen de prepotentes, narcisistas y anárquicos.
1637 Eran memorables las veladas en su casa con los escritores y artistas famosos que pasaban por la ciudad.
1638 Si el interés nos atrapaba, los cuatro emprendíamos una peregrinación literaria sin freno ni medida.
1639 Lo único que obtuvo fueron varias cartas de lectores indignados por jugarles sucio a los pobres rateros.
1640 No recuerdo alguien más disparatero, con su mirada lunática, su barba de chivo y su bondad de huérfano.
1641 Algunas pajaritas nocturnas esperaban noches enteras la clientela siempre incierta de los buques fluviales.
1642 La mesa quedó como una reliquia histórica que los meseros les mostraban a los turistas sin permiso para ocuparla.
1643 Las relaciones de don Ramón con Alfonso, en cambio, se fundaban en problemas literarios y políticos más difíciles.
1644 Se guardó los seis pesos en la cartera con un gesto reticente como si fuera dinero mal habido por él.
1645 No supe qué decir, sumergido en un silencio que soporté como un pozo de plomo en la algarabía del salón.
1646 Por fortuna, aquel día en el Japy fue don Ramón quien tomó la iniciativa de preguntarme cómo iban mis lecturas.
1647 Cuando acabó de tomarse la primera Coca-Cola, torció el pitillo como un destornillador y ordenó la segunda.
1648 Por fin me preguntó qué era la carpeta misteriosa a la cual me aferraba como a una tabla de náufrago.
1649 Cuando terminó dos tiras completas las volvió a plegar en silencio con un arte medieval, y cerró la carpeta.
1650 No me asusté, porque ya había oído la frase dos veces anteriores. Sin embargo, la tercera fue la vencida.
1651 Elvira Carrillo, que tampoco conoció varón por voluntad propia, se quedó sola en la soledad inmensa de la casa.
1652 Por el contrario, su hermano gemelo, Esteban Carrillo, se mantuvo lúcido y dinámico hasta muy viejo.
1653 Para entonces Papalelo había muerto, y le conté el recuerdo al tío Esteban porque me pareció divertido.
1654 Debió ser en alguna visita que hizo a Aracataca después del nacimiento de Aída Rosa, mi segunda hermana.
1655 Creo que fue una casa feliz. Allí tuvieron una farmacia, y más adelante abrieron otra en el centro comercial.
1656 En esa misma época mis padres me causaron un percance emocional que me dejó una cicatriz difícil de borrar.
1657 Luis Enrique y yo, que siempre tuvimos razones ocultas para temer, nos escondimos debajo de las camas.
1658 Aida huyó a la casa vecina y Margot contrajo una fiebre súbita que la mantuvo en delirio por tres días.
1659 La habíamos sorprendido olfateando las ropas de papá pieza por pieza antes de echarlas en el canasto de lavar.
1660 Barranquilla era entonces una adelantada del progreso civil, el liberalismo manso y la convivencia política.
1661 Acostumbrados a ser dueños y señores de nosotros mismos, nos costó mucho trabajo adaptarnos a un régimen ajeno.
1662 Así fue, pues mientras estudiábamos lejos de casa cualquier momento era ideal para encontrar diez pesos.
1663 No había ningún precedente familiar ni se repitió hasta hoy, pero sigue siendo la única explicación posible.
1664 Ganó el primer premio, que habría alcanzado para pagar tres meses del alquiler de la casa: cien pesos.
1665 En menos de dos meses terminamos de armar la farmacia y conseguimos y amueblamos la residencia de la familia.
1666 La primera era una esquina muy concurrida en el puro centro comercial y a sólo cuatro cuadras del paseo Bolívar.
1667 Apenas se pudo establecer que era una mujer menor de treinta años, de cabello negro y rasgos atractivos.
1668 Un día hizo sus alforjas y se fue a buscar las fortunas yacentes en los pueblos menos pensados del río Magdalena.
1669 El médico de la escuela me diagnosticó paludismo, amigdalitis y bilis negra por el abuso de lecturas mal dirigidas.
1670 No traté de aliviar la alarma de nadie. Al contrario, exageraba mi condición de minusválido para eludir deberes.
1671 Dos de ellos, La isla del tesoro y El conde de Montecristo, fueron mi droga feliz en aquellos años pedregosos.
1672 Aquella escuela providencial me dejó además recuerdos históricos de una ciudad y una época irrecuperables.
1673 Era la única casa en la cúspide de una colina verde, desde cuya terraza se divisaban los dos extremos del mundo.
1674 El avión primitivo se lo habían regalado en México, y lo llevó en solitario de punta a punta de la América Central.
1675 En las noches, cuando no había más refugio que la casa, mi madre nos reunía para leernos las cartas de papá.
1676 Fue en aquellos meses cuando entendí en la vida real una de las palabras más usadas por mis abuelos: la pobreza.
1677 Yo la interpretaba como la situación que vivíamos en su casa desde que empezó a desmantelarse la compañía bananera.
1678 Se quejaban de ella a todas horas. Ya no eran dos y hasta tres turnos en la mesa, como antes, sino un turno único.
1679 Un amigo de mi papá a quien nunca conocimos me consiguió un empleo de vacaciones en una imprenta cercana a la casa.
1680 En el ocio de los domingos aprendí a dibujarlos de memoria y continuaba por mi cuenta los episodios de la semana.
1681 Logré entusiasmar con ellos a algunos adultos de la cuadra y llegué a venderlos hasta por dos centavos.
1682 Me pareció bien, porque los volantes eran preciosos, con fotos de los actores a todo color y en papel satinado.
1683 Otro recurso salvador fue la cuota de consuelo que durante los meses más ásperos nos mandó tío Juanito.
1684 Nunca le dejé saber, en cambio, cuánto envidiaba su audacia y cuánto sufría con las cuerizas que le aplicaba papá.
1685 Tanto, que aborrecí las monedas de a veinte centavos que me pagaban por la dignidad con que me los tomaba.
1686 Me advirtió que el secreto debía quedar entre nosotros dos, y así fue, hasta este momento en que lo escribo.
1687 Otro hallazgo afortunado fue un aprendiz que pintaba anuncios de películas para el cercano cine de las Quintas.
1688 Bastaba con inscribirse en las oficinas de La Voz de la Patria y llegar al programa con media hora de anticipación.
1689 Cada minuto sentía crecer dentro de mí las arañas del terror, y por fin entré con el corazón desbocado.
1690 Completé con ellos el Cuarteto García para concursar en la hora de aficionados de la emisora Atlántico.
1691 Le sucedía a menudo, pero mi madre no lo tomaba muy en serio porque alguna vez lo usó para ocultar sus perrerías.
1692 Le explicamos que el sistema de radio no sólo distorsiona las voces sino que enmascara la personalidad.
1693 Santo remedio. Mi padre conocía el poder de sus amenazas, y antes de una semana estaba de regreso en Barranquilla.
1694 Luego proseguiríamos en lancha de motor por el río San Jorge y el caño idílico de la Mojana hasta nuestro destino.
1695 Lo que más me alegró y olvidé menos fue que hasta los doce años se pagaba sólo la mitad de la tarifa ordinaria.
1696 Sobre esa base, mi madre puso aparte el dinero del viaje, y se gastó hasta el último céntimo en desmontar la casa.
1697 Alegaba que yo había anotado mal, pues los datos estaban impresos en una tablilla oficial que puso ante mis ojos.
1698 Todo lo que a los niños nos había faltado o lo que habíamos añorado se nos puso de pronto al alcance de la mano.
1699 En dos o tres semanas sabíamos quién vivía en cada casa, y nos comportábamos en ellas como conocidos de siempre.
1700 Hoy tengo que admitir en honor de mi padre que una de las fallas de mi vida de escritor ha sido no hablar inglés.
1701 Pero pronto me di cuenta de que estaban tan crudos y asustados como yo, ante las incertidumbres del porvenir.
1702 Algunos compañeros le daban interpretaciones maliciosas al asedio pero no tuve motivos para pensarlo.
1703 Un alivio en mis sobresaltos fue el nombramiento del pintor y escritor Héctor Rojas Herazo en la cátedra de dibujo.
1704 El vicio de leer lo que me cayera en las manos ocupaba mi tiempo libre y casi todo el de las clases.
1705 El otro era Enrique Scopell, hijo de un fotógrafo cubano legendario en la ciudad, y él mismo reportero gráfico.
1706 Hasta donde era posible a mi edad, creo recordar que esa diferencia se notaba demasiado y nos ayudaba más.
1707 El cielo era, sin más complicaciones teológicas, la presencia de Dios. El infierno, por supuesto, era lo contrario.
1708 Abelardo, por su parte, resolvió su vida de otro modo, en un taller de un solo espacio dividido por un cancel.
1709 Mi padre tuvo en aquellas vacaciones la rara idea de prepararme para los negocios. «Por si acaso», me advirtió.
1710 Un día de ésos me mandó a cobrar varias de La Hora, un burdel sin prejuicios en las afueras del pueblo.
1711 Después me levantó en vilo por los sobacos y me puso encima de ella al modo académico del misionero.
1712 Me pareció una exageración por la edad de mi hermano, pero cuando me lo mostró me di cuenta de que era cierto.
1713 No tenía un instante de sosiego por la desolación que me dejó en el cuerpo mi primera aventura casual.
1714 Me llamó la atención que los curas me hablaban como si hubieran perdido la razón, y yo les seguía la corriente.
1715 Me dispensaron de las materias difíciles y me obligaron a tener más actividad física de varias horas diarias.
1716 Para mi hermano Abelardo, en cambio, no había problemas de la vida que no se resolvieran en la cama.
1717 Trabajó en un banco hasta la edad de retiro, y lo que más me conmovió fue su pasión eterna por la lengua inglesa.
1718 La verdad, sin embargo, era que por encima de su militancia contagiosa -como Neruda- era un romántico incorregible.
1719 Así fue siempre en mis años del colegio San José, que me dieron la base retórica para soltar mis duendes.
1720 Su marido, que era práctico de un buque en el río Magdalena, estaba en su viaje de oficio de doce días.
1721 Fue sorprendente la fluidez de aquel amor secreto que ardió a fuego loco desde marzo hasta noviembre.
1722 Así fue el tercer sábado de nuestros amores, cuando estábamos en la cama y se oyó el bramido lejano.
1723 Estuve a punto de romper las reglas del juego por el zarpazo de los celos, y no de cualquier modo: quería matarlo.
1724 Iba muy mal en el colegio y no quería saber nada de eso, pero Martina se hizo cargo de mi calvario escolar.
1725 Me resolvía las tareas y me preparaba para la semana siguiente entre retozos de cama y regaños de madre.
1726 Si los deberes no estaban bien y a tiempo me castigaba con la veda de un sábado por cada tres faltas.
1727 Pero las gratitudes confidenciales se las llevaron los médicos por lo bien que me habían sanado de la locura.
1728 Mis padres insistieron en que pasara las vacaciones con ellos en Sucre y que llevara conmigo a la abuela.
1729 Al contrario, cuando le toqué el tema, me di cuenta de que ya estaba, como siempre, tres pasos delante de mí.
1730 Lo mejor para ambos sería que te fueras a estudiar en otra parte ahora que estamos locos de amarrar.
1731 Entonces aprendí que Martina era fácil de convencer cuando decía que sí pero nunca cuando decía que no.
1732 Tanto ellos como los tres que nacieron después me trataron como a alguien que siempre llegaba para irse.
1733 Los complací encantado, pero me excedí en los ataques al adversario por mi ignorancia de las reglas del juego.
1734 El incidente se hizo público. El poeta anónimo, apenas conocido en la población, fue el héroe de la jornada.
1735 Luis Enrique, que ya se perfilaba como el guitarrista inspirado que llegó a ser, me enseñó a tocar el tiple.
1736 Aquel año se enriqueció el grupo con el ingreso de José Palencia, nieto de un terrateniente adinerado y pródigo.
1737 Así que fuimos con Pedro León Rosales, el llamado sastre de los milagros, y me los compuso a mi tamaño.
1738 Hoy me atrevo a decir que por lo único que quisiera volver a ser niño es para gozar otra vez de aquel viaje.
1739 Durante todo el viaje uno despertaba al amanecer aturdido por la bullaranga de los micos y las cotorras.
1740 Sus parlamentos tenían una condición melódica que le daba un fondo nuevo a mis lecturas de la madrugada.
1741 En la escala final, Puerto Salgar, había que desembarcar a las cinco de la mañana vestidos para las tierras altas.
1742 El tren de Puerto Salgar subía como gateando por las cornisas de rocas en las primeras cuatro horas.
1743 Fue increíble. Lo había impresionado un bolero que cantábamos en las noches del buque y me pidió que se lo copiara.
1744 Me sorprendió su buen oído y la lumbre de su voz cuando la cantó solo, justo y bien, desde la primera vez.
1745 No pasó de ahí. Me dio las gracias en todos los tonos por el bolero y se despidió con un fuerte apretón de manos.
1746 El libro era El doble. Estaba tan aturdido que no alcancé a darme cuenta de lo que acababa de pasarme.
1747 Comprendí que era mi acudiente, aunque apenas me miró y pasó de largo, y no tuve la audacia de hacerle alguna seña.
1748 Me explicaron que así era la primera vez y que poco a poco me iría acostumbrando a las rarezas del clima.
1749 Los favorecidos conocerían los resultados una semana después, junto con los datos del colegio que les asignaran.
1750 Era una fortuna para mí, pero creo que si la hubiera tenido la habría pagado por evitarme el terror del examen.
1751 Un vistazo de pájaro sobre el cuestionario me bastó para darme cuenta de que estaba derrotado de antemano.
1752 Creo que no había visto nunca un balón de futbol ni leído la reseña de un partido de cualquier cosa.
1753 Tal vez fue eso lo que quisieron decir en el ministerio sobre la movilidad regional que patrocinaba el gobierno.
1754 En el comedor funcionaba un sistema de mercado que permitía a cada quien arreglar la ración a su gusto.
1755 Este ambiente sólo era posible por la clase de maestros que en general permitían una fácil relación personal.
1756 Se llamaba Joaquín Giraldo Santa y fue el primer colombiano que obtuvo el título de doctor en matemáticas.
1757 Para desdicha mía, y a pesar de mis grandes esfuerzos y los suyos, nunca logré integrarme a su clase.
1758 La multiplicación me falló siempre porque nunca pude recordar los números que llevaba en la memoria.
1759 Una aventura pavorosa se la debo a las obras completas de Freud, que habían llegado a la biblioteca.
1760 El maestro Calderón nos pidió que le escribiéramos un cuento con tema libre en la clase de castellano.
1761 Le pareció bien escrito y al menos con intención de algo original. Por primera vez me habló de la retórica.
1762 Mis gritos no eran de pavor, sino voces de auxilio para que alguien me hiciera la caridad de despertarme.
1763 Los buenos tiempos empezaron con Nostradamus y El hombre de la máscara de hierro, que complacieron a todos.
1764 Bajaba de su refugio a las siete de la mañana para revisar nuestro aseo personal antes de entrar en el comedor.
1765 Poco después de mi llegada tuve que escribir el discurso inaugural para algún acto oficial del liceo.
1766 Había dormido mal la noche anterior, me puse la corbata del domingo y apenas si pude saborear el desayuno.
1767 Luego se puso los lentes y me habló sin mirarme a los ojos con una voz pedregosa que me sacudió el corazón.
1768 Pero el caso es que exuberante se escribe sin hache, y paradisiaco no lleva tilde. Me sentí humillado.
1769 Se me crispó el corazón, porque era el mismo Atlas de mi abuelo, pero nuevo y brillante, y quizás sin usar.
1770 Las fiestas sociales en Zipaquirá correspondían en general a la vocación y el modo de ser de cada quien.
1771 Nunca supo el maestro, ni me atreví a decírselo, que el sueño de mi vida de aquellos años era ser como él.
1772 Era el cachaco perfecto, de blazer de media noche, chaleco de raso, voz sinuosa y ademanes pausados.
1773 Él me preguntó si había leído La experiencia literaria, un libro muy comentado de don Alfonso Reyes.
1774 Devoré la mitad por debajo del pupitre en tres clases sucesivas, y el resto en los recreos del campo de futbol.
1775 Allí lo visitaban los fines de semana sus amigos de Bogotá, en especial sus compañeros de Piedra y Cielo.
1776 La actividad cultural aumentó con la creación de un centro literario y la publicación de un periódico.
1777 Escribía, además, los que algunos internos me pedían para dárselos como suyos a sus novias dominicales.
1778 Ninguno de ellos hizo carrera de escritor pero no se trataba de eso sino de probar las posibilidades de cada quien.
1779 Discutíamos las obras de los otros, y llegábamos a irritarnos tanto como si fueran partidos de futbol.
1780 Su curiosidad era legítima porque no le parecía verosímil que dedicáramos nuestras horas libres a la literatura.
1781 La prensa no entraba en el liceo sino en casos muy especiales, porque no teníamos el hábito de pensar en ella.
1782 Nos partimos en grupos de liberales y conservadores, y por primera vez supimos de qué lado estaba cada quien.
1783 Allí nos soltó una arenga en el estilo circular de Catilina y regresamos en un orden perfecto a continuar el sueño.
1784 Mi abuela lo admiraba, pero creo que le preocupaban sus coincidencias de entonces con los comunistas.
1785 Había estudiado allí mismo las artes oratorias de Mussolini y algo tenía de su estilo teatral en la tribuna.
1786 Para nosotros fue una decisión disparatada que nos hizo sentir al mismo tiempo humillados e importantes.
1787 Apenas intenté sobreponerme a mi timidez despiadada, cuando ya él había expresado el que sin duda era su propósito.
1788 Álvaro Ruiz Torres lo abrió a solicitud de la familia y comprobó que en efecto estaba húmedo por dentro.
1789 Con ese ánimo me fui a las vacaciones del cuarto año, ansioso de ablandar a mis padres para no seguir estudiando.
1790 La suerte les falló con un billete que mi madre compró a crédito para pagarlo con el mismo dinero del premio.
1791 Vivían en un cuarto dividido por un cancel de cartón, con una puerta a la calle y otra hacia el cementerio.
1792 Salí por el portón del cementerio a través de los fuegos fatuos y los ladridos de los perros necrófilos.
1793 Era el sargento en persona, que me habría encontrado en su casa si me hubiera demorado cinco minutos más.
1794 Entonces se detuvo para pedirme fuego. Se lo di, muy cerca de él, para proteger el fósforo del viento del amanecer.
1795 No podía imaginarme lo que iba a hacer, pero pensé que si quería matarme lo habría hecho sin tantos rodeos.
1796 Poco después apareció Nigromanta envuelta en una sábana y con ínfulas de fiesta, pero él la apuntó con el revólver.
1797 El destapó entonces la segunda, se apoyó el cañón en la sien y me miró muy fijo con unos ojos helados.
1798 Era la primera vez que tenía un revólver en la mano y me sorprendió que fuera tan pesado y caliente.
1799 No se me ocurrió dispararle, sino que le devolví el revólver sin darme cuenta de que era mi única oportunidad.
1800 Pude decirle que también los machos se cagan, pero me di cuenta de que me faltaban huevos para bromas fatales.
1801 Mi sentimiento no fue de alivio sino de una terrible humillación. El aguacero perdió fuerza antes de las cuatro.
1802 Mientras tanto, me trataba corno habría tratado a papá, con recursos de distracción que no servían de mucho.
1803 Así llegué a tres cajetillas de veinte cigarrillos al día, y pasaba de cuatro según el fragor de la noche.
1804 En una época, ya fuera del colegio, creí enloquecer por la resequedad de la garganta y el dolor de los huesos.
1805 Me hastiaban las clases, salvo las de literatura -que aprendía de memoria- y tenía en ellas un protagonismo único.
1806 No recuerdo qué idea tenía yo de cómo eran los presidentes, pero no me pareció que fueran todos como él.
1807 No sentía el mínimo rencor contra nadie por la condena, y contaba las desgracias con un humor invencible.
1808 En sus meditaciones de recluso llegó a la conclusión de que nuestros padres lo habían internado de buena fe.
1809 Mi madre no perdió el tiempo en pleitos y suposiciones, sino que dio la batalla para llevársela a casa.
1810 No les daban permiso para un paseo al campo o al cine, o las mandaban con alguien que no las perdía de vista.
1811 Lo que no previeron mis padres fue que las hijas iban a defenderse con los mismos recursos que ellos.
1812 Uno había sido el asesinato de Joaquín Vega, un músico muy apetecido que tocaba el bombardino en la banda local.
1813 Ambos eran muy queridos en el pueblo y la única explicación conocida y sin confirmar fue un asunto de honor.
1814 Plinio recobró la lucidez casi al instante, y su preocupación inmediata fue por la suerte de Ananías.
1815 Pero los datos eran del dominio público, aun dentro de su propia casa, y el único que no los conocía era su padre.
1816 No hacía falta, además, porque siempre me interesó más el fenómeno social que la vida privada de las víctimas.
1817 Así la mandé al concurso sin ninguna esperanza en un premio que bien alcanzaba para comprar una casa.
1818 Aquel año me incorporé a ellos para tocar el tiple y cantar con sus seis maestros anónimos hasta el amanecer.
1819 Me sirvió un tazón de café cerrero, aunque sabía que no me gustaba, y me hizo sentar junto al fogón.
1820 La saqué a bailar la primera noche sin tomarme el trabajo de preguntar quién era, ni hija de quién, ni con quién.
1821 Y con tanta malicia, que empecé a sospechar que mi propuesta de boda no se la había llevado el viento.
1822 No volví a leer y por primera vez desde mi nacimiento me atreví a llegar a casa sin saber bien dónde estaba.
1823 Mi madre quedó anonadada con el retrato adverso del que ellos se habían forjado en sus sueños solitarios.
1824 Creo que mi madre quería tomarse el tiempo para conversarlo con papá, y esa idea me infundió un nuevo aliento.
1825 Acepté, tanto por ella como por mi padre, porque temí que se murieran si no llegábamos pronto a un acuerdo.
1826 Me dejas el corazón partido por la mitad, pero me queda al menos el orgullo de ayudarte a ser lo que te dé la gana.
1827 Los viajeros duchos, por su parte, contaban como proezas de coraje una y otra vez los vuelos históricos.
1828 Los años más problemáticos fueron los dos primeros, porque la ropa de paño para el clima frío era cara y difícil.
1829 Fue una enseñanza sabia. Desde que decidí aplicarlo en el último año del liceo se me calmó la angustia.
1830 Pensé que allí terminaba todo, y sólo el talento negociador de Espitia nos puso a salvo de la expulsión.
1831 Con el liberalismo dividido y el conservatismo unido y armado, no había alternativa: Ospina Pérez fue elegido.
1832 Muchos tenían sus lugares reservados año tras año, y allí recibían el correo y hasta los giros postales.
1833 Era, cómo no, el Ulises de James Joyce, que leí a pedazos y tropezones hasta que la paciencia no me dio para más.
1834 Al terminar la lectura de La metamorfosis me quedaron las ansias irresistibles de vivir en aquel paraíso ajeno.
1835 De todos modos me sentía tan inseguro que no me atreví a consultarlo con ninguno de mis compañeros de mesa.
1836 Mi primera reacción fue la certidumbre arrasadora de que no tenía los cinco centavos para comprar el periódico.
1837 La nota reveló también que Ulises había descubierto mi identidad por uno de sus compañeros de redacción.
1838 Era una pasión frenética, otro modo de ser, una bola de candela que andaba de su cuenta por todas partes.
1839 Sus novedades eran más importantes para mi generación que las noticias políticas cada vez más deprimentes.
1840 A mediados de año llegó a Bogotá el poeta Pablo Neruda, convencido de que la poesía tenía que ser un arma política.
1841 La reacción más ruidosa fue la de quienes no toleraban que un extranjero se permitiera semejante abuso.
1842 Aura o las violetas, su novela estelar, rompió más corazones que muchas mejores de contemporáneos suyos.
1843 Ninguno de ellos había logrado vislumbrar la gloria que tantos poetas tenían con justicia o sin ella.
1844 Entre los visitantes habituales descubríamos afinidades de toda índole por la clase de música que preferíamos.
1845 En aquel tiempo todo el mundo era joven, pero siempre encontrábamos a otros que eran más jóvenes que nosotros.
1846 Los días de cierre me iba con ellos a la redacción y les daba una mano en las emergencias de última hora.
1847 Elvira, que fue siempre de genio vivo, tuvo que tragarse sus lágrimas y soportar en vilo aquel desaire.
1848 Aprovechó la intervención providencial del esposo, y lo convirtió en el verdadero protagonista del encuentro.
1849 La práctica terminó por convencerme de que los adverbios de modo terminados en mente son un vicio empobrecedor.
1850 Me di cuenta de que el maestro era consciente de mi astucia, pero tal vez la apreciaba como un recreo literario.
1851 Apenas si me crucé con ellos algún saludo durante el año largo en que coincidimos en la universidad.
1852 Después de la media noche, despertado por mis tumbos en la cama, Domingo Manuel Vega me preguntó qué me pasaba.
1853 Pero lo esencial para mí no terminó por ser si el fauno era real, sino que lo había vivido como si lo fuera.
1854 El nombre del protagonista, como no todo el mundo sabe, es el de un herrero bíblico que inventó la música.
1855 Hoy sigo creyéndolo como entonces, y convencido más que nunca de la supremacía del cuento sobre la novela.
1856 En el resto de mi vida nunca estuve tan cerca de la corrupción, pero no tan cerca para arrepentirme.
1857 Después de una tarde enriquecedora me hizo un regalo indescifrable: El origen de las especies, de Darwin.
1858 En ese ámbito intenso me senté a almorzar en el comedor de la pensión donde vivía, a menos de tres cuadras.
1859 Tenía el cabello revuelto, una barba de dos días y una lividez de muerto con los ojos sobresaltados por el terror.
1860 Hasta ese momento ignoraban la noticia del asesinato porque llevaban apagado el radio del automóvil presidencial.
1861 Los autobuses de la Universidad Nacional, manejados por estudiantes enardecidos, encabezaban la marcha.
1862 Subí a grandes trancos las escaleras, convencido de que mis amigos politizados estaban en pie de guerra.
1863 Los asaltantes desaforados tiraban por las ventanas de la Gobernación cuanto encontraban en las oficinas.
1864 Los boletines oficiales de las emisoras ocupadas por el gobierno pintaban un panorama de tranquilidad paulatina.
1865 La primera duda que surgió en relación con la muerte de Gaitán fue sobre la identidad de su asesino.
1866 No había terminado cuando oyó que el asesino era Juan Roa Sierra, el número trece de sus catorce hijos.
1867 Ninguno había pasado de la escuela primaria, y cuatro de ellos dos niños y dos niñas- habían muerto.
1868 Ella declaró que desde hacía unos ocho meses se habían notado cambios raros en el comportamiento de Juan.
1869 Algunos empleados del edificio creían haberlo visto en el piso de las oficinas de Gaitán en vísperas del asesinato.
1870 No dejaban dudas sobre su identidad y su condición social, pero no daban pista alguna sobre sus propósitos.
1871 Pero el presidente no estuvo de acuerdo con el realismo de la fórmula, ni los mismos liberales la respaldaron.
1872 Lo tuvo en todo momento, por las varias veces que había salido del despacho para informarse a fondo.
1873 No desperdició la ocasión para demostrar su talante verdadero, que pocos le conocían hasta entonces.
1874 El otro era Fidel Castro. Ambos, además, fueron acusados en algún momento de estar implicados en los disturbios.
1875 Sus amigos concurríamos allí las noches de los domingos en las veladas íntimas de una importancia sin pretensiones.
1876 Les propuso que sacaran sus hombres a luchar en las calles por el mantenimiento del orden y un sistema más justo.
1877 Las emisoras comerciales, silenciadas antes de la medianoche, quedaron bajo el control del ejército.
1878 Mi padre lo escuchó en Sucre entre los incontables que se leyeron de día y de noche durante dos semanas.
1879 Apenas nos atrevimos a hablar desde que nos detuvieron, y el terror de los soldados acabó de rematarnos.
1880 No me quedaban más de ocho pesos, pero José Falencia me prometió llevarme un poco más en el autobús de la noche.
1881 Es el nombre emblemático con que se conoce a Cartagena de Indias por sus gloria del pasado, y allí debía estar.
1882 La mujer se dio cuenta de que yo no sabía rezar, y agarró mi maleta por la otra correa para ayudarme a llevarla.
1883 Así que me dictó La Magnifica verso por verso y los repetí en voz alta con una devoción que nunca volví a sentir.
1884 Sólo quedó entonces el inmenso estropicio del mar en los acantilados. Habíamos llegado a la gran puerta del Reloj.
1885 Al cabo de cinco cuadras entró por el portón grande del hotel y trepó de dos en dos los peldaños de las escaleras.
1886 Le recordé que ya le había pagado, pero él se empeñó en que los tres centavos del portal no incluían la escalera.
1887 El programa acordado con ellos era encontrarnos en el hotel antes de las seis de la tarde de aquel día.
1888 Las luces públicas estaban ya encendidas y eran tan pobres que podían confundirse con estrellas entre los árboles.
1889 Apenas si alcanzaba a reconocer en la realidad las ficciones escolásticas de los libros, ya derrotadas por la vida.
1890 Con los montones de plata que tiene esa madama, se duerme a las siete y se levanta el día siguiente a las once.
1891 Las bancas de mármol tenían huellas de letreros muchas veces borrados y vueltos a escribir por poetas procaces.
1892 Seguía siendo mi personaje inolvidable, a pesar de sus inconsecuencias irredimibles o quizás por ellas mismas.
1893 Me los devolvieron sin mirarlos. Me preguntaron cuánta plata tenía y les dije que no llegaba a cuatro pesos.
1894 Era evidente que los clientes ya sentados a la mesa se conocían de siempre y se sentían contentos de estar juntos.
1895 La brisa empezaba a levantarse y arrastraba desde muy lejos retazos de músicas y gritos remotos de parranda grande.
1896 Los agentes cayeron entonces en la cuenta de que yo no tenía dónde dormir y resolvieron llevarme a su cuartel.
1897 Uno de ellos, sorprendido de mi reacción pueril, me puso en orden con el cañón del fusil en el estómago.
1898 Sobre todo en Torices, Getsemaní o el pie de la Popa, los barrios más parranderos de aquellos años sombríos.
1899 Había oído hablar de éste no como periodista sino como erudito de todas las músicas y comunista en reposo.
1900 El freno de timidez que me produjo aquel razonamiento tan sencillo pudo ponerme a salvo de una desgracia.
1901 A las cinco de la tarde, el portón del dormitorio se estremeció con una palmada seca como un tiro de rifle.
1902 Mi sorpresa grande fue que Zabala había leído mis tres cuentos y la nota de Zalamea le había parecido justa.
1903 Los escribí por impulsos un poco inconscientes y después de leerlos impresos no supe por dónde seguir.
1904 Le correspondí con un abrazo cordial para no desilusionarlo, pero me iba con serias dudas sobre mi porvenir.
1905 Ése era tal vez un motivo determinante de los grupos juveniles que se nutrían de su razón y su cautela.
1906 Así que me amarré los pantalones y volví a la redacción para darle las gracias. Apenas si me hizo caso.
1907 El, por supuesto, no me reconoció como uno más de sus alumnos en el colegio San José de Barranquilla.
1908 Era una noche espléndida en el centro del mundo, y las primeras goletas de Curazao zarpaban a hurtadillas.
1909 Necesité unos minutos para entender que se refería a mi colaboración para el periódico del día siguiente.
1910 La nota que se publicó por fin en la página editorial no tenía nada que ver con la que yo había escrito.
1911 Las citas de grandes autores le parecían emboscadas sospechosas, como en efecto lo fueron muchas veces.
1912 Tomaron veintidós tazas de café negro, sin cigarrillos ni alcohol porque ambos eran libres de vicios.
1913 El corazón me dio un vuelco, pensando que quizás ya sabía todo de mí y lo más lejos para él podía ser la muerte.
1914 Nadie dudó de que su agente secreto fuera el censor, aunque éste juró por los restos de su madre que no era él.
1915 Desde que me comprometí en la guerra contra la censura me desentendí de la universidad y de los cuentos.
1916 Menos mal que la mayoría de los maestros no pasaban lista, y eso favorecía las faltas de asistencia.
1917 Mis padres durmieron tranquilos desde que les hice saber que en el periódico ganaba bastante para sobrevivir.
1918 El dormitorio más concurrido y fresco de la ciudad siendo el paseo de los Mártires, aun con el toque de queda.
1919 Una de ellas, cuyo nombre y tamaños recuerdo muy bien, se dejó seducir por las fantasías que le contaba dormido.
1920 Pronto entendí por qué era fácil creerlo, aunque después de conocerlo bien era casi imposible creer que no lo era.
1921 Su padre era un abogado duro y un liberal de rueda libre, y su esposa era encantadora y sin pelos en la lengua.
1922 El mío se me quedó años después enrollado en el armario de un apartamento de Caracas y nunca pude recuperarlo.
1923 El diputado Alemán lo asumió al pie de la letra y se constituyó en nuestro anfitrión de tiempo completo.
1924 Sólo se oían en el ámbito de la casa los improperios de Mary que le reprochaba al sargento su falta de huevos.
1925 Se despidió con un abrazo tan desgarrado que entendí con el alma el amor de sus leones. Nunca más se supo de él.
1926 Martina Alvarado, la más antigua, tenía una puerta furtiva y tarifas humanitarias para clérigos arrepentidos.
1927 Fuera del barrio chino había otras casas legales o clandestinas, y todas en buenos términos con la policía.
1928 Su mercancía eran las niñas anémicas del vecindario que se ganaban un peso por golpe con los borrachos perdidos.
1929 La dueña lo invitó a una cerveza y le ofreció dos niñas en vez de una con derecho a repetir mientras escampaba.
1930 Álvaro, por el contrario, lo veía en cierto modo como yo veía la música: un arte útil para todas las otras.
1931 Yo estaba en un estado de excitación que me hizo olvidar lo que habían sido ayer el hambre y el sueño.
1932 Tanto, que desde que llegué a Cartagena no traté de verlo, por respeto a sus privilegios de hombre invisible.
1933 Durante todo aquel año había insistido en que el maestro Zabala me enseñara los secretos para escribir reportajes.
1934 Mi madre misma era consciente de su culpa, y rogaba a las hijas que se hicieran cargo de los menores.
1935 Pero mi madre no se inmutaba, por su certidumbre ya probada de que todo niño trae su pan bajo el brazo.
1936 Por primera vez sentí alrededor de mí un ambiente tan opresivo que decidí salir de casa lo menos posible.
1937 Lo encontré con más uso de razón que aquella vez, y con un relato alucinante de sus varios viajes a La Sierpe.
1938 Lo único que le estaba vedado era la resurrección de los muertos, por ser un poder reservado a Dios.
1939 En ésas andaba cuando amaneció en la casa de Sucre una caja de madera sin letreros pintados ni referencia alguna.
1940 Mi hermana Margot la había recibido sin saber de quién, convencida de que era algún rezago de la farmacia vendida.
1941 Un médico que me vio los pulmones en la pantalla me dijo espantado que dos o tres años después no podría respirar.
1942 Menos mal que el hombre está muerto. Me sorprendió semejante falta de compasión por primera vez en su vida.
1943 Por último me ayudó a quitarme los pantalones empapados y los tiró en el rincón con el resto de la ropa.
1944 Asustada por el tamaño de su propia conjura, la Dirección Liberal impartió sin discusión la contraorden.
1945 Ninguno de ellos consultó mi disposición, como yo lo deseaba, para decirle que sí. No se habló más del tema.
1946 Mi relación con el grupo dejó de ser de complacencias y se convirtió en una complicidad profesional.
1947 Nunca pude descubrir por qué, en medio de una vida tan sencilla, me hundí de pronto en un desgano imprevisto.
1948 Mi novela en curso -La casa-, a unos seis meses de haberla empezado, me pareció una farsa desangelada.
1949 Ejemplos como ése me dieron una nueva conciencia de mí mismo, y el proyecto de Crónica acabó de darme alas.
1950 Nadie podía creer que tantos oficios dispersos fueran hechos con tanta gentileza por un mismo hombre.
1951 Es decir, para él había dos Crónicas: la que hacíamos nosotros y la que le resumía Germán los fines de semana.
1952 Los comentarios entusiastas o severos de don Ramón sobre nuestros artículos eran nuestra avidez mayor.
1953 Desmoralizado hasta el tuétano la comenté con Germán Vargas, que ya la conocía, como el resto del grupo.
1954 El animal alcanzó apenas a lanzar un aullido de dolor con un aletazo final y se hundió en los profundos infiernos.
1955 El asesino bárbaro trató de agarrar otro, pero la Negra Eufemia estaba ya levantada del trono con todo su poder.
1956 He vuelto a leerlo cincuenta años después, antes de escribir este párrafo, y creo que no le cambiaría ni una coma.
1957 En los meses siguientes, mientras volvió a aclimatarse, nos mantuvo con la fiebre a cuarenta grados.
1958 Para mí -y así lo escribí entonces fue el mejor libro de cuentos que se había publicado en Colombia.
1959 Era un lector de una voracidad descomunal, apenas comparable a la de Álvaro Mutis o Eduardo Zalamea.
1960 Susana se dio cuenta, pero no entró en el cuarto para impedirlo, porque su suegra no se lo habría permitido.
1961 Cinco minutos después nos encontramos en un reservado del café Roma para entablar una amistad de toda la vida.
1962 Apenas si terminamos los saludos, porque empecé a exprimir a Escalona para que me cantara sus últimas canciones.
1963 Versos sueltos, con una voz muy baja y bien medida, que se acompañaba tamboreando con los dedos en la mesa.
1964 Escalona lo sentó a su lado y le cantó al oído las dos únicas estrofas terminadas de su nueva canción.
1965 La historia es verídica, pero no es rara en una región y en un gremio donde lo más natural es lo asombroso.
1966 Decidí viajar a Sucre para escribirlo, pero en el periódico lo interpretaron como un impulso sentimental.
1967 Mi reacción inmediata fue sentarme a escribir el reportaje del crimen pero encontré toda clase de trabas.
1968 Lo que me interesaba ya no era el crimen mismo sino el tema literario de la responsabilidad colectiva.
1969 Pero ningún argumento convenció a mi madre y me pareció una falta de respeto escribir sin su permiso.
1970 Empezaba a resignarme, muchos años después, mientras esperaba la salida de un avión en el aeropuerto de Argel.
1971 Llamaba mi papá, acabado de llegar a Barranquilla sin anunciarse, y me esperaba de urgencia en el café Roma.
1972 Con los dientes apretados le adelanté algunas reticencias que lo prepararan para una negativa final.
1973 Me dio a entender que era poco menos que una traición, y nadie tenía más derecho que él para decírmelo.
1974 Era la clase de respuestas parabólicas que le servían en casos como el mío para saltarse las ganas de llorar.
1975 Cuando terminamos, me despidió muerto de risa con una broma típica de las suyas, fuerte pero irresistible.
1976 Si era el único entuerto que no habíamos ventilado no era decente dejarlo en el aire sin explicación.
1977 Fue el primer indicio que tuve de que Alfonso concebía la posibilidad inverosímil de que Crónica se acabara.
1978 Y así fue, sin pena ni gloria, el 28 de junio, al cabo de cincuenta y ocho números en catorce meses.
1979 Se había ido la luz en media ciudad, y tratábamos de preparar la casa en las tinieblas para acostar a los niños.
1980 El desorden de baúles, bultos y hamacas colgadas en las tinieblas lo sufrí como un 9 de abril doméstico.
1981 Sin embargo, la impresión mayor la sentí cuando traté de mover un talego sin forma que se me escapaba de las manos.
1982 Como si nunca me hubiera ido me pidió el favor de que le escribiera una nota editorial que tenía atrasada.
1983 Mi máquina la ocupaba un primípara adolescente que se cayó por la prisa atolondrada con que me cedió el asiento.
1984 La vida con la familia completa, en condiciones azarosas, no es un dominio de la memoria sino de la imaginación.
1985 Aprendía de memoria las lecciones cantándolas en voz alta y con la gracia y la buena dicción que todavía conserva.
1986 Mi hermana Margot despertó una madrugada y la vio en la baranda de su cama escrutándola con una mirada intensa.
1987 Sobre todo por La piel, de Curzio Malaparte, que se había convertido aquel año en un libro clave de mi generación.
1988 Quería encerrarme sin pausas para hacer la primera copia en cuartillas oficiales antes de la última corrección.
1989 Tenía unas cuarenta páginas más que la versión prevista, pero aún ignoraba que eso pudiera ser un tropiezo grave.
1990 Los sueldos de todos no hubieran bastado para vivir sin sobresaltos. El tiempo se hizo cargo de lo demás.
1991 A los cincuenta y dos años se le fue la mano en su paraíso artificial y lo fulminó un infarto masivo.
1992 Iba de Riohacha en un taxi expreso con una maletita de escolar, de luto cerrado y con un turbante de trapo negro.
1993 La acogimos no sólo por ser quien era, sino porque sabíanlos hasta qué punto conocía sus negocios con la muerte.
1994 Pronto surgió el tema tremendo de los turistas atacados por los tiburones en las playas de Marbella.
1995 Por lo menos dos críticos serios y mis amigos severos de Barranquilla lo juzgaron como un buen cambio de rumbo.
1996 Eran tipógrafos cultos por tradición familiar, gramáticos dramáticos y grandes bebedores de sábados.
1997 Por desgracia, ni el ingenio, ni la resistencia, ni el amor fueron suficientes para derrotar la pobreza.
1998 El organismo del censo se había terminado en un año y mi sueldo en El Universal no arcanzaba para compensarlo.
1999 Por esos días me atreví a mostrarle al grupo la primera copia legible a sabiendas de que no estaba terminada.
2000 Ninguno habló de publicarla, lo cual era también muy de ellos, para quienes lo importante era escribir bien.
2001 Me hicieron otro de los suyos, como su cuentista personal, descubierto y adoptado por ellos y para ellos.
2002 Pero no recuerdo como tanto se ha dicho- que alguien hubiera sugerido siquiera que me fuera a trabajar con ellos.
2003 Germán y Alfonso releyeron las partes más críticas y tuvieron el buen corazón de no hacerme reparos irredimibles.
2004 Gracias a eso me enfrenté sin testigos a la noticia escueta de que La hojarasca había sido rechazada.
2005 No tuve que leer el fallo completo para sentir el impacto brutal de que en aquel instante me iba a morir.
2006 Su novela es tan buena como ya nos pareció, y lo único que usted tiene que hacer desde ya es seguir escribiendo.
2007 Su memoria, su intuición y su franqueza me resultaban tan reveladoras que me causaban un cierto pavor.
2008 Era delgado y recto como un junco, de piel curtida y huesos firmes, y de una dignidad a toda prueba.
2009 Por la censura férrea no habíamos conocido la verdad. Sin embargo, tampoco entonces tuve oportunidad de imaginarlo.
2010 Las otras se abrieron de par en par al cabo de un mes de duelo, y se encendieron las luces, y todos cantamos.
2011 Este es el viaje que yo mismo he vuelto legendario por mi defecto incorregible de no medir a tiempo mis adjetivos.
2012 La situación de violencia oficial que padecía el país desde el 9 de abril se había vuelto insostenible.
2013 Como la vez anterior, hice mis ventas muy rápidas en Valledupar con una clientela convencida de antemano.
2014 En realidad se llamaba José Prudencio Aguilar, y era un contrabandista de oficio, derecho y de buen corazón.
2015 En el mismo correo llegó el cargamento de libros que debía entregar a sus dueños para cobrar mis anticipos.
2016 A mí, por fortuna, me dio nuevos bríos en un género que me parecía disparado hacia horizontes impensables.
2017 Los pocos números que lograron salir fueron el resultado de un acto heroico, pero nunca se supo de quién.
2018 Nunca había tenido uno, por razones obvias en aquellos años, y el que me ofrecía era de un lujo aparatoso y caro.
2019 Fue el primer reloj que tuve, y tan puntual y duradero que todavía lo guardo como reliquia de aquellos tiempos.
2020 Pero hágalo, que es el ambiente y el tono que buscamos para la revista. Se la prometí para dos semanas más tarde.
2021 Me hicieron pasar a una oficina superior, donde un gerente demasiado amable me preguntó dónde trabajaba.
2022 Le contesté que escribía en El Heraldo, de acuerdo con mi costumbre, aunque ya entonces no fuera cierto.
2023 Llegué a pensar que el cheque no era confiable por cualesquiera de las incontables razones posibles en Colombia.
2024 Como muchas catástrofes grandes del país, el 9 de abril había trabajado más para el olvido que para la historia.
2025 Almorzamos con Gonzalo Mallarino y con otros escritores jóvenes invitados para presentarme en sociedad.
2026 No volví a saber nada de Guillermo Cano hasta tres días después, cuando me llamó a la oficina de Mutis.
2027 Haití era entonces el país de mis sueños después de haber leído El reino de este mundo, de Alejo Carpentier.
2028 Me quedé sin aire. Cuando lo recobré volví a preguntarle cuánto, y me lo repitió letra por letra: novecientos.
2029 A veces tenía que enfrentarse a todos, aun sin muchos argumentos, hasta que lograba convencerlos de su verdad.
2030 Era hombre de pocos amigos, pero los pocos eran muy buenos, y yo me sentí uno de ellos desde el primer día.
2031 Guillermo Lanao, que atendía varios ministerios, conservó el secreto de ser niño hasta su más tierna vejez.
2032 En medio de la multitud no alcanzamos a entender lo que se gritaban, pero la tensión se percibía en el aire.
2033 Los sobrevivientes que trataron de llevar heridos al hospital fueron disuadidos a culatazos de fusil.
2034 En la estampida volví a vivir en unos segundos todo el horror del 9 de abril, a la misma hora y en el mismo lugar.
2035 Álvaro Cepeda, en cambio, me despertó a las seis de la mañana desde Barranquilla cuando se enteró de mi audacia.
2036 Me di cuenta de que nunca sería capaz de hacer lo que me habían encargado y no había tenido el coraje para decirlo.
2037 El noticiero del mediodía hizo un largo comentario a dos voces como si los derrumbes hubieran sido ayer.
2038 Lléveme a donde están los vivos. Dio media vuelta en mitad de la calle y se disparó en el sentido opuesto.
2039 Un párroco amigo, famoso por sus artes de casamentero, estaría listo para casarnos a cualquier hora.
2040 Hoy más que nunca me remuerde la furia de no haber tenido arrestos para vivir aquel drama de folletín.
2041 Sin embargo, concedí aquella primera entrevista para El Colombiano, y fue de una sinceridad suicida.
2042 No me reconoció, pero yo sabía que había sido un beisbolista notable de las ligas de La Matuna en Cartagena.
2043 Yo me cubrí con el mío hasta la cara no tanto para protegerme del agua como para que no me vieran llorar de terror.
2044 Sin embargo, cuando se establecieron los «viernes culturales» dio rienda suelta a sus ideas sobre el género.
2045 Nos tirábamos en la alfombra oyendo con el corazón a los grandes maestros sin especulaciones sabias.
2046 Los nocturnos de Chopin para los episodios reposados, o los sextetos de Brahms para las tardes felices.
2047 Álvaro no alcanzó siquiera a escucharle el cuento completo, cuando sacó del escritorio la carpeta mágica.
2048 Ni los mismos reporteros del periódico pudieron encontrar el rastro ni lo ha encontrado nadie hasta el sol de hoy.
2049 Pero el ceremonial para abrirlas en busca de pistas era de un rigor burocrático más bien inútil pero meritorio.
2050 Los consultaba en cada apuro, que eran muchos, o ellos me llamaban cuando había motivos para felicitarme.
2051 Se la agradecí en el alma, y me pareció tan oportuna que no pude resistir la tentación de preguntarle de quién era.
2052 Un viaje ocasional de Álvaro Cepeda a Bogotá me distrajo por unos días de la galera de las noticias diarias.
2053 El fotógrafo y yo, junto con otros, iniciamos el ascenso a la cordillera por una tortuosa cornisa de herradura.
2054 Un oficial nos aconsejó que regresáramos a la plaza, pues cualquier cosa podía suceder, pero no hicimos caso.
2055 De pronto se escucharon varias órdenes simultáneas y enseguida una descarga cerrada de los militares.
2056 El cortejo pasó tan cerca de nosotros que sentíamos la ráfaga acida de los cuerpos vivos y el silencio del muerto.
2057 Pasamos de largo en un jeep para seis frente a su casa de Melgar y llegamos a Bogotá después de la medianoche.
2058 Sólo treinta eran huérfanos de padre y madre, y entre éstos un par de gemelos con trece días de nacidos.
2059 La historia de aquel disparate logístico fue publicada en varias crónicas sucesivas sin consultar a nadie.
2060 Al regresar a Colombia, gota a gota, ese grupo heterogéneo tuvo por fin un distintivo común: veteranos.
2061 Sin embargo, más bajaba el prestigio de los veteranos cuanto más se enfrentaban a la realidad de su país.
2062 Este hombre, igual que otros delincuentes, había llegado a la guerra cuando ya estaba firmado el armisticio.
2063 Otro veterano fue apuñalado también en Bogotá, y para enterrarlo hubo que organizar una colecta entre los vecinos.
2064 Miró el reloj cuando ordené el cuarto café y otro paquete de cigarrillos, y se levantó sin preámbulos.
2065 José Salgar, de paso para los talleres, se paró también frente a mí con los nervios templados por la noticia.
2066 No fue posible. La marina lo mantuvo incomunicado mientras se recuperaba en el hospital naval de Cartagena.
2067 Era un marzo de vientos glaciales y la llovizna polvorienta aumentaba la carga de mis remordimientos.
2068 Sus mentores no sólo le permitían sino que le patrocinaban toda clase de perversiones publicitarias.
2069 Es decir, sería el monólogo interior de una aventura solitaria, al pie de la letra, como la había hecho la vida.
2070 Aquello era como pasearme por una pradera de flores con la libertad suprema de escoger las preferidas.
2071 Cada capítulo que me contaba lo escribía yo en la noche y se publicaba en la tarde del día siguiente.
2072 Una carga prohibida en un barco de guerra, y en una cantidad que ocupó espacios vitales de la cubierta.
2073 En esas condiciones, diez personas podían sobrevivir a bordo durante ocho días aun sin los elementos de pesca.
2074 Sin embargo, en el Caldas se había embarcado también un cargamento de balsas menores sin ninguna clase de dotación.
2075 Estas habían sido, sin duda, las razones más importantes que demoraron las explicaciones oficiales del naufragio.
2076 Le di mis argumentos, pero los suyos se fundaban en que la circulación del periódico estaba a punto de doblarse.
2077 En relación con el náufrago, el deseo general -con muy escasas excepciones- era que se prolongara lo más posible.
2078 Fue el primero de una serie de incidentes que nos pusieron a pensar en serio sobre los riesgos de la calle.
2079 Para mí, por el contrario, era tan confiable que me iba caminando hasta mi apartamento cuando terminaba mi horario.
2080 A partir de un cierto punto ya no tuve nada que agregar. El comando de la marina no estaba del mismo humor.
2081 En aquel momento, mareados por la gloria, no teníamos respuesta. Todos los temas nos parecían banales.
2082 Los derechos de autor, también por disposición mía, fueron donados desde entonces a una fundación docente.
2083 No nos fue posible encontrar otra historia como aquélla, porque no era de las que se inventan en el papel.
2084 Su acompañante -muy amigo de Salgar como lo fue mío desde entonces- nos garantizó la verdad de la historia.
2085 Esa fortuna de fábula, nunca rescatada por su dueño, era lo que el buscador buscaba con tanto ahínco.
2086 Aunque era posible que también ésa fuera otra pantalla para mantener a salvo el tesoro del Libertador.
2087 La noticia le pareció tan grande que me preguntó si me refería a alguna finca que se llamaba Ginebra.
2088 Nunca había caído en la cuenta de que era un indocumentado tan real como los millones desplazados por la violencia.
2089 En casos de emergencia me identificaba con una tarjeta postal que me dio la telegrafista de Zipaquirá.
2090 Se me echó encima con un abrazo de verdad y los ojos en lágrimas, sin saber qué decir ni cómo tratarme.
2091 Por un reflejo que ya formaba parte de mi vida desde hacía cinco años miré hacia la casa de Mercedes Barcha.
2092 Supe hace tiempo que Rodrigo tenía los días contados, a pesar de que él hizo lo posible por disimularlo.
2093 Nunca le oí quejarse, aguantaba con los dientes apretados y sólo el sudor frío en su frente delataba el dolor.
2094 Me lo trajeron de vuelta, muy enfermo, en un improvisado palanquín; la ponzoña del tumor había invadido su cuerpo.
2095 Me cuida el cuarto Baltasar, bisnieto del perro que vino conmigo a Chile y me acompañó durante catorce años.
2096 Establecida en el más antiguo convento de la ciudad, esa cofradía encabeza las procesiones en Semana Santa.
2097 Recuerdo las procesiones porque en una de ellas conocí a Juan, el hombre que habría de ser mi primer marido.
2098 Habría sido imposible no verlo, era un palmo más alto que los demás y su cabeza asomaba por encima de la multitud.
2099 Aquel día de Semana Santa, lejos de obedecer a mi madre, me eché hacia atrás la mantilla y sonreí al desconocido.
2100 Nunca lo dijo, pero, como hablaba tanto de cruzar el mar, la gente se burlaba de él y me llamaba «novia de Indias».
2101 Nos encontramos en el río y corrimos de la mano hacia la espesura, donde buscamos un sitio lejos del camino.
2102 Yo no compartía su halagüeña opinión, pero estaba orgullosa de provocar deseo en el hombre más majo de Extremadura.
2103 Había días en que las horas volaban haciendo el amor y no alcanzábamos ni a vestirnos; hasta comíamos en la cama.
2104 Mis pasteles -o empanadas- se hicieron muy populares, y al poco tiempo ganaba más cocinando que cosiendo.
2105 Al menos en este respecto mi familia era diferente: los hombres no pegaban a sus mujeres, sólo a los hijos.
2106 A Juan le propiné apenas un papirotazo de nada, pero el hierro estaba caliente y le dejó una marca en la frente.
2107 Me lo traían cubierto de piojos y lleno de vergüenza; yo le quitaba los piojos y le alimentaba la vergüenza.
2108 Allá, lejos de quienes me conocían, podría mandarme sola. Una hoguera de impaciencia me quemaba el cuerpo.
2109 Bebía tisanas de adormidera, como me aconsejaban las monjas del hospital, pero en mí no tenían efecto.
2110 Entonces el héroe enarboló su espada a dos manos y se la enterró en el corazón, liberando así a España.
2111 Tan fanfarrón y bullicioso era Francisco, como serio era Pedro, aunque ambos gozaban de igual fama de valientes.
2112 Ambos jóvenes sabían leer y escribir, habían estudiado y poseían más cultura que la mayoría de los hidalgos.
2113 Estaban en noviembre y el frío congelaba el alma de los desventurados soldados acampados en el patio.
2114 No comprendían por qué los tenían allí, entumecidos y ansiosos, en vez de llevarlos a luchar contra los franceses.
2115 El marqués de Pescara no se daba prisa, esperaba el momento adecuado con la paciencia de un avezado cazador.
2116 Por fin, cuando ya habían pasado varias semanas, dio la señal a sus oficiales de aprontarse para la acción.
2117 Dicen que todavía los repollos y las coliflores de la región suelen traer huesos astillados entre las hojas.
2118 Marina se preguntaba, admirada, por qué ese hombre de gran orgullo y bizarría se había fijado en ella.
2119 Era una horda de soldados hambrientos e insubordinados, dispuestos a vaciar los tesoros de Roma y el Vaticano.
2120 Huyeron más de cuarenta y cinco mil personas, y el resto de la aterrorizada población se sumió en el infierno.
2121 Se salvaron los famosos frescos de la Capilla Sixtina porque allí velaron el cuerpo del condestable de Borbón.
2122 Pedían que el Señor las librara de ser mancilladas, que se apiadara de ellas enviándoles una muerte rápida.
2123 Cellini lo recibió en uno de los salones del Vaticano, entre cascotes y muebles despanzurrados por los asaltantes.
2124 Las otras son seres sin rostro, sólo existen por un momento para satisfacer el apetito que el Diablo puso en mí.
2125 Si no conociera tu hombría como la conozco, pensaría que careces del instinto primordial que anima a los machos.
2126 Bajaré a mi prima a besos de su altar de santa y la amaré con inmensa pasión -replicó Aguirre, muerto de risa.
2127 Francisco de Aguirre viajó deprisa a España a casarse antes de que el indeciso pontífice cambiara de parecer.
2128 En la primera noche que pasaron juntos, ambos repitieron, como autómatas, los mismos gestos y silencios de antes.
2129 Durante el día, cada uno asumía el papel que tenía asignado, convivían en el mismo espacio sin rozarse.
2130 Marina acogió a su marido con un cariño ansioso y solícito que a él, lejos de halagarle, le molestaba.
2131 Se sentía vigilado por Marina, preso en los lazos invisibles de un sentimiento que no sabía corresponder.
2132 Pedro le sugirió que consultara con otras mujeres, pero Marina no podía hablar de ese asunto con nadie.
2133 Su mayor deleite eran los libros, en especial las crónicas de viajes y los mapas, que estudiaba al detalle.
2134 Entretanto su esposa bordaba casullas con hilos de oro y rezaba un rosario tras otro en inacabable letanía.
2135 Han transcurrido cuarenta y tres años desde el arribo de Colón y veintiséis desde que Cortés conquistó México.
2136 Le repitió lo que ya se comentaba en cada rincón de España: la conquista del Perú y su fastuoso tesoro.
2137 En el camino murieron muchos castellanos y otros sobrevivieron alimentándose de culebras y sabandijas.
2138 Además, los incas vivían en la molicie, nada pudieron hacer frente a nuestro coraje, las armas y los caballos.
2139 Y los peligros son infinitos. Para conquistar esos suelos vírgenes se requieren hombres de mucho temple.
2140 Contaba corderos y cabras, recolectaba bellotas y aceitunas. Una vez más Valdivia tuvo conciencia de su hastío.
2141 Vigilé que mis bultos, bien amarrados, fuesen dispuestos en el espacio que el maestro Martín me asignó.
2142 Las cartas de navegación ya no eran secretos bien guardados, hasta los malditos ingleses las poseían.
2143 De día me atormentaban la falta de espacio y, sobre todo, los ojos de perro en celo con que me miraban los hombres.
2144 Cuando llevábamos un mes de viaje, los alimentos empezaron a escasear y el agua, ya descompuesta, fue racionada.
2145 No derramó tanta sangre como cabía esperar, aunque después se le hinchó la cara y se le volvió color de berenjena.
2146 Era un hombre de unos treinta y tantos años, delgado y fuerte, de rostro anguloso y piel cetrina, como un andaluz.
2147 Tuvieron tanto éxito, que a partir de ese día todos contribuían con algo de sus provisiones para el relleno.
2148 El día que los españoles pisamos el Nuevo Mundo, fue el fin de esas culturas. Al comienzo nos recibieron bien.
2149 Esos tres meses de travesía fueron largos como tres años, pero me sirvieron para saborear la libertad.
2150 No había familia -salvo la tímida Constanza-, ni vecinos ni frailes observándome; no debía rendir cuentas a nadie.
2151 A su vez, Daniel Belalcázar convenció a Constanza para que se desprendiera del hábito monjil y usara mis sayas.
2152 Un sábado de agosto arribamos a tierra. El agua del océano, antes negra y profunda, se volvió celeste y cristalina.
2153 Había navegado por el río Orinoco, plácido como una laguna a veces, torrentoso e indignado en otros tramos.
2154 Los demás, hartos del confinamiento de los minúsculos camarotes, preferimos acomodarnos en la aldea.
2155 La noche allí era muy negra, estaba poblada de misteriosas presencias, era ruidosa, aromática y temible.
2156 Romero entró a gatas, husmeando, como un perro, y se acercó a la hamaca donde yo debía estar tendida con Constanza.
2157 La muralla, construida con piedras unidas por una mezcla de cal y sangre de toro, brillaba bajo un sol implacable.
2158 Ese murallón y una fortaleza protegían a la flota española de los piratas y otros enemigos del imperio.
2159 La población era muy variada, y las mujeres, descotadas y atrevidas, me parecieron bellas, sobre todo las mulatas.
2160 La pieza estaba atiborrada de bultos, así es que debió sentarse en la cama, con su sombrero en la mano.
2161 Levanté la mano para darle a Constanza un par de bien merecidas bofetadas, pero él me sujetó el brazo.
2162 Al día siguiente se casaron en la iglesia de Cartagena, con el maestro Manuel Martín y yo como testigos.
2163 Se instalaron en la posada y empezaron a hacer los preparativos para viajar a la selva, tal como yo temía.
2164 No es fácil enterrar un cuchillo en las fuertes espaldas de un hombre en esa posición, pero me ayudó el terror.
2165 Trató de ponerse de pie, pero quedó de rodillas, con una expresión de sorpresa que pronto se tornó en horror.
2166 Al cabo de un tiempo que me pareció eterno, se estremeció como poseído, vomitó sangre y poco después se desmoronó.
2167 El maestro escuchó mi historia hasta el final, sin interrumpirme, masticando su tabaco y rascándose la cabeza.
2168 Hay indios hostiles, lagartos y serpientes de tierra y de río, pero el paisaje es magnífico y las aves bellísimas.
2169 A medida que avanzaban penosamente, disminuía la fe de Pedro de Valdivia en la empresa y aumentaba su disgusto.
2170 Pedro aprovechó para enviar a Marina algún dinero que había ahorrado, como haría siempre, hasta su muerte.
2171 Admirable, en verdad, pensaba al oír las cosas que se contaban, aunque no todo era digno de encomio.
2172 Aseguraban que las madres rompían la virginidad de sus hijas con los dedos antes de entregarlas a los hombres.
2173 Valdivia se dirigió por tierra a Panamá y allí se embarcó, en 1537, junto a cuatrocientos soldados, rumbo al Perú.
2174 En tiempos de guerra atacan por sorpresa, pero no a traición, y en tiempos de paz respetan los acuerdos.
2175 Me asombra el poder de esos versos de Alonso, que inventan la Historia, desafían y vencen al olvido.
2176 Al menos tú, Isabel, debes conocer toda la verdad, porque eres mi hija del corazón, aunque no lo seas de sangre.
2177 Me distraje. Volvamos a lo que estaba contando, porque no me sobra tiempo, tengo el corazón cansado.
2178 El imperio de los incas, asolado por el hambre, la violencia y el desorden de la guerra, bajó la cerviz.
2179 Almagro desatendió los consejos y optó por la reconciliación con el ingrato socio que le había agraviado.
2180 En su representación asistió a la batalla su hermano, Hernando Pizarro, odiado por su crueldad y arrogancia.
2181 Llevaba un parche negro en el ojo que había perdido en un encuentro con salvajes antes de descubrir el Perú.
2182 En esa ocasión, él mismo se arrancó de un tirón la flecha, con el ojo ensartado en ella, y continuó peleando.
2183 También Francisco Pizarro era hijo ilegítimo, no recibió educación y había sido abandonado por su madre.
2184 Lo admiraba por sus hazañas de soldado y su fama de generoso, aunque conocía algunos de sus errores y flaquezas.
2185 No tienen rey ni entienden de jerarquías, sólo obedecen a sus toquis durante el lapso de la batalla.
2186 Las mujeres realizan todo el trabajo, mientras que los hombres no hacen otra cosa que prepararse para pelear.
2187 Entretanto, me gané la vida con los oficios que conozco: coser, cocinar, componer huesos y curar heridas.
2188 Volví a usar mis vestidos negros y asumí el papel de esposa desconsolada para que me ayudaran a llegar al Perú.
2189 Mi motivo no era la fidelidad, sino el deseo de salir del estado de incertidumbre en que Juan me había dejado.
2190 Hacía muchos años que no lo amaba, apenas recordaba su rostro y temía que cuando lo viera no lo reconocería.
2191 Tampoco pretendía quedarme en Panamá, expuesta a los apetitos de la soldadesca de paso y al clima insalubre.
2192 En alta mar volví a padecer el acoso de los hombres, a pesar de la vigilancia permanente de los frailes.
2193 Allí hice las indagaciones necesarias y a los pocos días encontré a un soldado que conocía a Juan de Málaga.
2194 Sólo se alteraban con los ladridos de los perros del alférez Núñez, dos fieros mastines entrenados para matar.
2195 En las calles estaba el pueblo, numeroso y callado. Por cada barbudo había centenares de indígenas lampiños.
2196 Muy pocos españoles respetaban esas ordenanzas y menos que nadie el marqués gobernador Francisco Pizarro.
2197 Hablando con los soldados pude juntar los pedazos de la historia de Juan y tuve la certeza de su muerte.
2198 Pudo obtener algo de oro, puesto que existía en abundancia, pero lo perdía una y otra vez en apuestas.
2199 Debía dinero a varios de sus camaradas y una suma importante a Hernando Pizarro, hermano del gobernador.
2200 Hernando Pizarro salvó la vida, pero su nombre quedó manchado para siempre con la mala fama de cobarde.
2201 Me pierdo en esta mansión. Hace meses que no duermo, me falta la tibia mano de Rodrigo sobre el vientre.
2202 Se aproximó a la ventana y por largo rato se quedó contemplando la ciudad que se extendía a sus pies.
2203 La discreción es muy apreciada aquí, especialmente en las mujeres. El ayuntamiento os facilitará una casa.
2204 Eso fue todo. Comprendí que si deseaba quedarme en el Cuzco más valía que dejara de hacer preguntas.
2205 Me instalé en el Cuzco, en la casa que me prestó el ayuntamiento por instrucciones del marqués gobernador Pizarro.
2206 También curaba a los soldados tullidos o malheridos en la guerra, en su mayoría combatientes de Las Salinas.
2207 Catalina vivió conmigo muchos años, cuidó de mi salud, me previno de peligros y me guió en decisiones importantes.
2208 No alcanzaban a enfriarse al salir del horno; el olor las anunciaba por el barrio y los clientes acudían en tropel.
2209 Siempre dejábamos algunas para los mendigos y ensimismados, que se alimentaban de la caridad pública.
2210 Un día los dos animales amanecieron con el hocico lleno de espuma verde y pocas horas después estaban tiesos.
2211 Aquí tenéis vuestras camisas y calzas, remendadas y limpias. Buscad otra lavandera, porque no os quiero en mi casa.
2212 Contrastaba con el bullicio alegre de los clientes la figura sobria de un hombre que bebía solo en un rincón.
2213 En eso estaba, cuando distinguió en la ruidosa taberna un vozarrón de ebrio y, sin quererlo, prestó atención.
2214 Para entonces yo había encendido una lámpara y había cogido el cuchillo largo de picar la carne para las empanadas.
2215 Era el maestre de campo, héroe de muchas guerras, uno de los hombres más ricos y poderosos del Perú.
2216 Catalina surgió de la nada con el vino, pero al percibir lo que nos ocurría, desapareció para dejarnos solos.
2217 Pero yo era libre, y aunque Pedro hubiese tenido media docena de esposas, igual lo habría amado, era inevitable.
2218 De lo que sí estoy segura es que esa misma noche nos amamos y desde el primer abrazo nos consumió el mismo ardor.
2219 Le estreché contra mi pecho, sintiendo los latidos de su corazón, su calor animal, su olor de hombre.
2220 Mi relación con Juan fue carnal, y la de él con Marina, espiritual; la nuestra llegó a ser completa.
2221 El esfuerzo de escribir este relato no está en recordar, sino en el lento ejercicio de ponerlo en papel.
2222 Mi letra nunca fue buena, a pesar de los empeños de González de Marmolejo, pero ahora es casi ilegible.
2223 Me canso. La pluma rompe el papel y caen salpicaduras de tinta; en resumen, esta labor me queda grande.
2224 Arguyes que necesitas compañía mientras tu marido anda en la guerra, como antes andaba el mío, pero no te creo.
2225 Entonces yo era todavía la amante de Pedro de Valdivia, pero eso no me impidió recibirte con los brazos abiertos.
2226 No podía vivir sin él, un solo día sin verlo me afiebraba, una noche sin estar en sus brazos era un tormento.
2227 Lo admiraba tanto como lo deseaba, sucumbí por completo ante su energía, me sedujeron su valor y su idealismo.
2228 Valdivia trataba a sus indios encomendados con más consideración que otros españoles, pero siempre con rigor.
2229 Bajo el dominio del Inca padecían más que ahora. Debemos mirar hacia el futuro. Ya estamos aquí y nos quedaremos.
2230 Yo podía desposarme con cualquiera de los que antes me cortejaban y que ahora no se atrevían a mirarme, dijo.
2231 Solíamos discutir a gritos, porque ninguno de los dos tenía temperamento manso, pero eso no lograba separarnos.
2232 Éramos similares, ambos fuertes, mandones y ambiciosos; él pretendía fundar un reino y yo pretendía acompañarlo.
2233 Ya entonces, en sus comienzos, la ciudad estaba envuelta en el tejido de enredos que hoy la caracteriza.
2234 Los descendientes de los fundadores serían chilenos sobrios, honestos, esforzados, respetuosos de la ley.
2235 A éste no le importó. Había asegurado el bienestar de Marina en España y no le interesaba su fortuna personal.
2236 Eso de que sobrarían brazos bien armados, como había anunciado tantas veces Valdivia, resultó una ironía.
2237 Se llevaron del Cuzco a miles y miles de indios atados con cadenas y sogas al cuello, para evitar que escaparan.
2238 Dolor y más dolor, sangre por el camino, sangre de las víctimas, sangre que envilece a los opresores.
2239 Yo lo tenía muy presente, pero proveer para mil yanaconas con el dinero disponible era tarea de mago.
2240 Tus soldados están preñando a las indias auxiliares cada noche, y ya tenemos a una docena con el vientre lleno.
2241 Juan Gómez nos pagó con una lealtad incondicional que habría de sernos muy útil en los meses y años venideros.
2242 Cecilia iba acompañada por un séquito de indias de su servicio, disimuladas entre las mancebas de los soldados.
2243 Sin indígenas, decía, esta tierra nada vale. Se murió sin ver el fin de la matanza, que ya dura cuarenta años.
2244 Quien a hierro mata, a hierro muere, como dicen en España. También los respeto y admiro, no puedo negarlo.
2245 Dignos enemigos somos españoles y mapuche: de parte y parte valientes, brutales y determinados a vivir en Chile.
2246 Andan de un lado a otro, libres y desnudos, con sus muchas esposas e hijos, que pelean con ellos en las batallas.
2247 Así me mantuvieron siempre ocupada con los heridos, sobre todo yanaconas, que luchaban sin caballos ni armaduras.
2248 Le serví un tazón de harina tostada con agua y miel, que comió con parsimonia, como si fuese un manjar exquisito.
2249 Entretanto, Pedro de Valdivia recorría leguas a caballo oteando el horizonte a la espera de nuevos voluntarios.
2250 El resto de los soldados se las arreglaba como podía, con unas telas parcheadas que apenas los protegían del clima.
2251 Estábamos instalados cerca de un par de aldeas abandonadas, donde no encontramos comida por mucho que buscamos.
2252 En el Perú, en cambio, se habían hallado tumbas atiborradas de objetos preciosos, incluso estatuas de oro macizo.
2253 Celebraron su hazaña con largas risotadas, mientras en el campamento de los yanaconas cundía el espanto.
2254 Monroy, nacido en Salamanca y descendiente de una familia noble, era todo lo contrario, fino, apuesto y generoso.
2255 Estos hombres habían estado durante meses en la terrible selva de los Chunchos, al oriente del Perú.
2256 Algunos estaban tan débiles, que las indias debían alimentarlos a cucharaditas con papilla de infante.
2257 Otros usaban vejigas o piel de lobo marino. Agregaban al agua unos granos de maíz tostado, para disimular el olor.
2258 Don Benito lo descubrió disimulado entre nuestros indios auxiliares y pidió permiso a Valdivia para interrogarlo.
2259 Pedro y yo avanzábamos a pie horas y horas, conduciendo a nuestros caballos por las bridas, para no cansarlos.
2260 Cuando creímos que habíamos alcanzado el límite de nuestras fuerzas, el color de las montañas y del suelo cambió.
2261 Apenas surgía la primera luz del alba nos poníamos en marcha, porque más tarde el sol no permitía avanzar.
2262 En la noche, la temperatura cambiaba bruscamente, del calor insoportable del día pasábamos a un frío glacial.
2263 Pedro y yo, abrazados entre nuestros caballos, procurábamos infundirnos calor. Estábamos muy fatigados.
2264 De pronto nos parecía escuchar el sonido de una cascada y ver una laguna cristalina rodeada de helechos.
2265 Si Valdivia no impone orden con castigos ejemplares, creo que los hubieran matado para chuparles la sangre.
2266 Al día siguiente, cuando ya nos dábamos por perdidos sin remedio, un extraño reptil pasó corriendo entre mis pies.
2267 Concluí que por muy diabólico que fuese el animalejo, de vez en cuando necesitaría un sorbo de agua.
2268 Caminamos un buen rato, tal vez una hora, en círculos cada vez más grandes, cubriendo más y más terreno.
2269 Sospeché que pretendía deshacerse de Valdivia, apoderarse de la expedición y continuar la conquista de Chile solo.
2270 Se requirió mucha astucia y firmeza para impedir que don Benito colgara a De la Hoz del primer árbol a su alcance.
2271 Este sistema siempre me sirvió bien. Un hombre hace lo que puede, una mujer hace lo que el hombre no puede.
2272 A los yanaconas que faltaban nadie los contó, pero según Catalina debían de ser unos treinta o cuarenta.
2273 Al conocer a Francisco de Aguirre sentí de inmediato confianza en él, a pesar de su aspecto intimidante.
2274 A los ochenta años no está derrotado, sigue imaginando aventuras y cantando las canciones pícaras de su juventud.
2275 Las casas eran de barro y paja, más sólidas y mejor dispuestas que las chozas que habíamos visto antes.
2276 Yo me guardé muy bien de abrir la boca, para que no me acusaran de ser un marimacho que dominaba a Valdivia.
2277 Un silencio largo siguió a la perorata de Valdivia, mientras el secretario terminaba de anotar en su libro.
2278 El parto de Cecilia, la princesa inca, fue largo y difícil, porque la criatura estaba volteada en el vientre.
2279 Si hubiera nacido unos meses más tarde, habría contado con varias nodrizas, porque había muchas indias preñadas.
2280 No se puede cabalgar mil leguas de lado, a la mujeriega, sin partirse la espalda; tuve que montar a horcajadas.
2281 Si eso incendió el deseo de Escobar y otros de la expedición, no entiendo cómo funciona la mente masculina.
2282 Me niego a dar la razón a Aguirre, a pesar de las muchas debilidades que he comprobado en los hombres.
2283 Suponen que no entendemos lo que oímos. Observé con disimulo la conducta del muchacho y comprobé que me rondaba.
2284 Junto a una de las fogatas, la cálida voz de tenor de Francisco de Aguirre entonaba una canción picaresca.
2285 En el aire flotaba el aroma delicioso de la única comida del día, carne asada, maíz, tortillas al rescoldo.
2286 Don Benito se llevó al tembloroso muchacho de un brazo y lo dejó en una de las tiendas, vigilado pero sin cadenas.
2287 Escobar estaba hecho un guiñapo, pero no por el miedo a morir, sino por el dolor de su corazón destrozado.
2288 La princesa inca estaba más bella que nunca, echada sobre un mullido colchón, descansando, rodeada de sus siervas.
2289 Después de felicitar a la joven madre y besar al chiquito, cogí de un brazo al padre y me lo llevé afuera.
2290 Os lo pediría por cualquier hombre de este campamento. No puedo permitir que don Pedro cometa este pecado.
2291 Y no me digáis que se trata de una cuestión de disciplina militar, los dos sabemos que son puros celos.
2292 El capellán había pasado la noche en vela rezando, después de haber fracasado en su gestión con Valdivia.
2293 Escobar iba sin cadenas, derecho como una lanza, tranquilo, la mirada fija adelante, como si marchara en sueños.
2294 Se puso de rodillas y el capellán le dio la extremaunción, lo bendijo y le pasó la Santa Cruz para que la besara.
2295 Pedro de Valdivia dio tres pasos adelante, pálido como un cirio, sin poder creer lo que había ocurrido.
2296 De inmediato otro siguió su ejemplo, y otro más, hasta que todos, menos Pedro de Valdivia, estuvimos arrodillados.
2297 Una hora más tarde abandonó el campamento con la misma calmada dignidad con que caminó hacia el patíbulo.
2298 Cuando el muchacho ya salía del campamento, le di alcance, desmonté y le entregué mi único tesoro, el caballo.
2299 Después de la expulsión del muchacho Escobar, el campamento tardó unos días en recuperar la normalidad.
2300 La culpa y los celos le encendieron el deseo, quería poseerme a cada rato, incluso en la mitad del día.
2301 A Valdivia no le importaba, lo hacía adrede para establecer su autoridad, humillarme y desafiar a los chismosos.
2302 Ése fue mi castigo, sufrir la suerte de una ramera, tal como el de Escobar fue perecer en el desierto.
2303 Dábamos cortos paseos, siempre con guardias, porque en cualquier momento podían caernos encima indios hostiles.
2304 También me regaló otro caballo, para reemplazar el que le di a Escobar, y asignó a su mejor jinete para entrenarlo.
2305 Las huestes chilenas estaban al mando de tres caciques, encabezados a su vez por el poderoso Michimalonko.
2306 Se compone de un rosario de valles tendidos entre montañas y volcanes, y cruzados por copiosos ríos.
2307 Su costa es abrupta, de olas temibles y aguas frías; sus bosques son densos y aromáticos; sus cerros, infinitos.
2308 Se debe predicar con el ejemplo, dijo. No permitiría que los españoles se portaran peor que los bárbaros.
2309 Catalina me contó que seguían golpeando a las mujeres, pero no en la cara ni donde les quedaran marcas visibles.
2310 A medida que los indios de Chile se volvían más atrevidos, nos preguntábamos qué sería del desafortunado Escobar.
2311 Desde lo alto de sus cabalgaduras los huincas son invencibles, pero si logran desmontarlos, los aniquilan.
2312 Corrían casi desnudos, con arcos y flechas, picas y macanas, aullando, exultantes de feroz anticipación.
2313 La descarga de los arcabuces barrió con las primeras filas, pero no logró detenerlos ni aminorar su carrera.
2314 En cuestión de minutos ya podíamos verles las caras pintarrajeadas y comenzó la lucha cuerpo a cuerpo.
2315 La brisa nos traía el olor a pólvora y caballo, que se mezclaba con el de la sangre y la carne chamuscada.
2316 Alcancé a registrar estos detalles en menos de un instante, porque los hechos sucedieron muy rápido.
2317 Los negros circularon entre los caídos, rematando a los chilenos, y después me trajeron a los nuestros.
2318 Dicen que uno se acostumbra a todo, pero no es cierto, nunca me acostumbré a esos gritos espantosos.
2319 Creo que dos hombres no pasarán la noche. Habrá que transportar a los heridos a caballo, no podemos dejarlos atrás.
2320 Capellán, haceos cargo de los entierros y las misas. Partiremos tan pronto doña Inés lo considere posible.
2321 Regresaron con la agradable noticia de que los indios, aunque desconfiados, no habían dado muestras de hostilidad.
2322 No era como para preocuparse, dijo, a menos que se presentaran de nuevo las huestes de Michimalonko.
2323 Después de oír misa y comulgar, se procedió al antiguo rito latino de marcar el perímetro de la ciudad.
2324 Dos semanas más tarde, nuestro alarife, un tuerto de apellido Gamboa, hizo el trazado clásico de la ciudad.
2325 Podíamos comprobar que el verano era caliente, seco y saludable. Nos dijeron que el invierno sería frío y lluvioso.
2326 Con el fin de ahorrar esfuerzo y víveres, establecí al principio un sistema para que nadie se quedara sin comer.
2327 A veces conseguíamos pescado y marisco traído de la costa por los indígenas del valle, pero olían mal.
2328 Cada uno contribuía a la mesa con lo que podía, tal como años antes hice en la nave del maestre Manuel Martín.
2329 Vitacura se presentó con tres horas de retraso, de acuerdo con el protocolo de los incas, como nos explicó Cecilia.
2330 Hice servir una comida abundante y bien regada con chicha de tuna y muday, un licor fuerte de maíz fermentado.
2331 Preferiría que Chile fuese tan mísero como decían. Vine a fundar un pueblo trabajador y de buenos principios.
2332 Eso era justamente lo más conveniente para nuestros enemigos: que nos separásemos en pequeños grupos.
2333 Sin embargo, Sancho de la Hoz se valió de esto para atizar el fuego del rencor entre los sediciosos.
2334 Esta prosperidad irritaba a los indios del valle, que se daban cuenta cabal de que no estábamos allí de paso.
2335 Suponían, y con razón, que llegarían más huincas a arrebatarles sus tierras y convertirlos en siervos.
2336 Catalina y yo, valiéndonos de señas y palabras en quechua, salíamos a comerciar por los alrededores.
2337 Teníamos buena mano para componer huesos rotos, cauterizar heridas y atender partos; eso nos sirvió.
2338 No me pareció necesario explicarle que Catalina llevaba los reptiles muertos escondidos en las mangas.
2339 Cecilia averiguó que en el Perú las cosas estaban muy revueltas, incluso había rumores de que Pizarro había muerto.
2340 El lodo llegaba a los tobillos de los capitanes que se juntaron para designar gobernador a Valdivia.
2341 No había descanso para mí, vivía pendiente de los detalles cotidianos: comida, ropa, siembras, animales.
2342 Un par de criados salieron en su defensa, mientras sus cortesanos y centinelas escapaban por los balcones.
2343 Cuando la noticia se confirmó en Chile, meses más tarde, Valdivia ya tenía seguro su cargo de gobernador.
2344 Valdivia escuchó de labios de Cecilia los detalles, conferenció con sus capitanes y decidió tomar la iniciativa.
2345 La derrota de los indígenas fue rápida, y los nuestros capturaron a varios caciques, entre ellos a Michimalonko.
2346 Llevaban el negro cabello largo y trenzado con tiras de colores y los rostros pintados de amarillo y azul.
2347 Con el mayor respeto y solemnidad, Valdivia manifestó su admiración por el valor de Michimalonko y sus guerreros.
2348 No lo conocen. Aprecian primero la valentía y segundo la reciprocidad: tú me das, yo te doy, con justicia.
2349 Las mujeres mantienen una red de relaciones que une a los clanes, incluso aquellos separados por cientos de leguas.
2350 Consideran una falta de respeto molestar a Dios cada domingo, como nosotros; una vez al año es más que suficiente.
2351 Como había prometido, dejó a Michimalonko en libertad y se despidió de él con las mayores muestras de respeto.
2352 Nos atacó a mordiscos cuando intentamos quitarle un amuleto que traía colgado al cuello de una tira de piel.
2353 Fui a verlo y lo hallé sentado en el patio, inmóvil, tallado en madera, con sus ojos negros fijos en los cerros.
2354 Las indias del servicio le daban golosinas y hasta Catalina terminó por aceptarlo, aunque a regañadientes.
2355 Pedro estaba tan molido por esas semanas de esfuerzo, que se dejó hacer por mí con una mansedumbre de virgen.
2356 Al otro día, cuando volvió de su reunión con el cabildo, Pedro me preguntó quién era el pequeño salvaje.
2357 Le pedí al lengua que le propusiera un trato: si él me enseñaba su idioma, yo le enseñaría castellano.
2358 Nunca me gustó ese hombre, por simulador y cobarde, pero no imaginé que además fuera tonto de capirote.
2359 Ante la sorpresa general, Valdivia perdonó de nuevo a Sancho de la Hoz, el principal instigador de la revuelta.
2360 Ese fanfarrón ya nos había dado demasiadas molestias. Nunca sabré por qué salvó la cabeza una vez mas.
2361 Ese año de vicisitudes le agrió el carácter y perdía el control con facilidad. Tuve que cerrar la boca.
2362 Las machis sacrificaron varios guanacos, después de pedirles permiso para ofrecer sus vidas al Señor Dios.
2363 La Tierra y la gente son inseparables. Todo lo que le ocurre a la Tierra le ocurre también a la gente.
2364 Había viajado durante una luna entera para estar allí, en representación de su tribu. No había prisa.
2365 Y caía lluvia en tal abundancia, que quienes no alcanzaron a subir a los cerros perecieron en el diluvio.
2366 Y yo digo que nunca los mapuche tuvieron enemigos tan poderosos como los barbudos llegados de lejos.
2367 Ahora son sólo una tribu pequeña, pero vendrán más, porque tienen casas con alas que vuelan sobre el mar.
2368 La demencia corría en las venas de su familia, bastaba recordar a su desdichada madre, la loca de Tordesillas.
2369 Aguirre nos divertía con sus disparatadas ocurrencias de mujeriego y sus atrevidas coplas de soldado.
2370 No apostábamos dinero, para evitar disputas, no dar mal ejemplo a la servidumbre y ocultar cuán pobres éramos.
2371 Rodrigo de Quiroga compartía plenamente esta idea, pero eran los únicos imbuidos de tan altos ideales.
2372 El trabajo de construir la ciudad, sembrar y cuidar los animales lo hacíamos las mujeres y los yanaconas.
2373 Incluso nuestros indios, que se morían con un resfrío común, pasaron los temporales sin graves problemas.
2374 Las mujeres de mi casa habían pasado el invierno cosiendo y enseñándoles a otras los oficios domésticos.
2375 Estamos acostumbrados a combatir contra un número cien veces superior, quinientos salvajes es cosa de risa.
2376 Con infinita astucia y paciencia sedujo a Rodrigo y enseguida vino a hablar conmigo para contarme sus cuitas.
2377 Descendí a saltos, seguida por el perro, y corrí a la casa de Rodrigo de Quiroga, en el otro extremo de la plaza.
2378 Dos minutos después apareció Rodrigo a medio vestir, pero con las botas puestas y la espada en la mano.
2379 Comprendimos que habíamos caído en una trampa, los salvajes eran mucho más astutos de lo que pensábamos.
2380 Debo dejar constancia de que ese día el cortesano se batió con la misma fiereza que los demás heroicos capitanes.
2381 Comprendí que debíamos dejar a los hombres con sus arcabuces mientras las mujeres tratábamos de apagar el incendio.
2382 Poco más allá había un par de gallinas, atontadas por el humo, que no me costó nada atrapar y poner junto al gallo.
2383 Aturdido y medio ciego, porque se le hincharon los párpados monstruosamente, salió a trastabillones a la plaza.
2384 El infeliz estaba lívido y la flecha se le había incrustado tanto, que yo no podía sacarla sin agrandar la herida.
2385 Me hallaba calculando si podría correr ese riesgo, cuando el pobre hombre se estremeció con brutales estertores.
2386 El traidor y yo alcanzamos a intercambiar una mirada y creo que en ella nos perdonamos los agravios del pasado.
2387 Quedaban en pie una parte de la iglesia y la casa de Aguirre, donde manteníamos a los siete caciques cautivos.
2388 El yanacona que antes le cargaba el arma yacía inmóvil a sus plantas y en su lugar se había colocado Eulalia.
2389 Comprendí que la joven había estado en la plaza todo el tiempo para no perder de vista a su amado Rodrigo.
2390 No puedo recordar en detalle mis acciones de ese día, de necesidad debo fiarme en lo que otros han contado.
2391 No importa. El hecho es que en cuestión de minutos había siete cabezas por tierra. Que Dios me perdone.
2392 No me detuve a ver el efecto, regresé a la celda, cogí otras dos y las lancé en el costado opuesto de la plaza.
2393 Me vi como me veía la gente a mi alrededor: un demonio desgreñado, cubierto de sangre, ya sin voz de tanto gritar.
2394 Desesperado, quitó la tierra a mano, porque no pudo hallar una pala, los atacantes se habían llevado cuanto había.
2395 Mucho menos podía mencionar a una bruja que lanzaba cabezas de caciques por los aires como si fuesen melones.
2396 La ciudad nada importaba, porque había brazos y corazones fuertes para reconstruirla de las cenizas.
2397 Una vieja flaca es patética, se me han puesto las orejas enormes y hasta una brisa puede tirarme de bruces.
2398 Se me ocurrió disimular la miseria esmerándome en la limpieza, en vista de que agua había en abundancia.
2399 El hambre es cosa rara, acaba con la energía, nos hace lentos y tristes, pero despeja la mente y azuza la lujuria.
2400 Había bastante sufrimiento, no podíamos agregar más. Engañábamos el estómago con tisanas de menta, tilo y matico.
2401 Felipe tenía una puntería natural, donde ponía el ojo ponía la flecha, y siempre estaba dispuesto a salir de caza.
2402 Felipe era un muchacho contemplativo y silencioso, capaz de pasar horas inmóvil, como un monje anciano.
2403 Los arreos de oro de su caballo lograrían impresionar a los curiosos, pero no a los políticos y comerciantes.
2404 Nos referíamos a nuestras miserias siempre en tono de chanza, porque quejarse en serio habría sido de pusilánimes.
2405 En la tradición mapuche el novio roba, con ayuda de sus hermanos y amigos, a la muchacha que desea, según me contó.
2406 Así formalizan la unión. El hombre puede tener varias esposas, pero debe dar lo mismo a cada una y tratarlas igual.
2407 Yo debí salir deprisa y a tropezones de la habitación para no reírme en las venerables barbas del clérigo.
2408 El desafío de sobrevivir un día más y mantener en alto la moral de la colonia nos llenaba de energía.
2409 Sobre un promontorio mantenían dispuestas varias hogueras, listas para encenderlas si aparecía una nave.
2410 Lo que no pudimos pagar, quedó anotado como deuda, y Valdivia avaló a los demás, porque no teníamos oro.
2411 Lo más importante fue el contacto con el mundo civilizado; ya no estábamos solos en el último rincón del planeta.
2412 También llegaron a aumentar nuestra colonia cinco mujeres españolas, esposas o parientes de soldados.
2413 En cada uno de esos encuentros quedaba tal mortandad de indios, que cabía preguntarse de dónde salían más.
2414 Si él estuviese conmigo, gozaríamos juntos hasta el final de nuestra existencia, despacio y sin bulla.
2415 Es tanta la necesidad de estrecharlo, de yacer con él, que a veces no puedo contener un grito ahogado.
2416 Tuve que comprarle una casa y correr con sus gastos, para evitar que el fantasma de Pedro me halase las orejas.
2417 Como decía, hoy no ha sido un buen día para mí. En vez de atenerme al relato de mi vida, me he puesto a divagar.
2418 Si prefieres, puedes entregárselas a los curas mercedarios o dominicos, que me deben algunos favores.
2419 Había dos sastres, cuatro escribanos, un médico -que por desgracia no servía de mucho- y un estupendo veterinario.
2420 No podíamos defender las sementeras, las casas ni las ropas, las ratas se comían todo menos el metal.
2421 Merecía la muerte. Cuando supe que Pedro se había ido, me sentí mucho más traicionada que los colonos embaucados.
2422 De la Hoz ha hecho circular una carta pidiendo que Valdivia sea destituido y muchos vecinos ya la han firmado.
2423 La mayoría de la gente quiere deshacerse de Valdivia y nombrarlo gobernador a él -me comunicó Cecilia.
2424 La tropa recuperó de inmediato la confianza, porque con ese general a la cabeza sentía la victoria segura.
2425 El paisaje era de una belleza abrumadora y amenazante, aquél era un mundo de luz refulgente y sombras siderales.
2426 Debo aclarar, sin embargo, que él no tomó ninguna iniciativa ni dio muestras de adivinar mis vagos deseos.
2427 Eulalia, tu madre, quien mucho te quiso a ti y a Rodrigo, falleció ese año durante la epidemia de tifus.
2428 De tu madre quechua heredaste la piel de caramelo, y de tu padre, las facciones aristocráticas; buena mezcla.
2429 Te adoré desde el momento en que cruzaste mi umbral, abrazada a un caballito de madera tallado por Rodrigo.
2430 Era imposible proteger las minas y las haciendas, que fueron abandonadas, mientras la gente se refugió en Santiago.
2431 Valdivia debió dejar la tropa al mando de sus capitanes y dar media vuelta para enfrentar a la justicia.
2432 Los cargos en su contra eran más de cincuenta, pero sólo recuerdo los más importantes y los que me conciernen.
2433 Pedro probó su inocencia, desbaratando los cargos uno a uno, y al final la única que salió perdiendo fui yo.
2434 Iba descalza y no pude menos que comparar sus pies perfectos de princesa con los míos, de tosca campesina.
2435 Al sentir que envejecía se asustó y quiso volver a ser el militar heroico y el amante juvenil que fuera años antes.
2436 Yo lo conocía demasiado, junto a mí no podía reinventarse o comenzar de nuevo con frescas vestiduras.
2437 Ante mí le sería imposible ocultar sus debilidades o su edad y, como no podía engañarme, me hizo a un lado.
2438 Al inscribir tus bienes a nombre de tu marido, no podrán quitártelos. Durante un buen rato no me salió la voz.
2439 De pronto me golpeó algo así como un puñetazo en el pecho que me cortó el aliento y me hizo tambalear.
2440 En esa postura esperé hasta que se regularizaron los latidos en mi pecho y recobré el ritmo de la respiración.
2441 A veces basta secar el sudor de la frente de un hombre cansado para que coma de la mano que lo acaricia.
2442 Me gustan los proyectos. Momentos después entró Rodrigo, sorprendido, porque yo nunca lo había visitado en su casa.
2443 Se había quitado el jubón dominical y vestía calzas y una camisa blanca de mangas anchas, abierta en el pecho.
2444 Necesité dos semanas para preparar la boda, porque no quería casarme con disimulo, sino con pompa y ceremonia.
2445 Arreglamos para mí un virginal vestido blanco de Cecilia, ya que no hubo tiempo de encargar la tela para otro.
2446 También en esa época murió Villagra, tan asustado de sus pecados, que se vestía con el hábito de san Francisco.
2447 Sin él, mis noches transcurren casi enteras en blanco, y el insomnio es muy conveniente para la escritura.
2448 Ella me hizo ver que el corazón es como una caja: si está ocupada con porquería, falta espacio para otras cosas.
2449 Según Catalina, el encono pone la piel amarilla y produce mal olor, por eso me daba a beber tisanas de limpieza.
2450 Los centinelas de la ciudad dieron la alarma desde sus atalayas cuando vieron la polvareda de los caballos.
2451 Terminaron mis viajes solitarios al campo, sólo nos separábamos cuando la urgencia de la guerra llamaba a Rodrigo.
2452 Además, la mayoría se enreda en escrúpulos, acuérdate del célebre camisón con el ojal de Marina Ortiz de Gaete.
2453 Valdivia ordenó a Juan Gómez aplicar tormento a quien fuese necesario para descubrir al autor del ultraje.
2454 Cuando nos topábamos en la calle o en la iglesia, nos saludábamos con una discreta inclinación de cabeza, nada más.
2455 Aún no estaba en edad de que disminuyera su vigor, pero le fallaba la salud y le dolían sus antiguas heridas.
2456 Allí estaba María, lloriqueando y poniéndole paños mojados en la frente al herido, que yacía más muerto que vivo.
2457 Hice el trabajo sin malicia ni rencor, procurando ahorrarle sufrimiento, aunque eso resultó imposible.
2458 Desafiando el toque de queda y aprovechando la oscuridad, plantó la cabeza en la plaza y escapó de la ciudad.
2459 Convirtió a las mujeres en guerreras feroces y puso a los niños a acarrear víveres, pertrechos y mensajes.
2460 La ha visto en cada ocasión en que escapaba de la ciudad de los huincas para entregar información a las tribus.
2461 El padre de Lautaro, cacique de mucho respeto, lo presenta a los otros toquis, para que oigan lo que su hijo dice.
2462 Son hombres sin miedo. La infantería sólo tiene protección en el pecho y la cabeza, con ella sirven las flechas.
2463 Ellos tampoco tienen miedo. Hay que envenenar las flechas para que los heridos no vuelvan a batallar.
2464 Vamos a molestarlos sin tregua, seremos como avispas y tábanos -ordena-, primero los cansamos, después los matamos.
2465 No aprecian la libertad. No entienden de orgullo, obedecen, ponen las rodillas en tierra, inclinan la cabeza.
2466 Sólo los más fuertes y resistentes, los de mas temple y voluntad, pueden aspirar al título de toqui de guerra.
2467 Dos mocetones se acercan al tronco de pellín que han preparado, y lo levantan con esfuerzo, uno de cada extremo.
2468 Los músculos del cuerpo se tensan, la piel brilla de sudor, se hinchan las venas del cuello, a punto de reventar.
2469 Que vengan los vientos floridos a traer la voz de los antepasados para que se endurezca nuestra mirada.
2470 Que el valor de los toquis antiguos navegue por nuestra sangre. Dicen los ancianos que es la hora del hacha.
2471 Los abuelos de los abuelos nos vigilan y sostienen nuestro brazo. Es la hora del combate. Hemos de morir.
2472 Invoca a los espíritus de la Naturaleza para que defiendan su tierra, sus grandes aguas, sus auroras.
2473 La vieja machi salpica a Caupolicán con una ramita de canelo untada en sangre del sacrificio, para darle entereza.
2474 Así pasan las horas, la noche entera, así amanece el día, colándose la luz entre las hojas de los altos árboles.
2475 Antes del tiempo del descanso, el tiempo del frío y del sueño de la Madre Tierra, vendrán los huincas.
2476 Caupolicán, quien ya ha ganado la contienda hace rato, pero no suelta el tronco, sigue caminando y hablando.
2477 El sol llega a su cenit y empieza a descender hasta que desaparece entre los árboles, sin que él se detenga.
2478 El único intranquilo era Michimalonko, pues sabía muy bien con quiénes tendría que habérselas pronto.
2479 Los mapuche marchaban con perfecta disciplina, en cuatro divisiones al mando de sus toquis de guerra.
2480 En los tres años que le quedaban de vida, vi a Pedro de Valdivia muy poco, sólo tuve noticias suyas por terceros.
2481 Al paso de los caballeros se levantaban nubes de mariposas y los venados, curiosos, se acercaban a saludar.
2482 Mudo, mojado de lágrimas, el conquistador conquistado iba descubriendo el lugar donde acaba la tierra, Chile.
2483 Unas semanas más tarde, otro destacamento de españoles, que recorría la región, oyó voces femeninas.
2484 Lautaro. Jamás se le ocurrió que podía ser Felipe, su antiguo caballerizo, eso lo descubriría el día de su muerte.
2485 Valdivia se detenía en los aislados caseríos de los colonos y los arengaba con su optimismo invencible.
2486 Pedro de Valdivia murió sin saberlo y sin cumplir su sueño de extender la conquista hasta ese punto del mapa.
2487 Después condujeron a los prisioneros encadenados a Concepción, donde los exhibieron como animales de feria.
2488 No sabía que sería su última visita, pero lo sospechaba, porque volvieron a atormentarlo negros sueños.
2489 Sé que este comentario parece mezquindad de mi parte, pero es verdad: esas mujeronas eran muy ordinarias.
2490 El banquete en honor al gobernador fue uno de los más espectaculares que me ha tocado ofrecer en mi larga vida.
2491 Alumbramos con centenares de bujías, lámparas de sebo y antorchas con resina de pino, que perfumaban el aire.
2492 La casa lucía espléndida, llena de flores, grandes fuentes con frutas de la estación y jaulas de pájaros.
2493 Había una mesa sólo para los postres, tortas, hojaldres, merengues, yemas quemadas, dulce de leche, fruta.
2494 También en eso Valdivia había cambiado, ya no era el hombre que se jactaba de despreciar títulos y honores.
2495 Entretanto, Pedro de Valdivia murió sin enterarse de que por fin había obtenido las prebendas solicitadas.
2496 Al día siguiente acudí a la casa de González de Marmolejo, la más grande y lujosa de Chile después de la mía.
2497 Por mucho que Pedro hubiese cambiado, en algún momento fue el amante a quien seguí al fin del mundo.
2498 Sentí el cosquilleo de su barba rubia y el calor de su aliento, volví la cara y lo empujé suavemente.
2499 Tenían a veinte mil indios trabajando en las minas y la producción era casi tan buena como la del Perú.
2500 Entre los colonos que se fueron iba el alguacil Juan Gómez, pero Cecilia y sus hijos no lo acompañaron.
2501 Al despedirse de Valdivia, Rodrigo de Quiroga le aconsejó que no abarcase más de lo que podía controlar.
2502 El aire era tibio y al paso de los cinco soldados se levantaban nubes de insectos translúcidos y aves ruidosas.
2503 El capitán tomó una medida desesperada para espantar a los mapuche que aguardaban el amanecer para atacar de nuevo.
2504 El joven ñidoltoqui acababa de formalizar su unión con Guacolda, después de pagar la dote correspondiente.
2505 Como todo encomendero, tenía la obligación de acudir a la guerra cuando era llamado, y no vaciló en hacerlo.
2506 No se movieron de sus sitios y recibieron de frente el impacto de la caballería, que se ensartó en las lanzas.
2507 A pesar de la espantosa mortandad producida por los hierros españoles, los mapuche no se desanimaron.
2508 Juan Gómez comprendió que era imposible oponerse a esa hábil maniobra con su reducido número de soldados.
2509 Debió dar orden de recogerse al fuerte, porque sus hombres, casi todos heridos, necesitaban tomar aliento y agua.
2510 Tenía cincuenta y tres años, pero la cojera y el exceso de peso lo habían envejecido antes de tiempo.
2511 Era un brazo, todavía dentro de la manga del jubón. Valdivia ordenó proseguir con las armas prontas.
2512 El cabecilla no podía ser otro que ese toqui del cual tanto había oído durante el invierno: Lautaro.
2513 Una muerte atroz. Hay tantas de ésas en nuestro reino, que nos pesarán para siempre en la conciencia.
2514 Desde la cima de la colina los vio bebiendo y lavándose las heridas en el río, alivio que sus hombres no tenían.
2515 Pasaban las horas, los españoles y yanaconas iban cayendo, y los ansiados refuerzos de Juan Gómez no llegaban.
2516 Cabalgaron la noche entera, y a la mañana del día siguiente se encontraron en las cercanías del fuerte.
2517 Buscaron a Pedro de Valdivia entre los cadáveres y trozos de cuerpos descuartizados, pero no lo hallaron.
2518 Por fin los soldados de Gómez pudieron agruparse y huir, seguidos de cerca por las huestes de Lautaro.
2519 El primero gritó adiós a los demás, detuvo su cabalgadura y se volvió para enfrentar a los perseguidores.
2520 La visibilidad era casi nula, debía avanzar penosamente, tanteando entre los árboles y los matorrales.
2521 Se quitó la armadura y la ropa y las hizo desaparecer en el barro y, desnudo, se adentró en la ciénaga.
2522 Con su espada, Juan Gómez cortó una caña y enseguida se sumergió por completo en el pútrido lodazal.
2523 Por la espada, que no había soltado, reconocieron a Juan Gómez, el capitán de los catorce de la fama.
2524 Pero temí que al hablarle desapareciera; en estos meses de soledad he comprobado cuán tímidos son los espíritus.
2525 Son mis enemigos, pero los admiro; si yo estuviese en su lugar, moriría luchando por mi tierra, como mueren ellos.
2526 Durante veintisiete años he procurado no pensar en eso, pero supongo que ha llegado la hora de hacerlo.
2527 Como no entendía nuestro idioma, parecía lerda, pero cuando le hablé en mapudungu comprendí que era habilísima.
2528 Antes de que el pantano se los tragara, los mapuche los rescataron, porque no era así como planeaban darles fin.
2529 El yanacona debió traducir, pero antes de que alcanzara a terminar los indios se le fueron encima y lo mataron.
2530 Esta macabra orgía duró tres noches y dos días, sin que la madre Muerte socorriese al infeliz cautivo.

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